sábado, 31 de mayo de 2025

NO LUGARES

  

La idea del No Lugar se aplica en antropología y en urbanismo a esos espacios que no forman parte de la historia, que están fuera, al margen

En realidad los No Lugares, tal como los define el creador de la idea, Marc Augé, no son exactamente los que yo intento reflejar en este entrada del Blog. Porque para Augé, los No Lugares son espacios donde el anonimato del individuo se funde con el anonimato de la colectividad: aeropuertos, centros comerciales, parkings, carreteras y autopistas. Nada de eso existe en las dos películas que me parecen las más interesantes de esta semana, ni en el libro que acabo de leer. Pero, ¿no son en realidad No Lugares, los espacios dibujados en ellos? Bueno, que cada uno decida.

 


La trama fenicia, Wes Anderson

Wes Anderson es un nombre recurrente en este blog. Creo que he hablado de casi todas sus películas, no de todas, porque hay algunas que no me gustan. Pero es cierto que en la mayoría he encontrado cosas interesantes. De la última, Asteroid City, escribí: “La rareza de Anderson es contagiosa en su alegría y en su ingenuidad. También en su inconfundible capacidad de crear imágenes kitsch, apasteladas, artificiales, en las que se enmarcan sus historias, siempre corales, sin centro, sin aparente motor. A veces le salen pequeñas maravillas como Fantástico Sr Fox o Moonrise Kingdom, otras resulta menos acertado, El Gran Hotel Budapest o La crónica francesa, pero siempre está lleno de imaginación. Su nuevo artefacto, Asteroid City, es para mí, una de las mejores.” Este párrafo me sirve para explicar porque su nuevo trabajo, La trama fenicia, es algo diferente a sus anteriores películas. Es menos rara que las otras, cuenta una historia con principio y final; las inconfundibles imágenes de Anderson han perdido los colores pasteles, para entrar en los colores ocres, verdes y grises; deja de ser coral y tiene un único y auténtico protagonista, el inmortal magnate Zsa-zsa Korda, bien acompañado de su hija monja y de un extraño secretario. Esto es lo diferente, lo parecido es el tono entre el humor, la crítica, el artificio, y la falta de realidad (no de verosimilitud). Lo parecido es el tipo de cine que lleva haciendo Anderson desde sus primeros trabajos, acercándose a personajes y colectivos que están fuera del tiempo. Fuera de lugar. Habitantes de No-Lugares. Rodada completamente en los estudios Babelsberg, el film nos cuenta “una oscura historia de espionaje con una relación padre-hija en su núcleo”. Una película de aventuras, venganza y familia que en cierto modo la emparenta con Life Aquatic, realizada 20 años antes. Si en aquella historia el azul y el agua eran dominantes, en esta nueva, el amarillo y el verde son los (no) espacios donde Zsa-zsa Korda vive y muere continuamente. En realidad la historia no interesa demasiado pero sirve de MacGuffin: una trama de poder y dinero, corrupción y traiciones, intentos de asesinato, crisis de fe y personajes que no son lo que aparentan. Todo servido de la mano de un Benicio del Toro encantado de morir y resucitar continuamente, de la revelación del rostro de Mia Threapleton, hija de Kate Winslet, y de un pelirrojo encantador Michael Cera. Al fondo de la escena, el desfile de cameos imprescindibles: Tom Hanks, Scarlett Johansson, Benedict Cumberbatch, Brian Cranston, Mathieu Amalric… Acabo este texto como acababa el de Asteroid City: “A Wes Anderson lo adoras o lo detestas. Yo, casi siempre, lo adoro”.

 


Si yo pudiera hibernar, Zoljargal Purevdash

Este film mongol dirigido por una mujer de nombre imposible, sucede en un No Lugar por excelencia: los suburbios de chabolas de una gran ciudad, en este caso Ulan Bator. Yo creo que toda Mongolia es un No Lugar, deshabitado, vacío, y paradójicamente, contaminado. Uno de los países más grandes del mundo, con una densidad de 2 habitantes por km2, que se transforma en 296 habitantes por km2 en la capital Ulan Bator, una de las más invivibles del mundo. Es en este espacio suburbial donde vive una familia en una yurta plantada en el patio de una pequeña casa. En esta yurta helada, el frio pude llegar a los 30 grados bajo cero durante días y días, sobrevive una madre viuda y alcohólica con sus cuatro hijos. El mayor Ulzii, un chico de 14 años, es un prodigio para la física. Él y sus dos hermanos pequeños, acuden a la escuela en la ciudad mientras su madre intenta encontrar trabajo. Pero los habitantes de los no lugares son a veces no habitantes y la mujer, cansada y superada por las circunstancias, decide alejarse de esa yurta y esa ciudad y volver al campo. Es entonces cuando Ulzii debe tomar una decisión. El argumento no es tremendamente original, lo que es original es el espacio donde sucede, y las soluciones que sugiere. Eso es lo que hace de este film mongol, suave en su dureza, solidario en su individualismo, una propuesta que escapa de los lugares más comunes para habitar un No Lugar cinematográfico.

 


La muy catastrófica visita al zoo, Joël Dicker

Los zoológicos son también en cierto sentido No Lugares. No lugares para los animales que viven en ellos fuera de sus hábitats; no lugares para los visitantes que al verlos se colocan en un espacio fuera de su entorno cotidiano. Que conste que soy una  defensora de los zoológicos. En una entrada de este blog del 19 de octubre del 2019, contaba una visita al Zoo de Madrid donde lo dejaba muy claro: “Aprovechando que estaba en Madrid, hice una cosa que hacía mucho tiempo quería hacer: ir al Zoológico. Me sorprendió como sorprendió a todos los que estaban conmigo que quisiera ir al Zoológico. Parece que nadie va al Zoo en estos tiempos. Nadie adulto, quiero decir, porque niños había montones y era extraordinario verlos descubrir que el ¡Rey León está vivo! No entiendo la manía que les ha entrado a los progres en contra de los Zoos. Si entiendo que se quiera acabar con Zoos insalubres para los animales, con espacios pequeños y descuidados, pero si el Zoo está bien y los animales tienen espacio y pueden vivir en buenas condiciones, es una fuente de placer, de alegría  y sobre todo, para los niños, de contacto con la naturaleza que está tan lejos de su vida cotidiana.” Por eso el nuevo libro de Joël Dicker (también soy fan de este escritor suizo) me llamó inmediatamente la atención. Lo que no podía imaginarme es que me iba a encontrar con un libro divertido, lleno de hallazgos de lenguaje, con una trama encadenada que parece un collar de catástrofes protagonizada por un grupo de niños de siete años y narrada en primera persona por Joséphine, una niña que intenta explicarles a sus padres “la muy catastrófica visita al zoo”. No me resisto a copiar el razonamiento de Joséphine antes de empezar a contarles a sus padres lo sucedido, mientras se come pequeños trocitos de bizcocho de zanahoria. No es un spoiler, está en las primeras páginas: “Mis padres querían explicaciones, pero para explicárselo todo había que explicar que la catastrófica visita al zoo pasó por culpa de la catastrófica función del cole que pasó por culpa de la catastrófica obra de teatro que pasó por culpa de la catastrófica visita de Papá Noel que pasó por culpa del catastrófico Santa Plas que pasó por culpa de la catastrófica clase de seguridad vial que pasó por culpa de la catastrófica clase de gimnasia que pasó por culpa de la catastrófica presentación en el salón de actos que, a su vez, pasó por culpa de una catástrofe inicial.” Si quieren saber los porqués de todas estas catástrofes les invito a vivirlas de la mano y el lenguaje de Joséphine que acaba asumiendo que hará “un propósito de merienda”.

El regalo de esta semana es un león/oso en un no lugar.



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