Fue Ramon el que pensó en el
cuadro La parábola de los ciegos de
Pieter Brueghel mientras escuchábamos el famoso plan de las cuatro fases que se
nos lleva al descalabro, perdón a la desescalada. Esperemos que los paseos que
podremos empezar a dar a partir de ahora, no sean tan poco afortunados como los
de este cuadro. Porque parece que, por fin, podremos salir a pasear, es decir a
caminar sin rumbo, pero con horario; con alegría, pero vigilando no traspasar
ni la distancia ni el tiempo, no sea que un “paravecino” imbuido de alma de
policía nos denuncie a la autoridad competente. No sé si sabremos hacerlo,
espero que seamos capaces de entender que pasear es andar con calma,
manteniendo las distancias con los demás, sin aglomerarnos en los parques y las
calles. Siempre he odiado las multitudes, no voy a manifestaciones, en el metro
me pongo en el vagón de en medio que suele ir un poco mas vacío y no subo si va
lleno, prefiero esperar otro. En un restaurante o un bar, busco un lugar lejos
de las mesas ocupadas, y cuando camino (yo andaba mucho antes de ésto) siempre lo
hacía separada de la gente. Me doy cuenta de que la famosa distancia social es
algo que ya practicaba antes de que el bicho la impusiera por la fuerza. Ahora,
esa distancia social, la vamos a tener que mantener todos si queremos que esto
empiece a remitir. Ojala podamos. La idea de los paseos, junto con el drama de
las residencias de mayores y la coincidencia de que la semana pasada fuera
(mejor dicho habría sido) el cumpleaños de mi padre, me ha hecho pensar mucho
en él. A mi padre le encantaba caminar, iba a pie a todas partes (menos a mi
casa, que estaba muy lejos de la suya). Vivía solo y se valía por si mismo, al
menos hasta su último año de vida. Viendo lo que está pasando ahora, me he
estremecido pensando que habríamos hecho mi hermana y yo si esta espantosa
situación le hubiera pillado con vida. No sé cómo habríamos podido solventarlo.
Mejor no agobiarse por una situación que no se ha planteado, cuando hay tantos
problemas que si están presentes. Pero, volviendo a los paseos, también me he
acordado mucho de él cuando yo misma o mis vecinos, nos dedicábamos a dar
vueltas como leones enjaulados en los terrados de las casas, los pequeños
jardines o los balcones. Mi padre se podía pasar un par de horas andando en su
terraza, arriba y abajo. Pensando en sus cosas, recordando seguramente su vida.
Era un peripatético, como lo estamos siendo todos en esta extraña primavera.
Por cierto ¿se han dado cuenta de que entramos en confinamiento en invierno y empezamos
a salir casi en verano?
Boardwalk Empire
Los paseos y el recuerdo de mi
padre me sirven para hablar de esta estupenda serie. Mi padre tenía seis años
en 1920, el año en que comienza Boardwalk
Empire. No es una serie nueva, al contrario, la primera temporada se
estrenó hace diez años, en el 2010 y la última a finales del 2014. La ventaja
de descubrirla durante este tiempo en el que lo que tienes es tiempo, es que la
he podido ver seguida sin esperar a la siguiente temporada y disfrutándola como
una larga, larguísima película de cine negro, clásico y espectacular. La
historia arranca la noche antes de que se declare la Ley Seca, que dio origen a
la Prohibición y con ella al imperio de los gángsters y el nacimiento de la
mafia. Las primeras cuatro temporadas son correlativas, 1920, 1921, 1922,
1923-24, pero la última sucede en 1931, poco antes de que se aboliera la Ley
Seca en plena Gran Depresión. Pasa en Atlantic City como lugar principal, pero
una buena parte se desarrolla en Nueva York y en Chicago. La serie toma como
punto de partida el libro Boardwalk Empire: The Birth, High Times, and
Corruption of Atlantic City de Nelson Johnson, pero muy pronto se aleja de
él para adentrarse en el terreno de la ficción de la mano de Terence Winter,
uno de los creadores de Los Soprano.
Esto solo ya debería darnos una pista de la calidad de esta serie, que confirma
el hecho de que entre sus productores esté Martin Scorsese y entre los directores
de los capítulos descubramos los nombres de Tim Van Patten o Jeremy Podeswa,
dos de los mejores realizadores de la televisión de estos años. El Boardwalk
del título hace referencia al Paseo Marítimo característico de Atlantic City,
pero es también una buena metáfora de lo que se cuenta, ya que todos los
personajes caminan literalmente en el borde: de la legalidad, de la ética, del
respeto, de la vida. El personaje central y eje de todo el entramado es Enoch “Nucky”
Thompson, (basado en un político real que dominó Atlantic City durante treinta
años). Nucky está interpretado por Steve Buscemi con una ambigüedad peligrosa y
al mismo tiempo fascinante que provoca la empatía con un personaje que, en
realidad, es detestable. Nucky no tiene escrúpulos, pero no puedes dejar de
pensar que tiene dignidad, la dignidad de la vieja escuela que los gángsters de
nuevo cuño, como Al Capone o Lucky Luciano, no tienen. El judío Rothstein en
Nueva Yorl o el negro Chalky, en los barrios del norte de Atlantic City,
entienden esa dignidad; los jóvenes cachorros, no. Una serie tan larga, 56
episodios, tiene que ser por fuerza irregular, hay personajes que te cautivan,
Rchard, el hombre sin cara, o el imprescindible Eddie, otros te caen mal desde
el principio, el Comodoro o el temible Gyp. Hay dos mujeres importantes, la
inteligente Margaret, quizas el personaje que mas evoluciona en toda la serie,
y la trágica Gillian. Tiene escenas de comedia, mucha violencia, y un trasfondo
político de corrupción extendida por todo el país. Es una serie para ver
seguida, pero con descansos. Las dos primeras temporadas vale la pena verlas juntas,
la tercera y la cuarta, son mas autónomas. La quinta es una joyita de
realización que cierra con broche de oro (o de plomo, según se mire) una de las
mejores historias que se pueden ver en la televisión. Boardwalk Empire está disponible en HBO.
Cuba a través de la cámara
También se pasea mucho en este
documental sorprendente que se puede ver en Netflix. Cuba a través de la cámara está dirigido por Jon Alpert,
documentalista norteamericano que viajó a Cuba por primera vez en 1972 atraído
por la revolución y siguió viajando a la isla periódicamente hasta el año 2016.
A lo largo de esos 44 años, Alpert mantiene contacto con los miembros de tres
familias cubanas a las que conoce en su primer viaje: tres campesinos pobres de
un pueblo del interior; una familia de siete hijos de los que encuentra años
después a una de las niñas; y un joven que vive su particular revolución en la
revolución. Ver a través de ellos los cambios en la isla es al mismo tiempo
fascinante, doloroso y mucho mas real que cualquier artículo o libro que lo
quiera expresar. Pero lo mas sorprendente de este estupendo trabajo es la
relación que establece Jon Alpert con el propio Fidel Castro al que consigue no
solo entrevistar en varias ocasiones, también seguir en el viaje que hizo a
Nueva York en 1979. Alpert vuela en el mismo avión que Castro, habla con él, le
acompaña en su estancia en la ciudad de los rascacielos. Son imágenes muy interesantes
que yo al menos, no había visto nunca. Un Fidel en plena forma, divertido, que
empatiza con ese larguirucho periodista americano y se presta a sus
entrevistas. Alpert, a pesar de constatar la decadencia y ruina de la revolución,
evidente en la trayectoria de las tres familias con las que mantiene una
estrecha relación, no pierde nunca esa mezcla de respeto y admiración por el
viejo comandante que le dio una primera entrevista en los gloriosos años
setenta. Diego Batlle, crítico de cine argentino, ha resumido muy bien la
sensación que provoca Cuba a través de la
cámara. “Un documental sobre Cuba genera una inmediata suspicacia: ¿Es a
favor o en contra? Lo que hace extraordinario a este film de Jon Alpert es que
no responde esa pregunta, pero probablemente conmueva tanto a los defensores
como a los detractores”.
Este es un paseo diferente, un
paseo que se puede dar, sin restricciones de horario ni distancia, entre las
propuestas del D’A Film Festival que este año se puede seguir On Line, a través
de Filmin, desde el viernes 1 de mayo hasta el domingo 10. No dejen de pasear
por estas interesantes, sorprendentes, siempre arriesgadas y atractivas películas
que este año, gracias al bicho, llegarán a gente que en su versión presencial
en Barcelona nunca habrían podido verlas. ¿Una cosa buena de la pandemia?
Quizás. Como dice su director Carlos Ríos, “Perdemos una edición en vivo, pero
ganamos una edición al alcance de todos los amantes del cine en España. Una oportunidad única, un cambio, una adaptación que muchos cinéfilos
agradecerán.” Toda la programación del D’A está anunciada en Filmin. Si son
abonados, la podrán ver directamente, si no lo son, hay una interesante oferta
para comprar un pack para verlas por un precio muy bajo. Paseen por la parrilla
antes de empezar para organizarse los maratones de cine de autor que llenarán
la semana que viene.
(durante la semana iré
subiendo post con recomendaciones del D’A)
En la web de La Cartellera de BTV hay una entrevista con Carlos Ríos y varias recomendaciones muy sugerentes del D'A Film Festival.
Este es el link por si quieren leerla. https://beteve.cat/la-cartellera/
En la web de La Cartellera de BTV hay una entrevista con Carlos Ríos y varias recomendaciones muy sugerentes del D'A Film Festival.
Este es el link por si quieren leerla. https://beteve.cat/la-cartellera/
(el regalo de la semana es un paisaje para imaginar un paseo)
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