(todas
las fotos las hice en San Sebastián los días del festival)
Un
festival de cine es el lugar perfecto para darse cuenta de la riqueza y la
diversidad del mundo. Para apreciar la cantidad de lenguas, paisajes,
historias, que hay en todas partes. Pero también para comprobar que lo que
emociona, divierte y preocupa a unos y a otros es muy parecido. Sea en Islandia o en Chile; en
Georgia o en Japón; en España o en Canadá; en Irán o en Venezuela, las gentes
somos iguales y tenemos los mismos problemas. Si como decía Edgar Reitz el cine es nuestro heimat cultural, un
festival como el de San Sebastián es la celebración absoluta de este heimat colectivo.
Un
festival son las películas y de ellas hablaré en breve. Pero un festival es muchas
más cosas. Es, por ejemplo, el escenario ideal para lanzar un discurso lúcido,
inteligente, irónico como el que hizo Fernando Trueba al recoger el Premio
Nacional de Cinematografía: “Que le den un Premio Nacional a una persona como
yo, es medio incorrecto. Yo siempre he estado a favor de que hay que destruir
las fronteras, no hay que poner ninguna nueva.” No puedo menos que suscribir
sus palabras, yo tampoco creo en las fronteras y mucho menos en las uniones
artificiales y obligadas. También el festival es un espacio privilegiado para
que críticos de distintos países compartan sus inquietudes. Como hicieron el
argentino Diego Lerer y el español,
Jaime Pena, debatiendo los problemas comunes que tenemos todos los que
intentamos vivir de la escritura sobre cine. Y desde luego, un festival es el
lugar donde se construye el cine del futuro gracias a los foros de coproducción y sobre todo gracias a Cine en construcción, esa sección que un
día hace ya muchos años se inventó el festival, convertida ya en un referente
imprescindible para el cine
latinoamericano.
Y
ahora sí, las películas. He estado solo cinco días y me han faltado horas para
ver lo que se ofrecía. Pero de todos modos he visto mucho cine en este
festival. Y digo cine y no películas, porque a veces, en un film hay una
secuencia, una idea, que destella por encima del conjunto y aunque el resultado
final no sea redondo, se queda en la memoria por mucho tiempo. De esos momentos
privilegiados es de los que quiero hablar.
Sunset Song, de Terence
Davis. En este épico film sobre el amor a la tierra escocesa, me quedo con sus
canciones populares, sus líneas de horizonte y sobre todo con esa mujer, Chris,
que como la Escarlata O’Hara de Lo que el
viento se llevó, sabe que la tierra de Blawearie significa mucho más que
una granja para vivir.
Truman, de Cesc Gay.
Hay muchas cosas en este emocionante film, pero si me tengo que quedar con una
(ya volveré a Truman en su estreno)
es con la mirada de ese perro magnífico. Una mirada que entiende el dolor que
está pasando su amo; una mirada de sensibilidad y de complicidad. Los ojos de
Truman se meten dentro del alma del espectador.
Evolution, de Lucile
Hadzilhillovic. El imaginario de esta directora belga crea mundos acuáticos y
misteriosos, poblados de mujeres anfibias y niños mutantes. Es fantástico y
fascinante. Y se presta a múltiples lecturas. A mí me gusta una. Hay dos
universos inabarcables y desconocidos: el del espacio y el del interior del
cuerpo. Para mí, esa isla, ese mar, ese proceso de mutación, no es otra cosa
que la gestación en el vientre de la madre, la preparación para un nacimiento inminente.
Seguramente la directora me miraría con ojos de susto, pero es así como me
gusta contar este inquietante film.
Mi gran noche, de Álex de la
Iglesia. Del desbordante, exagerado y barroco film de Álex, me quedo con toda
la primera parte del film que culmina en la aparición de Rafael travestido de
Drácula/Darth Wader. Es un momento espectacular.
The Propaganda
Games,
de Álvaro Longoria. Estupendo documental sobre ese lugar misterioso y oculto que
es Corea del Norte. Intuir, más que ver,
lo que sucede en ese reino del terror entregado al líder máximo, es muy
revelador. Sobre todo cuando el director intenta que un ama de casa le explique
que está cocinando y le pide que le enseñe que tiene en la nevera. Ella se
niega ¿Qué tendrá en la nevera? ¿Tendrá algo?
El botón de nácar, de Patricio
Guzmán. Toda la parte dedicada al agua y su importancia indiscutible para la
vida, su relación con el cosmos, su magia, es realmente hermoso. Pero Patricio Guzmán
desaprovecha la ocasión de hacer un documento único cuando conduce el film una
vez más a su mono tema: los desaparecidos de la dictadura pinochetista. Lástima.
Amama, de Asier
Altuna.¿Cine antropológico? Quizás. Retrato de un mundo, seguro. Memoria de
una forma de vida que desaparece, también. El bosque, la tradición, los
árboles. El paisaje del caserío se te queda dentro. En comparación, el mundo
moderno y las video instalaciones salen perdiendo en todos los aspectos.
Hitchcock/Truffaut, de Kent Jones.
Lo mejor que he visto en Donostia. Una lección de cine en toda regla. Oír la
voz de Hitchcock en las cintas que grabó Truffaut para su mítico libro, es un
regalo para cinéfilos y no cinéfilos. Un film imprescindible que debería verse
en todas las escuelas, las de cine por supuesto, pero en las otras también. Un
documento que deja huella.
Vida sexual de
las plantas,
de Sebastián Brahm. De este curioso film chileno, excelente retrato femenino de
una mujer con múltiples contradicciones, me quedo con el arranque en la
montaña, las piedras, el paisaje, la flor. Lo demás también me interesa, pero
ese principio marca el tono de toda la
película.
Desde allá, de Lorenzo
Vigas. Reciente León de Oro de Venecia, este film venezolano no sale bien
parado de las expectativas que el premio produce. Desde allá es un trabajo correcto, bien filmado con una cámara que
distorsiona los personajes en un semi expresionismo, pero no va más allá del
allá donde comienza.
El desconocido, de Dani de la
Torre. Esta película, que se estrena esta semana, es un film de acción
espectacular localizado en A Coruña, una ciudad que merece convertirse en uno
de los escenarios destacados de nuestra geografía. Tosar encarna un hombre
atrapado en un coche con sus hijos. Un desconocido ha puesto una bomba bajo su
asiento y él no se puede mover. Lo de menos es el problema que provoca la
situación, (un guiño a la crisis y a la maldad de los bancos), lo que interesa
es la habilidad de De la Torre para mantener el pulso de este suspense urbano.
The Boy and the Beast, de Mamoru
Hosoda. La
apuesta del festival por el cine de animación japonés. Un cuento de iniciación
con el fondo del mundo de Murakami y la sombra de Miyazaki. Un film para niños
y para adultos al que lo único que se le
puede reprochar es su larga duración.
El apostata, de Federico
Veiroj. La película más incomprendida del festival. Se estrena la semana que
viene y volveré a ella porque da mucho juego para hablar de muchas cosas.
Taxi Teherán, de Jafar
Panahi. El cineasta iraní sigue dando pruebas de su imaginación para saltarse
la prohibición de rodar en su país. Esta vez lo hace desde el interior de un
taxi que se convierte en un foro para hablar de todos los problemas y
contradicciones de una sociedad esquizofrénica. El humor, la tolerancia y unos
diálogos inteligentes hacen que uno tenga ganas de subirse a este taxi para
charlar un rato con Panahi.
Un día vi 10.000 elefantes, de Alex Guimerá y Juan Pajares. No es un documental; no es una ficción; no es un dibujo animado; no es un film antropológico. Estos elefantes, metáfora de lo que buscamos sin alcanzar durante toda la vida, es un film de aventuras africanas salidas de los libros de Julio Verne, pero también es un recuerdo de un cineasta olvidado, Hernández Sanjuán, que en los años cuarenta recorrió la Guinea Española filmando todo lo que veía mientras buscaba el lago donde se reunían los 10.000 elefantes. La tragedia de la colonización y la mayor tragedia de la descolonización, están en el trasfondo de este film inclasificable.
Y
hasta aquí lo que vi en Sanse los días que estuve allí. Faltan muchas cosas. Pero ésta no es una clásica crónica de
festival, es más un Querido diario,
de algunos fragmentos de cine que me llamaron más la atención.
Un lujo leer a Nuria Vidal cada domingo, y hoy especialmente
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