Dos de los estrenos de esta
semana hablan de escapar, pero los dos intentan explicar que escapar no es
liberarse, al contrario, puede significar todo lo contrario: aislarse del
mundo. En Escape de Rodrigo Cortés,
esto es evidente, en Salve María de
Mar Coll, hay que saber verlo.
Escape, Rodrigo Cortés
Lo primero que sorprende y te
pone sobre aviso en esta película protagonizada por Mario Casas y Anna
Castillo, es que está producida entre otros por Martín Scorsese. ¿Scorsese
produciendo una película española? Pues sí. Los porqués los iremos descubriendo
mientras vemos la odisea de este hombre sin nombre que desde la primera
secuencia se demuestra un suicida. No, perdón, un suicida no. Porque lo que N
quiere no es desaparecer, lo que quiere es no tener que pensar, no verse
obligado a tomar decisiones, ser castigado por algo que no sabremos que es
hasta muy avanzada la trama. N no quiere morir, quiere ser anulado. Es algo
distinto, N quiere escapar del mundo, del suyo y del de todos, quiere que le
reduzcan a la nada. Por eso insiste en cometer delito tras delito para ser
detenido, juzgado y castigado. N tiene miedo a vivir en libertad y no cejará en
su intento. Su hermana quiere ayudarle, pero no sabe cómo; el juez que le juzga
una y otra vez se muestra implacable como si supiera que el auténtico castigo
para N es vivir en libertad. Mario Casas hace una de sus mejore
interpretaciones encarnando este anti buried. Buried/Enterrado, fue la película que colocó en el primer plano el
nombre de Rodrigo Cortés. Ahora, trece años más tarde, N es el espejo
deformante de Paul Conroy, el protagonista de Buried, en un film tan fascinante como angustioso. En el 2010, se
trataba de salir de la tumba en la que nos habían metido; en el 2024 se trata de
escapar de la agobiante realidad en la que nos obligan a vivir. La verdad es
que entiendo muy bien a N.
(no sé porqué, pero cuando vi Salve Maria en seguida pensé en este
cuadro de Ramón)
Salve María, Mar Coll
En esta terrible película, el
escape es más sutil, pero no menos tenso, ni menos angustioso. Salve María es terrible, si, pero es
magnífica. Usar los mecanismos del thriller psicológico (Hitchcock flota por
ahí) para contar el proceso de autodestrucción de una mujer que acaba de ser
madre, es una manera muy inteligente de hacer evidente lo que es difícil de
verbalizar: hay madres que no saben querer a sus hijos. María, como N, quiere
escapar de su vida, se siente atrapada en una ratonera, ese piso minúsculo, con
un bebé que la reclama y la necesita. María no sabe qué hacer con él,
literalmente. Y empieza a obsesionarse con la idea del infanticidio. Es
terrible pensarlo, pero es fácil entenderlo. María es novelista y su única
posibilidad es canalizar esta obsesión en la escritura. Mar Coll parte de una
novela previa de Katixa Agirre, pero junto con su colaboradora habitual Valentina
Viso, lleva la historia de María a su propio terreno. Es cierto que Salve María es un film muy distinto a
los dos anteriores, pero en realidad, conforma una especie de trilogía sobre
mujeres inadaptadas en sus familias: Lena en Tres días con la familia, Geni en Todos queremos lo mejor para ella y María en Salve María. Las tres no entienden, no soportan, no quieren vivir
en ese micromundo familiar. Pero de las tres, es María la que produce más
dolor. Desde la aparición del cuervo, hasta la confesión al oído de su marido, Salve María es una espiral hacía abajo
que como un remolino se va tragando la cordura de María. Y nosotros no podemos
dejar de verla, de acompañarla, de querer ayudarla. Pero no siempre se puede
salvar al que no sabemos si quiere ser salvado.
EL RINCÓN PERSONAL
(en el escenario mientras
Carlota Álvarez me presentaba. Foto de Ana Márkez)
Esta semana he estado en Madrid. El Festival de Cine por Mujeres me entregó el Premio a la Trayectoria de su séptima edición. Me hizo ilusión, los premios siempre hacen ilusión. Es un premio a más de cuarenta años escribiendo de cine. Son muchos años, es mucho cine, es mucha vida. En las palabras que dije al agradecer al festival el premio, volví a insistir en la idea que me parece explica porque sigo al pie de la(s) pantallas después de tantos años. Ser un puente, un hilo que une a los que hacen con los que ven. Y tener curiosidad. Hace poco me preguntaron qué es lo que más me gustaba de mi profesión, respondí que lo que más me gusta es la posibilidad de seguir estando interesada en el cine que se hace en el mundo, seguir teniendo curiosidad. Añado ahora, que lo que más me gusta es saber que lo que escribo (lo que escribimos todos y todas las personas que hacemos este trabajo con honestidad y entusiasmo) sirve para algo. O eso espero.
El regalo de esta semana es para Valencia, unas flores que nos recuerden a los que ya no están y a los que tienen que seguir adelante.