Unas
líneas fuera de calendario para
recomendar dos películas pequeñas, de esas que se suelen llamar de Low Cost.
Dos películas que tienen un encanto especial.
Una
es La maniobra de Heimlich, de Manolo
Vázquez, la otra es Tercer grado de Geoffrey Cowper.
La maniobra de Heimlich es un experimento de cine
en el cine, o de literatura en el cine, o de cómo contar una historia antes de
que sea una película o, en definitiva, de un falso documental. Un novelista en
horas bajas quiere adaptar al cine la única novela que le dio un cierto éxito. El
futuro director del film pasa de todo y es el novelista/guionista el que ensaya
con los actores y el que intenta sobrellevar su vida como puede. Lo mas
gracioso de la historia es la mezcla de personajes de ficción pura, Alex Pareja, el novelista y el director de cine que hace Miki Esparbé, con personajes
reales, los escritores, Quim Monzó, Lucía Etxebarría, Enrique Vila Matas, o los
actores, Marta Torné y Jordi Vilches. Esta inteligente sátira
sobre la insoportable banalidad de la cultura tiene humor, ironía, distancia y una actriz
estupenda, todo un descubrimiento, al menos para mí, Alba Yáñez como la novia performance
del escritor Álex Pareja, famoso por haber escrito una novela sobre la muerte
de su novia a la que no fue capaz de aplicar la maniobra de Heimilich.
Tercer grado de Geoffrey Cooper, catalán a pesar de tener este
nombre, es el debut no solo del director sino de un buen número de técnicos
salidos de la ESCAC. Tercer grado es
un thriller, un ejemplo de cine negro que enlaza con una tradición muy larga en el cine hecho
en Barcelona. Todo sucede en 24 horas,
las últimas que le quedan a Marc de su primer permiso de tercer grado.
En ese día y esa noche, Marc, acompañado
de Mia, se verá envuelto en un atraco a un centro comercial, acabará en el laberinto de un castillo
francés y encontrará una razón para vivir. No está mal para ser una primera
película
Una nota que sirve para las dos. Por suerte para ellas
y sus directores, no son films perfectos, no son obras maestras. Pero si son
dos excelentes cartas de presentación de directores (y técnicos) que seguro
tienen mucho que decir en el cine español. No siempre las operas primas tienen que ser Ciudadano Kane. A veces es mejor empezar
con un film más irregular pero lleno de sugerencias y sobre todo, de ilusión,
honestidad y vida. Ambos merecen pasar del low cost a proyectos de más envergadura.
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