sábado, 29 de diciembre de 2018

ULTIMA ENTRADA DEL AÑO



(En esta última entrada del 2018 he decidido utilizar dibujos de Ramon del libro Flores en la Frontera para compensar lo que nos espera en el 2019. Quiero que sus acuarelas nos sirvan de contrapunto para un año que se anuncia casi tan oscuro y lluvioso como el de Blade Runner. Feliz 2019 a pesar de todo)

Entre los estrenos de la semana hay una película importante. Se trata de La decisión, de Mohamed Al Daradji, uno de los pocos films iraquís que ha conseguido traspasar sus fronteras. Toda la historia sucede el 30 de diciembre del año 2006, cuando Bagdad celebra la reapertura de la Estación Central de Ferrocarriles en un ambiente de fiesta. Una adolescente entra en la estación. Duda, mira, escucha, poco a poco descubrimos que es una terrorista suicida. Pero la vida da muchas vueltas y en esas horas que van de la mañana a la noche, Sara, la joven, deberá tomar una decisión. Sara es un poco todos. ¿Hacemos lo que nos han dicho que hagamos sin cuestionarlo o debemos preguntarnos porque tenemos que hacer lo que nos han dicho que hagamos? Una película muy interesante y que sabe mantener el suspense y las emociones sin caer nunca en extremismos.


 Acabo el año leyendo un libro importante, imprescindible diría yo. Lo descubrí gracias a un artículo de Llatzer Moix en La Vanguardia. Se llama El camino hacia la No libertad y su autor es Timothy Snyder. Ha sido una sorpresa encontrar en sus páginas la confirmación de algo que vengo diciendo hace mucho tiempo sin tener argumentos, solo por intuición: el auténtico impulsor y mayor beneficiado de los problemas en la Unión Europea es la Rusia de Putin que está detrás de todos los movimientos desestabilizadores de los países europeos. Snyder me ha dado los argumentos. Se trata de un riguroso estudio cronológico de los años que van del 2010 al 2017, años de la consolidación del neofascismo de Putin en Rusia, de su sueño de destruir las decadentes democracias occidentales, auténtico enemigo de su totalitarismo y construir un inmenso imperio Euroasiático que vaya desde el Atlántico hasta el Pacífico, controlado por una élite/mafia moscovita; años del triunfo indiscutible de lo que Snyder llama “la política de la eternidad”, la que no cree en el futuro, solo en un eterno presente de agravios. Snyder analiza con hechos, y eso es lo más significativo, no son opiniones ni ideas, son hechos comprobables y reales, como Putin emprendió el camino de acabar con Europa reivindicando figuras del pensamiento nazi ruso de los años 30 y apoyándose en nuevos pensadores neonazis que cada día son más influyentes en Moscú. En este contexto se entienden muchas de las cosas que han pasado estos años: la invasión de Ucrania y la anexión de Crimea, la guerra de Siria, el Brexit, las elecciones americanas y el triunfo de Trump y el auge de todos los movimientos nacionalistas/populistas de ultra derecha en muchos países europeos, incluido el nuestro, y no solo por la irrupción de VOX. Porque uno de los efectos colaterales de la lectura de este libro es descubrir las enormes similitudes y, comportamientos paralelos, las situaciones y actitudes tan parecidas, entre lo que el autor describe en la Rusia de Putin y lo que vivimos cada día en la Catalunya de los últimos siete años. Da miedo y da rabia. Pero sobre todo, clarifica de donde y adonde nos llevan. Recomiendo mucho la lectura de este libro de historia y de periodismo que está dedicado a “los periodistas, los héroes de nuestro tiempo”. Los periodistas, los políticos y los ciudadanos, tenemos derecho a saber lo que hacen con nosotros. Con hechos, no con opiniones.
Como muestra un par de frases del Prólogo del libro y una del Epílogo:
“Cuando están en el poder, los políticos de la eternidad fabrican crisis y manipulan las emociones provocadas por ellas. Con el fin de distraer la atención de su falta de capacidad o de voluntad para hacer reformas, los políticos de la eternidad ordenan a sus ciudadanos que sientan entusiasmo e indignación de forma intermitente, con lo que ahogan el futuro en el presente…Utilizan la tecnología para transmitir ficciones políticas, tanto en su país como en el extranjero, niegan la verdad y pretenden reducir la vida al espectáculo y el sentimiento.” (p.17)
“Los políticos de la eternidad saltan de un instante a otro, a décadas o siglos de distancia, para construir un mito de inocencia y peligro. Imaginan ciclos de amenazas en el pasado y construyen una pauta imaginaria que plasman en el presente con la fabricación de crisis artificiales y dramas cotidianos.” (p.18)
“El fascismo es la mentira de que el enemigo escogido por un dirigente debe ser el enemigo de todos, la política parte de la emoción y la mentira. La paz se vuelve impensable, puesto que, para tener el control interno, es necesario que haya hostilidad fuera de las fronteras. Un fascista dice “el pueblo” o “la gente” y se refiere a “alguna gente” a la que favorece en ese momento.” (p.266)
Frases reveladoras (en el sentido de hacer ver lo que no se ve o no se quiere ver). Hay muchas más en el libro.


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Como regalo de fin de año, Ramon Herreros ha colgado en su blog la serie de acuarelas de limones que se pueden ver  durante unos días en la Librería Jaimes de Barcelona, calle Valencia 318. 
Este es el enlace: 



sábado, 22 de diciembre de 2018

CAMINOS



Camino 1
Esta semana hay una película que me apetece destacar y recomendar, Un asunto de familia, la última obra de Hirokazu Kore-eda. A riesgo de repetirme, ya que lo escribo cada vez que se estrena un film de japonés, tengo que decir que es sin duda uno de los grandes directores del cine contemporáneo mundial. Y lo es con historias humanas, cercanas, muy orientales, muy japonesas, pero entendibles desde cualquier latitud. La familia, siempre la familia en el centro de lo que cuenta. Pero una familia muy especial. Una familia que busca caminos particulares para construirse al margen de los políticamente correctos y los convencionalmente establecidos. Ladrones de tiendas (ese es su título original) es el retrato neorrealista (pero amable) de una parte de la sociedad que cuando aparece en el cine lo hace siempre con tremendismo, con miserabilismo, con cargas de denuncia social, con fealdad. Kore-eda en cambio no cae en ninguno de estos adjetivos. Ni es tremenda, ni es miserable, ni es una denuncia, ni es fea. Y no será porque lo que pasa no sea tremendo, porque la miseria no aceche en cada rincón de esa vivienda abigarrada, ni porque la denuncia se entienda sin necesidad de subrayarla. Pero sobre todo, sin que ese espacio minúsculo, esas calles heladas, esas gentes que sobreviven como pueden, que en manos de otros serian feos y desagradables, en manos de Kore-eda son figuras llenas de ternura y de empatía. Me doy cuenta mientras escribo estas líneas que es muy adecuado estrenar este film ahora, víspera de Navidad, porque el japonés ha hecho un precioso cuento de Navidad en el que se afirma que la familia no siempre es la que tienes más cerca por la sangre, sino la que te buscas para sentirte confortado, protegido y también seguro en una economía solidaria donde todos aportan lo que saben y lo que pueden. Puede ser una buena reflexión para estos días.


Camino 2
La semana pasada se celebró en Barcelona el 30 aniversario de la fundación de la ACCEC, la Associació Catalana de la Crítica i l’Escriptura Cinematogràfica. ¡Treinta años ya! Aun me acuerdo cuando empezamos con esta aventura. La iniciativa fue de José Luis Guarner que fue elegido por unanimidad primer presidente de la Asociación. Éramos muy pocos, yo era la única chica. Era el año 1988 y la idea que la  impulsó fue la de “dignificar” la profesión, sacarla del limbo de los gacetilleros y reconocer a los críticos la categoría de periodistas especializados. Fue un hecho importante al que no se le prestó demasiada atención sumidos como estábamos en la vorágine de los ochenta. Para conmemorar estos treinta años, la Junta Directiva de la ACCEC organizó una jornada con tres mesas redondas y la proyección en la Filmoteca de la película Wanda.  Yo asistí a las dos primeras mesas. En la primera se reunieron tres de los seis presidentes que ha tenido la Junta de la ACCEC más la actual presidenta, Marta Armengou. Fue una mesa interesante que permitió recorrer estos treinta años viendo como los cambios en la sociedad y en el lenguaje habían ido marcando los ritmos y los tiempos de la crítica. Si esta mesa miraba hacia atrás para ver de dónde venimos, la segunda mesa redonda en cambio quería mirar hacia el futuro. En ella se reunieron cinco críticos de distintos medios que eran apenas unos niños hace treinta años. Para mí, esta mesa fue más útil y reveladora que la primera. En definitiva, la historia no me la tenían que contar: la viví. Pero en cambio el futuro sí, el futuro me interesa, me preocupa, me estimula. De las intervenciones de los que estaban allí debatiendo me quedo con dos ideas importantes. La primera: no vale la pena ir de víctimas. Eso me encantó, no lloraron/lloramos (y no será que no hay motivos más que suficientes) pero no podemos ni debemos perder el tiempo lamentándonos de lo mal pagados que estamos y de la falta de respeto de los medios en los que trabajamos. Este año ha habido ejemplos muy claros: Fotogramas en julio y ahora mismo La Cartellera de BTV que pende de un hilo. Pero son cosas que ya sabemos, así que me pareció inteligente dedicar esa mesa a ver dónde estamos y que podemos aportar y recibir de un mundo donde el consumo del cine y de la crítica ha cambiado de forma radical. Y entonces surgió la segunda idea que se desprendía de esa mesa: el reto de la ACCEC en 2019 vuelve a ser el mismo que movió a Guarner y al pequeño grupo de críticos en 1988: dignificar la profesión.  Dignificar significa un reconocimiento profesional en medio de la avalancha de informaciones que circulan por las redes sociales; dignificar  significa una profesionalidad que solo se podrá alcanzar con una remuneración económica que permita vivir de la crítica, de la escritura, de todo lo que hay alrededor; dignificar de nuevo una tarea que sigue siendo necesaria y quizás mas que nunca, porque en el inmenso y enmarañado bosque de informaciones múltiples, de estrenos acumulados, de movimientos efímeros, es imprescindible gente que haga de correa de transmisión entre los creadores y el público y de guía que abra caminos que sirvan para que esa transmisión sea útil. Me gustó mucho que no hubiera lamentos y si conciencia de que hay una tarea por hacer y debemos hacerla. O deben hacerla, porque el futuro es de ellos.

sábado, 15 de diciembre de 2018

D DE DANZA, D DE DIBUJOS



D de danza
No soy muy aficionada a la danza, lo que no quiere decir que no sepa apreciar un buen ballet clásico o contemporáneo. Tampoco me gustan demasiado los biopics de personajes que aun viven y pueden haber influido en la manera más o menos complaciente de mostrarlos en la pantalla. Estas dos cosas juntas me preocupaban al ir a ver la película de Iciar Bollain Yuli, sobre la vida del bailarín cubano Carlos Acosta. Pero tengo que reconocer que al acabar de verla respiré tranquila: la danza era espectacular; el biopic era sincero, pero sobre todo y eso era lo más importante para mí, me di cuenta de que Iciar y supongo que Paul Laverty desde el guión, habían sabido contar una vida con dos lenguajes distintos. La combinación entre el humanismo naturalista de la vida del niño Yuli y sus sacrificios para llegar a ser Carlos Acosta, las dudas del joven Yuli para asumir que ya era Carlos Acosta; y la madurez del bailarín consagrado al asumir que representa una isla, pero no debe cargar con el peso de lo que esa isla representa, se cuentan en paralelo con coreografías de una gran belleza que van ilustrando como cuadros bailados los episodios que vamos viendo. Todo junto le da cuerpo a un film que si solo fuera el biopic podríamos calificar de convencional y bien intencionado y si solo fuera el ballet podríamos decir que era demasiado abstracto y artificial. Juntos los dos lenguajes producen una película mucho mas interesante en la que resalta una figura por encima incluso del propio Carlos Acosta, su padre, heredero de las tradiciones africanas, un hombre que por su machismo y autoritarismo debía estar en contra de la idea de tener un hijo bailarín y que sin embargo, supo ver el potencia que aquel niño de once años tenía dentro. El que sea el propio Carlos Acosta el que asuma el rol del padre en los ballets que está montando, es un claro homenaje al hombre que con su tozudez le ayudó a ser quién es. Enmarcado todo, el antes y el ahora, en la Cuba de los Castro, presente pero no obsesivamente, con los problemas que genera en la gente normal la falta de libertad, la falta de medios, la falta de todo, pero sin cargar las tintas en ningún sentido. Yuli no es una historia de la Cuba revolucionaria, es la historia de un niño que hizo su propia revolución para convertirse en un artista indiscutible. Quizás por eso me sobra una de las piezas de baile a la que se le concede demasiado protagonismo. El ballet antiimperialista que aparece como un bolet (como una seta) en medio del bosque del relato y que no pinta nada en la historia. Pinta tan poco, que incluso una de las bailarinas le pregunta a Carlos que hace ese ballet ahí, en su espectáculo, Carlos parece no saber qué contestar y al final le dice, piénsalo tú misma. Yo lo he pensado y he llegado a la conclusión de que, a lo mejor, al darse cuenta el guionista que la historia no era política sino humana o artística, sintió la necesidad de dejar clara cuál era su postura (no sé si la de Carlos, a lo mejor si la de Iciar) respecto al imperialismo yanqui. Y colocó el ballet. Si somos capaces de abstraerlo del conjunto, como baile autónomo, es realmente bueno; en el contexto de la historia me molesta un poco porque me saca del tono que tiene todo el film. Un tono que me gusta, vuelvo a decirlo.




D de los dibujos de Nuria Díaz para el precioso libro El Gran Hotel Wes Anderson. Hay muchas maneras de acercarse a la obra y la vida de un director que te (nos) gusta. La joven dibujante gallega lo ha hecho de una forma original que seguro le encantará al autor de películas inolvidables como Los Tennenbaums, Moonrise Kingdom o Fantastico Mr. Fox- Diaz ha construído un hotel de muñecas con distintas habitaciones en las que se aloja Anderson, su familia, sus amigos, sus personajes, sus manías, sus objetos, todo lo que uno se pueda imaginar. No es una imitación ni es un homenaje, se puede decir que es la traducción de las imágenes de cine de un director melancólico, entrañable y absurdo a las imágenes dibujadas de una andersoniana convencida tan melancólicas, entrañables y absurdas como él mismo. Un regalo para todos los que adoran a Wes Anderson y para cualquiera que disfrute con un libro/hotel donde no me importaría pasar las Navidades.


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D de los dibujos de Karishma Chugani Nankai, en otro libro, una joyita escondida que hay que buscar para disfrutarla. Se titula Las visitas de Nani, lo ha publicado Ediciones Ekaré y cuenta la vida de una familia india, de la India, que extiende sus ramas por los cinco continentes. Nani es la abuela de la autora, tiene 91 años y “ha viajado por el mundo viviendo una vida de mudanzas y aventuras”. La autora, su nieta, la utiliza como hilo conductor para hacer un viaje que es una versión imaginada, dibujada y soñada de la vida de Nani. Cada página del libro requiere ser mirada con mucho cuidado para no perder ninguno de los pequeños detalles de los pequeños dibujos, una palmera, un pájaro o los ingredientes indispensables para hacer las recetas de Nani. Porque éste es, también, un libro de recetas de postres tradicionales que Nani ha transmitido a sus hijos y a sus nietos. Las visitas de Nani es un libro muy especial, único, diferente, hermoso que despierta en mi el deseo de contarle a Karishma mi propia vida para que me la dibuje con el mismo amor. Búsquenlo, es un regalo precioso.



sábado, 8 de diciembre de 2018

ROMA Y OTROS BARRIOS



(tengo pocas fotos de México, pero a esta le tengo especial cariño, 
mi hermana y yo en nuestra calle, unas Navidades antes de las que viven los niños de Roma)
Desde que se empezó a hablar de Roma tenía ganas de verla. Eran muchas las cosas que me apetecían de la nueva película de Cuarón: pasaba en México, en una colonia (los barrios en DF se llaman colonias) muy parecida a Narvarte, donde yo nací y viví hasta los doce años; pasaba en el año 1970, solo ocho años después de que yo me fuera de México para venir a vivir a Barcelona; era en blanco y negro (tengo debilidad por el blanco y negro desde siempre); y además, estaba producida por Netflix, lo que significaba que millones de personas (si querían, claro) la podrían ver y disfrutar. Así que en cuanto la estrenaron hace unos días en solo cinco salas de cine de toda España fui a verla. 
Roma me gustó mucho. Y voy a explicar porqué.
Es una historia de mujeres. Aunque está claro que es un homenaje a Livo, la Cleo de la película, esa joven indígena entregada a los niños de la casa a la que todos adoran, hay en la narración dos mujeres más que me parecen muy interesantes: la madre de los niños, la señora de la casa que reacciona de una manera inteligente a una situación personal que en otros contextos provocaría un melodrama y que mantiene con Cleo, la nana, la criada, una relación de amistad y respeto que no es habitual encontrar en el cine, aunque si en la realidad de la vida cotidiana. La otra mujer es la abuela, siempre presente aunque al mismo tiempo marginal. Estas tres mujeres rodean a los cuatro niños, les construyen el paisaje, les ofrecen seguridad.
Es una historia de las calles del DF. Los travelings horizontales que siguen a los personajes cuando caminan por México retratan espacios que puedo identificar: las tiendas, los cines, la calle. Me vuelve a la memoria el aroma de las tortas, de las frutas. No hace falta que Cleo y Adela entren en ninguna tienda para sentir su olor y su color. Están dentro de mí.
Es una historia de un momento de la historia. Después de la Matanza de la Plaza de Tlaltelolco del 2 de octubre de 1968 (yo ya vivía en España, pero mi hermana y toda su familia estuvieron allí, en primera persona) México sufrió varios momentos más de confusión y enfrentamientos violentos. Uno de ellos es el que se cuenta en esta película, pero Cuarón no hace de él un tema, sino un contexto. No es eso lo que le preocupa, él quiere contar la aventura de Cleo y de su familia.
Me parece muy interesante que haya momentos en los que se roza la tragedia, el fuego, el parto, el mar, pero nunca se llega a ella, porque en la vida, rozamos muchas veces las grandes desgracias, pero casi siempre (por suerte) se solucionan sin dramatismos. Me gusta mucho que nunca se caiga en el sentimentalismo y mucho menos en el miserabilismo que a veces planea en este tipo de historias. Agradezco las pinceladas de humor que subyace, sobre todo, en la relación con el enorme coche, el Galaxy, que se convierte en metáfora del padre y marido desaparecido, al que se maltrata impunemente por mediación del maltrato al coche. Me gusta mucho Roma.
Y sobre todo Roma, me ha provocado una contradicción. Pensaba que sería un film que me emocionaría, que me llevaría incluso a la congoja del recuerdo. Y me encontré con un fragmento de vida que podía ser la mía (o parecida, aunque en mi casa nunca hubo criadas y mucho menos nanas) o aun mejor, la de mi hermana que en 1970 vivía muy cerca de la Colonia Roma y tenía dos niños como Toño y Pepe. No me emocionó, pero eso es lo mejor de todo. No necesito emocionarme para acordarme de mi casa, mi familia, el colegio, la calle, los troles las tolvaneras, el temblor… Eso lo tengo dentro de mí y me acompaña siempre. Por eso le agradezco a Cuarón que no me haga emocionarme con sus recuerdos sino volver a los míos. Es una sensación muy potente. Ver y recordar, superponer mis imágenes a las suyas. Es un regalo.
Una última nota. Voy a volver a ver la película en Netfix cuando se estrene el próximo 14 de diciembre. Y la voy a ver para disfrutarla del todo. Porque Cuarón es muy inteligente y ha construido toda la película pensando donde se va a ver, cuidando que el centro concentre y expanda la imagen de forma que en el cine se pueden perder cosas, pero en una pantalla de televisión o de ordenador se pueden ver mucho mejor. Si no pueden ir a uno de los cinco cines que la hacen, no se preocupen. Véanla en la plataforma. Sobre todo eso: véanla.


(excelente evocación del cine negro de los cincuenta)
Otro barrio (que no colonia)
Un apunte para un película que es un apunte. El nuevo trabajo de Leon Siminiani, Apuntes para una película de atracos, es un producto (¿ficción, documental, reportaje, diario, crónica?) absolutamente recomendable. El entramado de la vida personal del director con la del Robin Hodd de Vallecas a lo largo de casi seis años, produce este film sobre atracos que de un lado enlaza con una tradición muy importante en el cine español de los cincuenta y sesenta y por otro se hermana con el trabajo de Isaki Lacuesta y su Entre dos aguas. Hay que dejarse llevar por el relato, a veces se pierde, otras veces te atrapa sin dejarte respirar. Siempre te entretiene y acabas compartiendo con el director y este enmascarado de Vallecas una amistad que se abre a nuevas propuestas. Una rareza.