sábado, 3 de mayo de 2025

OSCURIDAD

 


La palabra oscuridad tiene muchas definiciones en el Diccionario de la RAE.

Falta de luz para percibir las cosas.

Lugar sin luz, o con luz muy escasa.

 Falta de luz y conocimiento en las facultades intelectuales o espirituales.

Falta de claridad en lo escrito o hablado.

Carencia de noticias acerca de un hecho o de sus causas y circunstancias.

Bajeza en la condición social.

Las cinco definiciones se dieron la mano el lunes en lo que llamamos “El Gran Apagón”. La falta de luz para percibir las cosas en cuanto se hizo de noche y todavía mucha gente seguía a oscuras; Lugar sin luz o con luz muy escasa, todo el territorio en cuanto anocheció y en las tiendas desde que empezó el apagón; Falta de conocimiento en las facultades intelectuales o espirituales, las que dieron nuestras autoridades balbuceantes durante toda la jornada; Falta de claridad en lo escrito o hablado, nadie entendía las primeras cosas que se dijeron. Carencia de noticias acerca de un hecho o de sus causas y circunstancias, lo que nos tocó sobrellevar, ayudados por la radio que fue el instrumento de tranquilidad y de comunicación ante la no comparecencia de nadie que diera una explicación; Bajeza en la condición social, esta, por suerte, solo se dio en los que mandan: la ciudadanía se comportó con una dignidad y un civismo asombroso, dando pruebas de una madurez que no se merecía ser tratada como si fuéramos niños que no entendemos nada. Si tuviste la suerte de no estar en un tren, un ascensor o un atasco, si no eras un enfermo que necesita asistencia de máquinas conectadas a la red, si estabas tranquilo por tus hijos, el día se vivió de una manera serena, incluso festiva. No tener Internet dejó a todos sin la posibilidad de trabajar, pero también provocó que no nos pudiéramos comunicar con nadie. Eso fue lo más angustioso de sobrellevar, ¿dónde estarán mis hijos, mis amigos, mis padres? La gente salió a la calle, hablaba, compartía, esperaba. Poco a poco sentimos que las cosas empezaban a arreglarse. La luz iba volviendo lentamente y nosotros nos dejábamos llevar por el no “tener que hacer” nada en concreto. En algún momento volvió el recuerdo de los días de confinamiento de la pandemia, pero entonces al menos podíamos hablar unos con otros. Fue un día raro, muy raro. Y aunque se empiezan a dar algunas explicaciones técnicas, nadie en el gobierno ha asumido la responsabilidad de nada: como siempre, la culpa es de otro.

(Aprovecho para recordar que en el blog he hablado de dos series y una película que tienen mucho que ver con lo que sucedió el lunes. Si alguien quiere leerlos son estos: El colapso Filmin, 25 julio 2020; Apagón, Movistar, 21 octubre 2022; Dejar el mundo atrás, Sam Esmail, Neflix, 16 diciembre 2023)



La buena letra, Celia Rico Clavellino

No he podido evitar empezar esta entrada hablando del apagón, porque, además, enlaza con el estreno de la semana que más me ha gustado: La buena letra de Celia Rico. El film de Celia no es oscuro, pero si habla de un lugar donde falta la luz. La luz para ver, en una España de posguerra apagada y silenciosa, en la que la gente se encerraba en las casas y en sí misma para preservar la luz interior que cada uno llevaba dentro. Unos más que otros. Ana más que Tomás, Isabel más que Antonio, la nieta más que la abuela. La buena letra está basada en una novela de Rafael Chirbes, pero es una película de Celia Rico. Aun siendo muy diferente en el tiempo, Celia sigue hablando de lo que pasa en el interior de una casa, de sus zonas de luz y sus zonas de sombra, de familias en las que las mujeres son centrales, aunque en este film haya también hombres. Ana es la madre, la esposa, la cuñada, Ana es el alma de esa casa en un pueblo del interior de Valencia iluminado por bombillas que apenas dan luz. Ana es la que conserva las tradiciones, la que guarda el secreto de la continuidad que enlazará el pasado (la abuela) con el futuro (la hija). Ana tiene buena letra, por eso asume el papel de escribir las cartas que supuestamente envía su cuñado Antonio a su vieja madre. En esas cartas, Ana vuelca su imaginación, sus deseos, sus frustraciones y anhelos. Y cuando el auténtico Antonio vuelve, Ana se siente despojada de ese otro yo. Ana no quiere al Antonio real: Ana es el Antonio imaginado. Por eso no soporta la presencia de Isabel. Isabel es la otra cara de la moneda de las mujeres en esa España sin luz. Isabel es moderna, quiere hacer las mismas cosas que los hombres, se pone pantalones. No está dispuesta a quedarse en la cocina. Pero sobre todo Isabel le ha robado a Antonio. Celia cuenta con una delicadeza exquisita esta historia de silencios y zonas de sombra con rayos de luz que se cuelan por las ventanas. Convierte una novela introspectiva y epistolar, narrada en primera persona por la voz del pensamiento de Ana, en una película de miradas, de objetos, de pequeños detalles, de puntadas de una costura, (Celia y la costura están muy unidas) que va dibujando el paisaje interior de una mujer que vio como la oscuridad se cernía sobre ella, y consiguió combatirla con la palabra escrita.

( Al escribir este texto me he dado cuenta de la estrecha relación que tiene La buena letra con El espíritu de la colmena de Víctor Erice. Allí también hay una mujer que escribe cartas en una casa silenciosa durante los años más duros de la posguerra. Pero lo que en el espíritu de Erice era dorado, en la película de Celia es azul y blanco.).

EL RINCÓN DE LAS SERIES


La agencia, Sky Showtime

Cuando empecé a ver La agencia, sentí que ya la había visto. ¡Claro! Era Oficina de infiltrados, la serie francesa de Eric Rochant que protagoniza Mathieu Kassovitz y que se puede recuperar en Movistar+. Pero, entonces, que hago, ¿Veo el remake americano producido por George Clooney, dirigido por Joe Wright y protagonizado por Michael Fassbender? Si, lo veo, porque me interesa comprobar como la han hecho suya. La primera diferencia es la agencia. Aquí se trata de la oficina de la CIA en Londres encargada del servicio de infiltrados en todo el mundo; la segunda es el país en conflicto, Siria en la francesa, Sudán y Bielorrusia en la americana; la tercera es la introducción de la Guerra en Ucrania y un problema con un agente secuestrado en Bielorrusia que atraviesa los 10 capítulos de la serie. En cuanto a las similitudes, son importantes. Martian/Paul, debe salir de Sudán dejando atrás una mujer a la que quiere profundamente, Samia; Malotrou/Paul, debe salir de Siria dejando atrás una mujer a la que quiere profundamente, Nadia. Los dos tienen una hija adolescente que les cuestiona e intenta comprenderlos. Los dos juegan un papel decisivo en la oficina con estrechas relaciones con sus jefes: Richard Gere en una, Jean Pierre Darrouisin en la otra. En las dos hay una trama paralela, la de Danny y Marina, jóvenes agentes entrenadas para infiltrarse en Irán. Pero lo mejor de ver este remake no es su actualización a los tiempos que corren (la francesa se rodó en 2015, durante el conflicto en Siria y esta se ha rodado en plena guerra de Ucrania) sino la forma en que está planificada la serie, con una frialdad robótica de tonos azules y grises. Fassbender rodó esta serie un año antes de meterse en la piel del espía George Woodhouse de Confidencial. Seguro que su papel como el sufrido Paul/Martian le sirvió para encontrar el tono frío y falto de empatía del film de Soderbergh.

El regalo de esta semana es una imagen de luz en la oscuridad



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