Esta
semana hay tres noticias que me producen una enorme tristeza.
1
La
campaña de destrucción del pasado más antiguo emprendida por el Ejército Islámico
en Palmira, tras lo que ya hizo en Irak y en otros lugares, solo se puede
calificar de asesinato de la cultura, de la civilización. Cuando una parte de
la humanidad es incapaz de comprender que el pasado nos sostiene y nos lleva
hacia adelante; cuando en nombre de la ideología, la religión, el nacionalismo
o la simple barbarie se quiere eliminar los vestigios de una historia que es la
de todos, se está cayendo en uno de los más horrendos crímenes de la humanidad:
modificar la historia en función de los deseos de unos pocos para controlar y
manipular ese pasado únicamente en beneficio de los intereses de los que se
creen poseedores de la única verdad.
Asesinar al arqueólogo responsable de las ruinas de Palmira es algo espantoso;
volar los templos milenarios de Baalshamin, como los Budas hace ya tantos años,
es algo bochornoso y que nos sume en la más terrible de las eras negras.
Especialmente cuando desde Europa no se
hace nada para evitarlo y se mira de reojo condenándolo pero en realidad no haciendo
casi nada para evitarlo e incluso permitiendo que algunas ideas semejantes
crezcan en su propio seno.Borrar una parte de la historia común,
reescribirla al gusto de quién controla
la educación, negar lo que no interesa y construir una ficción nueva que se
ajuste a los deseos de unos pocos es, desde luego, muy diferente que volar un templo, pero
en el fondo, no está tan lejos: la ideología que hay detrás de ambos hechos es
muy parecida.
2
China
hace aguas y si el gigante del este se hunde se llevará buena parte de nuestro
mundo, de nuestra forma de vida, de nuestra civilización. Los chinos consiguieron,
con el permiso de la comunidad internacional, cuadrar el círculo de la
perversión uniendo el capitalismo más salvaje e incontrolado, el que tiene
menos respeto por la vida, la naturaleza
y la gente, con el comunismo más feroz e intransigente, el que se apoya en un
control férreo de la población reducida a simples productores que pueden ser
manipulados como si fueran robots. El accidente en la fábrica de Tianjin es la
prueba de esta horrible combinación: falta absoluta de seguridad y condiciones
de trabajo en aras de una más rápida y conveniente explotación: resultado,
muertos, heridos y una zona devastada por la contaminación química. A eso se
suma el caos en la bolsa en China que amenaza con arrastrar en su caída en
picado a otros mercados internacionales.
En
Europa hemos dejado impunemente a los chinos que nos colonizaran lenta y
silenciosamente, que acabaran con un tejido de relaciones basado en los
comercios de barrio, que devaluaran sin
ningún rubor la calidad de los productos que nos vendían. El resultado
inmediato fue que todo era más barato (y más malo, también) pero el resultado a
la larga es que si China se hunde y deja de abastecer estos comercios que como
un cáncer se han extendido por toda nuestra geografía se producirá de pronto,
un vacío: las tiendas y bares de siempre ya no existen, los chinos ya no
servirán. Lo tenemos merecido.
3
La
crisis de la inmigración en Europa con fronteras abarrotadas de gente que huye
de la miseria, el miedo, la muerte. Es una imagen dantesca o medieval. Murallas
levantadas en las fronteras intentando contener una avalancha humana como no se
había visto desde hacía siglos. La barbarie, una vez más, es el principal
motivo de este éxodo masivo. La barbarie y la falta de contundencia del mundo
occidental en atajar comportamientos inhumanos en países que nos caen lejos.
Mirar para otro lado cuando se está masacrando a las poblaciones civiles de
Oriente Medio y del África Subsahariana no sirve más que para levantar muros de
incomprensión físicos y mentales.
Me
doy cuenta que en las tres noticias aludo a la indiferencia o tolerancia
de Europa en este cúmulo de
despropósitos. Creo que si de verdad existiera una Unión Europea fuerte,
algunas de estas cosas se podrían encarar con mas contundencia. Mientras en
Europa el único tema dominante sea la economía y el dinero, las cosas no se
solucionaran. Soy de las que piensan que hay que luchar y mucho, por construir
esa otra Europa de las personas, no de los estados (viejos o nuevos), no de las
naciones (reales o inventadas), no del dinero (siempre de los mismos, nunca de
todos). Una Europa de la gente y para la gente. De utopías también se vive.
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