(Friedel
Brüggemann y George Becker en el año 1994. Nosotros aprendimos mucho de ellos.
Quiero creer que ellos también aprendieron de nosotros)
Cuestión
de edad. Una de las mejores cosas que te pueden pasar en la vida es tener
amigos. Pero aun es mejor tener amigos en vertical tanto como en horizontal. Me
explico. Tener amigos de tu misma generación, con una historia parecida, una
formación intelectual y sentimental basada en los mismos elementos, es algo
necesario. Ese tipo de amistades son sólidas, seguras, confortables. Pero tener
amigos de distintas generaciones es algo muy diferente. Son gente que viene de
otro momento histórico, con otro background, con otras necesidades y otras
perspectivas. Estas amistades son sólidas también si se consolidan, pero no son
confortables. Son estimulantes, te obligan a estar muy atento, a escuchar, a
colocarte en otro punto del paisaje para ver lo mismo desde otra perspectiva. Son
muy enriquecedoras. Pero ojo, nunca hay que confundir amistad con imitación. Ni
cuando tus amigos son mayores que tú, ni mucho menos cuando son más jóvenes.
Cada edad tiene su riqueza y es esa la que puedes ofrecer y compartir. Si pretendes
renunciar a eso para parecerte al otro, caes irremediablemente en el patetismo
y condenas la amistad al fracaso.
Todo
esto viene a cuento de la última película de Noah Baumbach, Mientras seamos jóvenes. Ben Stiller y
Naomi Watts son una pareja de más de cuarenta años, Adam Driver y Amanda
Seyfried, son una pareja de veinticinco años. Ambas caen en el error de la
imitación, del querer ser como los otros (bueno, caen ellos, las chicas parecen
un poco más lúcidas) y eso impide que lo que se podían aportar unos a otros tenga
un resultado satisfactorio para todos. Baumbach se enfrenta a este tema con
sencillez narrativa, apoyado en la solvencia de sus actores, y con una
inteligencia y sensibilidad que no solo salvan el film, salvan también la historia y
los personajes. Menos un final que parece añadido a posteriori y que no
responde del todo al discurrir lógico de la narración.
(las
escaleras pueden llegar a ser un problema, pero no el más importante)
Cuestión
de edad es también el tema de otra película americana que se ha estrenado esta
semana Ático sin ascensor. Esta es la
historia de una pareja, Morgan Freeman y Diane Keaton, que lleva cuarenta años juntos. Se conocen,
se quieren, se ayudan. No hay sorpresas, no hay sobresaltos, hay una tranquila
solidez que nace del saber que el otro sabe. Viven en un ático precioso en
Brooklyn, pero las escaleras pesan y empiezan a pensar en cambiarse de casa. La
anécdota no va mucho más allá. Lo que es interesante de esta agridulce comedia
es lo que pasa alrededor: la paranoia desatada por un posible atentado
terrorista que les acompaña desde la televisión los dos días de locura que
viven mientras enseñan su piso y visitan otros apartamentos para comprar; la
enfermedad de su perrita, que les obliga dejarla en una cara clínica
veterinaria. Son estos dos temas marginales, los que consiguen darle a la
historia un sentido y acaban por hacerla un retrato del aquí y el ahora.
Lástima que unos vergonzantes flashbacks lastren el conjunto de una película
que sin ser nada especial, sería mucho mejor sin ellos.
Anacleto, agente
secreto.
Pues sí, también esta película es cuestión de edad. La divertida comedia
disparatada de Javier Ruiz Caldera, tiene mucho que ver con la edad. La edad de
un Anacleto mayor, Imanol Arias, elegante, brillante, pero que, como se encarga
de repetir varias veces en la película, “ya está viejo para esto”. La edad de
los lectores del Anacleto inicial creado por Vázquez a principio de los años
sesenta que son ahora adultos con hijos
adolescentes que no estoy segura que sepan quién es Anacleto. La edad de esos
hijos que descubrirán a Anacleto a partir de la película y quién sabe, quizás
salten a los tebeos a partir de ella. Al margen de esta consideración
generacional, Anacleto es un divertimento lleno de diálogos brillantes e
ingeniosos, con una clara vocación de homenaje al cine de espías y al de
aventuras; tiene un malo de película y una pareja protagonista con una química
perfecta. Los secundarios roban las escenas que les toca robar y las secuencias
de acción son espectaculares. No quiero
acabar estas líneas sin hablar de una de las cosas que más me han gustado de
este comic/film: las localizaciones. Llámenlo deformación profesional debido al
año que llevo sumergida en este tema con el libro y la exposición sobre
localizaciones, pero el hecho es que pocas veces he visto un uso tan potente y
tan variado de las localizaciones. A Ruiz Caldera le gusta rodar cerca de casa,
ya lo hizo en Tres bodas de más donde
el mar era el marco de la historia. Ahora se adentra en el paisaje de una
Catalunya rural, y se atreve con escenarios urbanos muy poco habituales en el
cine. Anacleto nunca falla, los lectores del Anacleto inicial, los que lo
descubrieron cuando tenían diez años, los que no lo han descubierto aun: vayan
a ver a Imanol Arias y Quim Gutiérrez y pidan por favor que haya una segunda
parte. Aunque tenga que ser con un fantasma.
hola nuria, gracias por tu referencia a las localizaciones, fue un buen trabajo muy bien guiado por javi ruiz caldera y el dtor de arte balter gallart, que huyen de convencionalismos trillados. es un reto y un placer trabajar con ellos
ResponderEliminarun beso