sábado, 8 de febrero de 2020

RESISTENCIAS


( esta flor me ha venido a la cabeza mientras escribía, por eso la pongo)

Vida oculta
Un Terrence Malick siempre es un Terrence Malick. Hay de sublimes, hay de menos interesantes, hay algunos que se pierden un poco, pero siempre, siempre, hay algo que distingue y hace interesante su cine. Malick es un caso único. Cuatro películas en treinta años, las cuatro poderosas, importantes, de las que se quedan en la memoria, habían hecho de él un personaje de leyenda, un independiente no solo del cine, sino de la vida. Y luego, en 2011 nos regala uno de los mejores films de siempre El árbol de la vida y a partir de ahí, le entra una especie de frenesí que le lleva a dirigir tres largometrajes (irregulares), un documental monumental Voyage of Time y varios cortos  en apenas siete años para desembocar en esta Vida oculta en la que recupera parte de su buen pulso narrativo, sin perder ninguna de las constantes de su estilo, en el que el paisaje y la espiritualidad se conjugan en un relato narrado desde dentro. La historia de Franz, el campesino austriaco que se convirtió en el primer objetor de conciencia cuando se negó a jurar fidelidad a Hitler en 1943, se empareja aunque parezca una barbaridad con la de Kit, el adolescente de Malas tierras que se niega a jurar fidelidad a la sociedad convencional. Y el amor de Bill y Abby en Días del cielo se reconoce en la fidelidad y lealtad que tienen Franz y su esposa Fani, capaz de hacerles enfrentarse a un mundo en el que no tienen cabida. En cuanto a la apelación a una fe que es tabla de salvación para Franz, también estaba en La delgada linea roja, aunque se tratara de otra fe. Filmada con un gran angular al que hay que acostumbrarse, la belleza de sus imágenes es tan grande como la de El árbol de la vida. Con todo esto quiero decir que Malick sigue siendo fiel a si mismo, a la voz en off, a las palabras susurradas, a la belleza de las montañas y los prados y los cielos. Quizás no eran necesarias tres horas para contar esta historia, no lo sé, creo que a lo mejor hacían falta porque el tiempo dilatado que sufre Franz en su calvario, es muy físico y el espectador acaba sintiéndolo en la segunda hora, la de la cárcel. Quizás no hacía falta que los personajes hablaran en inglés cuando son austriacos, no lo sé, pero creo que si no hablaran en inglés, en Estados Unidos nadie habría ido a ver la película y Malick quería que fueran. Y pensaran. Y creyeran en la fuerza de la dignidad en un mundo cada vez mas indigno. La crítica, internacional y nacional, cargó duramente contra el film cuando se pasó en Cannes. Es comprensible. La crítica más progresista no suele llevar bien una carga espiritual o metafísica, y menos si es de matriz cristiana o católica; la crítica más reaccionaria no responde bien ante las denuncias de la injusticia del poder arbitrario. Resultado: a nadie le gusta. A mí me parece que es una de aquellas películas que recomendaría con cuidado. Vayan a verla si están dispuestos a aceptar estas premisas: belleza, voz en off, mensaje de redención. Si no, mejor no vayan. Yo la disfruté, pero mi experiencia no tiene porque ser compartida.


Solo nos queda bailar
Este film sueco que pasa en Georgia, también habla de resistencia. De otro tipo, pero al fin y al cabo, una resistencia a los que detectan el poder y establecen sus reglas inamovibles contra las que nada se puede o se debe hacer. Estamos en Tiflis ahora mismo. Merav es un bailarín de la Compañía Nacional de Danza Tradicional Georgiana. La danza es el gran tema de esta película. Una danza masculina, viril, una mezcla de regaton y kung fu, se me ocurría mientras la veía, pero de una gran belleza en sus gestos, en sus figuras, en sus enfrentamientos. Una danza de hombres para hombres en la que las mujeres juegan, como en la vida real de ese país, un papel secundario. Pero Merav es diferente, Merav tiene una pulsión homosexual que le lleva a obsesionarse con un nuevo bailarín fascinante y atractivo. Y eso, en la Georgia heredera del mundo soviético, es algo no solo prohibido, sino inconcebible. En la danza tradicional no hay homosexuales, faltaría más. Viviendo en la Europa Occidental a veces nos olvidamos que hay todavía muchos lugares no tan lejanos ni exóticos, donde conquistas sociales y morales plenamente asumidas en nuestra sociedad, se cuestionan, se prohíben y se persiguen. Georgia, como Ucrania o la propia Rusia, son sociedades muy reaccionarias, muy tradicionales, muy religiosas y conservadoras, en las que la libertad individual de ser quién quieres ser, es un desafío constante. Merav no se arriesga a la muerte como Franz en Vida oculta, pero si se arriesga a perderlo todo al plantar cara y bailar la danza georgiana con un aire nuevo, delicado y hermoso. No es una historia de amor homosexual, es una historia de búsqueda de la libertad. Solo nos queda bailar es, además, un gran espectáculo.


Kirk Douglas
El gran carnaval, Dos semanas en otra ciudad,  Cautivos del mal, Retorno al pasado, El  loco del pelo rojo, Los vikingos, Ulises, Espartaco, Senderos de gloria,  El dia de los tramposos, Veinte mil leguas de viaje submarino, Duelo de titanes, El compromiso, Siete días de mayo, La pradera sin ley… son las películas que me han venido a la memoria al saber que Kirk Douglas había muerto. Forman parte de mi paisaje cinematográfico y vital, de algunas me acuerdo cuando las vi por primera vez la mayoría las he visto tantas veces que me las sé de memoria. Douglas tenía algo especial, no era guapo pero si muy atractivo. La cámara le adoraba y conseguía dar a todos sus personajes algo de si mismo. Era el último grande, de eso no hay duda. Para la gente mas joven, es un actor de Filmoteca y de sábado por la tarde en televisión. Pero los que tuvimos la suerte de ver sus películas en estreno, Espartaco sobre todo, es un rostro, una mirada, un hoyuelo, unido a nuestra memoria personal. Y eso, no nos lo quita la muerte.


José Luís Cuerda
Y hablando de muerte tengo que recordar a José Luis Cuerda, un director que era una contradicción en si mismo. Su aspecto de venerable abuelo, se contradecía con su fina ironía, su capacidad crítica y una saludable falta de respeto a lo establecido. Su cine no siempre reflejó este lado ácrata, aunque Amanece que no es poco, es una película fundamental en este sentido. Como lo son La marrana, Así en el cielo como en la tierra, y en cierto modo Tiempo después. Cuerda tenía otro lado más convencional, más políticamente correcto que gustaba mucho a la crítica: La lengua de las mariposas o Los girasoles ciegos. Este también era Cuerda en ejercicio de esa esquizofrenia que le hacía ser un compañero de mesa estupendo porque nunca sabías por donde iba a salir. Me alegro mucho de haberlo conocido, me alegro mucho de haber tenido ocasión de discutir con él y reconciliarme con él. Me sabe mal que se haya ido, creo que aun podía haber hecho más películas políticamente incorrectas o correctas, me da igual.

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