El último suspiro, Costa Gavras
Cuando una película hecha por
alguien joven trata del tema de acompañar a un enfermo que muere, Los destellos, de Pilar Palomero, Polvo serás de Carlos Marqués-Marcet,
creo que responde a un deseo de cubrir el vacío que dejó la pandemia cuando
tanta gente murió sola. Pero cuando es un hombre de 90 años el que se acerca a
este tema, creo que los motivos son otros. Costa Gavras tiene 92 años y en su última
película, nos permite asomarnos a un deseo más que otra cosa. El último suspiro es una especie de
testamento vital de un director que sabe que el final no está lejos, pero aun
tiene la energía de ponerse al frente de un rodaje y hacer un film lleno de
ternura, reflexión, pensamiento y acompañamiento. El último suspiro adapta libremente un libro de conversaciones
entre Régis Debray y Claude Grange, Debray un pensador, Grange, un cuidador.
Todo sucede en una clínica de cuidados paliativos en la que se ayuda a los
enfermos y a las familias, a pasar un trance inevitable, pero que no tiene
porque ser traumático. Augustin Masset es el médico, Fabrice Toussaint, es el
escritor, uno y otro están encarnados en la inmensa humanidad de Kad Merant (el
médico) y el falso cinismo de Denis Poladydès (el escritor). Con una gran
serenidad e incluso con bastante humor, los acompañamos mientras acompañan a
sus pacientes entre los que está Ángela Molina, que al ritmo que va tendrá un
máster en aprender a morir dignamente.
Todo lo que no sé, Ana Lambarri
El cine español hecho por
mujeres, y creo que el cine en general hecho por mujeres, está cambiando
lentamente de eje central en sus temas. Siguen siendo historias pequeñas,
cuestión de presupuestos casi siempre, pero ya no son eso que se suele llamar
“historias de mujeres”. Son historias de personas. Historias de relaciones con
el mundo, de trabajo, de familia, de decepciones, de amores, de éxitos. De
todo. Eso es lo más interesante de este
primer largometraje de Ana Lambarri.
Después de haberse ocupado de mujeres (problemas de mujeres) en la
trilogía de sus cortos 16, 26, 36,
Ana Lambarri convierte la protagonista de su primer largo en una mujer que está
pidiendo a gritos que alguien la acompañe
mientras atraviesa varias crisis. La principal, una crisis laboral.
Laura es programadora, es muy buena en lo que hace y lleva años intentado
perfeccionar un programa que puede ayudar al almacenamiento de datos. La
conocemos cuando le acaban de comunicar que suspenden su investigación. La
reencontramos tiempo después, en un momento que su vida no es un lecho de
rosas: Laura está trabajando en la FNAC, su padre está siguiendo un tratamiento
para el cáncer, su hermana es avasalladora y dominante, tiene un medio novio
con el que no quiere dar un paso definitivo y vive en una habitación que
alquila a una amiga. Seguiremos al lado de Laura durante tres años en los que
le pasan cosas, cosas normales que nos pueden pasar a cualquiera, cosas buenas,
cosas malas, cosas tristes, algunas alegres.
Laura no es especial, simplemente es. Para mí, esa limpieza en el
personaje, esa forma de narrar sin
sobresaltos, sin clímax, como la vida, es lo que más me ha gustado de este film
tranquilo que te invita a acompañar a una mujer en un periodo de cambios, no
convulsiones, en su vida. Estupenda Susana Abaitua como Laura.
Sujo, Fernanda Valadez, Astrid Rondero
Las dos directoras de Sujo son mexicanas. La película Sujo es mexicana. Pero no es una típica
película mexicana. Hay sicarios, hay niños, hay mujeres que cuidan, pero no hay
ni un solo lugar común. En México, cada
día aparecen noticias de sicarios muertos, hombres jóvenes asesinados. La buena
sociedad mexicana suele alegrarse de eso: “un peligro menos”. Pero Fernanda y
Astrid han decidido preguntarse quién son
esos jóvenes muertos, quienes son los niños y adolescentes que se entregan a la
violencia y a la muerte. En qué momento se torció su vida, cuándo y por qué les
falló la sociedad. Por eso miran este mundo desde otro punto de vista. Sujo es
un niño pequeño cuando su padre, un sicario de un cartel en un pequeño pueblo
de Guanajuato, es asesinado. Su tía Neme lo acoge y lo protege, intenta que
conozca otro mundo. Sujo crece junto a sus amigos Jeremy y Jai, los tres acaban
cayendo en las redes del cartel, en realidad no hay otra salida para ellos.
Pero Sujo logra escapar y consigue llegar a México D.F. donde descubre que hay
otro mundo posible. Un rayo de esperanza para el futuro. Fernanda y Astrid
creen que existe este rayo de luz y quieren
hacerlo posible. Sujo ha tenido mucha suerte: ha encontrado tres mujeres
que le han acompañado y protegido en su crecimiento. El protagonista de la
película se llama Sujo, un nombre que no quiere decir nada en castellano, pero
que para Fernanda, una de las dos directoras, tiene un hondo significado. Sujo y el caballo blanco, una leyenda de
Mongolia recogida por Yuzo Otsuka, fue uno de sus libros de cabecera cuando era
niña. Y fue en honor al Sujo mongol que el Sujo mexicano se llamó así en un
extraño y bonito hermanamiento entre dos mundos distintos.
100 libros juntas, Marga Melià
Mas que acompañar, las cinco
mujeres que protagonizan este bonito documental se acompañan entre sí y sobre
todo, se dejan acompañar por los libros, esos fieles amigos que a veces
decepcionan, a veces sorprenden, a veces iluminan y siempre, siempre dejan una
huella. Asun, Velia, Evelyne, Mabel y Patricia, forman un Club de Lectura que
celebra sus 100 libros juntas a lo largo de diez años. Son mujeres jubiladas,
pero no viejas. Se encuentran cada mes para comentar el libro que han leído,
aunque entre reunión y reunión, cada una de ellas devora muchos otros libros.
Recuerdo que el añorado Paco Camarasa de la librería Negra y Criminal, decía que los clubes de lectura eran un refugio y
un caldo de cultivo de sólidas amistades. Tenía razón. Por eso me encanta escuchar a estas cinco mujeres que para
celebrar su décimo aniversario deciden pasar un fin de semana juntas en la
hospedería del Monasterio de Sant Lluc en Mallorca. Es una delicia escucharlas
en sus charlass sobre todo, no solo sobre libros. Marga Melià, las observa, las
admira y no puede resistirse a compartir un club de lectura con ellas. El
ejemplo de estas cinco mujeres es estupendo.
El regalo de esta semana es un caballo blanco como el caballo blanco de Sujo