(un cuadro de Ramon que me gustaría ver en un museo)
Hace
miles de años, casi cuarenta, en el lejanísimo 1977, Frederick Wiseman estuvo
en Barcelona en la sede de la Filmoteca Nacional de España. Era ya un
documentalista importante, completamente desconocido en España. Tenía 47 años y
una fuerza extraordinaria. Presentaba su primer documental Titicut Follies (1967) al que, por cierto está a punto de volver
para realizar una especie de experimento mezclando el documental con la danza.
En ese momento había rodado diez documentales, todos ellos “sobre instituciones que existen no solo en
la sociedad americana, sino en todas las sociedades, como son prisiones, escuelas,
hospitales o monasterios”. Casi cuatro décadas después, Wiseman, que tiene 85
años, ha incrementado su filmografía hasta alcanzar la cifra de 47
realizaciones y ha ampliado su interés hacia todo tipo de instituciones,
incluidas las de la cultura. Su último trabajo, National Gallery, se estrena esta semana y tenemos que alegrarnos
de ello. Su trabajo merece no pasar desapercibido.
En
la conversación en la Filmoteca Wiseman dijo, entre otras cosas: “Creo importante
elegir un lugar en el que lo que se esté haciendo sea interesante y lo
suficientemente complicado para poder
dar una visión de ello.” Es evidente que la National Gallery de Londres es uno
de estos lugares. Wiseman rodó en el museo durante 12 semanas a principios de
2012. Reunió más de cien horas de material que después fue montando hasta
conseguir un ritmo interno en la narración, una estructura que reflejara todo
lo que sucede en el museo en sus múltiples áreas, tanto las públicas como las privadas.
El resultado son 180 minutos de viaje apasionante por las entrañas del arte y
la cultura siguiendo las obras de arte expuestas en este magnífico museo.
Cuando
llegué a casa después de ver la película en un pase de prensa, escribí una
serie de notas sobre el documental, notas producidas por su visionado,
pero también por una larga conversación con Inma Merino al salir del cine donde
encontramos terrenos de concordancia y algunos de discordancia. Estas son esas
notas.
-Ser
consciente de donde estaba el cuadro
cuando se pintó. Es una de las ideas más interesantes y sorprendentes del film, porque
los cuadros no estaban pensados para ser vistos en un museo, sino para un uso
concreto: fomentar la fe si estaban en una iglesia, provocando el miedo o el
misticismo; alabar la figura de un rey si estaban en la corte, como prueba de
su autoridad; demostrar el poder económico de una burguesía pujante si estaban
en centros de decisión política; preservar el retrato de uno mismo y sus seres
cercanos como prueba de inmortalidad , si se colgaban en una casa… Escribir un
libro imaginando las historias de los lugares donde estaban los cuadros es una
idea que me tienta.
-Los
argumentos nunca deben ser lo prioritario en una pintura (ni en el cine ni en
la literatura, ni en ningún tipo de arte). Lo que cuentan los cuadros no es lo
importante. Lo importante es cómo lo cuentan. Los guías del museo caen a menudo
en este error.
-Restaurar
no es renovar. El documental se detiene largo tiempo en el taller de
restauración del museo y allí se aprende esta lección. No se trata de intentar
hacer parecer el cuadro o la escultura como era en su tiempo. Se trata de
reparar lo dañado sin perturbar el importante paso del tiempo que aporta una
pátina adicional fundamental. Esto se podría aplicar a la recuperación de
monumentos históricos. Nunca hay que reconstruir, hay que conservar. Los
restauradores de la National Galery lo tienen muy presente y trabajan con un
enorme respeto con la obra.
-Lo
más importante cuando se está frente a una obra en un museo, es como la miramos. La obra es
una y siempre es la misma. Pero el observador nunca es igual a si mismo y nunca
es igual a otro espectador. Wiseman pone en evidencia este hecho al mirarlos cuadros en distintos momentos y con
ello fomenta la idea, tan especial y gratificante, de volver a los museos en
distintas etapas de la vida. Idea que se puede aplicar al cine, sin duda, ya
que las películas cambian según cambiamos nosotros.
-El
contexto del cuadro o la obra no es solo donde estaba expuesta, sino su
procedencia. En este punto Inma y yo discrepábamos ligeramente. Para mí, no es
relevante como se obtuvo un cuadro, generalmente donaciones de colecciones
particulares conseguidas muchas veces gracias al robo. Para Inma si lo era y le parecía un
tema a discutir. Justo el día que vimos la película, se estaban produciendo los
atentados contra la cultura y la civilización en un museo de Irak donde un
grupo de salvajes yihadistas destruían un patrimonio milenario en nombre de una
religión sin sentido. Si los ingleses se hubieran llevado esos tesoros a Inglaterra
o Napoleón los hubiera mandado a Francia, no estarían ahora siendo destruidos
por fanáticos. Es un tema resbaladizo, pero en el que yo no tengo dudas.
Prefiero que la cultura se preserve en un sitio para el disfrute de las
generaciones pasadas, presentes y futuras, que dejarla en su lugar de origen a
riesgo de ser destruida por la ignorancia, el abandono o la barbarie.
-Los
cuadros, las obras, tienen que dialogar entre ellas y con el espectador. El
trabajo de montar una exposición o una sala en un museo, es importantísimo.
Según cómo y con qué cuadros colocas una obra, esta se revaloriza o se apaga.
Es un trabajo de montaje, como en el cine. Un plano tiene que potenciar y ser
potenciado o el montaje no funciona. Por eso este trabajo es tan apasionante.
Muchas sensaciones dependen de ello.
Hay
muchas más temas en este interesante viaje al corazón del museo de Londres:
cómo funciona la administración; el departamento de enseñanza del museo; la
interacción con el mundo exterior… Solo hay una cosa que he echado de menos
en este recorrido: la trascendencia. No
hay en todo el documental un momento en que se detenga a pensar en la belleza
de las obras, no hay una sola mirada sobre esa belleza que va más allá de las
cuestiones materiales que las envuelven.
Wiseman observa, no interactúa, no toma partido. Acabamos el documental
y no sabemos qué cuadro le ha conmovido, con cual se ha emocionado, que pintura
o escultura le ha provocado un rechazo. Es su opción, sin duda. Muy respetable
y muy difícil de mantener. Pero a mí me habría gustado encontrarme con algún
momento en que lo sublime se impusiera a lo necesario.
2
National Gallery se estrena la
misma semana en que en Barcelona se ha producido un incidente en un museo. El
director del MACBA Bartomeu Marí, decidió suspender una exposición titulada La Bestia i el Sobirà, alegando que no
se le había informado de la inclusión de una escultura que él consideraba
inadecuada y contraria a la línea editorial del museo. El asunto ha destapado
la caja de los truenos: censura, manipulación, injerencias políticas. Todo
junto muy bochornoso.
Creo
que en esta historia ha habido un cúmulo de errores. El primero, incluir en la
exposición una pieza que por lo que hemos podido ver, sería buena para ser
quemada como una falla, pero que poco o nada (al menos en fotografía) tiene de
interés artístico; segundo, una vez incluida, prohibir la exposición.
Probablemente nadie se habría enterado que existía esta escultura que habría
quedado como una más en el conjunto de obras (no sé si interesantes o no) de la
exposición. Prohibirla es darle una dimensión mediática que no se merece.
Se
ha apelado a la libertad de expresión para defender la inclusión de la pieza en
la exposición, pero se olvida que un director de museo (o de cine, o el dueño
de una zapatería) también tiene el derecho de expresión de defender la línea
ideológica que le parezca la correcta en su institución. Muchas de las
exposiciones que ha hecho el MACBA en sus veinte años de historia a mí en
particular, me han parecido que no merecían el dinero público que se les
destinaba ni ocupar un espacio de todos. Pero eran las que quería su director
en cada momento y mi libertad pasaba por no ir a verlas y punto. Se olvida
muchas veces que a veces defender las libertades de unos suelen conllevar la
falta de libertades para otros.
En
este caso, más que de libertad, insisto, hablaría de cúmulos de errores y para acabar me hago eco de unas palabras de
Juan Bufill en La Vanguardia del
jueves 19 de marzo: “Si no fuese
porque este suceso es penoso, implica a buenos profesionales y afecta al dinero
público y al prestigio de un museo que podría llegar a ser muy importante a
escala internacional, lo cierto es que todo el asunto es irrisorio y
esperpéntico. Internet se va a llenar de críticas contra la dirección del Macba
y la falta de libertad de expresión. Y aparecerá la palabra censura. Sin
embargo, la libertad implica responsabilidad. Y Marí considera que “el Macba no
ha de vehicular ciertos mensajes.”
...............
...............
Escribí estas líneas el jueves 19. El sábado 21
hubo un nuevo capítulo del culebrón. La exposición se inaugura con la falla
dentro. Y yo me pregunto ¿todo este lío que objetivo tenía? Me doy dos
respuestas. Una: publicitar una exposición que de otra manera habría pasado sin
pena ni gloria como la mayoría de las que se hacen en el MACBA. Tras el tsunami
fallero, todo el mundo querrá ver la famosa escultura. De hecho, ayer sábado,
hubo un 48% mas de visitantes de lo habitual en el Museo. Dos: alguien quiere
deshacerse de Bartomeu Mari y le han tendido una trampa estupenda en la que ha
caído con todo su peso. Sea una u otra, o ninguna. El resultado es una imagen
mas que deplorable del museo y de la ciudad.
3
Otra historia de museos, pero más trágica. La barbarie
yihadista sigue matando de forma indiscriminada. Esta vez en el Museo del Bardo
de Túnez donde se guarda memoria del pasado romano y cartaginés de la ciudad.
Un grupo de turistas paseaban por sus salas completamente ajeno a una realidad
agobiante. Podía pasar en cualquier sitio. Pero ha pasado en un museo y eso lo
hace más triste aún.
No hay comentarios:
Publicar un comentario