(preciosas mandarinas dibujadas por Ramon para este blog)
Las
mandarinas son frutas muy especiales. Más dulces que las naranjas, menos ácidas
que los limones, las mandarinas se sitúan en un terreno intermedio entre ambos
cítricos. Como Ivo. El viejo Ivo que se encuentra en medio de una de esas
guerras nacionalistas y de religión, tan absurdas como crueles, que asolaron
los Balcanes en el último tercio del siglo XX. Ivo es carpintero y se ha
quedado solo en un pueblo abandonado donde únicamente vive su amigo y vecino
Markus. Ivo y Markus son estonios, pero su familia lleva instalada en Georgia
de hace varias generaciones. Ivo no se quiere ir de su casa ni de los campos de
mandarinas que cuidan amorosamente entre Markus y él. Pero nadie vive al margen
del mundo y si uno no va a la guerra, la guerra viene a uno. Un estúpido y
violento enfrentamiento entre georgianos que reivindican esas tierras y chechenos mercenarios a sueldo de los rusos,
deja a Ivo con una naranja y un limón metidos en su casa. Lo que pasa en esa
casa, como la mandarina consigue hacer un jugo común con todos ellos, es lo que
cuenta esta película tranquila, de una belleza sencilla que huele a azar a
pesar de la guerra. Una historia que ya se ha contado otras veces. Jordi Batlle
recordaba en su crítica en La Vanguardia
un film de Isasi Isasmendi del año 1961, que se llamaba Tierra de todos con un argumento muy parecido en la guerra civil
española; o el referente obligado de En
tierra de nadie, de Danis Tanovic. Si Mandarinas
tiene interés al margen de su argumento es gracias precisamente a ese tono
sereno sin dogmatismo, respetuoso, donde no hay buenos o malos: solo hay un
hombre digno que es capaz de transmitir esa dignidad a los demás.
Podeis verla en @CinemaCatalunya a Terrassa. Jo ho fare. Gracies Nuria.
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