sábado, 9 de agosto de 2025

PROPUESTAS DE VERANO 2

 

 


Un libro: Buenas noches, lechuza, de Jordi Ibáñez Fanés

Hay libros que tienes que esperar a que te llamen. Necesitan “su momento”. Eso es lo que me ha pasado con Buenas noche, lechuza de Jordi Ibáñez. Lo tenía en mi mesa desde hace varios meses. Y un día de esta semana “me llamó”, “léeme”, me dijo. Y lo leí. Casi de un tirón, en dos tiempos. Valió la pena esperar a leerlo cuando el libro estaba dispuesto. Creo que no lo habría disfrutado tanto en otro momento. Porque es un libro raro, si, pero esa es su gracia; es un libro divertido, cosa que no me esperaba; es un libro de asesinatos y espías rusos. También un libro de monjas y de submarinos, de ancianos inteligentes y filosofas sobrepasadas. Y de Barcelona, de los intelectuales barceloneses, de literatura y de cine. De política y sobrinas, de ahora mismo y de hace cincuenta años. Conviven en sus páginas Straub y Huillet con Chejov, Miterrand con Luis XVI, policías con subsecretarios, maoístas con independentistas, la pandemia con la trama rusa de Putin. Pero no es un libro difícil, al contrario. Hay que dejarse envolver por el punto de partida de un asesinato múltiple en una residencia de ancianos durante el verano de 2023, que sirve de macguffin para la historia que se cuenta en el primer capítulo y se retoma en sus consecuencias en el cuarto. Entre medio, una conversación entre espías, Sebastián y Alexis, que da una (posible) explicación del asesinato. Y luego está Alba. Alba y Sebastián. Tío y sobrina, amigos y cómplices en sus conversaciones. La lechuza y la naranja. Me lo he pasado muy bien leyéndolo justo ahora en que la Rusia de Putin, cada vez más parecida a la Rusia de estos espías de la cuarta edad, está tan presente. Es un libro políticamente incorrecto, es un ajuste de cuentas con el hacerse mayor, es una pequeña y suave burla de un tipo de intelectual académico, es una crónica desencantada de la historia reciente. Todo escrito con la libertad de quien no tiene que rendir cuentas a nadie.

 

Una película. Aquel verano en París, de Valentine Cadic

Hay un tenue hilo de seda que entrelaza tres cuentos de verano de distintas épocas: Empieza en El rayo verde, de Eric Rohmer, se prolonga en La virgen de agosto, de Jonás Trueba y acaba en Aquel verano en París, de Valentine Cadic. Delphine, Eva y Blandine son tres hermanas en su desconcierto veraniego, en su vagabundeo urbano, en su desubicación en esos días de vacaciones en los que no hay nada que hacer. Y esa nada es precisamente lo que provoca la tristeza de Delphine, la curiosidad de Eva, la sencillez de Blandine. Las tres son historias muy bonitas y vale la pena verlas para acompañarlas en su búsqueda de un rayo verde, unas flores blancas o una piscina de aguas azules. Pero hablemos de este verano en París. Estamos en el año 2024, París vive sus Olimpiadas. Blandine, una joven inocente y tranquila, callada y con mucha paciencia, llega a París desde su Normandía natal porque quiere ver una prueba de natación de su atleta favorita. Pero la ciudad y los parisinos no están muy dispuestos a ponerle las cosas fáciles. Blandine lo acepta casi todo, bueno todo, con una resignación absoluta. Incluso verse envuelta en las protestas de los que estaban en contra de las Olimpiadas. Blandine es adorable, quieres que todo le salgan bien. Quieres estar con ella en el parque con su sobrina, en el puente sobre el Sena, como querías estar con Eva en el  viaducto, en el Parque del Oeste, o con Delphine en el Luxemburgo o en el pequeño pueblo costero. La gran diferencia entre los tres films es la relación de las mujeres con el amor: en 1986, Dephine busca y necesita el amor romántico, alguien con el que ver el rayo verde; en 2019, Eva busca y necesita un amor distinto, un amigo, alguien con quien compartir una charla, una copa o un paseo. En este 2025 post todo (pandemias, metoo, guerras) lo que Blandine busca no es el amor, (en realidad lo acaba de perder) sino el sentirse parte de algo. Aunque al final descubra que la mejor compañía que puede tener es la de ella misma.

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Un recuerdo. Pere Joan y Carles

 Esta no es exactamente una propuesta veraniega, pero si es un buen momento para recordar dos directores catalanes, barceloneses, que han muerto hace pocos días. Pere Joan Ventura y Carles Balaguer. Los conocía a los dos, no éramos amigos, pero con los dos he tenido mucho trato a lo largo de los años. En una industria tan pequeña como la catalana, incluso, la española, no es raro que acabes conociendo a todo el mundo. Mas si ese “mundo” son dos personas que se salen de lo convencional. Por distintas razones y con diferentes resultados, pero los dos eran figuras marginales en el cine catalán. La muerte de Pere Joan el 28 de julio y la de Carles el 30, los ha unido de una forma extraña en la memoria colectiva. O como mínimo en mi memoria.

 


A Pere Joan lo conozco desde los lejanos tiempos de Comisiones Obreras y la primera Filmoteca. Era operador de cámara, trabajaba en la tele y era un asiduo de las sesiones de la Filmo. Un poco más tarde, le traté cuando fue el director de fotografía de algunos films de Portabella. Pero sobre todo coincidí con él y con Giorgina Cisquella, su compañera de vida, de militancia, de compromiso, en la filmación del documental El efecto Iguazú, sobre el Campamento de la Esperanza de los obreros de Sintel en la Castellana de Madrid el año 2001. Pere Joan era un outsider con conciencia de clase y compromiso político.

 


Carles Balaguer, era otra cosa. También era un outsider y un marginal, pero desde la perspectiva de alguien que es consciente de vivir un tiempo que no le toca. Carles Balaguer era un señor, educado, elegante, serio. Culto y cinéfilo. La necesidad de dejar memoria de una Barcelona oculta, pero no canalla, burguesa pero transgresora, le llevo a realizar un documental único: La casita blanca. La ciudad oculta, sobre el meublé más famoso de la Barcelona de los años 50, 60 y 70. Empezó haciendo ficciones, pero donde demostró su manera de entender el cine fue en los documentales. Y en las salas de cine, porque Carles, crítico esporádico y devoto de Truffaut, tuvo la brillante idea de inventarse los Cines Méliès, pequeño cine-estudio consagrado a los clásicos y a las películas que a él le gustaban (y a muchos más). Los Méliès abrieron sus dos salas en 1996 y hasta el 2020 estuvieron llenos de espectadores. Superaron crisis, superaron un incendio, pero no superaron la COVID y el confinamiento de la pandemia. Los Méliès cerraron a mediados de julio del 2020. Cinco años más tarde, Carles ha cerrado la sesión de su propia vida. Una vida entregada a sus dos pasiones. Porque gracias a un artículo de Joaquín Luna en La Vanguardia, he descubierto su segundo gran amor: el club de futbol CE Europa. “El cine y el CE Europa fueron sus dos pasiones, muy en la línea de su figura distinguida, culta y reacia a dejarse arrastrar por las corrientes mayoritarias, más vulgares…”. Joaquín dice que se le va a echar de menos en el campo del Europa, también se le echará de menos desde el cine cada vez que se compruebe el empobrecimiento cultural que nos rodea. 

El regalo de esta semana es una acuarela de un verano en París



 

sábado, 2 de agosto de 2025

PROPUESTAS DE VERANO (1)


Vuelvo al blog después de una corta pausa. Empieza agosto, el mes donde todo se detiene y (parece) que hay tiempo para todo. De ahí mis propuestas de verano.


Un libro: Un animal salvaje, Joël Dicker

El 21 de marzo del 2020, en pleno confinamiento, hablé por primera vez de un libro de Joël Dicker, La verdad sobre el caso Quebert. Decía en la entrada: “Hay un misterio, el pasado y el presente se entrelazan, una casa en la playa, una amistad, un crimen y una crisis”. Hace poco, el 31 de mayo de este año, volví a hablar de un libro de Dicker, La muy catastrófica visita al Zoo. Han pasado dos meses y vuelvo a hablar del autor suizo porque su último libro, Un animal salvaje, me ha encantado. Dicker tiene un estilo muy personal, reconocible, pero en cada libro es distinto. Unos son mejores que otros (todos son interesantes) pero este es muy bueno. Comparte con Harry algunas cosas; un misterio, el pasado y el presente, casas bonitas, no en la playa sino en Ginebra, una amistad (más bien falsa), un crimen (un robo en este caso) y varias crisis. Con el zoo la unen la construcción del libro partiendo del hecho consumado, el robo, y viendo poco a poco como se llega hasta allí. Dicker es especialista en describir personajes que detestas, pero a los que no puedes dejar de seguir. En este libro no se salva nadie, y eso es lo mejor. No se salva nadie de la quema moral, otra cosa es que el libro no solo se salve, sino que sea adictivamente entretenido. Se lee muy deprisa y sabe mal que se acabe.

 

Una serie: Ted Lasso, Bill Lawrence, Appel TV (en Movistar)

No es una novedad ni mucho menos. La primera temporada es del 2020 y la última del 2023, son 34 episodios en tres temporadas. Hace tiempo que la descubrió todo el mundo, al menos toda la crítica. Yo acabo de verla este verano y he entendido porque se convirtió en un fenómeno mundial de las series. Bueno, lo he ido entendiendo a medida que me adentraba en la historia de este ingenuo y pollianesco entrenador de futbol americano que cambia su Kansas natal por un equipo de futbol (no americano) en Inglaterra sin tener ni idea del juego y sus reglas. La artífice de su contratación es la espléndida Rebeca Welton, dueña del AFC Richmond, un equipo de futbol que ha conseguido arrebatar a su impresentable ex marido con la intención de llevar el equipo al desastre y así destruir algo que él siempre ha querido. La llegada de Ted y su fiel compañero Beard, provoca rechazo, burla y desconfianza en los jugadores y en la afición. Pero… si quieren saber cómo consigue Ted darle la vuelta a esta situación y alcanzar varios éxitos (no todos futbolísticos), vale la pena que vean la serie entera. Y digo entera, porque es una serie que crece, no solo en duración de sus capítulos, los de la primera temporada duran 30 minutos, los de la última una hora, también en profundidad de los personajes. Todos, absolutamente todos, tienen un arco de crecimiento. Quizás el que menos el propio Ted, que sigue siendo bueno, ingenuo y pollianesco. Pero los demás crecen y cambian: la espectacular e inteligente Rebecca, el imprevisible Beard, el niño prodigio Nate, el gruñón Roy, la adorable Keely, el encantador Leslie, el pedante critico de deportes Trent Crimm, y los jugadores que merecen un párrafo especial. Jamie, el guaperas, Sam el concienciado, Rojas el tonto bueno, Colin el que tiene un secreto, Isaac el capitán y todos los demás. Si te gusta el futbol disfrutarás con los partidos (sale Guardiola en uno de los capítulos finales), si no te gusta el futbol disfrutarás viendo como se (de)construye un equipo. Si te gustan los dramas, hay algunos, si te gusta la comedia surrealista, hay mucho. Pero lo mejor de todos. Si tienes ganas de ver una serie de buen rollo, positiva, optimista, liberada de trabas emocionales y con mucho humor, Ted es tu guía. Por qué insisto en lo de pollianesco, es algo que solo entenderán los que recuerden los libros o las películas de Pollyanna. Ah! Otra cosa. Para ser una serie que trata de futbol, con muchos protagonistas masculinos, es la menos testosterónica que se pueda imaginar. Y las dos protagonistas femeninas, no solo rompen todos los esquemas previsibles en sus relaciones, también son las que suelen tener las ideas más claras y tomar las mejores decisiones. Una excelente compañía para el mes de agosto. Aprender con Ted a Creer (Believe).

 

Un estreno: Una película inacabada, Lou Ye

En enero del 2020 en España vivíamos en la inopia de lo que en China estaba sucediendo en la ciudad de Wuhan. En febrero nos empezaban a llegar noticias extrañas que hablaban de un virus. En marzo, nos cayó encima el rayo: la pandemia, el confinamiento, los muertos… tres meses tardamos en reaccionar y ser conscientes de lo que pasaba. En China, mientras tanto, llevaban desde finales de enero confinados y sin información. Este es el contexto histórico de Una película inacabada. Dos veces inacabada se podría decir, o dos veces inacabada y una vez terminada. Todo empieza cuando un director de cine decide recuperar las imágenes rodadas diez años antes, en 2009, de una película que quedó inacabada por falta de presupuesto. A finales del 2019, el director consigue reunir al mismo equipo técnico y de actores, más gordos, con familia pero con el mismo entusiasmo, para rodar un final a esa historia. El rodaje durará cuatro semanas y tiene que terminar antes del fin de año chino, el 25 de enero. Quedan solo tres días para acabar cuando empiezan a llegar noticias de que pasa algo raro, rumores que se cuelan en el hotel donde vive el equipo. Todo pasa muy deprisa, cas sin darse cuenta, se encuentran atrapados en ese hotel, lejos de sus casas, con la prohibición de salir de la habitación. Son los primeros momentos de la pandemia y nadie sabe qué hacer. La película queda inacabada de nuevo. La de la ficción, porque la real se va construyendo como un puzle con conversaciones de móvil,  videos privados, imágenes documentales de televisión, momentos de angustia y de soledad. Centrada en el protagonista masculino de las tres películas, la del 2009, la del 2019 y la que estamos viendo, el film consigue transmitir la sensación de desamparo e incertidumbre que se vivió en China y poco después en todo el mundo. La recomendación del director a su equipo fue: grabarlo todo, las rutinas, las comidas, las conversaciones con la familia. Hay que dejar testimonio. Con material rodado ahora mismo y con imágenes de archivo del momento, Una película inacabada se erige en un testimonio casi documental de cómo empezó todo. Un recordatorio necesario, especialmente porque no cae nunca ni en el miedo, ni en el pánico, ni en la conspiración. Es un film profundamente humanista y con algunos rasgos de humor sobre un tiempo y un país que no están tan lejos. El cine como motor de la memoria colectiva. No estoy segura que a las autoridades chinas les haya hecho demasiada gracia mostrar como gestionaron el inicio de la pandemia, pero para el público de este 2025, es imprescindible. (No tengo constancia de lo que pudo suceder en España con los rodajes que estaban en marcha el 13 de marzo del 2020. Me gustaría saberlo).

 

Un festival: Atlántida Film Fest en Filmin

Es el único festival que conozco que tiene dos patas, una presencial en Mallorca y otra On Line en Filmin, Atlántida Film Fest es una excelente oportunidad de sumergirse en un mar de cine y descubrir tesoros escondidos. Dura hasta el 25 de agosto y hay de todo. Exploren y arriesguen, a ver que encuentran. 

El regalo de esta semana es la ilustración que utilicé en el blog el 26 de enero del 2020, sin saber que en China empezaban los confinamientos. Todo es memoria.



 

 

viernes, 18 de julio de 2025

COMEDIAS NEGRAS

 

Esta semana de puro verano, el cine parece aletargarse un poco. Pero siempre hay algo para degustar, pequeños (o grandes) films que se salen de las normas y las convenciones. Dos estrenos de este viernes son de este tipo, Los domingos mueren más personas y Bon voyage Marie, una argentina, otra francesa. Las dos hablan de acompañar al que quiere morir, y aunque las dos son comedias (negras) son muy distintas en todo.

 


Los domingos mueren más personas, Iair Said

Laura Maña, directora de Las irresponsables, una comedia también un poco negra que se estrena la semana que viene, me dijo hace poco en una entrevista: “Los personajes tienen que vivir un drama; la comedia ya la pongo yo”. Me pareció una definición perfecta del cine clásico de la comedia, de Billy Wilder y Howard Hawks,  personajes sumidos en un drama que el director convierte en comedia. Esto es lo que sucede en esta película argentina, dirigida e interpretada por Iais Said. David es un hombre judío, corpulento, homosexual, lleno de miedos. Vive en Europa, pero la muerte de un tío le obliga a volver a Buenos Aires a pesar de su miedo a volar. Cuando llega, se reencuentra con su familia: su hermana, su madre y su padre. Bueno con su padre no, porque hace tiempo que está ingresado en un hospital con respiración asistida. David no quiere verlo, pero no puede negarse a convivir con su madre en la casa familiar. Y mientras busca llenar su soledad y su inseguridad con escarceos fortuitos, intenta que su madre no desconecte a su padre para acabar de una vez con su agonía. No es muy divertido el argumento, pero si es una comedia. Y lo es gracias a las hieráticas y tiernas interpretaciones de un grupo de actores extraordinario que hablan poco (raro en una película argentina) y dejan pasar el tiempo lentamente, muy lentamente. Dura solo 77 minutos, pero valen la pena.

 


Bon voyage, Marie, Enya Baroux

El drama de esta comedia más azul que negra, es el de una mujer de ochenta años, enferma de cáncer, que quiere morir. Y para eso organiza un viaje a Suiza. Marie, aun tiene fuerzas para pensar y decidir. Y ha decidido que quiere pedir una eutanasia en Suiza. Pero no se atreve a decírselo ni a su grande y un poco ingenuo hijo Bruno, ni a su inteligente nieta Anna. En cambio, se lo cuenta enseguida a Rudy, un irresponsable cuidador de gente mayor que por casualidad acude a su casa cuando tiene un pequeño percance. Con la colaboración (involuntaria) de Rudy traza un plan: le dice a su hijo y a su nieta que tienen que ir a Suiza a cobrar una inesperada herencia. Y ahí se van los cuatro en una vieja autocaravana del abuelo, conducidos por Rudy, con Anna viviendo un momento particularmente complicado de la adolescencia, Bruno soñando con el dinero y Marie, Marie intentando encontrar el momento de decirles la verdad. Tampoco contado así, parece la alegría de la huerta. Pero es una comedia dulce y cargada de emociones, con algunos momentos de humor divertidos, sobre todo a cargo de Rudy, interpretado por Pierre Lottin que repite un poco el personaje que hacía en  Cuando cae el otoño de François Ozon.  Una road movie entre Pequeña Miss Sunshine (el viaje que los cambiará a todos) y Polvo serán sin música y sin drama. Un film producto de la pandemia, como tantos que ha habido en este último año.

 

(Azar Nafisi cuando estuvo en Barcelona el año 2010)

Un estreno del 25 de julio. Leer Lolita en Teherán, de Eran Riklis

La semana que viene no estaré, así que aprovecho esta entrada para hablar de una película muy interesante que se estrena el 25. No es una comedia, ni negra ni de ningún color. Es un testimonio de cómo defraudan las revoluciones, como se pervierten rápidamente y como la literatura puede ser una tabla de salvación. Está basada en una novela autobiográfica de la escritora iraní Azar Nafisi. En 1979, Azar y Bigan, su marido,  deciden volver a Teherán llenos de ilusión por el triunfo de la revolución del ayatola Jomeini que acaba de derrocar al Sha. Ella viene con la idea de dar clases de literatura inglesa en la universidad. La ciudad bulle de alegría, aunque ya hay indicios de que no todo es tan feliz. La película se estructura en cuatro partes, cada una dominada por un libro. En la primera, El gran Gatsby, ambientada en 1980, vemos que aunque ni Azar ni sus alumnas llevan velo, ya hay voces críticas entre los hombres y cuestionamiento de porque se lee un libro como ese. Esa parte acaba con la violenta represión de los movimientos estudiantiles. La segunda parte, Lolita, pasa en 1995, en un Teherán negro y represivo. Azar ya no da clases en la universidad, pero ha organizado unas clases clandestinas, solo para mujeres, donde están leyendo Lolita. Es en este fragmento del film donde Azar dice la frase que más me ha impresionado del film por lo que tiene de universal: “No tienen nada que recordar”. Es verdad, cuando una dictadura, o un régimen populista, se instaura durante años, sus jóvenes no tienen nada que recordar de cómo era la vida antes, de lo que pasaba y como se vivía, lo que han perdido y lo que han ganado respecto al punto de partida, solo recuerdan lo que  ellos han vivido. Pero volvamos a Irán, a Azar y a sus alumnas. En la tercera parte, Daisy Miller, retrocedemos a 1988. Azar, ya tapada con el yijab negro obligatorio, aun da clases en la Universidad, pero cada vez tiene más problemas. Debe dejarla aunque le guste mucho. En la cuarta en 1996, Orgullo y prejuicio, Azar continua con sus clases, pero tiene menos alumnas. El miedo y la represión han hecho su trabajo. Algunas emigran, otras dejan de ir. La propia Azar ahora madre de dos niños, quiere irse de ese país que ya no es el suyo. Es una película bonita, un fresco histórico de un fracaso contado desde la mirada de esta mujer inteligente que sabe que la religión no debería controlar el Estado. La religión es un compromiso privado de cada individuo, el Estado es la idea de lo colectivo al servicio de todos. Lástima que esto no se entienda en tantas partes del mundo. Y así estamos como estamos: sentados en un polvorín.

 El regalo de esta semana es una chica que  se dispone a leer.



 

sábado, 12 de julio de 2025

DEJARSE LLEVAR

 


En la corriente Hong Sang-soo

La entrada de esta semana es por fuerza una entrada sangsooniana. El estreno de su última película, En la corriente, más el estreno en Filmin de las dos anteriores Nuestro día y In Water, es lo que yo llamo un chute de Sang-soo en toda regla. Recupero aquí las palabras que escribí cuando el estreno de  In Water y Nuestro día: “Advierto de entrada que mi recomendación (y devoción) por Sang-soo, no es en absoluto exportable. El director coreano gusta o no gusta. Pero nada de lo que se diga hará cambiar de opinión a los que lo adoran y a los que lo odian. A mí siempre me ha gustado. Y en estas dos películas me convenzo de que soy una adepta a la secta sangsooniana. Su cine no es minimal, es mínimo. Y sin embargo, es de una pureza y una transparencia que te acaricia. Creo que eso es lo que más me gusta de este director único”. Con su última película confirmo mi adhesión. Nos encontramos con viejos amigos Kim Min-hee, su colaboradora más fiel y Kwon Hae-hyo, su alter ego desde hace años. Sigue habiendo comida y bebida en torno a una mesa donde reina la conversación tranquila. Pero hay algunas novedades. En esta ocasión, Kim Min-hee es Jeonim, una profesora de arte que pasa horas dibujando acuarelas en la orilla de un límpido arroyo. Jeonim tiene un problema: en la escuela donde está montando una obra de teatro ha habido una acusación de abusos (esto es nuevo en Hong Sang-soo) y Jeonim recurre a su tío Sieon, evidentemente Kwon Hae-hyo, actor y director de teatro, para que la ayude a montar el espectáculo. La pequeña diferencia con otros films de Hong Sang-soo es que las jóvenes actrices de la obra tienen un protagonismo importante y sobre todo hay un personaje nuevo, la amiga de Jeonim, la profesora Jeong, con la que Sieon establece una relación. En la corriente es como sentarse en un banco en el parque con un grupo de viejos amigos, mientras ves como pasa la gente y los patos nadan en un lago. Es un refugio climático de tranquilidad en momentos en que la realidad te expulsa cada vez más hacia lo íntimo y lo cercano. Recupero algún fragmento de la entrada de hace justo un año, el 13 de julio del 2024, donde hablaba de Nuestro día y de In Water.


Nuestro día es un díptico protagonizado por tres personajes cada uno: en uno, encontramos a una actriz que ha vuelto a Seúl y vive en casa de una amiga suya y su hermoso y gordo gato. El tercer personaje es su prima, una joven que quiere ser actriz y va a verla a la casa. En el segundo fragmento, un viejo poeta comparte con una joven cineasta su día a día en un documental que ella está filmando en su casa. El tercer personaje en este caso es un joven que viene a visitar al poeta porque le quiere preguntar algo importante. Alrededor de estas dos situaciones, sin salir nunca de los espacios interiores, sentados casi siempre entorno a una mesa de comida y bebida, los protagonistas hablan de la vida, de la muerte, del arte, de la responsabilidad, del amor, de la sinceridad. En la primera, el gato es el centro emocional; en la segunda, una guitarra es el objeto que canaliza las relaciones.

    In Water, es un poco distinta. Primero es más corta, apenas 61 minutos. Segundo, los protagonistas son dos chicos y una chica. Están en un pueblo de la costa, en la paradisiaca isla de Jeou, preparando el rodaje de un corto. Uno de los chicos es el director, el otro el cámara, ella es la actriz. Los tres hablan, comen, beben y se pasean. El futuro director busca la inspiración mientras los otros le siguen dócilmente. Su bloqueo creativo se rompe cuando ve a una mujer en la playa. Esa imagen y el recuerdo de una canción que compuso hace años, provocan que el corto se haga realidad.”

Tres amigas, de Emmanuel Mouret

Me gusta mucho Emmanuel Mouret. Me gusta que sea tan francés, en el buen sentido de la palabra, que busque en los clásicos las bases de sus historias, que no solo lea a Montaigne o a Diderot, que también sepa leer el cine de los que construyeron el nuevo lenguaje. En su caso, más Truffaut y Rohmer, que Godard. Y me gusta que hable de amistad, de mujeres, de relaciones de pareja sin prejuicios y con una sencillez desbordante. Eso es lo que hacen estas tres amigas del título, Joan, Alice y Rebecca. Tres mujeres adultas que viven un momento delicado en sus relaciones. Sin dejar de querer a sus parejas, Joan ya no está enamorada de Víctor y Alice nunca ha estado enamorada de Eric. Rebecca si está enamorada, precisamente de Eric el marido de Alice. Las tres viven sus conflictos de distinta manera, Joan, con culpabilidad, Alice con serenidad, Rebecca con pasión. Pero las afinidades electivas de Goethe existen y van haciendo que estas tres amigas fluctúen en sus sentimientos en un film inteligente que no deja de ser una comedia dulce a pesar de hablar de separaciones y fantasmas. Joan, interpretada por India Hair, es quizás la que tiene más protagonismo, sería el primer violín de un orquesta que no podría sonar sin el acompañamiento de Alice, Camille Cottin, y de Rebecca, Sara Forestier. No es la primera vez que un director masculino es capaz de retratar con tanta claridad y al mismo tiempo ternura, el mundo femenino y sus conflictos. En ese sentido, relacionarlo con Truffaut y Rohmer es más que evidente, pero también responde a una tendencia muy contemporánea en la que las parejas, incluso las familias, tienen roles muy distintos a los que tradicionalmente se han venido representando.

 

Dos notas sobre dos estrenos


La mercancía más preciosa, de Michel Hazanavicius

Se puede pensar, otra película sobre el holocausto”. Pues sí, otra, y todas las que hagan falta para no olvidarlo nunca. Sobre todo si es como esta, un film que dibuja el horror desde la perspectiva de los que lo dejaron hacer como si no fuera con ellos. Los que pensaban que había seres “sin corazón”, esos que llenaban los trenes que cruzaban Polonia y Checoeslovaquia. La mercancía más preciosa adapta una novela de Jean-Claude Grumberg donde se cuenta la historia de un leñador, su mujer y un regalo, la mercancía más preciosa, que cae de uno de esos trenes de la muerte. Es muy bonita.

 


Köln 75 de Ido Fluk

Este film musical y juvenil, que cuenta una historia real (aunque no lo parezca) podía llamarse Corre, Vera, corre. Porque Vera Brandes, su joven y valiente protagonista se pasa toda la película corriendo para logra su objetivo: un concierto de Keith Jarret en directo en la Opera de Colonia en el año 1975. El único concierto grabado de las improvisaciones de Jarrett, un disco legendario para los que les gusta el jazz. No conozco el disco, pero si reconozco la pasión, el entusiasmo en superar los obstáculos sacando oro de las rocas (un piano desvencijado) con el que este film cuenta esta aventura. Mala Emde, actriz alemana llena de energía, es Vera y con su actuación consigue que la acompañes en sus carreras deseando, a pesar de saber que lo consiguió, que venza todos los problemas que se le plantean en su camino. Un film del que sales con ganas de ponerte a correr para conseguir lo que te apetezca.


El regalo de esta semana son tres amigas




 

 

viernes, 4 de julio de 2025

DIAMANTES

 

Esta semana de un calor insoportable (lo siento, pero no puedo dejar de decirlo) se han estrenado muchas películas que no he visto. Dos de ellas, si puedo, las recuperaré. Una es china, se llama Gou Zhen, traducido sería Perro negro y se ha estrenado, como no, con el título de Black Dog. China me interesa mucho y el cine chino es un buen espejo de sus realidades. La otra es americana, y es un blockbuster total, Jurassic World: El renacer, la séptima entrega de la saga de los dinosaurios que comenzó hace más de treinta años Steven Spielberg. Me imagino que será un horror, pero de vez en cuando me apetece. De las que sí he visto, me quedo con una. Diamanti.

 


Diamanti, Ferzan Ozpetek

Ozpetek es un director italiano con vínculos turcos que sentó las bases de su cine en su opera prima Hamam, el baño turco, realizada hace casi treinta años. Desde entonces, Ozpetek ha trabajado con muchas actrices en una filmografía larga en la que los cortos ocupan un lugar importante. Diamanti es un homenaje a esas actrices, y de paso a un cine clásico italiano, en el que el director se coloca en primera persona. Todo empieza en una comida en el campo alrededor de una mesa presidida por el propio Ozpetek. Las invitadas, todas mujeres, todas actrices que han colaborado con él, no saben muy bien porque las ha convocado. El director lo revela. Quiere hacer una película con todas ellas. Y es esa película la que iremos viendo, alternando pequeños insertos de vuelta a la mesa donde ellas y él leen el guión. La historia que les propone es por fuerza coral, aunque hay dos primeras figuras. Se trata de contar la vida en una casa de modas dedicada al vestuario de cine y de teatro. La dirigen dos hermanas muy distintas y en ella trabajan un grupo de costureras. Caben todas las actrices convocadas por el director, ya que también hay una diva de la opera, una estrella de cine y una diseñadora de vestuario con un Oscar en su vitrina. Todo pasa a una velocidad tremenda para cumplir los plazos de los rodajes y los estrenos, pero entre corte y confección se cuela la vida de todas esas mujeres. La historia está ambientada en los años 70, cuando el cine italiano vivía una época de esplendor. El tono es de un cine muy popular, melodrama, comedia, algo de musical, amor y un toque de neorrealismo. Y un vestuario espectacular. Porque el vestuario es el gran protagonista para contar el cine desde un punto de vista completamente desconocido. Ahora que en el Festival de Locarno han decidido darle un premio a la trayectoria a la legendaria diseñadora de vestuario Milena Canonero, la mujer detrás de Los padrinos, Drácula o Megalópolis de Coppola (Francis) de María Antonieta de Coppola (Sofia), pero también del cine de Wes Anderson o de Barry Lindon de Kubrick, es un buen momento para empezar a pensar y reconocer el trabajo de esas profesionales que convierten en realidad el vestuario de los sueños. Diamanti quizás no es una gran película, lo que la hace grande son las personas que nos ayuda a conocer y la profesión que retrata.

 

EL RINCÓN DE LAS SERIES


Miss Austen, Aisling Walsh, Movistar

Miss Austen no es Jane Austen, Miss Austen es Cassandra Austen, la hermana mayor de la famosa escritora romántica inglesa. Miss Austen, Cassandra, vive sola en una casita con jardín cuando recibe una carta. Se la manda Isabella Fowley anunciándole que su padre se está muriendo. Miss Austen se pone en marcha enseguida. Llega a tiempo de hablar con el señor Fowley acerca del futuro de su hija Isabella. Pero sobre todo, llega a tiempo de buscar y rescatar las cartas que su hermana Jane estuvo enviando durante años a Eliza, madre de Isabella. Todo esto pasa en los primeros compases de una serie de cuatro episodios en la que iremos conociendo el presente de Cassandra e Isabella, y el pasado de Cassie, Jane y Eliza, sin olvidarnos de Mary, la impertinente cuñada de las hermanas Austen. Miss Austen está basada en una novela de Gill Hornby, con un guión de Andrea Gibb y dirigida por Aisling Walsh. Muchas mujeres para contar una historia de mujeres en pleno romanticismo. Y, sin embargo, a pesar de que hay jóvenes caballeros, en ningún momento esta serie es una historia de amor. Es Jane Austen sin ser Jane Austen. Reconocemos sus paisajes, sus casas, sus relaciones conflictivas entre clases sociales. Respiramos el aroma de sus flores y los hermosos vestidos, en la etapa de juventud, porque en el presente de Cassandra e Isabella, el vestuario es de una gran austeridad. Austeridad es quizás la palabra que mejor cuadra a esta interesante revisitación de una autora mal conocida. Pero nada de todo esto funcionaria si no fuera por las actrices que las encarnan. Keeley Hawes, inolvidable madre de Los Durrell, es una Cassandra inteligente y sensible; Rose Leslie, (la recuerdo como la salvaje de la que se enamora Jon Nieve en Juego de tronos), asume una hermética Isabella. Patsy Ferran se mete en la piel de la joven escritora Jane, mientras que Synnove Karlsen es la alegre Cassie, es decir Cassandra en el pasado. Me encanta Jane Austen, la leí hace muchos años y de vez en cuando la vuelvo a releer. Pero si me gusta la serie Miss Austen es precisamente porque no es una imitación de Jane Austen. Es Miss Austen.

El regalo de esta semana no sé si tiene mucho que ver con las pelis, pero es el que me ha saltado a los ojos cuando buscaba una ilustración. Quizás por el vestido azul, o porque el objeto les podría gustar a las hermanas Austen.



 

 

viernes, 27 de junio de 2025

DERIVAS

 

A la deriva es el título de la mejor película que se estrena esta semana. No solo porque el film de Jia Zhangke es realmente interesante en todos los sentidos. Si es el mejor título es porque de alguna manera representa mejor que ninguna otra frase como me siento: A la deriva. Y hablo en primera persona del singular porque no pretendo hacer extensivo mi deriva al resto del mundo. Pero tanto la situación política internacional, cada día más derivada hacia un camino de autodestrucción colectiva, como la situación política interna, cada vez mas derivada a una espiral de miseria moral teñida de auto indulgencia, hacen que me sienta a la deriva.. Pero basta ya de tonterías. Vamos a Jia Zhangke

 


A la deriva, Jia Zhangke

La fecha d este film extraordinario es 2024, pero en realidad debería ser 2001-2022, porque esos son los años que recorre el film, no solo en la ficción que nos cuenta, una triste historia de amor, si no en los tiempos de una China que en este siglo XXI ha pasado de ser un país escondido a ser el puto amo del mundo sin levantar la voz. Cuenta el director que estaba escribiendo una historia de amor clandestina entre una trabajadora y su jefe, cuando estalló la pandemia. Horror, todo se tuvo que parar. Pero a un creador como Zhangke no se le detiene fácilmente. En pleno confinamiento, decidió darle una vuelta a su historia. Se mantenía el espacio, la ciudad de Datong, el amor clandestino entre dos seres desvalidos, la trabajadora Quiao Quiao y su jefe Guao Bin, pero se convertía en una historia en el tiempo. Empezaba en el 2001, cuando Quiao Quiao se enamora de Guao Bin, sin conseguir que su amor llegue a consolidarse antes de que él decida marcharse a buscar nuevos caminos en otro lugar. Continúa en los años 2006-2008 cuando Quiao Quiao decide ir en su busca a la zona de la construcción de la inmensa y monstruosa Presa de las Tres Gargantas. Cuando encuentra a Guao Bin, comprueba que nunca podrá estar con él. La historia da un salto y la deriva de Quiao Quiao y Guao Bin, vuelve a cruzarse en plena pandemia. Los dos son mayores, pero aun son capaces de reconocer el amor que se han tenido. El argumento es muy simple. Lo que no es simple es la película. Porque para contar esa triste historia de amor, Zhangke utiliza la imaginación y el material rodado y descartado de sus películas anteriores. Y con ellas, a modo de puzle, construye un nuevo juguete. Cuenta con la ventaja de tener a su lado a la actriz Zhao Tao, su mujer  y protagonista de todas sus películas desde el año 2000. Lo que quiere decir que podía verla crecer en pantalla, desde que era una joven moderna y divertida hasta ahora mismo, una mujer guapa y segura. Veintidós años de la vida de Zhao Tao discurren en las imágenes de A la deriva. Veintidós años en los que el mundo, y China, han cambiado de forma radical. Veintidós años a la deriva en la que estamos todos sumergidos.

 


Borau y el cine. Germán Roda

Borau, José Luis Borau, nunca estuvo a la deriva. Si acaso, se dejó arrastrar por diversos ríos, pero siempre controlando el timón de sus barquitos, de sus películas como productor o como director. El documental de Germán Roda tiene el valor de devolvernos su nombre, su presencia permanente en su cine y en la gran influencia que tuvo sobre varias generaciones de cineastas españoles. Esto es lo mejor de Borau y el cine. Lo peor es que el documental no le hace justicia a su capacidad transgresora. Basado en entrevistas a personas que le conocieron, le estudiaron o trabajaron con él, el documental no deja de ser una colección de “interesantes” bustos parlantes sobre una figura que tenía muchas capas. ¿Cómo haría yo un documental sobre Borau? Pues no lo sé. Tendría que planteármelo. Pero lo que si intentaría sería reflejar su capacidad de arriesgarse con films de género: Brandy, un espagueti western, Crimen de doble filo, un noir amoral que coló a la censura, Hay que matar a B, un film de espionaje sin espías, más francés que americano. Su inteligencia al hacer una película profundamente española Furtivos, con el retrato de una madre posesiva y destructiva (¿España?), un film que le colocó entre los mejores del cine español y que solo él era capaz de interpretar. De las fuerzas que le dio Furtivos, Boraa sacó energías para dos películas fuera del tiempo y muy dentro de su tiempo. La Sabina y Rio abajo. Tras este esfuerzo personal y económico vuelve a un cine casero, entrañable, pero con una bomba de relojería escondida en una tienda de indios: Tata mia. Celia, la serie, es un regalo que se hace a si mismo antes de encarar los dos films más difíciles de su carrera como director: Niño nadie y Leo, ambos con Iciar Bollain como médium de sus delirios. De este breve repaso ya se desprende que Borau no era una personal convencional (en ningún sentido), y que bajo su apariencia bondadosa de oso cariñoso, se movían ideas y pasiones muy tumultuosas que, por desgracia, el documental no enseña. Quizás porque es imposible enseñarlas. En todo caso, gracias a Germán Roda y a todos los que participan en el documental por recuperar la memoria de un hombre muy especial.

(En Flixole hay un buen número de sus películas, por si les apetece verlas).


Mi prima María Schneider, Vanessa Schneider, Ed Circe, 2024

María si vivió a la deriva. María, María Schneider, la casi adolescente que se vio envuelta en una película cargada de dolor y de violencia cuando no estaba preparada para asumirlo. La mujer que arrastraba una falta de cariño desde pequeña y que a pesar de eso, fue una adolescente atrevida, libre, juguetona. A los 19 años aceptó un trabajo aparentemente magnífico: ser la protagonista de El último tango en París, de Bernardo Bertolucci, con Marlon Brando. Un regalo envenenado del que no salió ilesa. Esto lo sabíamos desde hace años. Lo que el libro escrito por su prima Vanessa, diecisiete años más joven que ella, nos cuenta, no es su vida y su calvario, es otra cosa mucho más interesante: un relato vital, acronológico, de momentos en común y de vidas paralelas entre la actriz y su deriva al mundo de las drogas y como consiguió superar los escollos de su río, y la niña, hija del 68 (Vanessa nació en 1969 en una familia de progres y hippies) que tuvo que salir adelante en un contexto familiar muy peculiar. Narrado en textos cortos en tiempo presente, este libro es la pequeña historia de dos mujeres, María y Vanessa, enmarcada en la gran historia de la mitad del siglo XX. Dos vidas bonitas, diría María. Dos vidas que nos dan algunas pistas sobre el camino que nos ha dejado a la deriva.

El regalo de esta semana es un cuadro “a la deriva”



 

sábado, 21 de junio de 2025

SER OTRO

 


Lo que quisimos ser, Alejandro Agresti

¿Alguna vez han pensado que les gustaría haber sido? Otra persona, otra vida, otra realidad. No porque la que tengas no te guste o no estés contento con ella. Simplemente por jugar. Eso es lo que hacen Irene y Yuri, o Buzz o … Todo empieza en un cine donde un hombre y una mujer, los únicos asistentes, están viendo Luna nueva de Howard Hawks. Al salir del cine, empiezan a hablar y deciden tomar algo juntos para seguir charlando. Y es en este primer encuentro donde nace la idea: ¿Y si somos otros? ¿Y si nos inventamos otra vida? Lo propone ella, él le sigue el juego. A partir de ese momento, se encontrarán cada jueves para hablar de sus vidas imaginadas. La realidad de cada uno queda al margen. El espectador la conoce, ellos no. Ellos juegan a ser el primer astronauta argentino y una escritora de éxito. Poco a poco se van enamorando, pero el pacto entre ellos no les permite dar el paso: sus vidas reales no existen. La historia empieza en 1998 y se alarga durante tres años en los que el mundo, y Argentina, dieron un vuelco. La Historia se cuela en la historia y solo la percibimos en el cambio de local para tomar la copa o el té de cada jueves. Podría ser una obra de teatro; podría ser una microserie de plataforma. Pero es cine, los primeros planos, las miradas, el espacio, todo nos lleva al territorio cine. Un cine hablado, muy hablado, si, pero en el que todo lo demás es importante. Lo que quisimos ser es una invitación al juego. ¿Qué me habría gustado ser?

 


Juliette en primavera, Blandine Lenoir

Juliette no sabe si quiere ser otra o simplemente quiere saber quién es. Juliette es una joven francesa de 30 años, dibujante de cuentos para niños. Juliette vive una crisis y una depresión. Necesita resetear su vida. Y para hacerlo, vuelve al lugar de su infancia, a la casa de sus padres. No, de su padre, porque su madre, una excéntrica pintora, hace tiempo que vive su vida. Juliette tiene una hermana, Marylou, es una fuerza de la naturaleza (en todos los sentidos), y una abuela a la que adora y que empieza a dar síntomas de no estar del todo en el mundo. Pero sobre todo, Juliette tiene un peso en el alma que no la deja vivir. Y en ese viaje catártico descubrirá que lo produce y sanará. Ella y todos los demás. Todo esto está contado con una ligereza contagiosa, una alegría de vivir,  como  los dibujos de línea clara de Camile Jourdy en el libro que adapta la película: Juliette: los fantasmas regresan en primavera. Los franceses saben hacer este cine sencillo, sin pretensiones, pero muy libre y sobre todo cargado de felicidad a pesar de estar contando cosas muy gordas. Nos sentimos cerca de Juliette y su angustia, pero el personaje que roba el corazón y la película, es sin duda Marylou, una espléndida Sophie Guillemin que luce sus carnes y sus pechos con total alegría, en una lección de belleza alternativa exuberante. Humor, fantasmas, familia nada convencional, una casa que hay que vaciar, un vecino con un corazón de oro y un pato. Es todo lo que necesita Juliette, y cualquiera, para reencontrarse antes de pensar en ser otra.

 


The Last Showgirl, Gia Coppola

Aquí si que Pamela Andreson es lo que quiso ser: una actriz reconocida más allá de su físico y sus personajes emblemáticos. No reniega de ellos, son su historia, pero asume que ahora es otra. Una showgirl de 57 años, consciente de vivir su última oportunidad de brillar en  un escenario bailando y luciendo un cuerpo todavía espectacular. Shelly no es la última corista, pero si hace su última representación. Curiosamente, este final de ciclo para su personaje puede significar el principio de una nueva vida para la actriz. Pero volvamos al pequeño teatro donde se va a representar este drama de plumas y lentejuelas. Cuando el espectáculo en que es la estrella se cancela, Shelly se enfrenta a un dilema personal. ¿Cómo recomponer su vida? ¿Cómo recuperar los lazos con su hija? ¿Cómo no romper la intensa relación que tiene con sus compañeras y amigas, es especial esa Jamie Lee Curtis desconocida y entrañable? Pamela llena este personaje de matices y grises al mismo tiempo que brilla en sus trajes y plumas. Y todo esto lo recoge Gia Coppola, una joven directora que seguro que nunca ha querido ser otra cosa que lo que es: la heredera de un clan de cine que se inaugura con su ilustre abuelo, Francis, continúa con su personal tía, Sophia, y se consolida con ella. Sin olvidarnos la aportación a los genes creativos de su abuela Eleanor y su tío Roman. Gia no es la última, en todo caso es la siguiente de una de las sagas más interesantes de la Historia del Cine.  

El regalo de esta semana es un retrato, las modelos juegan a ser otras cuando posan en silencio para un cuadro.



 

 

 

sábado, 14 de junio de 2025

MAS ALLÁ DE LA CIUDAD


“La ciudad es un lugar donde  no tienes miedo a encontrarte con alguien que no quieres ver. Puedes desaparecer.”, dice un personaje de una serie que estoy viendo estos días. Es verdad, la ciudad es anonimato, es privacidad, todo depende de lo que busques en ella. En ese espacio que llamamos rural, campo, lo de fuera, este anonimato es mucho más difícil de conseguir. De eso hablan tres estrenos de esta semana. Tres películas de muy distintas procedencias: una argentina, una rumana, una francesa, con historias y tonos muy distintos. Pero las tres poniendo el acento en esa falta de privacidad que, a veces, va acompañada de falta de respeto.

 


Miss Carbón, Agustina Macri, Argentina

Parece un escenario de Dickens: la cuenca minera carbonífera de Río Turbio, en la Patagonia argentina. Los personajes podrían ser de Dickens: una joven trans (Dickens no la habría hecho trans, pero, bueno), con un sueño: ser minera. A partir de este deseo, el film se aleja de cualquier aroma dickensiano, ¿quién en su sano juicio quiere meterse en una mina de carbón? Carla Antonella Rodríguez quiere hacerlo. Y no parará hasta conseguirlo en una historia basada en un personaje real, muy real, y ambientada hace dos días,  entre el 2009 y el 2012. Carla, que nació Carlos, se enfrenta a su padre, a su familia, a su pueblo. Y se enfrenta doblemente: primero porque se siente mujer, segundo porque quiere romper la absurda leyenda que prohíbe la entrada a las mujeres en la mina porque “causan derrumbes”. Carlos/Carla, consigue ser contratada en la mina y demuestra que puede ser la mejor en su trabajo; Carla/Carlos, se transforma definitivamente en mujer al mismo tiempo que se transforma definitivamente en minera. Con la ayuda de un grupo de mujeres marginadas, las prostitutas, las mujeres trans que son las únicas que le dan refugio cuando su padre le prohíbe entrar en su casa. Pero no solo con ellas. Contra todo pronóstico (más sabiendo que es una historia real), los mineros, sus compañeros de galería, de oscuridad, de miedo y peligro, la aceptan tal y como es, como uno de los suyos. Y cuando la empresa quiere sacarla de la mina,  es decir cuando Carlos ya es Carla, se ponen a su lado para que sea readmitida. Cosa que no hacen las mujeres que trabajan en las oficinas para las que Carla es una especie de monstruo contaminante. Con el reconocimiento de los derechos de las personas trans en una ley del 2012, Argentina dio un paso para la normalización social de este colectivo. Y con la lucha de Carla, la minería dejó atrás una de las costumbres más obsoletas del país. Por suerte no olvidó otra de las costumbres más arraigadas, la de elegir a Miss Carbón, premio que obtiene Carla en una celebración del cumplimiento de sus sueños. Cuento de hadas minero, basado en hechos reales, esta es una historia de final feliz. Las mujeres pueden ser mineras y el colectivo trans tiene sus derechos reconocidos. Al menos de momento, ya veremos qué pasa si Milei sigue su campaña de regresión moral y social.

 


La receta perfecta/Vingt Dieux/Holy cow, Louise Courvoisier, Francia

De los tres títulos  que tiene este film francés, el que más me gusta es el inglés. Holy cow/Vaca feliz. No porque las vacas que salen sean particularmente felices como no lo son sus personajes, al menos no al principio. Me gusta porque de alguna manera refleja una mirada a la vida rural desprovista de idealizaciones: las vacas son felices, pero  no es nada fácil vivir en el campo con ellas. El debut de esta chica francesa es una especie de homenaje a toda la gente que vive o sobrevive en los trabajos de agricultura y ganadería. Gente que no quiere irse a la ciudad, que sabe lo duro que puede ser sacar adelante una granja, pero no renuncia a hacerlo. Todo empieza con una muerte: el padre de Totone, fabricante artesano de quesos, muerte repentinamente. A sus 18 años, el inconsciente Totone, debe hacerse cargo de su hermana Claire. Y debe sacar adelante el negocio del queso. Para ello, se propone hacer el mejor queso Comté de la región. Porque estamos en el Jura, en el Franco-Condado, frontera con Suiza, denominación de origen del queso Comté que compramos en las tiendas. Quizás en otras manos, esta historia habría sido un drama social de tintes negros. Pero Louise Courvoisier, que conoce muy bien ese territorio, no quiere ser pesimista. Sin idealizar el bucólico paisaje, sin caer en tópicos urbanitas, sin apelar a la nostalgia o la añoranza, el film es una invitación a intentar vivir y trabajan en el campo. Y si de paso se consigue encontrar una chica estupenda, fabricar un queso digno de Obelix en una marmita casi tan mágica como la de Panoramix, y transitar un duelo que conduce a la vida adulta, mucho mejor. Una buena receta, una gran degustación.

 


Tres kilómetros al fin del mundo, Emanuel Pârbu, Rumania

Tres kilómetros no es una gran distancia, pero tres kilómetros pueden significar vivir o no vivir (no morir, eso es otra cosa). Tres kilómetros de agua separan una pequeña isla en el delta del Danubio de la ciudad más cercana. Pero en realidad, esos tres kilómetros son una franja infranqueable entre la intolerancia y la aceptación del diferente. Adi es un joven que pasa el verano con sus padres en la isla. Su padre es pescador en crisis permanente, su madres es de una religiosidad enfermiza. La isla está dominada por una especie de mafioso que controla el pueblo, como si aun estuvieran en la edad media. O en la época de Ceaucescu, al que este personaje y el policía local echan de menos. En este caldo de cultivo se produce una agresión: Adi recibe una paliza terrible. Lo que sucede a partir de ahí, es una combinación malsana de miedo, fanatismo, intolerancia y violencia. Adi descubrirá quiénes son sus padres  de una manera brutal al mismo tiempo que descubre algo que ni él mismo sabía: su homosexualidad. Con el rigor y la solidez del cine rumano contemporáneo, Pârbu cuenta esta historia luminosa en sus paisajes, oscura en sus odios y rencores, con un ritmo pausado, sin estridencias. Deja que sea la mirada de Adi la que nos  conduzca desde el estupor ante lo que sucede, hasta el desprecio que acaba generando en él. El paraíso socialista se erigió sobre un paraíso arcaico y atrasado. La Rumania profunda, tan lejos de Bucarest, aun arrastra los males que esa doble herencia ha dejado en las heridas del país. 

El regalo de esta semana es una ventana hacia el exterior por la que pueden mirar todos estos personajes.