Tres
películas que he visto esta semana me han hecho pensar en el hacerse mayor. En
una la historia empieza en una (falsa) armonía, se sumerge en el conflicto y acaba
encontrando una (real) armonía. En otra, se vive un paréntesis armonioso entre
dos conflictos, uno que ha quedado atrás, otro que se anuncia en el futuro. La
tercera es una historia de conflicto sin armonía en el horizonte. Es la más
desgarradora.
(La
canción de los King Crimson que da título al film me encantaba
Empecemos
por la primera: El titulo es Formentera
Lady, es la opera prima de Pau Durà y la protagoniza casi en exclusiva José
Sacristán. Sacristán está cerca de cumplir ochenta años, pero Sacristán forma
parte de ese grupo de actores fibrosos, delgados, austeros, que como Clint
Eastwood o Sam Shepard, han hecho de sus arrugas y sus canas un signo de
identidad. Sacristán es, además, un gran actor capaz de dotar de matices a un
personaje desagradable, desfasado, que vive fuera de la realidad. El viejo hippie
que se quedó en la isla de Formentera en una casa sin luz y sin
compañía, es un extraño en el mundo moderno. No sabe estar en él, no lo
entiende. Su falsa armonía viene precisamente de este no querer saber. Samuel
es una reliquia a la que el conflicto en forma de nieto viene a sacar de su
ostracismo a pesar de resistirse con todos sus medios. Cuando Samuel acepte que
ya no es el hippie glorioso de su juventud, aceptará también volver al
“continente”. Podrá ayudar a su hija, podrá cuidar a su nieto. Pero no hay una
imagen más patética que la imagen de Samuel sentado en un parque de Barcelona tocando
el banjo en medio de la ciudad. La armonía real, a veces, es muy triste.
La
segunda se llama Casi 40. La dirige
David Trueba con permiso de su sobrino Jonás. O a lo mejor deberíamos
enunciarlo de otra manera: Jonás hace cine a la manera de su tío David que ha
decidido hacer una película que podría haber hecho Jonás. Bueno dejemos este
galimatías de Truebas para centrarnos en el film que ha reunido de nuevo a Lucia
y a Tristán, los dos adolescentes que protagonizaban La buena vida hace 22 años. Hacerse mayor es duro, para esta
generación que creció en los años de Jauja y del todo vale a la que, de pronto
en el 2008, se les cayó el mundo encima sin estar preparados para afrontarlo.
Lo que sucede en esta road/movie/song, es un paréntesis en la vida de Tristán y
de Lucía. Tristán le propone a Lucía hacer una gira por ciudades de provincia,
esas que nunca salen en el cine, pero que existen y tienen una vida propia,
cantando en pequeñas librerías donde sus canciones, las viejas y la nueva, son
escuchadas con respeto. La película se va contando en dos planos sonoros, los
diálogos de los amigos en el coche mientras recorren Castilla y León, y las
canciones que canta Lucía y que son una biografía en estrofas musicales. También
hay dos planos de imágenes: las del viaje en la carretera, entendida como un
espacio de no tiempo -esta película ilustra muy bien la conferencia que hice
hace un tiempo sobre la carretera en el cine- y las de los hoteles, las
librerías, los bares. En el primer plano prima la palabra y suelen estar ellos
solos; en el segundo plano prima la canción y están casi siempre acompañados.
Me gusta mucho esta película que no quiere dar lecciones de nada, que no pretende
ser un manifiesto generacional, que se limita a mirar a sus personajes con
mucho cariño y a dejarlos vivir en ese paréntesis entre conflictos.
El
tercer film se titula Desaparecer, lo
dirige Josecho de Linares, un joven malagueño formado en la ESCAC y se puede
ver todo el mes de julio en Filmin dentro de la selección del Atlántida Film
Festival. Desaparecer cuenta la
historia de Zurdo, un joven que aun no ha cumplido treinta años pero le falta
poco. Un hombre que vive en conflicto permanente consigo mismo. Zurdo trabaja
en cine, hace años que intenta levantar una película (esta que estamos viendo)
pero todo son dificultades, problemas, escollos. Sus compañeros de piso,
treintañeros incipientes como él, tampoco son mucho más felices: Claudia
trabaja en una tienda de ropa que detesta; Uri prepara unas oposiciones a
notaria que odia; Julia, está a punto de irse a Londres aunque no quiere. Solo
Emma, la extranjera, parece tener alguna idea de lo que busca, al fin y al cabo
ha tomado la decisión de dejar su país y venir a Barcelona a probar suerte con
la música. Estos cinco personajes habitan tres ficciones: la de la película que
estamos viendo, la de la película que Zurdo intenta poner en pie y su propia
realidad, tan desencantada como la de los personajes inventados. Es muy
interesante, a pesar de la precariedad de medios con que está hecha, la
inteligente combinación de imágenes de cine abstracto con los films en super 8
y con la película naturalista que vemos en el ordenador mientras se monta. El
desencanto de esta generación, que a diferencia de la del film de Trueba, ya
creció en la precariedad, es muy doloroso. Pero el simple hecho de que exista Desaparecer como film es un rayo de
esperanza y de luz en el panorama del conflicto. Esta generación saldrá del
conflicto en algún momento y se hará mayor. Espero que además alcance una
cierta armonía.
Recomiendo
mucho las tres películas que abarcan un arco de tres generaciones y que de
alguna manera resumen los últimos cincuenta años de nuestra vida. Como los
resume Fotogramas. O los resumía, mejor dicho, ya que podemos decir con dolor
que Fotogramas ya no existe. Quizás vuelva a salir pero ya no será lo mismo.
Hablar
de Fotogramas me lleva y no lo puedo evitar, ni tampoco lo quiero evitar, a
hablar de mi relación sentimental y profesional con la revista. Fotogramas fue
la primera revista que compré con mi dinero, el que me daban para coger el
metro para ir al Instituto, en el año 1963. Fue la primera revista que
coleccioné desde el año 1970, más o menos el mismo año que Samuel debió irse a
Formentera y yo escuchaba a King Crimson. Fue la primera revista donde
publiqué, (primero escribí en La Vanguardia, pero como revista de cine, fue
Fotogramas) en el lejano año 1984, cuando tenía 34 años, y estaba entre Lucía/Tristán y Zurdo
más o menos. Desde entonces y son otros 34 años, he colaborado con continuidad
en sus páginas, unas veces más, otras veces menos, pero sin cortar jamás.
Fotogramas es un sentimiento. Y eso es lo que no han entendido los señores de
Hearst que han decidido cerrar la redacción de Barcelona para hacer la revista
en Madrid. Nunca será igual, porque Fotogramas está unida sentimental y
emocionalmente a esta ciudad aunque se lea en el mas pequeño pueblo de España. Es esta vinculación la que
la ha hecho singular durante 72 años. Eso no se compra de ninguna manera, eso
no se traslada de ninguna forma. Hearst
ha hecho muy mal negocio cerrando la redacción de Barcelona que además era un
buen negocio. Pero ellos sabrán. En todo caso yo no quiero estar en esa nueva
etapa. Mi vida profesional con Fotogramas se cierra, mi vida sentimental con la
revista se acaba también.
Pero
hay más cosas en este cierre violento e inesperado.
El
cierre de la redacción de Fotogramas en Barcelona, que deja en la calle a nueve
personas, es un síntoma de algo que debería preocuparnos mucho a todos. Salvador
Llopart lo decía muy claro en Facebook: “Esta huida sin retorno habla bien a
las claras de la pérdida de peso específico de la capital catalana en el mundo
audiovisual. ¿Más síntomas? Los pases que escamotean las multinacionales a la
crítica de la ciudad.” Podíamos encontrar muchos mas síntomas. Barcelona ha
dejado de ser un referente en el mundo audiovisual, en realidad, en el mundo
cultural. El progresivo provincianismo de sus autoridades en materia de cultura
va reduciendo su importancia. Cuanto mas se encierran en sus valores
nacionales, menos universal se vuelve la ciudad. No hay vida cultural y si la
hay, es de un solo color y tendencia. La verdad es que el panorama es
desolador, tan desolador como el que viven los jóvenes de Desaparecer, tan patético como Samuel sentado en un banco de un
parque de la ciudad. Pero no quiero ser pesimista. Me he prometido a mi misma
que no iba dejarme ganar por la mediocridad del ambiente. Confío que los genes
multiculturales y libres que ahora dormitan en nuestras calles y librerías y
cines y televisiones, despierten pronto y vuelvan a darle a esta ciudad el
esplendor que se merece. Mientras tanto, guardemos el último Fotogramas que
sale editado en Barcelona. Será una reliquia de un tiempo que definitivamente ha
terminado.
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