Latin Lover se titula la
película de Cristina Comencini que absurdamente han llamado aquí Mi familia italiana. Absurdamente porque
si hay alguna familia, y la hay, no es
precisamente italiana sino multicultural, casi transnacional. Latin Lover es un título que le va muy
bien a la historia de este actor, seductor, guapo, maravilloso, homenaje nada
encubierto a dos de las figuras emblemáticas del cine universal, Marcello
Mastroianni y Vittorio Gassman. Un latin lover que dejaba una hija en cada país
donde trabajaba, una italiana como es natural, una francesa, una española, una
americana, una sueca y quizás alguna más. Cinco hijas como cinco soles, dos
esposas, una italiana y otra española y algún
verso suelto que aparece a media historia. Viendo la película y después
de escribir este párrafo, pienso que este film debería llamarse Mujercitas, o
mejor aun Mujeres. La sombra de Saverio Crispo es muy alargada y protege bajo
el manto de su seducción a este conjunto de mujeres y un hombre, que viven de su
recuerdo y de su memoria y que en un fin de semana donde se le rinde un
homenaje en su pueblo natal, descubren que quizás, solo quizás, había alguna
zona oscura en su comportamiento exuberante y latinlovero.
Cristina
Comencini, heredera de uno de los grandes directores de la comedia
italiana donde brillaban Mastroianni y Gassman, dirige este film alegre, libre,
feliz, luminoso, una historia de hermanas y de amigas, de celos y de
complicidades, llena de humor, a veces ácido, pero siempre amable en el
que cuatro de las cinco hijas y las dos
madres consiguen una química perfecta. En este verano más que caluroso,
bochornoso y horrible, refugiarse en esta casa de la campagna con estas mujeres
es garantía de pasar un buen rato con una película sencilla, inteligente y
evocadora.
2
Las
actrices/hijas del film son todas estupendas: Angela Finochiaro, Valeria
Bruni-Tedeschi, Candela Peña, Pihla Vitala; los chicos están mas que bien,
sobre todo Lluis Homar, protagonista de una secuencia que es un regalo para
cualquier actor. Pero yo me quedo con las dos madres: Virna Lisi, guapísima y
elegante en el que sería su último trabajo. Virna Lisi tenía 77 años cuando
rodó esta película en la que brilla con luz propia demostrando que la edad bien
llevada, asumida con naturalidad y con dignidad no solo no es un problema, sino
un añadido de belleza. A su lado, Marisa Paredes, diez años más joven, también
da una lección de belleza y de saber estar. A pesar de que le toca bregar con
un personaje enfadado y malhumorado, Marisa acaba por apoderarse de la pantalla
especialmente cuando decide mostrarse casi a pelo, mejor dicho sin pelo, en un
tour de force que muy pocas actrices, en realidad muy pocas mujeres, pueden
asumir sin miedo. Marisa supera la prueba con creces y demuestra que no ha
perdido nada de su elegancia y su atractivo. Sus arrugas hablan de una mujer
que ha sabido vivir y que ha disfrutado mucho de la vida y de su trabajo. Sigue
siendo una mujer muy hermosa que roba escenas sin esfuerzo. Su Ramona, es una
Becky del Páramo que se ha hecho mayor y es mucho mas divertida. Pero sobre
todo, nada almodovariana. Comencini demuestra que se puede hacer comedia coral
con mujeres sin parecerse en nada al director manchego. Lo cual no deja de
tener mucho mérito.
3
Hace
unos días estuve en Madrid y vi una exposición que me gustó mucho en el Museo Thyssen: Vogue like a painting. Son imágenes de
grandes fotógrafos que evocan cuadros famosos, a veces literalmente otras
por su atmósfera. Es una exposición preciosa que invita a imaginar mundos fantásticos de bosques, jardines, castillos. Pero si hablo de
ella aquí es para justificar la foto que encabeza este post de mujercitas. Es
una foto de Peter Lindbergh que forma
parte de la serie Una tarde encantada.
Cuando la vi, no pude menos que pensar en la película de Cristina Comencini y
como las casualidades hacen que las cosas que uno vive se liguen entre sí. Si
están en Madrid o van a Madrid, no dejen de ir a verla, vale la pena. Y si a la
salida se acercan a ver Mi familia
italiana, aun mejor.
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