domingo, 17 de febrero de 2013

EL ESPECTACULO ESTA EN LA CALLE



(Ramón también pinta meteoritos)

El cine se ha retirado de la primera línea de interés. Hay estrenos, si, pero no son lo mas importante. Sigue en pantalla a horas extrañas y en Filmin a la hora que uno quiera, una película sobre un posible modelo distinto de educación: Entre maestros, de Pablo Usón; se puede ver el film chileno NO, de Pablo Larraín que nos recuerda que el pasado no está tan lejos y que la mejor arma contra la mediocridad y la estupidez del poder es la imaginación; esta semana se estrena una comedia tontorrona pero entretenida, Un plan perfecto, que hace un buen programa doble con el documental Marina Abramovic: que fácil es dar gato por liebre con el cuento ese del “arte” (moderno, falso, o las dos cosas).


Como si los cines supieran que el gran espectáculo no está en la sala oscura sino en la calle, esta semana la realidad nos ha deparado actuaciones memorables.

Lunes: un melodrama inesperado con rayo divino. El papa anuncia, en latín, su renuncia en un acto histórico de consecuencias imprevistas y esa misma noche, cae un rayo en la cúpula del Vaticano en una de las imágenes mas impresionantes del siglo. No hay guión que supere ese encadenado de acciones: el cielo parece demostrar su cólera porque el papa ha osado desobedecerle y marcharse andando en lugar de con los pies por delante.

Viernes: ciencia ficción al alcance de la mano. Cae un meteorito en Rusia. Ni la mas espectacular de las películas de ciencia ficción podría imaginar una imagen tan impactante como la que tuvimos el honor, si honor, de ver casi en directo. Una bola de fuego impactando con la tierra, produciendo esa luz que los efectos especiales siempre añaden a una explosión y que resultó ser real, muy real. Y esa misma noche, el asteroide que casi se nos lleva por delante, rozando la atmósfera de esta tierra que empieza a estar harta del género humano.

Entre lunes y viernes en España siguió desarrollándose tragi-comedia de la corrupción y sus infinitas variedades, con espionaje incluido, como si la pantera rosa hubiera decidido que quería un papel protagonista: todos espiados, o mejor, como diría Berlanga, TODOS A LA CARCEL, todos, pero todos.

Entre ese lunes y ese viernes también siguió proyectándose el drama neorrealista y terrible de los desahucios con esos héroes nada anónimos que han conseguido que sus señorías se tomen en serio uno de los dramas nacionales mas hirientes y dolorosos.

Y lejos, en el frío Berlín, el festival fue ofreciendo sus dosis de realidad en la pantalla, una realidad que siempre, siempre, acaba por ser superada por el mundo. Una realidad que, si hemos de hacer caso de las crónicas que nos han llegado, siempre tan parciales, tan limitadas a una sola sección y a unos pocos films, ha puesto su mirada en demostrar las miserias morales y sociales del mundo que nos rodea. Esto, siendo como es importante, no es ni mucho menos lo único que debe hacer el cine. Para saber en que mundo vivimos no necesitamos el cine, basta con salir a la calle. Cuesta hacer entender que el cine de denuncia, el cine político, acaba por ser olvidado, mientras que las miradas lúcidas que dejan ver lo que sucede sin poner el acento, suelen permanecer en la memoria privada y colectiva. La pornomiseria es rentable de forma inmediata, pero a la larga, se pierde en la nada.

Y esta noche los Premios Goya con su anunciado desfile reivindicativo.

En fin, lo dicho, el espectáculo está en la calle.

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