¿Qué
es lo que lleva a un director, a un guionista, a basarse en hechos reales para
construir su historia? Esta semana me he hecho esta pregunta al darme cuenta la
cantidad de películas que hay en los últimos meses que empiezan con esa
muletilla “basada en hechos reales”. Hechos, no personajes. Esta es una buena
diferencia a tener en cuenta. Biopics, biografías más o menos noveladas, más o
menos interesantes, de personajes relevantes del mundo del arte, la política o
el deporte, han existido desde que el cine es cine. Pero los “hechos reales”
son otra cosa. No estamos hablando de historias conocidas. Se trata de encontrar
en los sucesos cotidianos y más o menos anecdóticos, temas que den pie a
generar una película. ¿Qué criterios se siguen? Generalmente que exista un
libro, una autobiografía, una biografía, una novela, de la que partir. O
simplemente, que hayan sido noticia en los periódicos ya sea por un acto
delictivo, ya sea por un acto heroico. Pero lo principal, es que encierren una
historia conmovedora, emocionante o desgarradora. Muchas de las películas del
cine negro están basadas en hechos reales, pero no se presentan como tales.
Recordemos el caso de Malas Tierras,
de Malick, inspirada en los dos adolescentes criminales Charlie Starkweather de
19 años y Caril-Ann Fugate de 13, que asolaron las tierras de Montana con una
serie de gratuitos asesinatos. Su historia no solo dio pie a esta magnífica
película. Sobre ella se han hecho por lo menos cuatro más: True Romace, Corazón Salvaje, Kalifornia y Asesinos natos.
Pero
la moda que ahora invade las pantallas no es exactamente la de los
delincuentes. Si nos fijamos en las películas nominadas a los Oscar que se
otorgan esta noche podremos darnos cuenta de que tipo de personajes se han
puesto de moda: Alan Turing en Imitation
of Game, Martin Luther King, en Selma, Stephen Hawking en La teoría del todo, Cheryl Strayed, en Alma salvaje, John Du Pont, en Foxcatcher. Veamos: un científico
desconocido para el gran público; un científico mediático del que sin embargo
solo sabemos la anécdota de su estado físico; un político que está en la
historia; dos personajes anónimos de los que jamás habíamos oído hablar si no
fuera por el cine o por los libros que se han escrito de ellos. Todos basados
en hecho reales, en personas muertas o vivas. Eso es importante también: no
hace falta estar muerto para que hagan una película sobre tu vida. Sobre este
tema se podría hablar mucho, pero de momento me paro aquí.
En
esta lista de oscarizables me he dejado un título muy importante. El francotirador de Clint Eastwood. Este
film merece un texto aparte.
2
He
repasado la filmografía de Clint Eastwood y de sus 37 películas como director,
ocho están “basadas en hechos reales” . Son
muchas y demuestran dos cosas. La primera y fundamental: Eastwood tiene las
antenas puestas en la realidad y está atento a lo que sucede. La segunda, es
que Eastwood es fiel a sus criterios; le gusta el cine de Huston, hace Cazador blanco, corazón negro; le interesa la figura de Mandela,
hace Invictus; quiere entender cómo
funciona el FBI, hace J. Edgar. Le
gusta la música popular , hace Jersey Boys y
como en el jazz es quizás la música más cercana a él, hace Bird como homenaje a esa música, a esa época, a esos seres inmensos
que se perdieron en la creación de la música y por extrapolación en la
creación. Con estas películas Eastwood no está haciendo biopics mas que en un
caso, Invictus. En los demás, hace
cine “basado en hechos reales”. Para aquellos que se preguntan cuál es la tenue
diferencia entre un biopic y una película sobre alguien, no tengo una respuesta
muy clara, pero si una teoría que nada tiene que ver con la calidad de las
películas. En un biopic, el personaje es lo que prima; en una película sobre un
personaje, es la mirada del director y del guionista la que es importante.
Me
he vuelto a alejar del Francotirador. El francotirador es una
película de guerra. Ya sabemos que a Eastwood le interesa mucho la
guerra, la violencia colectiva o individual. En este caso, la historia de Chris Kyle, el mejor francotirador del
ejército americano en la segunda guerra de Irak, le da pie a volver a este
tema. Y volver desde una perspectiva distinta. No se trata de recrear un
momento fijado en la memoria, Banderas de
nuestros padres, o llenar de emoción unas cartas desde la muerte, Cartas desde Iwo Jima. En este caso se trata de comprender que le
pasa a un hombre que se ha creído que debe salvar a su país haciendo lo que
mejor sabe hacer: disparar con gran precisión. Eastwood leía la biografía de
Kyle cuando le llamaron para preguntarle si quería dirigir la película. Tiene
85 años, ya no tiene que demostrar nada a nadie. Pero dijo que sí. Y me
pregunto porque dijo que si a contar la vida de un hombre enfrentado a un
terrible dilema: sabe que tiene que matar
impunemente a seres humanos que no se pueden defender de él, pero también sabe que con
esas muertes, salva la vida de sus compañeros, de los soldados, de los marines
que se arriesgan en las calles en una guerra sin enemigo visible. Esa
contradicción no le deja vivir y le impide adaptarse a la vida cotidiana al
volver a casa y por eso, como el protagonista de En tierra extraña, se reengancha una y otra vez para volver al
centro del conflicto. La figura del francotirador es muy controvertida. Hay
algunos convertidos en héroes, el soldado soviético que mantuvo en vilo al
ejército nazi en Stalingrado, es uno de ellos. Otros son simples asesinos amparados
en el manto de la guerra: los francotiradores que convirtieron Sarajevo en una
trampa mortal para cualquier ciudadano que se moviera por sus calles sin
necesidad de ser ni enemigo ni una amenaza. En este caso, el francotirador de
Eastwood solo mata para defender a los suyos. Y aún así, la contradicción es
enorme. Eso es lo que te queda en la cabeza después de ver esta película.
Recuerdo que al acabar de verla pensé, no me gusta. No me gusta porque no
reconozco al Eastwood seco y frío por fuera y cálido por dentro de Banderas
o Million Dollar. Y sin
embargo, pasan los días y la peli me va ganando en la memoria. Lo que me
parecía pereza del director ante su personaje, va virando hacia una sensación
de ambigüedad. Eastwood no juzga, ni ensalza, ni condena. Expone y mira. Y nos
hace mirar a nosotros mismo sin jugar con nuestros sentimientos.
3
Una
simple acotación. Es la primera vez que veo una batalla contada en directo por teléfono. Una conversación entre el soldado en
Irak y su mujer en el supermercado mientras vuelan las balas y las bombas. Maravillas
de los tiempos que nos han tocado vivir.
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