(la mejor portada de Charlie Hebdo)
Esta
era la semana de Birdman, la última
película de Alejandro González Iñarritu. Un divertimento ingenioso, brillante,
arriesgado que da un giro a su filmografía. No es exactamente una comedia, pero
te ríes mucho; no es exactamente un film fantástico, pero está lleno de
personajes y situaciones increíbles; no es exactamente una historia sobre las
relaciones teatro/cine, pero si es ese su escenario. Birdman es una película absolutamente
recomendable. Michael Keaton, el ex Batman, está fantástico. Y el falso plano
secuencia en que está rodada sin cortes (aparentes o visibles) le ofrece un
plus de atractivo. Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia) me ha
reconciliado con Iñarritu. Espero que dure esta reconciliación.
Podría
seguir escribiendo de Birdman, pero,
esta semana ha dejado de ser la semana de Birdman
para convertirse en la de Charlie Hebdo. Todos
somos Charlie, dicen ahora un montón de gente en todo el mundo, gente que
seguramente jamás leyó una sola página de su irreverente revista. Todos somos
Charlie y los otros siete muertos que hoy, sábado, se suman a la masacre del 7
de enero. Francia está conmocionada, Europa está asustada. El mundo no sabe qué
hacer frente a esta amenaza tan incontrolable. Hay
miedo a que la espiral de violencia se desencadene, a que haya represiones
contra las comunidades musulmanas de las ciudades europeas, a que los lobos
solitarios o en manada, vuelvan a atacar en cualquier sitio.
Pero de todo lo que ha pasado hay una cosa que me ha llamado la atención. En muchos de los comentarios y artículos de
estos días he oído repetir a tertulianos, articulistas y
políticos que no hay que confundir el yihadismo
con el Islam. Estoy de acuerdo, no es lo mismo. El yihadismo es un fanatismo ciego,
el Islam es una religión.Pero no se puede olvidar el hecho de que el uno no
existiría sin el otro. Hay un problema muy profundo en esta
cuestión. Europa y el mundo occidental, hace dos siglos que consiguieron una de
las más importantes conquistas de la sociedad: separar el poder civil del poder
religioso. La religión, cualquier religión, es algo muy importante y necesario
y útil. Pero debe formar parte del ámbito privado de cada uno. Nunca se puede
erigir en norma de convivencia colectiva,
en ley. En las épocas en que el catolicismo ultramontano dominaba el
poder civil, la inquisición imponía su ley, se quemaban a los herejes y se
mataba en nombre de diferencias religiosas absurdas. Como ahora con el islamismo fundamentalista. Por cierto, sorprende
comprobar que en los siglos más oscuros del cristianismo, (siglo XI, XII) el Islam
representaba, a través del sufismo, la luz y la libertad. Un pensamiento que
fue amputado, asesinado, por las corrientes más siniestras
que son las que dominan actualmente esta religión.
Estos días he leído en algún diario un
intento de explicación de la barbarie medieval de los yihadistas. No es muy científica, pero si muy gráfica: como el Islam
nació 600 años más tarde que el cristianismo, lleva un atraso brutal en este
sentido. Basta ver la imagen que ofrecen los imanes y los señores de la guerra
para darte cuenta de que viven en el siglo XIV, con su inquisición y su guerra
santa. Pero sobre todo, con la intromisión religiosa en la vida civil. Una
religión que condiciona de forma tan feroz la vida cotidiana de sus fieles, es
una religión que ha perdido su sentido espiritual y se ha convertido en
ideología. Aceptar que la vida de las mujeres se convierta en una esclavitud
mas o menos consentida, obligándolas a vestirse de manera medieval en pleno
siglo XXI y negándoles el derecho a decidir por si mismas; aplicar leyes
ancestrales que responden a otras épocas; inculcar el odio a los infieles por el
simple hecho de ser infieles, prometiendo un paraíso de gloria y placer; hacer
una lectura del Corán literal y utilizarlo como Código Penal, son ideas que
poco a poco se infiltran en la sociedad y provocan la aparición de guetos y
desapegos hacia la forma de vida occidental que, a pesar de sus muchas
deficiencias y por mucho que no le guste a Willy Toledo, sigue siendo la que
tiene un mayor respeto por el individuo y la vida humana.
Si
a esto se suma la crisis que nos está machacando a todos y que provoca
reacciones de rechazo, de revuelta, de duda de los valores democráticos con un
auge de movimientos nacionalistas y de extrema derecha en toda Europa, que son, curiosamente, los que salen mas reforzados de situaciones como la vivida en
París; si además pensamos en las inmensas posibilidades que ofrecen las nuevas
tecnologías, tenemos el cóctel explosivo servido. Estamos
en guerra, si, en una guerra rara, nueva sin frentes abiertos, sin soldados,
sin un enemigo claro. Hemos de evitar caer en la islamofobia, es cierto. No
todos los musulmanes son violentos, ni mucho menos. Pero no podemos perder de
vista que es una religión que se pone por delante de la ley. Y eso es muy
peligroso.
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