(todo empieza por una rosa como ésta)
No he visto aun Gran
Hotel Budapest, así que tendré que esperar para dar mi opinión. Pero si me
gustaría, en cambio, recuperar un estreno de la semana pasada del que me quedé
con ganas de hablar. Se trata de La bella
y la bestia, la nueva adaptación del clásico de Perrault que ha hecho Christophe Gans. No se si hay mucha gente que
haya visto alguna vez la versión que Jean Cocteau hizo en 1946, pero seguro que
si hay muchos que han visto en uno u otro momento la película de Disney de 1991
(Disney es mas eterno que Cocteau). En todo caso, no importa para nada porque
Gans hace una aproximación al cuento desde un punto de vista completamente
distinto a una y otra. Ese es su principal problema y una de las razones por
las cuales este film puede quedarse en una tierra de nadie respecto a los
espectadores. Quiero decir que si la versión de Cocteau con Jean Marais era
claramente una película para adultos, y la de Disney estaba dirigida a los niños, la de Gans se queda a medio camino: ni para unos ni para
otros. O para los dos.
Los niños, por empezar por ellos, pueden pasar miedo en
algunas de sus secuencias y llorarán con la muerte de la cervatilla como lo
hicimos todos con la madre de Bambi (el propio Gans lo dice). Pero en cambio
encontrarán fascinante ese mundo fantástico y esa bella tan bella, vestida de
princesa de todos los colores.
Los adultos pueden pensar que es una historia demasiado
elemental con unos personajes que son estereotipos; pero si son un poco
sensibles, disfrutarán con la riqueza visual de su imaginería y con el espíritu
animista que la inunda.
Mi conclusión es que se arriesguen un poco y vayan a verla.
Aunque solo sea para perderse en la belleza de esos castillos y jardines que
parecen escapados de un cuadro de Gustave Moreau, o para quedarse con el eco de
ese animismo que acerca Gans a Miyazaki y que reivindica el valor de la
naturaleza como madre protectora y los animales como tótem; o por ver el
contraste entre un mundo antiguo (el de la Bestia) y un mundo nuevo (el de la
Bella), es decir el barroco frente a romanticismo.
Y si quieren llevar a sus niños, llévenlos sin miedo, es tan
hermosa, hay tantas aventuras y tanto amor, además de unos curiosos
gremlins que ayudan a rebajar la tensión, que seguro harán que los momentos de
mayor oscuridad se vean compensados por los de una luminosidad blanca como la
nieve.
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