Ayer estuvimos en la Nau Gaudi de Mataró, sede de la Col·lecció Bassat. Vimos cuadros muy interesantes, algunos más que otros.
Pero tengo que reconocer que me
emocioné cuando me encontré con un
retrato de Maria Girona, pintado por Ràfols -Casamada en 1947, cuando los dos tenían 24 años. Me
emocioné por la calidez del cuadro, pero sobre todo me hizo pensar en que Maria
había muerto hacía pocos días sin que nadie se hiciera eco como se merecía una pintora
de su enorme calidad. Maria tenía la habilidad de convertir las cosas pequeñas,
flores, jarrones, paisajes, en objetos sublimes que te llenaban los ojos de belleza. Maria era especial, la recuerdo en
distintas épocas de su vida. Especialmente la recuerdo en el lejano año 1968, en que le
teníamos tanto respeto y cariño a ella y a Albert, que les pedimos ser nuestros
padrinos de boda en una de las primeras bodas civiles celebrada en Barcelona.
El retrato de Maria en la Nau Gaudí me ha devuelto a la Maria de entonces que es con la que me quiero quedar.
Ramón me ha enviado esta foto de la que ni siquiera
sabía que existía. Me imagino que es de mediados los años ochenta en el estudio de la calle Acacias, en la época
en que Ramón exponía en la Galería Ciento. Ver esta foto justo hoy que nos
hemos enterado de la muerte de Marisa Díez de la Fuente, o “de la Ciento”, me
produce una inmensa tristeza y melancolía.
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