Hay
películas que se justifican por una
imagen. Son historias más o menos convencionales, mejor o peor explicadas que,
de repente, dan un salto gracias a una imagen potente, una idea magnífica. Los
islandeses son muy dados a este tipo de soluciones. No sé si recuerdan una
película del año pasado que se llamaba De
caballos y hombres donde se veía un semental negro montando una yegua con
jinete incluido. Era islandesa. Como esta Rams,
el valle de los carneros que se estrena estos días después de ganar el
premio Un certain regard de Cannes y la Espiga de Oro en Valladolid.
¿Por
qué una historia de ovejas y ovejeros, tan poco atractiva en apariencia, tan
previsible en su narración, y con tan pocos elementos donde agarrarse, se ha
convertido en un film justamente premiado?
Muy sencillo: por la potencia y sorpresa de su plano final. No voy a
contar nada más. Solo que va de pastores solitarios, de ovejas con nombre, de
enfermedades y tristeza. Y de algo más, ese algo más que se ve y se siente en
su último plano.
2
Otra
clase de ovejas son las que protagonizan El
clan, de Pablo Trapero. Ovejas hijos
y esposa, que siguen obedientes al
pastor padre aunque sea para conseguir entre todos crear una familia (un clan)
de delincuentes aborrecibles. La película cuenta el caso Puccio que conmovió
Argentina a mediados de los años 80. Como dice la promoción: “Tras la respetada
familia Puccio se escondía una banda
dedicada al secuestro y al asesinato”. Suena a historia muy cercana salvando la
distancia que lleva de los delitos de sangre a los delitos financieros. Un
padre cariñoso, preocupado por el bienestar de su familia, aprovecha sus
contactos con los militares de la recién liquidada dictadura argentina para
enriquecerse con un suculento negocio de secuestros y asesinatos. Un negocio,
todo hay que decirlo, bastante chapucero que les lleva a cometer un montón de
errores, pero que permite a la familia seguir unida entorno a la guía del frío
y repulsivo padre, Arquímedes Puccio. Al margen del valor cinematográfico de
esta nueva denuncia de Trapero, con su tono naturalista y una objetividad de la
cámara realmente impresionante, este clan argentino tiene su gracia si se mira
en clave de clan catalán. Insisto, salvando la distancia que hay entre un tipo
de delitos y otros.
3
No
tenía intención de hablar de la inmensa crisis de los refugiados que intentan llegar a Europa. Y
menos en una entrada que se llama Ovejas de todas clases. Aunque a veces tengo
la sensación viendo las imágenes de los ríos humanos que son rebaños conducidos por unos pastores desalmados que las
llevan por los caminos que previamente han decidido para salvarlas, matarlas o
simplemente instrumentalizarlas. Desde que esta crisis empezó hace pocos meses, no he dejado de preguntarme ¿a quién beneficia esto? ¿Quién está sacando
un rendimiento económico, político, ideológico o todo junto, de esta tremenda
tragedia humana? Porque alguien lo está haciendo. Refugiados ha habido siempre,
la guerra en Siria dura hace casi seis años. Entonces ¿por qué ahora esta
avalancha humana? No tengo respuesta (si teorías conspirativas de las que me
gustan tanto donde Rusia y Putin juegan un papel importante). Pero hoy, después
de lo sucedido en Paris el viernes, que ha provocado, además de una tremenda
tristeza y un enorme espanto, el cierre de fronteras de Francia, y la
instalación del miedo entre la gente, la respuesta a la pregunta sobre la crisis
de los refugiados se me abre en otra dirección. O la misma. ¿Quién sale más
beneficiado de que la idea de una Europa unida y sin fronteras salte por los
aires? ¿A quién le interesa que se vuelva a los países separados? ¿Quién gana con el hecho de que Europa rechace a estos miles de seres? Háganse estas preguntas. Los atentados del Islamismo radical en París están conectados con los
refugiados con la intención de instaurar una doctrina del miedo que se extienda
a todas las capas sociales. Pero estos atentados a los que deberíamos empezar a
llamar de otra manera: actos de guerra, ataques organizados contra un enemigo a
destruir, me producen otro sentimiento importante, al menos para mi, un
sentimiento de cierta vergüenza y ridículo. Mientras Europa se enfrenta a una
guerra mundial contra el nuevo nazismo que es el yihadismo, extendido por todas
partes como un cáncer oscuro y doloroso, aquí estamos sumergidos en una estéril
discusión de quién debe quedarse con la poltrona utilizada como escudo
protector en un intento desesperado de tapar las costras podridas por la
corrupción rampante.
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