Hasta el fin del mundo Viggo Mortensen
Me encantan los westerns, los
clásicos, los de toda la vida. John
Ford, Howard Hawks, Henry Hathaway. Me gustan las praderas, las
montañas, los ríos de los westerns. Es un paisaje tan unido a mi educación de
cine, (es decir sentimental) que provoca en mí un sentimiento de
reconocimiento. Da igual que sea una película que he visto muchas veces Río Rojo, Pasión de los fuertes, o algo recién fabricado, Yellowstone, por ejemplo. En las
primeras imágenes ya me siento en casa. Con Hasta
el fin del mundo me pasó algo parecido. Desde la primera secuencia en ese
pueblo tan conocido, donde se produce un tiroteo casi abstracto, minimalista y
banal en su estupidez, me siento dentro del film. He leído en una entrevista
que durante un rodaje en Australia, Viggo Mortensen se dedicó a ver westerns
todos los días, se empapó del género y cuando tuvo ocasión de dirigir una
segunda película decidió que eso es lo que quería hacer. Un western. Pero Viggo
Mortensen es un actor a la europea (aunque sea americano) y Viggo Mortensen es
un hombre de ahora mismo. Las dos cosas se notan en este magnífico western de
guerra. Lo primero, en el tono reflexivo de su mirada sobre una sociedad
violenta y en formación, no tan alejada de la de ahora mismo como nos gustaría
pensar; lo segundo en que el protagonismo bascula del héroe a la heroína, del
hombre a la mujer. No es que las mujeres de Ford o Hawks o Hathaway no fueran
fuertes y libres. Pero la Vivienne de Vicky Krieps es algo que va un poco más
allá. Es independiente. Y el hombre digno que viene de Europa y lucha por un
país mejor es, en cambio, dependiente. Ella es independiente, porque tiene muy
claro que debe forjarse el camino sola; él es dependiente de sus principios, su
compromiso, que le obliga a dejar su casa y embarcarse en una guerra que en
realidad no es la suya. La película empieza con un cruel y banal acto de
estupidez, la película acaba con un inesperado acto de inteligencia. En medio,
una historia de amor, una historia de flores y rosas y árboles floreciendo en
un árido espacio. Como ese amor entre Vivienne y Olsen que florece donde menos
se podría esperar. Muy bonita.
Marisol, llámame Pepa, Blanca Torres
No tengo ningún rubor en
confesarlo: yo fui una fan de Marisol. Quizás debería decir que soy una fan de
Marisol. De Marisol, no de Pepa, aunque respeto las decisión de Pepa de dejar
atrás a Marisol. Supongo que todo tiene que ver con la edad. Descubrí a Marisol
en México con 10 años en Un rayo de luz,
cuando se estrenó en el DF. Me llevó a verla mi madre. A las dos nos gustó
mucho. A mi madre, porque salía Madrid y pasaba en esa España a la que ella
soñaba con volver; yo, porque me sentí fascinada por aquella niña que no se
parecía a mí más que en los ojos azules, pero de la que me sentía muy cerca. No
en lo que le pasaba, yo tenía una familia estupenda, ni en los lugares donde
pasaba, México no se parecía en nada a una villa italiana. Pero si en un
sentimiento de niñez, por llamarlo de alguna manera. Cuando vinimos a España
uno de los pocos discos que salvé del terremoto del traslado fue el de Un rayo de luz, con Marisol y su flor azul en el pelo rubio. Ya en
Barcelona, seguí viendo sus películas, pero ya no era lo mismo. Ella crecía y yo
crecía más deprisa que ella. Pero siempre me gustó como cantaba, y como bailaba
aunque sus películas fueran cada vez mas tontas (la última que recuerdo
disfrutar fue Marisol rumbo a río).
En fin, todo este rollo para explicar porque me interesaba ver el documental de
Blanca Torres, y porque no me ha gustado el documental de Blanca Torres. Me
interesa el trabajo de recuperación de su instrumentalización como niña del
franquismo, pero no me gusta esa voz en off que intenta imitarla en su infancia.
Me interesa como cuenta su tristeza y melancolía de adolescente, pero no me
gusta la gente que habla de ella. Me interesa la reflexión sobre su transición
a mujer comprometida, pero no me gusta que no explique cómo Gades la
instrumentalizó de otra manera. Me muevo entre una cosa y otra todo el tiempo.
Y al final, me doy cuenta de que lo que pasa es que yo querría ver a Pepa
hablando de Marisol y de su vida, pero me cansa un poco ver a otros hablando de
Marisol y de su vida. Como Pepa ha desaparecido, y tiene todo el
derecho del mundo, yo me quedo con Marisol y la aíslo de su contexto para
mantenerla en mi memoria como parte de mi propia historia.
EL
RINCÓN DE LAS SERIES
Autodefensa, de Berta Prieto, Belén Barenys, Miguel Ángel Blanca. Filmin
Hace unos días se publicó en
El País una columna de Berta Prieto que trajo mucha cola. Aunque no leo nunca
El País, éste artículo si lo vi y me sorprendió como se atrevía a decir lo del
emperador desnudo pero sobre temas más candentes. No sé si estoy de acuerdo o
no con sus juicios de valor, pero si estoy de acuerdo con el sentido de su
texto, en concreto con este párrafo: “Me haría el esnob y les respondería que
Flaubert decía que "con buenos sentimientos, se hace mala
literatura". Y está claro que estamos en la era de los “buenos
sentimientos”, así que supongo que es por eso que nuestra cartelera está llena
de obras que apuestan por la verdad, hechas con muy buena intención y con una
voluntad reparadora, pero absolutamente alejadas del hecho artístico. Intuyo
que éste es uno de los motivos por los que la crítica cultural es prácticamente
inexistente: nadie quiere ofender a nadie.” No puedo menos que afirmar
rotundamente que tiene razón: los buenos sentimientos, las buenas intenciones,
no hacen buenas películas ni buenas novelas. Tiene que haber un plus por encima
del mensaje, de la función didáctica, de la denuncia. Un plus que no suele
tenerse en cuenta. No conozco a Berta Prieto por eso busqué quién era. Y me
encontré con una serie en Filmin creada, interpretada y dirigida por ella en
colaboración con Belén Barenys. Se llama Autodefensa.,
La primera temporada se estrenó hace un tiempo y hace poco se ha estrenado la
segunda. Pensé que valía la pena verla a ver si ella misma se había aplicado su
lección o caía en lo mismo que denunciaba. Hay que reconocerlo: gana por
goleada. Autodefensa es una serie de
10 capítulos de duraciones variables entre 5 y 20 minutos, divididas en dos
temporadas. El primer capítulo de la primera temporada, Sentirse deseada, no es el mejor, pero sí el más programático. En
este episodio conocemos a Berta y a Belén, dos amigas veinteañeras que viven
juntas, una mañana de resaca después de una fiesta salvaje. Y asistimos a su
conversación, real como la vida misma, pero no la vida misma. En lo que se
cuentan mientras comen una hamburguesa, están todas sus ideas sobre el mundo
que las rodea. A partir de aquí, los otros cuatro capítulos plantean un
problema, un tema, un dilema diferente. Como diferentes son las maneras de
contarlos en un trabajo cinematográfico brillante (como el capítulo Brilla, brillante), o angustioso (como
el capítulo Ansiedad), o fantasioso
(como el capítulo Fantasía) o
abstracto y conceptual (como el capítulo Ser
un concepto). La primera temporada la vi de un tirón, menos salvaje de lo
que parece a pesar de su lenguaje y sus actos, Autodefensa nos deja ver dos chicas de ahora mismo en una Barcelona
de ahora mismo, pero no son dos chicas que te cruces por la calle, no son la
realidad, son una ficción de la realidad. En fin me ha divertido mucho y me ha
parecido eso Brillante. Veré la segunda temporada a ver si mantiene el mismo
tono.
Un
apunte necesario: L’amour fou de
Jacques Rivette
Se ha estrenado, mejor dicho
se ha recuperado y estrenado por primera vez en una sala comercial, uno de los
films emblemáticos de Jacques Rivette, L’amour
fou con Bulle Ogier y Jean-Pierre Kalfon, dos de sus actores favoritos. No
la he vuelto a ver desde hace muchos, demasiados años. Supongo que se aguanta
igual que entonces, espero que siga siendo fascinante. Dura 255 minutos, es
decir más de cuatro horas. Hace falta voluntad y ganas de sumergirse en el amor
loco de los protagonistas enmarcado en otro amor loco, el del teatro. La
estrenan en pocos cines en España. Si tienen tiempo y curiosidad, no se la
pierdan. En todo caso, en homenaje a L’amour
fou he titulado esta entrada Amor.
El regalo de esta semana son
dos chicas menos provocadoras que Berta y Belén.
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