Lejos del
mundanal ruido
es una gran novela romántica que Thomas Hardy publicó en 1874. Todos los temas
habituales de su narrativa están ahí en estado puro: las diferencias de clase,
la tranquilidad aparente de la vida rural, la independencia de una mujer fuerte
en un mundo de hombres, el amor y la violencia. La novela tuvo un enorme éxito,
los lectores se entregaron a la lectura apasionada de los amores de Bathsheva
Everdeen sumida en la duda entre tres hombres que la aman: Gabriel, el hombre
fuerte, Boldwood, el hombre rico, y
Frank, el hombre guapo. Tres vértices de un triángulo que Bathsheba intenta
controlar.
John
Schlesinger hizo una adaptación de la novela en 1967 con Julie Christie en el
papel de Bathsheva y Alan Bates en el de Gabriel en una película que de alguna
manera entroncaba con el movimiento hippie de la época. Bathsheba era una mujer
libre y su espíritu de rebeldía respondía más a las reivindicaciones feministas
de mediados de los años sesenta que a las de finales del siglo XIX. Fue una
película importante que consagró la pareja Christie/Bates como una de las más
potentes en la pantalla, hecho que confirmaron tres años después en El mensajero de Joseph Losey.
Ahora Thomas Vinterberg ha decidido volver a
esta historia y lo hace con una mirada muy contemporánea. No importa que la
historia siga pasando en 1870 en la Inglaterra rural y conservadora. Igual que
sucedía con la de Schlesinger, Vinterberg habla de ahora mismo desde el
escenario del pasado. Y ese ahora mismo pasa por una relación menos
condicionada por la lucha de clases y la
reivindicación feminista. Pasa por una
narración menos prolija en los detalles y más elíptica en las ideas. Vinterberg
deja que el espectador imagine los saltos emocionales de Bathsheva con los tres
hombres sin subrayar ninguna línea de conducta. Y consigue que entendamos mejor
a Gabriel y su posición de observador, como también entendemos mas a Bathsheva
que no es una joven caprichosa sino una mujer dispuesta a hacerse un lugar en
la sociedad. Hermosa en sus paisajes y escenarios, emocionante en sus
interpretaciones, especialmente en la pareja protagonista Carey Mulligan y Matthias Schoenaerts, esta nueva versión de
la novela de Thomas Hardy no debe confundirse con una serie de la BBC
aunque por su tema y su ambientación lo
parezca. Es cine clásico, ese que a veces pensamos que ha desaparecido de
nuestras pantallas.
(este cuadro de Ramon que se titula La montaña. tiene mucho que ver con Sils Maria)
Lejos
del mundanal ruido pasa también la historia de Viaje a Sils Maria, juego de espejos que Olivier Assayas ha
construido en torno a Juliette Binoche y su personaje de María, la actriz
madura que debe enfrentarse al paso del tiempo confrontada a dos imágenes de la
juventud: la de su asistente Val y la de la joven actriz Joan-Ann Ellis. Pero a
lo que realmente se enfrenta María es a algo más potente, se enfrenta a la Serpiente
de Maloja, un extraño fenómeno atmosférico que en forma de nube serpenteante
entra en el valle de Maloja en Suiza convirtiéndolo en un paisaje romántico y
fantasmagórico. Assayas encierra a sus dos protagonistas lejos del mundanal
ruido en una casa en Sils, nombre que evoca a Nietzsche, donde ambas viven su
vacío emocional intentando una imposible aproximación. En esa casa en Sils, en
medio de las montañas, María y Val ensayan la obra La serpiente de Maloja en la que María asume el papel de Helena, la
mujer adulta veinte años después de haber sido Sigrid, la mujer joven. En un
continuo juego de espejos que se pueden leer a tres niveles: el texto de la
obra, la relación de competencia entre María y Val y la propia e interna
relación de Juliette Binoche y Kristen Stewart, el film se mueve en el terreno
del pensamiento, dejando las emociones fuera de ese juego. Quizás porque eran
demasiado peligrosas, quizás porque el paralelismo con la realidad de ambas
actrices era demasiado cercano y podía
provocar un dolor innecesario, Assayas tiende a relativizar ese enfrentamiento
y prefiere colocar a sus personajes frente a una realidad mucho más poderosa,
la montaña, el imponente espectáculo de la naturaleza en todo su esplendor.
María y Val son dos fuerzas de esa naturaleza, por eso son importantes. La
tercera en discordia, la actriz joven y ambiciosa, no tiene nada que hacer frente a ellas. No es más que un producto
prefabricado que no merece ser colocado en el paisaje, por eso nunca la vemos
en las montañas.
(Tengo
que agradecerle a Olivier Assayas que me haya descubierto el film de Arnold Frank,
Das Wolkenphänomen von Maloja,
rodado en 1924. En este enlace se puede ver el corto. Dura 10 minutos)
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