GOOGLE MAPS DE LOS SENTIMIENTOS
(google maps de Lavapiés)
Por
fin se ha estrenado Hablar, de
Joaquín Oristrell. Y no podía haberlo hecho en mejor momento. Justo después de
las elecciones municipales que han provocado diversas convulsiones y se hace más
urgente que nunca HABLAR para intentar cambiar algo el paisaje de nuestras
ciudades. Hablar pasa en Madrid, una
noche de verano del 2014, en el barrio de Lavapiés. Está rodada en un plano
secuencia de 75 minutos de duración. Oristrell rodó cuatro veces el plano y al
final escogió la toma en la que todos estaban mejor. Hablar es un experimento cinematográfico y sociológico. Un film del
que vale la pena HABLAR. ¡Qué concepto tan bueno el de hablar¡ Pero aún mejor el de
escuchar, o el de entender, o el de comunicarte con alguien, por teléfono, con
un libro, con un mapa, en el teatro, en la calle, en un bar..La
película me ha gustado por lo que tiene de Cine de Barrio. De cine de
proximidad, de algo cercano. Es una radiografía de la situación más
rabiosamente contemporánea.
También
es irregular, no todas las historias funcionan igual, unas son hilos de los que
tirar para hacer un largo con ellas, otras se acaban en sí mismas, unas son más
redondas que otras. Pero todas tienen un poso de realismo, de cercanía. Es cine
militante sin dogmatismos. Cine de lenguaje. Aunque el artefacto del plano secuencia
se imponga y a veces obligue a unos quiebros mas forzados, el resultado acaba
por ser una especie de google maps de los sentimientos y las personas que
pueblan nuestra cotidianidad.
Lo
que más me ha interesado, con todo, no tiene que ver directamente con la
película sino con algo más general. Tiene que ver con una especie de género
nuevo que está apareciendo en el cine español con, de momento que yo sepa, tres
títulos como banderas: Gente en sitios,
de Cabestany, Murieron por encima de sus
posibilidades, de Lacuesta y este Hablar.
Las tres tienen un conjunto de actores coral y variado (es curioso que sea Raúl
Arévalo el común denominador en las tres), buscan representar el ahora y el
aquí y lo hacen utilizando mecanismos de producción nuevos, o en todo caso,
distintos. Habrá que empezar a buscarle un nombre a este género.
HUMOR METAFÍSICO
(dibujo de una vaca de Zoe Elías hecho en un taller de Ramon Herreros)
Vi P’tit
Quinquin en el Festival de San Sebastián del año pasado. Entonces escribí
en este blog:
“No podía empezar mejor mi festival. Con una serie de
televisión francesa dirigida por Bruno Dumont. Si,el de L'humanité,
Claro que si recuerdan aquella asfixiante película, ya pueden imaginarse que no
se trata de una serie muy convencional. Para nada. P'tit
Quinquin sucede en los mismos
paisajes que son su habitat natural, las playas del Canal de la Mancha, los
bunkers, las granjas, el mar. Hay asesinatos, muchos y muy extraños, casi tan
extraños como el de la niña que desencadena la trama de L'humanité. Pero
Dumont se ha hecho mayor y ha comprendido que para explicar algunas cosas el
humor es muy útil. y por eso se ha inventado un nuevo género: el humor metafísico. Y ha creado una
pareja de policías que pertenecen a la genealogía de los Dupont Dupond. Una
mezcla imposible de Groucho Marx y Stan Laurel intentando descifrar que pasa en
ese pequeño pueblo donde el diablo ha sentado su dominio. Tres horas que pasan
volando, unos niños malhumorados, racismo y secretos. Dumont es capaz de crear
imágenes insólitas (la vaca saliendo del bunker), situaciones absurdas (la misa
de funeral es hilarante) y personajes inesperados. No se si alguna vez se podrá
ver esta serie en cine o en televisión, pero desde aquí emplazo a los
distribuidores a comprarla si no lo han hecho ya”. Veo que al final
alguien decidió comprarla. Su estreno me llena de alegría. Ahora la podrá
disfrutar todo el mundo.
(por una vez, y sin que sirva de precedente, utilizo una foto de la película)
Los
insólitos peces gatos es una de esas películas que puede pasar desapercibida. Y me
sabría mal, porque es de esas películas que merecen no pasar desapercibidas. Los
insólitos peces gatos son casi tan insólitos como Claudia, la joven
protagonista de este film mexicano. Claudia vive sola en su pecera particular,
sin comunicarse con nadie, a no ser los pocos clientes de su puesto de promoción
de salchichas en un gran supermercado. El dÍa que Claudia tiene un ataque de
apendicitis y acaba en un hospital su pecera se rompe y se ve arrastrada a
convivir con otros peces, de todo tipo, en una familia que la acoge con toda la
naturalidad del mundo sin cuestionarse de donde ha salido esa chica callada y tímida.
Una familia en la que la figura de la madre Martha, es el eje entorno al que
giran todos. Claudia se une a esa extraña comunidad y aprende a querer y a ser
querida, aprende a convivir incluso con el dolor y la muerte. Largos y serenos
planos secuencia describen su relación con Martha, sus tres hijas y su hijo, en
un film que traduce una enorme sensibilidad hacia la enfermedad, el sida, que aquí
se vive de una manera completamente inesperada. Los insólitos peces gato es una película
positiva e incluso feliz.
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