(estas
nubes se veían desde mi ventana mientras escribía este texto el sábado por la
mañana, la foto es de Ramon))
Esta
semana me he fabricado un minifestival de documentales en casa. He visto cinco,
nada menos. Algunos se han estrenado ya o se estrenarán pronto, otros habrá que
buscarlos por los caminos insondables de las plataformas en Internet. Pero todos
tienen mucho interés. El documental es un género vivo que muta en cada
película. Puede ser cine militante, cine de memoria o simple retrato
de una colectividad o un individuo. Todo vale mientras se mantenga la
honestidad de la mirada y el punto de vista que nunca es objetivo. Porque la objetividad
no existe en un documental, siempre es el director el que elige dónde poner la
cámara, qué priorizar, qué dejar fuera.
TCHINDAS,
de Pablo García.
Este,
por ejemplo, es un retrato de una colectividad feliz. ¡Qué raro, hacer una
película sobre alguien feliz¡ Tchindas es una mujer adorable. Antes fue un
hombre, pero desde 1998 es una mujer a la que todo el mundo quiere. Tiene 35
años y su vida transcurre tranquilamente en la ciudad de Mindelo en la isla de Sao Vicente, una de las Islas de Cabo Verde. Una pequeña ciudad que se transforma en un hervidero de
vida el mes antes de celebrarse el carnaval. Tchindas es el alma de ese
carnaval en el que participan todos los habitantes del barrio. La felicidad, la
esperanza, la ilusión de hacer algo entre todos, la imaginación para conseguir los
más impresionantes trajes que les permitan ganar el primer premio del carnaval,
une en un mismo objetivo a gais, transexuales, hombres, mujeres, niños. Seguir
a esta comunidad libre y sin prejuicios durante el tiempo de preparación del
carnaval, hace de Tchindas un
documental lleno de luz, de vida, de alegría y de música. Un placer en los
tiempos que corren.
LINEA
DE META de Paola García Costas
Este,
en cambio, se puede enmarcar en lo que podríamos llamar cine de servicio.
Cine entregado a dar a conocer una
enfermedad muy rara, el Síndrome de RETT, a través de la experiencia personal
de Josele, un corredor de maratones que siempre corre con su hija María
afectada por esta extraña e incurable enfermedad. María José, madre de María y
sus dos hermanos más pequeños, Cristina y Dani, integran los cuatro puntos del
cuadro donde se refugia María. La madre es quizás la que tiene las mejores
intervenciones. Sobre todo cuando dice “Yo sé que hay una niña normal encerrada
en un cuerpo que no controla”. Todo en este documental está en función de la
propaganda de esta enfermedad. Cuenta como descubrieron que su hija tenía un
problema, cómo reaccionaron, como se organizan en el día a día y sobre todo,
como Josele integra a su hija en las carreras de maratón para llegar a cruzar
la línea de meta que permita dar a conocer esta enfermedad que afecta casi exclusivamente a las niñas y
conseguir que se dediquen medios y esfuerzos para combatirla.
GAME
OVER, de Alba Sotorra
Game Over es un retrato.
El retrato de Djalal, un joven catalán de origen afgano. Con un guión de Isa
Campo que nos presenta al personaje sin darnos ninguna explicación y poco a
poco nos va desvelando quién es y porqué es como es, Game Over es un documental que tiene un plus de cine (podría ser
una ficción) que enriquece lo que nos cuenta.
Y lo que nos cuenta es la historia de un niño al que su padre le regala
pistolas desde pequeño lo que le lleva a desarrollar una pasión por las armas y
reunir un auténtico arsenal en su casa. Que de mayor este niño se convierta en
una estrella virtual de los locos por el mundo militar bajo el nombre de Lord
Sex, no es extraño. Pero que este niño termine enrolado de soldado en
Afganistán, donde comprobará en primera persona que la guerra no sólo no es
excitante y divertida, sino aburrida, tediosa y además, los muertos son de
verdad, ya entra en el terreno de lo documentable. Alba Sotorra filma a Djalal,
su novia y sus padres, ahora mismo, cuando tiene 25 años, ha vuelto de
Afganistán y encuentra que todo se desmorona: sus padres se separan, tienen que
vender la casa, no tiene trabajo. En definitiva, no sabe qué hacer con su vida.
El presente se combina con videos rodados por el propio Djalal en Afganistán y
materiales en súper 8 donde vemos como se forja su pasión por las armas. No sé
de quién fue la idea de hacer este documental. Pero sea quien sea, debemos
agradecer que nos haya hecho conocer un personaje como este.
LA
GRANJA DEL PAS, Silvia Munt
Aquí
estamos directamente en el terreno del cine militante. Ese cine que tanto le
gustaba a Joaquín Jordá. Un cine de denuncia, que da la voz a la gente y se
coloca siempre al servicio de la causa que está denunciando. Silvia Munt se
acerca a la Granja del Pas, una masía restaurada en Sabadell donde desde hace
tiempo se reúne cada semana una asamblea de personas afectadas por cualquier
problema con la vivienda. Bajo el cobijo de la Plataforma de Afectados por la
Hipoteca, estos vecinos han construido un espacio de solidaridad y de desahogo
donde cada uno puede exponer su problema concreto y buscar entre todos la
solución más conveniente. Silvia escoge una serie de personajes como guía para
contar como se organizan, qué hacen, como luchan, como se ayudan. Hay que
agradecerle al documental, es decir a su directora, que nunca caiga ni en la
compasión ni en el sentimentalismo; que mantenga por encima de todo la dignidad
de sus entrevistados y la de los que participan en la asamblea. El documental
solo se permite una licencia poética: empieza una noche oscura y acaba un amanecer
lleno de luz. La esperanza está presente en el grito solidario de “Si se
puede”.
A
LA PUTA STRASSE, de Anna Cervera
Este
es otro tipo de retrato, es el retrato de
un espacio, un bar. Se trata de dejar constancia de un mundo que se acaba, de
una época que nunca volverá. 2º Acto es el nombre de uno de los bares
emblemáticos del Barrio Gótico barcelonés. Un local refugio de una generación
que llenó la vida cultural de Barcelona. Una vida que los turistas han hecho
desaparecer para siempre. Pero no es eso lo que quiere contar Anna Cervera. A la puta strasse no es un documental
melancólico ni de añoranza. Es la crónica de veinte años de gente que se
encontraba en sus mesas y en su barra, que hablaba de todo, hacía música,
inventaba poesías. Y que ahora acompaña a Emilio, alma de este local desde su
apertura en 1992, en su decisión de cerrar para siempre. Es un final, pero no
un final triste. O al menos no lo ha querido así Anna Cervera que deja abierta
la posibilidad de que entre todos abran
pronto un 3º acto.
Al
acabar de escribir estas pequeñas reflexiones sobre los documentales, me he
dado cuenta que cuatro de los cinco están dirigidos por mujeres. Me parece un
dato curioso y que merece alguna reflexión. ¿Por qué hay tantas chicas haciendo
documentales? Se me ocurre una primera respuesta. Son baratos y les cuesta menos
levantarlos que una ficción (pero eso también es una ventaja para los hombres).
¿No será porque las mujeres están más atentas al mundo que viven, a lo que les
rodea, mas sensibilizadas hacia la sociedad y sus problemas? Es probable que esta sea una respuesta.
Aunque seguramente habrá muchas más. O a lo mejor no hace falta buscarla y esto
es una simple coincidencia.
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