sábado, 29 de agosto de 2020

TIEMPOS



Tenet

Christopher Nolan está entre los directores que más me han interesado en los últimos veinte años. Tres de sus películas se cuentan entre las que más me gustan del siglo XXI. La fundacional Memento, la compleja Origen y la emocionante Interstellar. Sus tres Batmans superan cualquier concepto del cine de superhéroes y Dunkerke es un prodigio del uso del tiempo, dimensión desconocida que le ha obsesionado siempre. Siento decir que Tenet no pasará a engrosar esta lista de favoritas. Tenet lo tiene todo, es espectacular, –la secuencia inicial en la ópera es difícil de superar–; es adrenalínica como todo buen blockbuster; está espléndidamente filmada, la banda sonora atronadora y excesiva es la que necesita. Pero…, pero sin embargo hay algo que falla. Y falla lo más elemental en cualquier película, desde los Lumière hasta ahora mismo, la historia. Casi al principio de la película hay una conversación entre una investigadora y El Protagonista sin nombre. La investigadora le dice al héroe: “No trates de entenderlo, siéntelo”. Es como si Nolan advirtiera a los espectadores que no intenten entender lo que pasa, que se dejen llevar por el enorme tren eléctrico con el que se ha puesto a jugar. El problema para mi es que, lamentablemente, lo entiendo todo mucho mas rápido de lo que querría y lo siento mucho menos de lo que me gustaría. La premisa de Nolan, que sigue con el tema del tiempo más presente que nunca, es super atractiva, estimulante, misteriosa, magnífica: la teoría del tiempo invertido. La posibilidad de ir del efecto a la causa (Irreversible de Gaspar Noé ya contaba algo así), se entremezcla con los viajes en el tiempo: al futuro lejano de donde llegan los restos de un naufragio temporal y al pasado más cercano que todavía es factible de ser modificado (por ejemplo, piensen si pudiéramos viajar al momento en que un maldito murciélago con el virus mordió a un maldito pangolin asqueroso que acabó en un mercado chino y de allí saltó a unos y a otros contaminando al mundo entero. Si se pudiera volver a ese punto y eliminar todos los murciélagos, a lo mejor no habría pasado nada, o si, vaya usted a saber). En todo caso, Nolan plantea esta posibilidad de la inversión temporal, la convivencia en un mismo plano de dos tiempos distintos, la paradoja de estar en dos sitios a la vez. Elementos narrativos y científicos que me apasionan y siempre han estado presentes en mi imaginación y en mis ficciones. ¿Entonces? ¿Por qué no me gusta Tenet todo lo que debería gustarme? Creo que porque toda esta estructura teórica está puesta al servicio de una pobre historia de espionaje. En todas las críticas que he leído se hace referencia a James Bond y todas tienen razón en eso. El Protagonista es, una especie de James Bond del siglo XXI con un Dr No actualizado con la parafernalia de un artefacto carísimo, sin que haya ni una sola de las sutilezas narrativas necesarias para hacerlo más interesante. Que me haya decepcionado Tenet no significa que no sea un título importante, uno de los más esperados de este año raro. Y mucho menos significa que no siga confiando en Nolan como uno de los mejores directores del siglo XXI. Espero con ganas, su siguiente aventura sea la que sea.

 


Abou Leila

Mucho menos grandiosa que Tenet, Abou Leila comparte con el film de Nolan dos cosas: la aventura de dos amigos contra el mundo; la utilización del tiempo como elemento distorsionador. Más allá de eso, cualquier parecido entre las dos es: ninguno. Abou Leila es la primera película del director argelino Amin Sidi-Boumédiêne. Se estrenó en Cannes del año pasado y desde entonces ha ido cosechando premios y buenas críticas en todas partes. Hace unos meses se pudo ver en el D’A Film Festival de Barcelona donde ganó el Premio de la Crítica. La historia pasa en Argelia 1994, pero podía pasar en Marte 2.699. La violencia que desencadena este viaje alucinante al corazón del desierto, es lo de menos. Lo que hace hipnótica esta aventura es seguir a S y su amigo Lofti en busca de un perdido Kurtz imaginado a través del desierto. Se ha hablado de Lynch y de Antonioni. Ahí están los dos, seguro, pero no es por eso que esta película es fascinante. La justificación del Premio de la Crítica decía que se le concedía: "por su capacidad de arriesgarse con unas imágenes que, con la mediación de lo onírico, transitan entre lo real y lo simbólico cuestionando una forma de masculinidad ligada al ejercicio de la violencia". Abou Leila, es también eso, pero insisto es mucho más. Una road movie alucinada en la que se enfrentan dos personajes, uno que intenta conservar la cordura y otro que se pierde en los laberintos de la locura. Un film impresionante que merecería no pasar desapercibido.

 

DEVS (HBO) y Dark (Netflix)

El estreno de Tenet me da pie a recordar dos series muy poderosas que se pueden ver en HBO y en Netflix. Dos historias que juegan con el tiempo, con la posibilidad de ir adelante y atrás, con el misterio de convertir la realidad en un plano desdoblado. Son muy distintas entre sí, una es americana y la otra es alemana. Se trata de DEVS y de Dark

DEVS

Un resumen de su historia diría: Lily es ingeniera informática en Amaya, una empresa tecnológica de Silicon Valley dirigida por el enigmático Forest. Lily vive con Sergei, un ingeniero cuántico que también trabaja en Amaya. El día que Sergei empieza a trabajar DEVS, el centro secreto donde se investiga un misterioso proyecto, desaparece sin dejar rastro. Lily no se cree que Sergei se haya suicidado como quieren hacerle pensar. Y sin darse cuenta, se ve envuelta en una trama donde se combinan las conspiraciones con la inteligencia artificial, la física cuántica con los viajes en el tiempo. La serie creada por Alex Garland insiste en los temas que le son más afines: los universos paralelos, la inteligencia artificial, el poder de los creadores de Silicon Valley, aislados en sus laboratorios tecnológicos donde llegan a creerse dioses. Es en este contexto donde se desarrolla un thriller de conspiraciones, cruzado con una doble historia de amor y la incapacidad de asumir la pérdida de un ser querido. Todo ello dominado por una poderosa máquina capaz de ver el pasado y de prever el futuro. La complejidad de la historia que explora las teorías del multiverso de Hugh Everett, se corresponde con los escenarios escogidos, edificios futuristas inspirados en el espacio sagrado de la Kaaba en la Meca, con interiores dorados y laberínticos como los de las pirámides de Egipto, espacios de una gran belleza a los que se llega después de atravesar un bosque de secuoyas gigantes rodeadas de halos de luz a los pies de la estatua gigantesca y amenazadora de una niña con los brazos abiertos. El primer capítulo es muy desconcertante, no sabemos dónde estamos, el protagonista muere a la mitad y hay varias tramas que se abren sin que sepamos por dónde irán. No hay que dejarse asustar por este complejo primer episodio, en cuanto Lily toma las riendas de la historia, todo se va acomodando en su sitio sin dejar espacio al azar. Vale la pena seguirla hasta el final. No importa que no se entiendan los conceptos físicos que maneja, lo que si se entiende es el conflicto ético que plantea. ¿Tenemos derecho a ver el pasado? Y sobre todo ¿Tenemos derecho a ver el futuro?

 

Dark

La serie alemana tiene tres temporadas y 26 episodios que se cierran con un final conclusivo. Podía alargarse eternamente, pero los creadores optan por acabarla de una manera coherente. Estamos en Widen, una pequeña ciudad alemana cerca de una central nuclear, rodeada por un bosque donde hay una cueva. Empieza en junio del 2019 de una manera brutal: un hombre se suicida y deja una nota enigmática para su hijo Jonás. A partir de aquí, la historia se retoma meses después con la desaparición de Mikkel, un niño de once años. Este es el punto de partida de una aventura que, como un árbol, se ramifica hacia el futuro y se enraíza en el pasado, enlazando un extraño misterio a lo largo de períodos de 33 años entre 1921, 1953, 1986, 2019 y 2052. Cuatro familias se ven envueltas en esta paradoja temporal en la que hay dos puertas para viajar en el tiempo: la cueva que conduce a las distintas épocas y la enigmática caja temporal. Dark es mucho más sencilla de lo que parece, solo hay que dejarse llevar por la historia, prestar un poco de atención a los personajes y disfrutar de una trama que se mueve arriba y abajo. Dark, como Tenet y DEVS, intenta demostrar que no es bueno asomarse al futuro y que es peligroso, aunque quizás sea necesario, alterar el pasado.

El regalo de esta semana es, como no, un cuadro del infinito.




sábado, 22 de agosto de 2020

ROSA(S)

 

Esta semana Iciar Bollain, Alicia Luna y Candela Peña nos invitan a una boda, La boda de Rosa. Yo me he sumado a la alegre y berlanguiana comitiva que acompaña a Rosa a casarse en la playa, vestida de rojo, en una ceremonia de autoafirmación que no todos comprenden, que algunos comparten y otros son incapaces de asumir. Rosa se casa y se compromete a respetarse, a quererse y a no dejarse dominar por los demás, se compromete a luchar por sus deseos y cambiar de vida. Porque Rosa ha apretado el botón nuclear y ha dejado atrás todo lo que la rutina y la cotidianidad había ido acumulando en sus espaldas. Las nuestras, las de ella, las de todos. Y a los 45 años, decide que ya basta, que va a empezar de nuevo. Su padre, su hermano, su hermana y su hija al principio no son capaces de entenderlo, pero poco a poco van dándose cuenta de que ellos mismos tienen que apretar sus propios botones nucleares. Rosa, es decir Candela, es decir Iciar, es decir Alicia, transitan desde la grisura rutinaria y agobiante de la vida en Madrid a la alegría mediterránea y luminosa de un pueblo valenciano. Porque esta boda solo puede ser mediterránea, valenciana y berlanguiana, aunque sus orígenes estén en el lejano Japón donde este tipo de bodas no son nada extraordinario. Viendo la película y pensando en esa boda, me di cuenta de que un año después del rodaje no se habría podido hacer igual. En los tiempos del virus con nombre de mascota, a la boda de Rosa no habría podido asistir todo el pueblo, ni los primos de Pamplona, ni se habrían podido besar y abrazar con la mascarilla puesta. Esta es una mas de las muchas cosas que nos ha robado este virus que nos ha hecho apretar el botón nuclear de nuestras vidas aunque no de forma voluntaria, feliz y constructiva como Rosa, sino forzados por las circunstancias. Esta misma semana de la boda de rojo, dos amigos muy cercanos me han dicho por teléfono “tengo que cambiar mi forma de vida”. Como hace Rosa, pero en su caso porque los dos han visto como la vida que creían segura y asentada, se ha ido de paseo a otro sitio. La de ellos y la de casi todos. Pero volvamos a Rosa y su boda en esta película alegre, positiva, que enfila el futuro con ilusión y sobre todo con respeto por uno mismo.Yo creo que todos deberíamos casarnos como Rosa al menos una vez en la vida. Pero lo mejor de esta comedia agridulce que provoca sonrisas de complicidad, es su extrema sencillez. Si he de hacer una frase diría que en su sencillez está su grandeza. No hay nada impostado, no hay sermones, no hay lecciones. Esta boda playera es una fábula moral (no moralista), poco convencional e inesperada. He oído algunos comentarios un poco escépticos con Rosa, que le falta un poco de tensión,  un punto de intriga. Para mí, en cambio, es eso precisamente lo que más me ha gustado, que todo fluye con naturalidad, que las reacciones de los personajes son las que podríamos tener cualquiera de nosotros enfrentados a una situación tan surreal como la que plantea Rosa. Y en ese fluir se incluye el bilingüismo valenciano/castellano que se utiliza con total naturalidad en la historia de estas flores de este mundo, Rosa, Violeta, la madre muerta que se llamaba Amapola e incluso Lidia, la hija, que es la flor que mas me gusta. Porque Lidia es la que tiene la oportunidad de relanzar su vida mucho antes de perder mas años tontamente. Candela Peña está estupenda con su tierna mala leche, su cansancio, su falta de aire, Nathalie Poza y Sergi López bordan sus papeles de fracasados pero no hundidos y Paula Usero asume el difícil papel de hija de Rosa y madre de unos gemelos tiránicos. Rosa y Lidia transitan de la oscuridad a la luz, como lo hacían en cierto modo Trini y La Niña. Veinticinco años después de su viaje iniciático en Hola ¿estás sola? Trini/Rosa/Candela vuelve a la playa para encontrar de nuevo el camino. Felicidades a todas las Rosas¡¡¡


Las chicas Gilmore

La boda de Rosa me ha hecho recordar una serie de hace veinte años con la que tiene mas de un punto de conexión, aunque suene raro. Se trata de Las chicas Gilmore, una serie que empezó a emitirse en octubre del año 2000 y duró hasta el 2006, con una especie de epílogo de cuatro capítulos en el 2016. Las chicas Gilmore son Lorelai y su hija adolescente Rory. Lorelai tuvo a Rory con 16 años y desde entonces, como Rosa, se comprometió consigo misma a sacarla adelante con su esfuerzo. Cuando las conocemos, Lorelai tiene 32 años y Rory 16 y está apunto de cambiar su vida al empezar a ir a un caro colegio que le pagan sus abuelos con gran disgusto de su madre. Las chicas Gilmore viven en Stars Hollow, un pueblecito de Nueva Inglaterra. Forman parte de una alegre, solidaria y también conflictiva comunidad en la que destaca Luke, el adusto dueño del café mas famoso del pueblo donde, por cierto, no hay wifi. Eterno enamorado de Lorelai, Luke sabe que ella le quiere pero no puede hacer nada ante su firme autocompromiso. Sookie es la mejor amiga de Lorelai, una estupenda y divertida cocinera, Lane, una chica coreana, es la mejor amiga de Rory. Pero todo el pueblo tiene un papel en la vida de las chicas Gilmore que transitan cada temporada a lo largo de un año entero de sus vidas. Es una serie que los mas jóvenes no conocerán y muchos de los mas mayores tampoco. Políticamente incorrecta, estas chicas tenían muchos fans pero también muchos arrugadores de nariz. A mi me encantaba y de vez en cuando vuelvo a ver la primera temporada, la mas fresca de todas. Creo que Rosa y Lorelai harían buenas migas, como creo que Rory y Lidia tendrían mucho de qué hablar. Si quieren olvidarse un rato del bicho de marras, y de su propio botón nuclear, vean la película y disfruten con la serie que se encuentra entera en Netflix.

 

Festival de Málaga

La boda de Rosa ha inaugurado este viernes el Festival de Málaga que tuvo que ser aplazado en marzo por culpa del confinamiento. Veremos a ver como se desarrolla. Es la primera prueba de fuego de los grandes festivales. El BCN Filmfest de Barcelona abrió el camino y se arriesgó a ser presencial. Pero Málaga es un festival mas complejo. Escaparate del cine español, concentra en la ciudad a toda la industria nacional y eso implica mucho movimiento, muchos viajes, mucha gente de Madrid. Además de atraer cada año a mas y mas público. Habrá que ver como organizan los pases, como montan las ruedas de prensa, que sucede con las alfombras rojas (al final las han suprimido del todo). Muchas incógnitas que espero se salden con un gran éxito. Las películas que se verán en Málaga en sus distintas secciones tienen un componente antropológico añadido: son las últimas producciones realizadas “antes del bicho”. Retrato de una España, un mundo en realidad, que ha cambiado completamente en apenas seis meses. Los que puedan disfrútenlas en los cines de Málaga, los demás, crucemos los dedos para que las podamos ver pronto en salas de cine.

 

El regalo de esta semana es una rosa, no podía ser de otra manera, enfrentada a la cuerda de la que se ha liberado.


 

sábado, 15 de agosto de 2020

AGATHA

 


La semana pasada hablaba de los clásicos como refugio en tiempos de incertidumbre y desconcierto. Pero tengo más. Uno de los que nunca falla es Agatha Christie. No sé cuándo empecé a leer los libros de “la reina del crimen” pero tuvo que ser antes de los doce años porque aún vivía en México. Me imagino que fue mi madre la que me dejó un libro suyo. Ella era adicta a Agatha Christie, una fan de Poirot más que de Miss Marple. Supongo que a mi madre le interesaban más las células grises que los chismes de Saint Mary Mead. Desde entonces he leído y releído todas o casi todas sus novelas. Algunas varias veces. No me canso nunca. También leí una autobiografía que se publicó en 1977, un año después de su muerte, editada en España por la Editorial Molino en 1978. Ese libro, donde hay muchas claves para entender su vida, me sirvió de base para un largo artículo que escribí para la revista Que Leer  en febrero del 2001. Por desgracia no conservo la colección de esa estupenda revista y lo he perdido. Pero en Internet (¿Qué habría hecho Poirot con Internet?) encontré un curioso blog de análisis de texto donde ¡analizaban mi artículo! Fue una sorpresa y gracias a eso recuperé un fragmento donde entre otras cosas decía: “De hecho, la idea de escribir nació en su cabeza cuando su hermana Magde dudó de que fuera capaz de escribir una novela policíaca. Agatha aceptó el reto y en 1916 empezó a fraguar su historia. El protagonista sería un pequeño detective belga. Un oficial jubilado, no demasiado joven. Debía ser meticuloso, muy ordenado. Además sería muy cerebral. Se llamaría Hercule Poirot. El libro se tituló El misterioso caso de Styles; Agatha, ya Christie, tardó cuatro años en conseguir que se lo publicaran. No tenía ni idea, cuando firmó un contrato por cinco novelas en 1920, de que ese era el principio de una larga carrera que en realidad no se tomaba muy en serio: «Me había acostumbrado a escribir en lugar de bordar fundas o cojines. La creatividad se manifiesta de muchas maneras: bordando, cocinando, dibujando, componiendo música o escribiendo cuentos».

Agatha nunca pensó que estuviera haciendo gran literatura, ni siquiera pequeña literatura. Ella escribía historias de su tiempo, de la gente que conocía, de los lugares dónde había estado. Siempre encontraba un personaje odioso que merecía ser asesinado, a veces no por una sola persona, incluso por varias. Todas sus víctimas eran despreciables, todos sus asesinos tenían sus razones, y ahí estaba Hercule Poirot o Miss Marple para encontrarlas en un ritual muy parecido. Poirot busca indicios, pistas, observa, escucha, piensa, razona, deduce, relaciona y al final reúne a todos los sospechosos y desvela quién es el asesino y por qué lo hizo. No importa cuántas veces las leas o cuántas veces veas las películas que se han hecho adaptándolas, siempre te dejas arrastrar por el pequeño detective belga de los mostachos engominados.

En la autobiografía de Agatha hay un espacio en blanco que se corresponde a un episodio oscuro. En diciembre de 1926, cuando Agatha Christie tenía 36 años, su matrimonio con Archivald Christie se estaba desmoronando: Archie tenía una amante y quería el divorcio. Agatha se marchó de su casa y desapareció del mundo durante once días. Nunca dijo dónde había estado ni que había hecho en ese tiempo. Nada. Un misterio absoluto. Ese mismo año había publicado El asesinato de Roger Ackroyd, una de las mejores novelas de Poirot que la había convertido en una celebridad. Por eso su desaparición mantuvo en vilo al público, a los medios de comunicación y a la policía. Ese misterio inspiró una película de 1979 dirigida por Michael Apted con Vanessa Redgrave y Dustin Hoffman como protagonistas. No es gran cosa, creo recordar, pero era gracioso como intentaban presentar a la escritora como una víctima conyugal. Cosa que no creo que fuera. Filmin ha estrenado hace muy poco otra película sobre el mismo tema, mejor dicho sobre el mismo misterio. Se llama Agatha y la verdad del crimen, la dirige Terry Loane y Ruth Bradley asume el papel de la autora en horas bajas. Pero lo que sus creadores han inventado para llenar el espacio vacío de esos once días es completamente distinto de lo que imaginaron los guionistas del film de Apted. Tampoco me parece que sea una gran película, pero si es muy entretenida y muy Christie y sobre todo se nota que los que la han hecho han visto e incluso estudiado bien la excelente serie de Poirot

 

POIROT

Poirot merece un capítulo aparte en la lista de mis refugios. La serie comenzó a emitirse en enero de 1989 en Gran Bretaña y duró hasta noviembre del 2013. Es decir 24 años nada más y nada menos. No me acuerdo cuando la descubrí, pero si me acuerdo que en el año 2007 o 2008 (dos años muy malos en muchos sentidos) ya estaba ahí para acompañarnos a Ramon y a mí. En todo este tiempo, Poirot siempre ha tenido el mismo rostro, el de David Suchet. Creo que nadie que la haya visto alguna vez será capaz de imaginar otro Poirot que no sea él. Suchet fue envejeciendo con nosotros, como el propio Poirot, y fue pasando de la alegría saltarina e inocente de las primeras temporadas, a la madurez reflexiva de las grandes novelas, para acabar en la última, la temporada número 13, con un velo de melancolía y una cierta tristeza. Poirot va siempre impecablemente vestido, habitualmente de blanco en las primeras temporadas, cada vez más oscuro a medida que se hace mayor. El blanco es muy importante en la vida de Poirot. El blanco y el art deco que preside sus primeros años. Me habría encantado acompañar al localizador de esta serie en la búsqueda de espacios como el impresionante edificio donde vive Poirot o las casas que visita, espectaculares en su belleza. Todo está cuidado al detalle, con objetos, muebles y coches de los años veinte y treinta. La Inglaterra victoriana desaparece bajo una capa de modernidad geométrica donde todo encaja. Doce de las trece temporadas de la serie se pueden ver en Filmin, 65 episodios de los 70 que conforman la totalidad. Después de haberla visto seguida por lo menos una vez, lo que mas me gusta es buscar uno al azar, por ejemplo, Temporada 8 capítulo 2, sin saber con qué me voy a encontrar. Pero cuando las cosas están mal, cuando me ronda la depresión, el cansancio, el Covid 19 o el desespero por lo que leo en los periódicos (ya dije la semana pasada que la tele mejor no verla), me voy a la primera y la segunda temporada, para encontrarme con un Poirot joven aún. Hercule Poirot lleva poco tiempo en Londres, no es todavía muy conocido, vive una extraña amistad con su socio el capitán Arthur Hastings, un ser adorable, aficionado a los coches, siempre perplejo –“Good Lord”– ante la capacidad deductiva de su amigo. Poirot cuenta además con la indispensable ayuda y colaboración de su perspicaz e inteligente secretaria Miss Lemon, la única capaz de preparar bien la tisana para el detective. Sin olvidarnos del Chief Inspector Japp,  un policía de Scotland Yard con el que Poirot tiene una divertida rivalidad para ver quién resuelve los crímenes antes. Naturalmente, siempre lo conseguirá Hercule Poirot. Estos personajes aparecen en las novelas de Poirot entre 1920 y 1940. Después ya no los encontramos mas que esporádicamente ni en los libros ni en la serie. Los tres aportan humor, y humanidad al detective belga, quizás por eso van desapareciendo a medida que el detective se hace más famoso, más solitario y más melancólico.

Me encanta esta serie, mucho más que las películas que se han hecho sobre libros de Agatha Christie y vuelvo a ella cuando necesito un chute de células grises para entender el mundo que me rodea y en estos días, además para intentar olvidarme de este calor pegajoso que el elegante Poirot no soportaría.  

El regalo de esta semana es un enigma en forma de cuadro, un reto para Poirot


sábado, 8 de agosto de 2020

CLÁSICOS

 

Los clásicos son el mejor refugio frente a los cuatro jinetes de la crisis del apocalipsis que nos persigue implacablemente: la climática, la psicológica, la política/económica y la sanitaria. ¿Cómo enfrentarse a estos cuatro abanderados de la angustia y la depresión? Con un ventilador para que corra el aire; con amigos que nos ayuden a sobre llevar mejor este tiempo; no viendo la televisión en ningún momento y usando la dichosa mascarilla. Y confiando en la gente. Una tarde de esta semana salí a la calle sin mascarilla. Se me olvidó. Iba a comprar y de pronto, en medio de la cuesta que me lleva al super, me di cuenta que no la había cogido. Me paré en seco, como si frenara. Un chico que caminaba por la otra acera me vio y me preguntó “¿Le pasa algo? ¿Necesita ayuda?” Le miré y le contesté. “No, no, es que me he dejado el bozal en casa y no sé si volver a buscarlo o arriesgarme a seguir sin él”. “¡Ah! si es por eso, no se preocupe. Tengo mascarillas de sobras, trabajo en emergencias y siempre llevo”. Cruzó la calle, y me regaló una mascarilla. Este gesto me reconcilió con el mundo y con mis semejantes y para acabar de alegrarme el día, al llegar a casa me puse a ver una película de John Ford.

John Ford y Howard Hawks nunca fallan. Esta semana he vuelto a ver ¡Hatari! y La fiera de mi niña, de Hawks y tres películas de Ford, La legión invencible, Misión de audaces y Río Grande. Y he descubierto cosas nuevas en cada una de ellas a pesar de haberlas visto decenas de veces.

 

                            (una “Mamá Tembo” dibujada por Ramon)

En ¡Hatari! a parte de su estupendo sentido del humor, me sorprendió la fuerza de los dos personajes femeninos. Ramon siempre dice que las mujeres en el cine de Hawks son fuertes y mas inteligentes que los hombres. Es verdad. Dallas y Brandy tienen las cosas claras y muchos mas matices que los chicos de la peli. ¡Hatari! es una aventura basada en la amistad, la solidaridad, la comprensión y sobre todo el respeto: a los animales, al paisaje, a la vida y a las personas. En estos tiempos de corrección política y de fundamentalismos intolerantes seguramente una película como ésta ni se podría plantear, por suerte Hawks la hizo hace exactamente 58 años. De La fiera de mi niña es difícil decir nada nuevo. Que una película con 82 años encima sea todavía una de las mas modernas, atrevidas, divertidas y transgresoras de la historia del cine, es un milagro que Hawks, Hepburn y Grant consiguen renovar cada vez que se ve. Acabas la peli saliendo al jardín, o la terraza o el balcón llamando a George, el perro y buscando a Baby, el maravilloso y cariñoso leopardo (que en realidad es un guepardo con un papel destacado en ¡Hatari!). Pero lo nuevo que vi esta última vez, fue la sana y limpia crítica al academicismo mas estéril representado en ese hueso de brontosaurio (o lo que sea). Donde haya una Katharine Hepburn en estado de gracia que se quite cualquier brontosaurio.

 

Lo que he descubierto en las tres películas de Ford es diferente. Ford es emoción, Ford es aventura, Ford es épica. Pero Ford es también metafísica. Al menos en estas tres películas. La legión invencible, Misión de audaces y Río Grande, forman parte del ciclo que podemos llamar de “El Séptimo de Caballería”, ese que llegaba siempre en el último minuto a salvar a los colonos del ataque de los indios. Las tres tienen a John Wayne como protagonista en personajes muy parecidos: solitarios y duros soldados a punto de retirarse de la vida militar. Pero lo más sorprendente es lo que cuentan. El relato en los tres casos, aunque con diferencias, es el de una columna de soldados de caballería marchando por el desierto, adentrándose en territorio enemigo, indio en dos historias confederado en otro, con un objetivo no siempre demasiado claro. En las columnas hay una mujer obligada por las circunstancias a seguir con los soldados: una joven que tiene que coger una diligencia para volver al este, una rehén sureña forzada a huir con ellos o la esposa del coronel que debe llegar al fuerte. Ford dedica mucho metraje a esos viajes casi homéricos por los mismos desiertos y con los mismos indios de todas sus películas. Y en las tres contrapone el humanismo de algunos personajes, –en ese sentido el médico de William Holden en Misión de audaces es ejemplar–, con la disciplina del ejército obligado a cumplir las órdenes recibidas. Son tres películas muy interesantes (además de bonitas, emocionantes y a ratos divertidas y musicales) por lo que tienen de búsqueda y de viaje. Los dos Johns (Ford y Wayne) llenan la pantalla con su presencia y con su capacidad de entender la naturaleza humana.

Estos y muchos otros clásicos se pueden ver en distintas plataformas. Pero los que vivimos en Barcelona tenemos la suerte de poder verlos alguna vez en una pantalla grande. Y no una cualquiera. El cine Phenomena de la calle Nápoles es uno de los mejores de Europa. El sonido es espectacular, la imagen nítida (es de los pocos que aun puede proyectar en 35 mm), es confortable, grande, con cortinas rojas. Phenomena añade a su nombre la palabra Experience y eso es lo que es, una experiencia desconocida para todos los que no vivieron la época gloriosa de los Urgel, Aribau, Cineramas… ¡Ah! Y cambian la programación cada día.

 

(como la protagonista de Papicha, yo también diseño vestidos que nunca serán realidad, y que les podrían gustar a las esposas del coro)

Mujeres protagonistas

Esta semana en la que vuelven los estrenos, hay dos películas a destacar. No tienen nada que ver con los clásicos, seguramente nunca lo serán, pero están llenas de buenas intenciones y son un soplo de aire fresco en momentos no demasiado optimistas como los que estamos pasando.

Papicha, sueños de libertad es una película argelina realizada gracias a las ayudas europeas y en este caso, además, qataris. Es el primer largometraje de ficción de Mounia Meddour, una documentalista argelina educada íntegramente en Francia que se ha distinguido por su postura en defensa de las mujeres en Argelia y en general en el mundo árabe, condenadas a desaparecer bajo los velos de la intolerancia religiosa que las excluye del mundo. Papicha está ambientada a principios de los años 90 en Argelia, cuando aún no se había extendido como una mancha tóxica el fundamentalismo mas radical, pero ya asomaba las orejas. En esa sociedad represiva, dos combativas chicas sueñan con ser  diseñadoras de ropa. Saltándose todas las reglas de la rígida residencia universitaria donde viven, acuden todas las noches a las discotecas para vender sus vestidos a las “papichas”, nombre de las jóvenes argelinas que no aceptaban los límites de una sociedad acosada por del terrorismo islámico. La enorme transgresión de las protagonistas es la de organizar un desfile de modas con vestidos hechos con lo que tienen a mano, –como si fueran Escarlatas con las cortinas verdes. No quieren nada mas, pero eso es mucho. Viendo la película me acordaba de algunos amigos de mi hermano que estudiaban en Checoslovaquia a mediados de los años sesenta. Estos chicos mexicanos y españoles, hijos de comunistas convencidos, arriesgaban su libertad por escuchar a los Beatles, máximo exponente de rebeldía en el gris entorno en que vivían. Todo es siempre relativo.

La otra película se llama ¡Que suene la música!, absurda traducción del Military Wives título original mucho mas descriptivo de lo que cuenta el film. Está dirigida por Peter, Full Monty, Cattaneo, y está protagonizada por la siempre excelente Kristin Scott Thomas. Veinte años después de Full Monty, Peter Cattaneo repite el mismo esquema, esta vez basándose en un hecho real, los coros organizados por las mujeres de militares británicos en las bases donde viven esperando el regreso de sus maridos o la noticia de su muerte. La historia nos cuenta cómo nació la idea de estos coros de mujeres. Mientras sus maridos y sus hijos están en Siria, Afganistán, Irán o en cualquier otro país acabado en án, estas mujeres condenadas a vivir confinadas en las bases encuentran la solidaridad y una manera de enfrentarse al dolor y la incertidumbre de la pérdida cantando juntas, construyendo algo entre todas ellas. Es una película menor, pero muy positiva que nos muestra  una realidad muy ignorada: detrás de los militares destinados en las guerras del mundo, hay siempre familias y mujeres que los esperan. John Ford habría hecho un gran film con este tema Y Howard Hawks seguramente también.

 

El regalo de esta semana es un homenaje a las chicas argelinas y las esposas británicas.



 

sábado, 1 de agosto de 2020

JUAN MARSÉ




El 18 de julio de este año murió Juan Marsé y los periódicos se llenaron de artículos sobre él y su obra, unos mejores que otros. Se lo merecía. Fue y será siempre, uno de los mejores escritores en lengua castellana, seguramente el mejor cronista de la Barcelona del siglo XX. Sus libros se leerán siempre, como los clásicos. Yo no llegué a conocerle, pero sus novelas me acompañaron desde los 16 años, a veces me gustaban mucho, otras me gustaban menos, luego me volvían a gustar. Pero no era un problema del libro, la que cambiaba era yo y mi percepción del mundo y su literatura. Vivo en el Guinardó y conozco los paisajes del Pijoaparte de primera mano. He visto como cambiaba el Carmelo, el Parc dels Tres Turons, el parque del Guinardó. Su geografía es un poco la mía. La de Gracia no tanto. No he sido nunca una fan del barrio de la Festa Major. Pero reconozco la Barcelona de Teresa, la de Montse, la de Rabos de lagartija. Es también mi Barcelona.
Se ha escrito mucho estos días sobre Juan Marsé. Ha habido de todo, artículos buenos, malos, sinceros, banales, importantes, envidiosos, dolidos. De todo lo que he leído me quedo con dos artículos, el de Joan de Sagarra en La Vanguardia, porque es de una sinceridad emocionante; el de Antonio Muñoz Molina en Babelia, porque se acerca a su obra desde la admiración del que sabe lo difícil que es escribir.

Joan de Sagarra. La Vanguardia, 26 de julio del 2020
“Se murió, se nos murió Juan Marsé, el enorme fabulador, “el último clásico de nuestra novela”, como leíamos en la portada del ABC, pero, para mí, además del enorme fabulador, del último clásico, se me ha muerto mi mejor amigo, Joan Marsé i Carbó. ¿Amigo? Marsé lo veía así: “Lo que sí recuerdo de Joan” (es decir, de mí), escribió hace más de treinta años, “es su espontánea predisposición a la amistad, o por mejor decir, a la complicidad. De hecho, durante muchos años, lo que ha marcado nuestra relación ha sido, en no pocos aspectos, la complicidad. Hemos sido cómplices de la madrugada y de sus ritos, cómplices en la alegre transgresión social de los sesenta y setenta (alguna bien sonada, como recordará el propio Joan), en el copeo y en las discusiones con amigos, y en las filias y en las fobias, yendo al cine o al teatro, pasándonos libros y discos y alcoholes varios, cómplices en la adoración a la Piaf y a Chéjov, a Simenon y a Simone Simon, a Pla y a Camus, a Sinatra y a Gloria Graham, a Arletty y a Pépé ­Le­ Moko…”.”

Antonio Muñoz Molina. Babelia, 25 de julio
“El espíritu de la novela es la mirada ácida y asombrada que Juan Marsé mantuvo siempre: no dejar nunca de disfrutar de la belleza de las fábulas de la literatura o del cine, y salir luego a la calle y fijarse en todo lo que pasa para poder contarlo tal como es, o convertirlo en materia de una novela. No ha habido nadie como él.”

Además de estos artículos he tenido la suerte de leer una larga entrevista inédita que el periodista y novelista Quim Aranda le hizo al escritor en el año 2000. Es una lección de literatura en toda regla. Un diálogo de escritor a escritor que Aranda enmarca perfectamente cuando dice:
 “Ens vam trobar a la seva casa de Calafell el juny de l'any 2000. L'excusa era la publicació de Rabos de lagartija. Però en realitat, el que jo volia era robar-li els seus secrets Sobretot, el secret de la recepta de l'escalivada. No en vaig treure l'entrellat i ara hauré d'esperar a què s'obri la caixa que va deixar a la Biblioteca Nacional quan va rebre el Premio Cervantes.”
De la entrevista titulada Al final, tot va a l’oblit , Juan Marsé, entrevista inèdita vint anys després, extraigo dos respuestas muy lúcidas:
No. No em desanimo fàcilment. Sóc molt pacient i estic segur i convençut que al final aconseguiré, més o menys, el que vull. Dic més o menys perquè mai acaba de ser... Per a mi, tota novel·la implica un fracàs, en el sentit que la idea inicial que tens acaba convertint-se en una ombra bastant pàl·lida...
Vist objectivament, un pensa: “Si el llibre no s’aguanta ni deu anys, o cinc anys, malament”. La prova de foc per a un llibre és el temps. I sí, molts llibres van a parar a l’oblit. Però jo em referia a què tot ha d’acabar en l’oblit perquè tot acabarà, fatalment, en l’oblit. Però preservar de l’oblit determinades coses que tenen que veure amb la vida d’un, amb la vida d’una ciutat, d’una comunitat... Home, hi ha alguna cosa d’això.”
 “En realitat, això toca el fons de la qüestió el tema de la ficció literària. És poc important que el que hi hagi al fons d’una novel·la correspongui a un fet real. Poc important. L’important és que sigui creïble, que sigui veritat quan un ho llegeix. No que hagi passat.”
https://www.quimaranda.com/        




La muerte de Marsé me hizo recordar un estupendo documental de Augusto Martínez Torres del año 2012 que se puede ver en Filmin. Se llama Juan Marsé habla sobre Juan Marsé. Cuando lo vi en los desaparecidos Cines Méliès de Barcelona, escribí en el blog un texto que recupero ahora:
27 de enero del 2013
Me encantan las entrevistas. Me gusta muchísimo hacerlas y me gusta muchísimo escucharlas o verlas. Pero detesto esa moda de hacer entrevistas en televisión con una cámara enloquecida que no para de moverse, de hacer encuadres imposibles, de mostrar el cogote del entrevistado. O la manía de ilustrar a toda costa la entrevista con imágenes que a veces vienen a cuento y otras no. También me parece horrible el uso que se hace de músicas enlatadas que casi nunca tienen sentido. Hace un tiempo, propuse a diversas televisiones un programa de entrevistas a directores de cine en los que no se utilizarían secuencias de películas. Solo la entrevista, dejarlos hablar, expresarse con el cuerpo, la mirada, los silencios. No lo aceptaron, naturalmente. Augusto Martínez Torres ha conseguido hacerlo y lo enseña en cines, no en la tele. Lo ha hecho con una entrevista a Juan Marsé realizada durante ocho horas  durante dos jornadas. Una entrevista en plano fijo que es puro cine por el encuadre, el suspense (el tiempo que va marcando el reloj de pulsera del escritor) y el uso del sonido y los silencios. No voy a hablar aquí de lo que cuenta Marsé, suficientemente conocido ya. El documental se puede ver en Barcelona en los cines Méliès y espero que se pueda ver en otras ciudades dentro de poco. Solo voy a destacar una cosa. Casi al principio de la entrevista Marsé hace referencia a una película que le gusta mucho, Encadenados (Notorius) de Alfred Hitchcock. Cita en concreto un diálogo del principio del film que dice:
I.B. ¿Por qué debería hacerlo?
C.G. Patriotismo
I.B. Esa palabra me hace daño. No gracias, no me interesa el patriotismo, ni los patriotas. Llevan la bandera en una mano y te roban con la otra.
No recordaba ese diálogo escrito por Ben Hecht y la verdad es que me impresionó que en una película americana de 1946 se hiciera un  diagnóstico tan certero de lo que está pasando ahora mismo a nuestro alrededor. Da igual que las banderas tengan tres o cinco barras, estrellas o águilas, casi todos la enarbolan en una mano y con la otra se llenan los bolsillos.”
El documental de Augusto adquiere con la muerte del escritor un valor añadido, se convierte en memoria. Vale la pena verlo y escucharle desgranar su vida y sus libros con una naturalidad desarmante. Es un placer.



(el libro de AMT en buena copañía)


Marsé, libros, cine y salas de cine, todo me ha llevado a recuperar un libro de Augusto Martínez Torres del que todavía no había hablado en el blog. Es un libro de historia del cine, pero también de memoria personal y sobre todo es una ficción que se alimenta de la verdad del autor. Se llama El cine de las sábanas blancas, publicado el año pasado por Huerga&Fierro editores. El pequeño resumen de presentación dice: “A lo largo del tiempo y el espacio, en un deambular por Madrid de un cine a otro, intentando recordar locales de otro siglo, restos de un pasado desaparecido, el narrador entremezcla historias del cine, memoria de algunas películas,  anécdotas vividas en ellos, las chicas que lo acompañaron en sus correrías, antes de llegar al cine de las sábanas blancas, entre verdades, que parecen mentiras, y mentiras, que intentan parecer verdades.” Hay que reconocer que llamarse Augusto y tener un hermano que se llama Luis, era toda una declaración de principios para que los dos niños que crecieron en la España de los años 40 y 50 que encontraran en los cines de barrio de Madrid un refugio para soñar y cuando  crecieron, en el caso de Augusto, para convertirse en su profesión como crítico, guionista y director de cine. Cuando leí el libro le escribí a Augusto un e-mail escrito con toda la sinceridad del mundo:
“Ayer acabé de leer El cine de las sábanas blancas. Me ha costado un poco, tengo que reconocerlo. La verdad es que no sé si me gusta o no. Es un libro desconcertante, esperas encontrar una crónica de los cine de Madrid, y te tropiezas con una crónica sentimental de tus andanzas eróticas (reales o inventadas, da lo mismo). Esperas encontrar unas memorias personales sobre tu relación con las salas de cine  y te encuentras con una minuciosa descripción de los edificios y de su historia. Esperas encontrar una historia del cine y te salta una especie de mirada transversal a través de las películas. Las tres líneas narrativas se mezclan sin fronteras entre sí creando un texto extraño, ambiguo, raro, al que tu peculiar escritura, con una gramática absolutamente libre de cualquier traba, no se si ayuda o complementa la rareza. Hay ratos que he disfrutado, otros me he sentido un poco agredida, la mayor parte del tiempo visualizaba los espacios y los imaginaba. Ha sido una lectura especial, difícil de definir. Como es difícil de definir el género del libro al que no dudo en calificar de “augustiano”. Me asombra que hayas encontrado editor para un texto tan heterodoxo pero me alegro que existan aún editoriales capaces de arriesgarse con libros como éste que no se parece a nada.” No sé si Marsé llegó a leer el libro de Augusto, pero estoy segura que le habría gustado. En el fondo y desde otra manera de escribir, hablan de lo mismo, la infancia, los cines, el descubrimiento del mundo, la vida…


ATLÀNTIDA FILM FEST
Seguimos sin estrenos y con muy pocas salas abiertas (al menos en Barcelona), así que los que buscamos cine tenemos que refugiarnos en las plataformas donde por suerte si se van estrenando películas o se programan festivales. Como el que ha comenzado esta semana en Filmin. Desde el pasado 27 de julio hasta el 27 de agosto, se puede ver en Filmin toda la programación del Atlàntida Film Fest. Son películas muy nuevas, de directores la mayoría desconocidos. Es difícil recomendar ninguna en particular. Vale la pena arriesgarse, dejarse llevar por lo que sugieren los textos que las apoyan y disfrutar de sorpresas inesperadas que seguro que hay muchas.
Leer o releer a Marsé, descubrir pelis en la Atlàntida, pueden ser dos ayudas en este agosto extraño de mascarillas, calor  y desconcierto.


El regalo de esta semana está dedicado a Juan Marsé. Marsé tenía “un bosque de jilgueros metidos en los oídos” es decir acúfenos. Para él es esta sugerente oreja  de una serie muy desconocida de dibujos de Ramon.