sábado, 25 de octubre de 2025

CÍRCULOS

Me gustan las películas que no son previsibles, las que parece que irán por un sitio y giran hacia otro. Me gustan las películas circulares, las que empiezan en un lugar y acaban en el mismo lugar, pero en el transcurso del viaje, sus protagonistas han cambiado por completo. Me gustan las películas que no tienen que demostrar que son modernas con encuadres absurdos, movimientos de cámara incomprensibles o cualquier otro recurso formal, generalmente gratuito. El cine es una historia en imágenes. Saber encontrar que imágenes son las mejores para contar la historia es lo que hace un buen director. Todo esto viene a cuento de las dos películas de esta semana. Una es un estreno del viernes, Los domingos; la otra se estrenó hace ya algunas semanas, Maspalomas. Las dos estuvieron en San Sebastián, las dos volvieron con premios.

 


Los domingos, Alauda Ruiz de Azúa

Después de todo lo que se ha escrito y dicho de esta película, creo que no hay nadie que no sepa que va de una chica de 17 años que quiere ser monja. Es una lástima que se haya contado tanto, porque se pierde el factor, imprevisible, que tiene el film cuando se ve por primera vez sin saber nada de la película. La primera secuencia nos presenta un grupo de chicas, en el dormitorio de lo que podría ser un internado. Es de noche y se han reunido allí para charlar, reírse y romper el reglamento. No sabemos quién son, ni donde están. Lo averiguaremos enseguida, están en un convento el último día de un retiro espiritual. Primer giro de guión. Cuando nos quedamos con Ainara, descubrimos poco a poco quién es esta chica de rasgos suaves y mirada limpia, su entorno, sus deseos, sus amigos, su familia. Entonces, ¿va de un coming of age de Ainara en un momento decisivo de su formación? Sí y no. Porque ahí el guión vuelve a descolocarnos con una secuencia tan extraña como espiritual, tan mágica como física. Ya estamos instalados en el hueso de la historia. Ainara quiere ser monja. Su padre no lo entiende, pero se ve incapaz de impedírselo, sus amigos confían en ella. Solo su tía Maite, la más racional, se opone rotundamente. Y fracasa. No porque Ainara triunfe (yo no estoy segura que sea un triunfo su decisión) pero si porque no sabe encontrar el camino para darle a su sobrina herramientas e ideas que contrarresten lo que ella llama su vocación. Alauda hace un film de una belleza austera, de tonos ocres, de cantos corales. Una película que bebe en Bresson para la sobriedad y desnudez de su puesta en escena y en Rossellini para el humanismo espiritual de su personaje. Los domingos suelen ser días con mala prensa, aburridos, familiares, con compromisos. Es el día de la semana que hay que llenar con algo y ese algo no siempre es algo que nos guste o nos interese. Yo he escogido los domingos para publicar este blog. Es mi manera de decir que los domingos se puede hacer lo que se quiera. Como Ainara.

 


Maspalomas, José Mari Goenaga, Aitor Arregui

Maspalomas se estrenó en el Festival de Donosti y allí ganó la Concha de Plata al Mejor Intérprete para José Ramón Soroiz. En Sanse no la vi, tampoco en su estreno hace casi un mes. Pero la he recuperado hace un par de días y he comprendido porque gusta tanto. La primera secuencia nos descoloca, una playa, hombres desnudos, encuentros fortuitos en la maleza, la atmósfera de El desconocido del lago. Solo que este no es un desconocido, Vicente es un hombre mayor, un homosexual de la tercera edad. Los primeros minutos de la película transcurren en Maspalomas, el paraíso gay, la orgía de los cuerpos desnudos y libres. Vale, va de eso. Pues no. Porque la historia da un giro inesperado y entramos en otra película. Vicente, el viejo gay de Maspalomas, ya no está en paraíso de la playa y los hombres desnudos, está en el infierno de la enfermedad y el encierro. Pero esta no es una película pesimista o victimista o triste, porque aquí, en este viejo/nuevo mundo donde Vicente oculta su condición de homosexual, encontrará algo que nunca había tenido: amigos, sobre todo un amigo, y se dará cuenta de que también puede tener relaciones con hombres que no pasen por el sexo. Con esto la película ya habría cumplido una función, pero aun dará un nuevo giro que llevará a Vicente a acabar en Maspalomas otra vez. Pero ni él, ni el mundo, es ya el mismo. Lo mejor del film de los directores de la preciosa Loreak, es que a pesar de mostrar espacios y situaciones duras, nunca caen en la sordidez o el envilecimiento. El film es brutalmente luminoso en Maspalomas, y suavemente luminoso cuando acompaña a Vicente en su encierro. Incluso se permiten crear el personaje de Xanti, el contrapunto perfecto para que Vicente encuentre el camino de la reconciliación. Una lección de dignidad.

(Esta semana se estrena Frankenstein de Guillermo del Toro. No he podido verla, cuando se estrene en Netflix hablaré de ella. Aprovecho para recodar que Un fantasma en la batalla, de Agustín Díaz Yanes y Una casa llena de dinamita, de Kathryn Bigelow, ya están en la plataforma de la N).

El regalo de esta semana es un cuadro que me gusta mucho. Una abadía en la que Ainara sería feliz.



 

 

sábado, 18 de octubre de 2025

LIMPIAR

 


Un simple accidente, Jafar Panahi

Siempre he pensado que el humor y la ironía son herramientas mucho más eficaces para denunciar situaciones de injusticia y de abuso. El verdugo de Berlanga sigue siendo, sesenta años después, el mejor alegato contra la pena de muerte. Algunos documentales sobre el mismo tema, han caído en el más oscuro de los olvidos. Por eso me gusta mucho el cine de Jafar Panahi. El director iraní nunca es victimista, nunca es revanchista, nunca es acusador y sin embargo deja muy claro que es una víctima, que se venga de sus torturadores con su cine, y que los acusa al ridiculizarlos. Su última película, Un simple accidente, con la que ganó la Palma de Oro en Cannes, es un buen ejemplo de su estilo. Acostumbrado desde hace muchos años a rodar en condiciones muy complicadas, (sin salir de casa, en el interior de un taxi) Panahi aprovecha la posibilidad de rodar en exteriores para hacer una película clandestina entre amigos y con una camioneta como espacio fundamental de la historia. Todo empieza con un simple accidente en un coche donde viajan un hombre, su mujer y su hijo. Cuando el hombre lleva el coche al taller, el encargado le escucha andar y eso despierta en él un recuerdo muy doloroso. Esa es la forma de andar del torturador que casi acaba con su vida. Pero, ¿es el mismo hombre? Ante la duda, decide secuestrarle y buscar a  viejos compañeros de tortura para intentar saber si es o no es su temible y odiado torturador.  Este es el punto de partida de una película que es más berlanguiana que loachiana, con algunos toques de hermanos Marx y mucha ironía. Pero esta ironía y este humor, que provoca incluso la risa, no esconde nunca que estamos hablando de un torturador inhumano al servicio de un régimen más inhumano aún. Lo que sucede en el film y sobre todo en su tercio final, merecen la palma de oro que le otorgaron en Cannes. Berlanga y Azcona la habrían aplaudido.

 


La cena, Manuel Gómez Pereira

Humor, ironía, caricatura incluso, es lo que utiliza Manuel Gómez Pereira en La cena, película que adapta la obra de teatro La cena de los generales de José Luis Alonso de Santos, escrita en 1998 y estrenada diez años mas tarde. Sorprende que no se haya llevado al cine mucho antes esta sátira política que pone en escena una situación grotesca. Dos semanas después de acabada la guerra civil, Franco expresa su deseo de cenar en el Palace con sus generales para celebrar la victoria. Inmediatamente se pone en marcha el operativo cena al mando de un joven teniente superado por los acontecimientos. En primer lugar el hotel es ahora un hospital de campaña. Hay que recolocar a todos los enfermos para habilitar el comedor. En segundo lugar todos los cocineros del Palace están en la cárcel por rojos. Habrá que sacarlos y traerlos en un tiempo récord. Genaro, el exquisito maitre del hotel, está decidido a que la cena sea un éxito, mientras el joven teniente va solventando los problemas que surgen, en especial la presencia autoritaria de un falangista bastante insoportable. Reírse de Franco, del franquismo, de los militares, darles el poder a los cocineros y al maitre y tejer una alianza inesperada con el joven teniente, es el meollo de esta divertida comedia que no quiere ser más que eso: una comedia, pero que acaba siendo algo más, una desmitificación de un momento histórico. Nota aparte merecen los actores: Alberto San Juan está perfecto en su encarnación del maitre, Mario Casas tiene la ingenuidad y animalidad justa para el joven teniente y Asier Etxeandia hace un falangista detestable. Pero para mí el gato al agua, o a la sopa, se lo llevan Elvira Mínguez, una roba escenas indiscutible, la joven Nora Hernández y la borrachina Carmen Balagué. Abstenerse los que buscan películas serias sobre temas serios.

 

EL RINCON DE LA PLATAFORMA

Limpia, Dominga Sotomayor Netflix

Casi tan clandestinamente como el rodaje de Panahi, y sin darle ningún tipo de cobertura, Netflix ha estrenado Limpia, de la chilena Dominga Sotomayor. A veces no entiendo a las plataformas. Venden a los cuatro vientos series y películas insulsas y dejan pasar un film como este. Si la comedia es el mejor medio de ser efectivos en la denuncia de los abusos, el melodrama también es un buen instrumento. En este sentido Limpia es un ejemplo impecable. En el Chile de ahora mismo, una pareja de jóvenes profesionales, ambos blancos y con ideas progresistas, tienen contratada a tiempo completo una criada para todo, Estela, una mujer indígena que se ocupa sobre todo de cuidar a su hija pequeña Julia, para la que ninguno de los dos parece tener tiempo. En esa casa lujosa, se establece muy claramente las clases sociales y los deberes y derechos de cada uno. De todos menos de la niña que lo único que sabe es que no quiere aprender a nadar porque es la mejor forma que encuentra de rebelarse contra sus padres. Tampoco quiere prescindir de Estela, ni siquiera cuando la criada recibe una terrible noticia. Se trata de un film tranquilo, de silencios, de miradas, de escuchas, de emociones contenidas, que funcionan muy bien para desenmascarar entre otras cosas, la doble moral de tantos profesionales que se consideran de izquierdas pero en su vida cotidiana se comportan de una manera muy poco moral. Limpia merecería no pasar desapercibida en medio del marasmo de estrenos en plataformas.

 Hablar de Limpia me ha hecho pensar en un pequeño ciclo de películas de criadas y señores que podría empezar con Diario de una camarera de Luis Buñuel, seguir con Ceremonia sangrienta de Claude Chabrol, Roma, de Alfonso Cuarón, Calladita de Miguel Faus y acabar con la serie La asistenta con Margaret Qualley. 

El regalo de esta semana es una silla bonita, se puede usar como se quiera.



 

 

 

sábado, 11 de octubre de 2025

JUEGOS PELIGROSOS

 


Jugar con fuego, Delphine y Muriel Coulin

Jugar con fuego es lo que hace Fus, el hijo mayor de un sindicalista de izquierdas fascinado por los movimientos de extrema derecha. Fus ha crecido en un entorno progresista, su madre murió y su padre ha sacado adelante a sus dos hijos. Pero mientras el pequeño, Louis sigue un camino claramente establecido, el mayor Fus, se ha ido distanciando de las enseñanzas de su padre, atraído por los cantos de sirena de la extrema derecha. Es un fenómeno más habitual de lo que nos gustaría reconocer. Sobre todo entre los chicos, más que entre las chicas. Un contexto de precariedad económica, la frustración respecto al futuro, la sensación de marginalización en una sociedad que los culpabiliza sin saber porqué, ha provocado en muchos adolescentes un rechazo a los valores humanistas y de progreso conquistados a lo largo de mucho tiempo. Eso, unido a una lógica revuelta contra la ideología de los padres, que se produce en igual dirección haciendo hijos de izquierdas de padres de derechas, como hijos de derechas de padres de izquierdas, es lo que lleva a una situación insostenible a esta familia donde el padre, Pierre, se pregunta en qué ha fracasado. Una pregunta que se deben hacer muchos padres en toda Europa al ver como sus hijos votan a la extrema derecha nacionalista de sus países. Jugar con fuego está basada en una novela de Laurent Pettimangin que las hermanas Coulin han llevad a su terreno. El terreno de las contradicciones y la incertidumbre. Dos de sus películas anteriores, La escala y La vida de Charlotte Salomon, se pueden ver en Filmin. Las dos son muy interesantes, sobre todo para comprobar el salto que han dado estas directoras francesas con Jugar con fuego, un film que va de la denuncia al melodrama, de la advertencia del peligro, al malestar por la forma de solucionarlo. Si hay solución, cosa que ellas, las directoras no tienen claro. Pierre, el padre, sabe que ha perdido la batalla y yo, yo me pregunto qué responsabilidad tenemos todos en que se haya llegado a este extremo.

 

Una casa llena de dinamita, Kayhryn Bigelow

También juegan con fuego los protagonistas de la última película de Kathryn Bigelow. Un fuego mucho más destructivo y violento, el fuego que acabará con el mundo: la guerra nuclear. Siempre me ha gustado Kathryn Bigelow, desde Acero azul, una de las primeras películas con una mujer policía, hasta Días extraños o Le llamaban Bodhi. Pero donde esta mujer poderosa y única ha sabido conquistar el terreno de los hombres/directores es en el cine de acción, de guerra, político. Ya sea En tierra hostil, un ejercicio de tensión dramática sostenido en las calles de una ciudad iraquí, La noche más oscura, donde nos contaba cómo se llegó a matar a Osama Bin Laden en un film de espionaje de una violencia contenida y seca, o en Detroit, ambientada en los graves disturbios raciales que asolaron la ciudad en 1967, Bigelow mantiene el pulso del mejor cine del género. Una casa llena de dinamita, sigue la estela de su cine político, pero lo hace de una manera más sutil, más subterránea. La premisa del film es muy clara: es una mañana cualquiera para los que trabajan en la seguridad del mundo, pero no lo será por mucho tiempo. Un misil balístico intercontinental de origen desconocido, surge del Océano Pacífico y se dirige hacia Estados Unidos. Tienen 19 minutos para interceptarlo antes de que colisione con la ciudad de Chicago y mate a 10 millones de americanos. Son los 19 minutos más largos y angustiosos que se puedan imaginar. Un guión milimétrico nos coloca en esa mañana en distintos escenarios: una base de misiles en Alaska desde donde se lanzará un contra misil para destruir el misil; la sala de crisis de la Casa Blanca donde viven con desespero esos minutos en un diálogo con un panel de televisiones donde los distintos políticos y militares intentan encontrar una solución. Este fragmento se llama Inclinación plana, un término militar que describe el punto sin retorno en el que un misil no puede ser interceptado. Cuando la pantalla se funde a negro, volvemos al principio de ese día aparentemente normal para vivir como si fuera el día de la marmota del fin del mundo los mismos 19 minutos, pero desde otra perspectiva. Los personajes protagonistas de este segundo capítulo, fundamentalmente un joven director adjunto, convertido en pieza imprescindible del desarrollo de la acción por una carambola y un militar del ala más dura del ejército, llenan algunas de las lagunas que habían quedado en el relato anterior, para llegar a la misma conclusión: fundido en negro del capítulo que se llama Interceptar una bala con otra bala. El tercero vuelve al origen de ese día, pero ahora estamos con el Presidente de los Estados Unidos que hasta ese momento solo era una voz en una pantalla sin imagen. Es él el que pronuncia la frase que da nombre al fragmento y a la película: vivimos en una casa de dinamita. Bigelow nos ha mantenido pendientes de la historia sin dejarnos respirar, sin darnos una coartada a la que agarrarnos, forzándonos a imaginar el día después. Y en el camino nos ha mostrado como la supuesta seguridad del mundo no es tan segura como parece, que las personas que están encargadas de mantenerla son tan humanas como cualquiera, que las máquinas a veces fallan aunque hayan costado 50.000 millones de dólares. En definitiva, que todo pende de un botón mal cosido que puede apretar el primero que decida lanzar un misil nuclear provocando la guerra total. Nunca se sabe si son rusos, chinos, coreanos, ¿los halcones americanos? En realidad, para lo que nos está contando Bigelow, da igual quien es el enemigo, porque el enemigo real está en la respuesta que se dé a ese ataque. Como dice uno de los personajes cuando el presidente, sumido en dudas insoportables sobre la decisión que debe tomar, le pregunta que piensa: solo hay dos opciones: rendirse o suicidarse. Una película que te mantiene pegado a la butaca y al salir mantiene tu mente despierta haciéndose miles de preguntas. Una casa llena de dinamita se estren en cines esta semana, y en Netflix el próximo 24 de octubre.

 


Un premio importante. La mirada femenina para Filmtopia

Siempre que alguien recibe un premio que me parece justo me gusta reconocerlo en este blog. En este caso es una satisfacción múltiple, porque el Premio La mirada femenina del Festival Internacional de Cine de Comedia de Begur Costa Brava, ha sido para Filmtopia, la web dedicada al cine hecho por mujeres que desde hace un año y medio dirige Marta Armengou y en la que trabajamos un grupo de redactoras y colaboradoras. Entre todas hemos construido un instrumento de memoria, de presencia, con entrevistas, críticas, estudios. Que este trabajo se reconozca es algo que te recompensa de muchas horas de dedicación. Este es el primer premio que tiene Filmtopia  y esperemos que no sea el último. La mirada femenina es un premio “que quiere destacar aquellos proyectos que contribuyen a hacer visible el talento de las mujeres dentro del mundo del cine”. Marta Armengou ha expresado muy bien lo que significa este premio: “Recibir ese reconocimiento es, para nosotras, un honor profundo y también una responsabilidad. Filmtopia nació hace sólo año y medio con la voluntad de amplificar las voces femeninas y diversas en el sector audiovisual, de generar conocimiento crítico y de crear espacios para la reflexión y el descubrimiento. En ese tiempo, hemos ido tejiendo una comunidad que cree en un cine más inclusivo, abierto y transformador.” A mí solo me queda dar las gracias al Festival de Begur, y sobre todo a Oti Rodríguez Marchante y Santiago Lapeira, sus programadores, y a Clara Dato su directora.

Conocer este festival que se realiza en un pequeño pueblo de la Costa Brava, me lleva también a una reflexión sobre lo importantes que son los festivales locales que se realizan en poblaciones alejadas del centralismo de las grandes capitales. Los festivales locales son de una enorme utilidad, sirven para crear público, permiten conocer películas que difícilmente se verán de otra manera (las plataformas no lo tienen todo), atraen a figuras del mundo del cine a lugares donde jamás irían. Son espacios para fortalecer el orgullo de pertenencia. A mí me gustan mucho estos festivales, sobre todo los que saben crecer poco a poco y son conscientes de sus limitaciones, del techo de cristal que no deben intentar romper porque lo que se rompería serían ellos. En estos festivales se puede ver cine, pero también se puede charlar, conocer a gente distinta, hacer amigos. A lo largo de mi vida he colaborado con algunos de estos festivales, el Clam de Manresa, el Memorimage de Reus, y sé lo importantes que son. Por eso me siento muy contenta de que el Premio La mirada femenina nos lo hayan dado en uno de estos espacios de convivencia como es el Festival de Begur. Un festival que, además, ha escogido como eje central de su programación La Comedia, con mayúsculas. Mucha suerte a ellos y a todos los demás festivales. Y gracias de nuevo por ser los primeros en reconocer el valor de Filmtopia. https://filmtopia.net este es el link a la página por si alguien tiene curiosidad de ver por qué nos han dado este premio.

El regalo de esta semana es  una casa que no está llena de dinamita



viernes, 3 de octubre de 2025

EXTRAÑEZAS

 



Estrany riu/Extraño río, Jaume Claret Muxart

No sé que tiene el agua para ligar tan bien con historias de adolescentes. Tampoco sé que tiene le agua para ser un escenario poético y mágico de historias homosexuales. La verdad es que no sé que tiene el agua para ser tan fascinante siempre. En el cine y en la vida. Soy capaz de quedarme horas viendo un rio, o en la orilla de un lago en la montaña. Ríos, lagos, cascadas, agua dulce. El mar es otra cosa. El agua dulce, el agua en contacto con la tierra evoca sensualidad, calidez, acompaña en su misterio de ondinas; el agua en el mar es fría,  peligrosa, atrae como el abismo profundo que esconde las criaturas más desconocidas. El mar me gusta para nadar; pero prefiero un rio o un lago para vivir. El río es una imagen de movimiento, de crecimiento, de cambio constante. Y más si es un río como el Danubio tan cargado de paisajes y de historia. Que sea el Danubio el extraño rio que escoge Jaume Claret para contar la historia de Didac, añade un plus con su grandeza y su serenidad. El Danubio es azul como los ojos de Didac y es oscuro como los ojos del desconocido del rio. Por sus orillas circulan en bicicleta una familia catalana, padre, madre, tres hijos. El mayor, Didac, tiene 17 años y empieza a crecer como el rio. Empieza a explorar como el río. Y encuentra un ondino, un ser del río que le atrae y le lleva a adentrase en la sensualidad. Lo que vive o imagina o sueña Didac, nunca entra en conflicto con sus relaciones  con esa familia que viaja en bicicleta de camping en camping. Porque no se trata de enfrentamiento, se trata de descubrimiento y todos, en uno u otro momento de nuestra vida, hemos soñado, imaginado o encontrado una ondina o un ondino que nos coja de la mano. Estrany riu fue una de las sorpresas de Venecia y de San Sebastián. Una película suave y aterciopelada como el agua del rio. Vale la pena apuntarse el nombre de este chico de 27 años: Jaume Claret Muxart.

 


Un fantasma en la batalla, Agustín Díaz Yanes

Hay temas que se repiten en muchas películas. Recuerdo la coincidencia de los dos Colones en 1992, o de las dos amistades peligrosas, ambas películas coincidentes en el tiempo. Pero también hay temas que se revisan periódicamente con lecturas que cambian en función del momento social o histórico. Es un fenómeno común y muy enriquecedor del cine. Porque demuestra que una película no es su argumento, su historia, sino como la cuenta y la mira un director (o directora). Es lo que ha pasado con la nueva película de Agustín Díaz Yanes que llevaba ocho años sin dirigir. Reconozco que fui a verla sin saber nada de su argumento, fui por él, Díaz Yanes siempre me ha parecido un gran guionista y un buen director. Y me encontré con Amaia, la infiltrada en ETA que había conocido con la película de Arantxa Echevarría. Mi primera reacción fue, “esto ya lo he visto”. Muy rápido me di cuenta de que lo que había visto era la misma historia, pero estaba ante una película completamente diferente. Eso es lo mejor. Amaia es una joven guardia civil, Susana Abaitúa en el  fantasma, Carolina Yuste en la infiltrada; Andrés Gertrúdix es su superior, el que la infiltra, en el fantasma, el mismo papel de Luis Tosar en La infiltrada. Los cuatro viven en la clandestinidad y el miedo, los cuatro tienen una misión. Hasta aquí lo que es igual, porque la manera como Díaz Yanes se acerca a esta historia es desde la introspección, la soledad, el silencio, sin emoción, con una sequedad en los actos que los hace más terribles, introduciendo los archivos documentales en la narración. El fantasma Amaia se centra en una operación de amplia resonancia en la lucha contra ETA, la infiltrada Amaia, era más activa y  resolutiva. Los secundarios que acompañan al fantasma Amaia en esta película son menos esquemáticos y más peligrosos que los de la infiltrada: la directora de la Ikastola que hace Iraia Elias, el adusto y desconfiado etarra de Raúl Arévalo, la dura e implacable líder que asume Ariadna Gil. Que esta película se haya programado en el Festival de San Sebastián en Sección Oficial sin que se haya producido ningún incidente, dice mucho del sutil cambio de actitud que se está produciendo en Euskadi en la relectura de su historia reciente. ETA es una fuente inagotable de historias a las que hay que volver una y otra vez, con puntos de vista divergentes para que nunca se olvide lo que fue vivir en  España en los años de plomo.

El regalo de esta semana es un estrany/extraño río.