(espero que mi sobrino Manolo no se enfade porque ponga una
foto suya donde se parece a MM en True
Detective. Aclaro que Manolo es así desde siempre. Flaco y guapo )
No voy a escribir más su nombre. Si ya es difícil pronunciarlo,
más es escribirlo sin dejarse alguna c, o alguna h. Así que, a partir de este punto, en este texto será MM. Lo
aclaro porque seguramente tenga que citar alguna vez el nombre de este actor
de voz reposada y guaperas de moda hasta que aceptó un pequeño pero inolvidable papel en El Lobo de Wall Street, antes de convertirse en un estupendo
fugitivo en Mud y en el enfermo de sida
mas flaco que un esqueleto de Dallas
Buyers Club, película que se estrena ahora y llega con la aureola del
merecido Oscar que le ha permitido ganar.
Sobre este film solo quiero decir una cosa: lo que deja
entrever respecto al comportamiento de las farmacéuticas y los hospitales en el
tratamiento del SIDA en sus primeros años, pone los pelos de punta. No solo
experimentaban con los enfermos como si fueran cobayas humanas, lo peor es que,
sabiendo que existía una posibilidad de curación, o al menos de cronificación
de la enfermedad, se negaron a investigarlo y a ofrecerlo a los enfermos por
una simple cuestión económica. Lo que hace Ron, el vaquero tejano de MM, no es
solo eso tan lícito de luchar por la propia supervivencia, sino eso tan lícito
igualmente, de ayudar a otros a luchar por su supervivencia. Esto le lleva a
montarse un chiringuito (no llega a ser negocio) para ofrecer a drogotas y
travestis, la medicina que consigue en México y que le ha salvado la vida, o al
menos se la ha alargado unos cuantos años. La película nunca cae en el
melodrama sentimental de enfermo moribundo, tampoco se pasa de la raya en la
denuncia de los malvados que controlan la USFDA que le persigue. Ron, a pesar
de su aspecto cadavérico, está lleno de energía y de imaginación.
De todos modos, si MM merecía ganar un Oscar yo se lo habría
dado por su personaje de Rust en True
Detective. Hacía tiempo que no veía una serie (o una película) de una
calidad tan grande en todo. En la historia, contada en una estructura de tres
tiempos; en los paisajes, esa Louisiana mórbida, calurosa, de pantanos y
serpientes; en los dos protagonistas,
seres imperfectos que arrastran un pasado que les lastra el futuro y que a
pesar de sus diferencias acaban encontrando un camino juntos; en la maldad de
los hombres escondidos tras las máscaras y los rituales antiguos; en los monólogos
metafísicos de Rust que elevan los textos a categorías filosófica. Sobre todo
el último diálogo entre los dos detectives mirando la noche y las estrellas.
Hay momentos espectaculares: el ya famoso plano secuencia del final del
capítulo 4; la música de los créditos iniciales; el relato del asalto a la
granja donde lo que oímos no se corresponde a lo que vemos; la secuencia de la
iglesia en la carpa…
Viendo esta serie no pude menos que recordar los libros de
John Connolly protagonizados por el detective Charlie Bird Parker. Rust, igual que Charlie, ha perdido a su mujer y a su
hija; Rust, igual que Charlie, no acepta la estrechez mental de la policía;
Rust, igual que Charlie, sabe que el mal vive en la tierra y se manifiesta de
formas oscuras; Rust, igual que Charlie, persigue un asesino en serie
despiadado y cruel. Estoy segura que el guionista y creador de la serie, Nic
Pizzolato, se ha leído la serie de novelas de Charlie Bird Parker. Pero lo mejor es que no las ha copiado, ni las ha
imitado. Ha sabido, en cambio, recrear su atmósfera asfixiante, incorporando un
soplo de aire fresco en la figura del contrapunto de Rust, el detective Marty.
No se que fue primero, el rodaje de Dallas.. o el del fragmento del presente de True Detective, pero de lo que si estoy segura es que el físico de mejillas chupadas y pelo casi blanco de MM, se aprovechó en las
dos para enriquecer los personajes de Ron y de Rust.
No hay comentarios:
Publicar un comentario