(se puede apostatar de la iglesia, pero no de la belleza de sus ruinas románticas)
“Veiroj es un apóstata del lenguaje cinematográfico de la
mayoría, un rebelde contra los modos de narración y puesta en escena
habituales. Algo que, por principio, es magnífico. Otra cosa son los resultados”
No puedo estar más de acuerdo con estas palabras de Javier Ocaña en su crítica
de El
apóstata en El País.
El
apóstata se estrenó en el festival de San Sebastian donde generó una
división de opiniones entre la crítica y el público. No hay término medio con
este film inclasificable. O te gusta o lo odias. Se le acusaba de poco
verosímil en el proceso de apostatar; se le comparaba con la comedia madrileña
de los años 80. Y sin embargo, consiguió una mención del jurado y el Premio
Fipresci. ¿Qué tiene la tercera película de Veiroj para provocar tanto radicalismo?
Creo que la respuesta está en la frase de Ocaña. Esta película es toda ella una
apostasía, un abandono de cualquier regla que se pueda invocar. La anécdota, el
macguffin si quieren, se centra en un eterno adolescente que pretende abandonar
la Iglesia Católica en la que ha sido bautizado porque quiere dejar de
pertenecer a esa religión. Pero en ningún momento el film se plantea como un
relato naturalista del simple y sencillo acto de apostatar. Al contrario, se
sumerge en un proceso kafkiano y sin angustia que no esconde la doble verdadera
apostasía del film: la del personaje que en realidad quiere abandonar esta
sociedad burocrática, estratificada, regulada, donde todos tenemos asignado un
sitio, un número y un cartel para ponernos en la cabeza o colgarnos del cuello; y la del director que lanza un alegato contra el naturalismo costumbrista y el
realismo que lo alejan de la comedia madrileña de Colomo o Trueba, no datando voluntariamente la historia, pasa ahora mismo
pero no hay ni móviles ni ordenadores, ni
cediendo a las reglas del raccord, la iglesia del principio y la del
final son distintas, ni preocupándose demasiado por si su actor es bueno o
malo. Veiroj no retrata la sociedad que le rodea en
ningún momento, mas bien se inventa un contexto acontextualizado. El apóstata es una película que le habría gustado mucho a Buñuel,
al Buñuel mexicano que trabajaba con actores tan malos como Jorge Negrete o que
se inventaba un obseso sexual como el Arturo de Córdoba de Él. No quiero comparar con esto a Veiroj con Buñuel, aunque me
gustaría mucho ver que decían algunas de nuestras plumas críticas y desde luego
el público, si El ángel exterminador
fuera la tercera película de un director joven y poco conocido.
Partout ailleurs, il se sentait exilé. En todas partes se sentía
exilado.
Dans ce vaste pays qu'il avait tant aimé, il était seul. En
este gran país, que había amado tanto, estaba solo.
Estas
dos frases son del cuento L’Hôte/El
huésped de Albert Camus en el que se basa la película Lejos de los hombres. Digo se basa porque el film de David
Oelhoffen va un poco más allá del relato de Camus. Manteniendo su esencia y
prácticamente su historia, entre la primera frase del principio del cuento y la
última que lo cierra, ambas presentes y mucho en la película, el guionista y
director construye un western sin caballos, una Jauja sin estrellas, un viaje de
dos hombres diferentes que aprenden a entenderse mientras cruzan las montañas
rocosas y el duro desierto y se encuentran con la crueldad del ser humano, ya sea la de los
rebeldes, ya sea la del ejército francés. Daru, el maestro que interpreta Viggo
Mortensen casi como una prolongación de su capitán danés en Jauja, es un personaje exilado: nació
ahí mismo, en pleno Atlas argelino, de padres andaluces a los que llamaban Los
caracoles. Pero Daru es un francés para los árabes y un árabe para los franceses.
No se siente de nadie más que de ese país que tanto ama y del que finalmente se
verá expulsado. Como Camus, que escribió este cuento ambientado en 1954,
publicado tres años después en el libro El
exilio y el reino, el mismo año que le fue concedido el premio Nobel. Solo
quiero añadir una cosa. Si este film existencial funciona y engancha es gracias a la química entre
Viggo Mortensen y Reda Kateb. Tanto por físico, como por edad y maneras de
actuar, el duelo entre los dos actores es una de sus grandes bazas.
Y
ya que hablo de actores quiero dedicar unas líneas para el libro A los actores de Manuel Gutiérrez
Aragón. Un libro de ensayo cinematográfico mas que de anécdotas, un texto
autobiográfico al mismo tiempo que un canto de amor a los actores sin los
cuales, el cine no sería cine. Una lección que todos los que quieren dirigir
deberían leer con mucha atención. Y que todos los que disfrutan con el cine y
los actores, estaría bien que conocieran para apreciar mejor lo que significa
trabajar con personas llenas de contradicciones. Para acabar esta entrada sobre apostasías me quedo con una frase del libro:
¿A qué realidad
nos referimos cuando decimos que la cámara la reproduce fielmente? Esa realidad
es una realidad intervenida. El tanto de realidad que el cine reproduce tan
fielmente no es la realidad en la que
nos movemos los ciudadanos, es la realidad en la que se mueven los actores para
convertirse en personajes, que no es lo mismo.
Una reseña sobre El apóstata que no tiene voz propia. Vidal, algunas claves para el espectador que ayuden a comprender la película. Qué importan los gustos de los otros? No más citas de críticos ciegos y más información de la película. Usted qué piensa? Mañana la ponen en los Icaria, vamos?
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