jueves, 30 de abril de 2015

D'A FESTIVAL DE CINEMA D'AUTOR DE BARCELONA 1


Estamos en la mitad del D'A, el Festival de Cinema d’Autor de Barcelona y ya se puede hacer un primer balance: es una ocasión de oro de recuperar/descubrir películas que será muy difícil poder ver de alguna otra manera. La ventaja del  D'A es que es un festival ecléctico, con una clara tendencia al cine de autor (de ahí su enunciado) pero con una mirada muy abierta sobre esta idea. Hay tantos autores como películas.
En esta primera entrega recojo  cuatro de estas películas.

El Complejo del dinero, de  Juan Rodrigáñez, España
Eugeni D’Ors publicó Oceanografía del tedio en 1918. Franziska Von Reventlow, publicó El complejo del dinero en 1916. Dos años de diferencia entre  dos libros que tienen mucho en común. Dos textos que hablan del no hacer, de esperar a que otros hagan mientras uno no hace nada. Los dos pasan en verano, uno en una tarde, el otro en unos pocos días. En los dos, hay gente rica y ociosa que deja pasar las horas. De los dos se han hecho adaptaciones al cine. Y curiosamente, las dos películas resultantes tienen mucho que ver entre sí. Mar c Recha partió de Oceanografía del tedio para rodar su primera película, El cielo sube, en 1991.  Juan Rodrigáñez ha adaptado el libro de la autora alemana en 2014. Si los libros hablan y surgen en momentos de crisis en Europa (que mayor crisis que la primera guerra mundial a la que ambos parecen ser completamente ajenos) las películas aparecen también en dos momentos de crisis : la de principios de los 90 de la que nadie parece acordarse pero nos noqueó con mucha fuerza y la actual que lleva camino de hacerse endémica.
No conozco el libro de la alemana, si el de Eugeni D’Ors. Pero he visto las dos películas y puedo decir que hay algo que las une sutilmente: el calor, la luz, el tiempo que pasa, el humor soterrado, la absurdidad de las situaciones y personaje(s). Y la placidez.
Eso es quizás lo que más me ha gustado de El complejo del dinero. Se agradece mucho ver una película tranquila, que va dejando caer bombas de relojería sin que nos demos cuenta y que te regala con algunos intermediosmusicales inolvidables.

El hombre congelado, de Carolina Campo-Lupo, Uruguay
Quizás la película que más me ha gustado de este D'A 2015. Seguramente la que más me ha sorprendido.  Está enmarcada en una sección que se llama Futuros Imposibles. No podía estar en mejor sitio. Es una película de aventuras. Pero las aventuras son de muchos tipos. Esta se entronca con Edgar Allan Poe a través de Las  Aventuras de Arturo Gordon Pym. Estamos ante un viaje al Polo Sur. El film empieza como un documental sobre el trabajo en un barco de carga que va a aprovisionar una estación en la Antártida. Vemos las máquinas, los marineros. Todo es muy físico, todo es tangible, el color dominante es el naranja. Nunca salimos del barco. Solo oímos el sonido de las máquinas y el sonido del viento. Poco a poco, el barco se va aproximando a su destino, empieza verse el mar, mejor dicho el hielo. Seguimos sin salir del barco al que nunca vemos en su totalidad. No sabemos como es. A  medida que se acerca a la base, el interior del barco se va perdiendo,los hombres van desapareciendo, la mirada se pierde en el horizonte. Sin darnos cuenta, hemos ido de lo tangible a lo intangible; de lo físico a lo abstracto. Y la belleza y la soledad de los paisajes nevados empiezan a invadir la pantalla. No sabemos cuando hemos abandonado el barco, pero ahora estamos ya sumergidos en el blanco y negro de la nieve y las rocas, del cielo y la tierra. Ya no se oyen los sonidos naturales, lo que oímos es un canto casi religioso. Estamos hipnotizados, arrastrados en esta aventura  que como dicen en el catálogo del festival: “es un viaje hacia un futuro desconocido, un viaje a la nada”.

La sapienza, de Eugène Green, Francia/Italia
Lo primero que se me ocurre viendo La Sapienza es que es un film detenido. Detenido en el plano; detenido en los personajes que están paralizados; detenido en el tema de todo lo que se cuenta, los edificios construidos por Borromini al final del Renacimiento. Pero que esté detenido no es un problema, es solo una definición. Porque solo con este ritmo se podía contar la historia de este matrimonio que ya no se conoce y que intenta en un viaje a Suiza recuperar lo que han perdido. El encuentro con dos hermanos adolescentes provocará un extraño movimiento, el primero en este film detenido, que los emparejará de forma antinatural: ella se queda con la chica, una adolescente enfermiza que languidece como una heroína romántica; él se irá con el hermano en un viaje de exploración por Italia tras los pasos de Borromini. No es la Gran Belleza, no es Viaggio in Italia, no es Viaje al principio del mundo, pero de los tres bebe Green para poner en marcha este film detenido.

Aimer, Boire, Chanter, Alain Resnais, Francia
Último film de Resnais, realizado con sus amigos y colaboradores de siempre, Sabine Azema, André Dusssolier… , rodado en preciosos decorados teatrales de imágenes minimalistas, utilizando dibujos para mostrar las distintas casas donde viven los componentes de un grupo teatral de aficionados. El anuncio de que uno de ellos, al que nunca vemos, está enfermo y morirá pronto, desencadena en estos ricos y ociosos provincianos un vodevil verbal inesperado. Resnais tenía ya 91 años cuando se filmó este divertimento, y eso le hizo concentrar sus fuerzas en los escenarios concretos de las cuatro casas, utilizando los caminos y carreteras que las unen entre sí como único respiro al aire libre de un film que hace del paso del tiempo una de sus razones de ser. Difícil de seguir si no se entra en el juego; deliciosamente tonto si te integras en los amores y desamores de estos más que adultos casi viejos, Aimer, Boire, Chanter es un buen final para una carrera que hizo de las relaciones de pareja su principal  preocupación . El festival, junto con la Filmoteca de Catalunya, dedican a Resnais un homenaje más que merecido.

Mañana una segunda entrega del D'A



domingo, 26 de abril de 2015

MICRO RELATOS SALVAJES


(este precioso y divertido  oso Panda  de Ramón es un regalo para todos los de la banda de los Panda)
Murieron por encima de sus posibilidades, de Isaki Lacuesta. No entiendo muy bien que pasó con esta película en San Sebastián. No entiendo que críticos de cine que encumbraron a Torrente (film mucho peor en todos los sentidos) se lanzaran a la yugular de Isaki por hacer una comedia gamberra, divertida y gore. Quizás la explicación sea que de Segura no se podía esperar más que una comedia basura en todos los sentidos y cuando la hizo todo el mundo se sintió confirmado en su idea. En cambio a Isaki Lacuesta, un director considerado exquisito, difícil, un autor en todo el sentido de la palabra, capaz de hacer films como Pasos Dobles o Los Condenados, no se le perdona que se haya atrevido a dar un giro de 180 grados y se haya metido de cabeza en una ácida comedia sobre la crisis y los deseos nada escondidos del ciudadano de a pie de matar a banqueros, especuladores y políticos con sus propias manos. Con un elenco de actores impresionante en pequeños papeles y cinco protagonistas enloquecidos, este retrato de la España más contemporánea, es sin duda uno de las películas más transgresoras del año. Por su libertad en la producción y en la realización y por la crítica feroz a la sociedad que nos rodea. Pero la ha hecho Isaki y eso, señores, la crítica no lo perdona fácilmente. Yo sí, yo me divertí y me sentí parte del espectáculo que ofrece esta peculiar banda de los Pandas.

Esto es lo que escribí en el Festival de san Sebastián cuando vi la película en septiembre. Ahora, solo quiero añadir que me alegro de que por fin haya llegado a su público natural en un momento tan adecuado, con el  escándalo del banquero y ex ministro en las primeras planas de la actualidad, convertido involuntariamente en un extra con frase de lujo en estos micro relatos salvajes  y tan liberadores.

2
De las películas estrenadas la semana pasada, hay una que me interesa destacar. Retorno a Ítaca, de Laurent Cantet. Está basada en textos de Leonardo Padura y tiene una estructura teatral apoyada en la interpretación de cinco actores en estado de gracia. Todo pasa una calurosa y agradable noche en la terraza de una vieja casa de La Habana donde se reúnen un grupo de amigos para celebrar la vuelta a Cuba de uno de ellos, exilado en España desde hace dieciséis años. A lo largo de esa larga noche, afloran conflictos, enfrentamientos, cariños, deudas, solidaridades, pero sobre todo, miedos. Eso es lo que más me impresionó. El miedo que expresan con las palabras, con los gestos, con lo no dicho, con lo escondido. El miedo que les impidió vivir en un país que no dejaba respirar, que no permitía mirar hacia adelante, que frustró o mejor dicho castró (nunca estuvo mejor aplicado éste término) a varias generaciones de cubanos. Castro, el castrador, los Castros represores. Los amigos son cuatro hombres y una mujer en la cincuentena, todos  nacidos en los años sesenta, formados en la lucha revolucionaria y en el socialismo, convertidos en zombis durante toda su vida. No son opositores, o reaccionarios, o vendidos al imperialismo. Son personas que creyeron lo que les contaban e incluso lucharon por ello, sin darse cuenta de lo que estaban haciendo con ellos, hasta que fue demasiado tarde. Hay una frase que dice uno de los personajes recordando la muerte de su padre, revolucionario de la primera generación, compañero del Che y de la lucha en Sierra Maestra. A punto de morir y con la lucidez que da saber que todo se acaba, le dijo a su hijo: “No sé que es peor, pensar que me equivoqué en todo, o pensar que me engañaron”.  Yo también me lo pregunto.

3.

No dejen de leer, si quieren, la entrada anterior, publicada el martes sobre una película que se ha estrenado esta semana,  E agora, qué? Lembra-me,  de Joaquim Pinto

martes, 21 de abril de 2015

JOAQUIM PINTO


(la foto es mía, pero podría estar en el film de Pinto)
¿Y ahora qué?, se pregunta Joaquim Pinto. Ahora toca recordar, dejar memoria, hablar del pasado y del futuro mirando el presente. ¿Y ahora qué? me pregunto yo al reencontrarme en este diario personal filmado, con una persona que conocí hace casi 25 años en un festival de Locarno donde se proyectaba De tripas corazón. Pinto era, entonces, un joven cineasta portugués vinculado al cine de Raúl Ruiz, Oliveira, Botelho por su trabajo como técnico de sonido. Pero desde hacía un tiempo, Pinto también dirigía y De tripas corazón era su película más ambiciosa. Recuerdo una cena en la Piazza Grande con Botelho, Chema Prado, él y otros muchos, era el año 1992. Pinto ya tenía SIDA pero yo no lo sabía.
La verdad es que no había vuelto a pensar en él. Sus películas difícilmente se veían en festivales y en realidad llevaba más de diez años sin rodar nada. La enfermedad le alejó del cine. Por eso, reencontrarme con Pinto, envejecido y enfermo, pero con los mismos ojos brillantes e inteligentes, ha sido como reencontrar un viejo amigo a través de uno de los films más emocionantes que he visto nunca acerca de la enfermedad que fue la plaga del siglo XX y que, por  suerte, ha dejado de ser tema dramático porque se ha convertido en crónica. La gente ya no se muere (tanto) de SIDA, pero vivir con la enfermedad es doloroso.
Pero ojo, porque esta ¿Y ahora qué?, no tiene nada de dramático y mucho menos de melodramático. Contada en primera persona, con una cámara testigo de la vida cotidiana, de los tratamientos, de los momentos felices, de los estados de desespero, este film que no es exactamente un documental, sino un diario filmado a la manera de Jonas Mekas, es un viaje por la vida más que por la muerte. Un canto a la vida en todas sus formas: la del perro Rufus que se salva de una muerte anunciada, la de los insectos que se alimentan de las plantas, la de las ranas de la charca, la de los pájaros y las flores. Es un discurso sobre la necesidad de creer, de creer en algo, no necesariamente un Dios, pero si un dios, el dios de lo más pequeño, las células, el virus mutante y lo más grande, el sol, la luna. Y es una gran historia de amor. La de Joaquim y Nuno que le acompaña en este viaje de supervivencia; la de Joaquim y el perro Rufus que vive en paralelo una condena a muerte que no es tal; la de Joaquim y el cine desde que empezó a trabajar en el sonido; la de Joaquim y la música en una banda sonora preciosa que acompaña la cadencia poética de su voz; la de Joaquim y la vida a la que no está dispuesto a renunciar aunque lleve más de veinte años con la enfermedad; la de Joaquim y el paisaje de ese rincón portugués donde nunca llueve y los incendios son una amenaza constante lo que no le impide plantar y cuidar los árboles con todo cariño. ¿Y ahora qué? , el título tiene una segunda palabra Lembra-me, Recuérdame. Eso es lo que consigue este film dulce, hermoso y tranquilo, que recordemos a un hombre, un cineasta, un amigo.

E agora que? Lembra-me, se estrena el viernes 24 en muy pocos cines de España

Espero que pronto esté en Filmin para que la pueda disfrutar mucha gente.

lunes, 13 de abril de 2015

QUE DIFÍCIL ES SER DIOS





(no he encontrado ninguna imagen de Ramon para acompañar este texto. Ramon nunca pinta horrores. Asi que he puesto un cuadro terrible de Brueghel)

La semana pasada se estrenó un film importante, Qué difícil es ser Dios. Es la última película del director ruso Alexsei German que murió poco después de terminarla en el 2013. German dirigió seis películas entre 1968 y  2013. Entre esta última y la anterior de 1998, pasaron quince años; entre la quinta y la cuarta, de 1984, otros quince. German no era un director confortable ni en la Unión Soviética, ni en la Rusia de Putin.
Que el director escogiera como tema para el que iba a ser su testamento cinematográfico una adaptación de la novela Que difícil es ser Dios de los hermanos Arkadi y Boris Strugatski, publicada en 1964, no es más que la prueba de su coherencia política y estilística.

La novela.
Bajo la apariencia de novelas de ciencia ficción, los hermanos Strugatski denunciaron en todas sus obras la tiranía stalinista y más tarde el control y el  poder de la mediocridad y la estupidez de la nomenklatura del Partico Comunista y el Gobierno de la URSS. Tarkowski adaptó en Stalker una de sus más populares historias, Picnic extraterrestre,  de 1977. Qué difícil es ser Dios fue su primera novela. Es curioso que apareciera el mismo año o casi que Frank Herbert publicaba la primera parte de Dune. Y digo curioso, porque la novela rusa parece un spin off del planeta donde habita el odioso y asqueroso Baron Harkonnen, jefe de la Casa Harkonenn enfrentado a los Atreides. El planeta donde se desarrolla la acción de Que difícil,…, una especie de simulacro de la Tierra pero en plena Edad Media, tiene mucho que ver con la podredumbre de la Casa Harkonenn, aunque el trasfondo político sea muy diferente en ambos casos.

La película.
German se apropia de la narración de los Strugatski  para llevarla a un terreno casi insoportable. Partiendo de uno de los títulos alternativos que tuvo la novela, El observador, German coloca su cámara como un observador omnisciente al que los actores miran continuamente, interpelan y obstruyen con toda clase de objetos. La cámara es el auténtico ojo de Dios que mira ese mundo de miseria y horror surgido directamente de un cuadro del Bosco o una pintura de Brueghel. El film está rodado en blanco y negro. Tal como es jamás habría podido ser en color. La sinfonía de mierda, sangre, barro, vísceras, mocos, moscas y muerte, en color habría sido algo inaguantable y lo que es peor, habría sido completamente inverosímil. La niebla y la lluvia tamizan los horrores de este retablo que refleja con un realismo brutal y bárbaro la vida de un perdido rincón medieval donde la belleza no existe, la inteligencia se persigue hasta la muerte y cualquier atisbo de misericordia se castiga con la tortura. Una descripción del mundo bajo el estalinismo que no está muy lejos de la actual Rusia putinesca.
Qué difícil es ser Dios de alguna manera hace que sea difícil ser un Espectador. Y sin embargo, si se entra en la propuesta de su claustrofóbica poesía, si uno se deja llevar por los planos secuencia y casi huele la podredumbre de esa ciudad de pesadilla, acaba por sumergirse en una “obra mayor que pide (y merece) entrega incondicional”, como escribe Jordi Costa en su crítica de El País.
No sé si Qué difícil es ser Dios es un film que se pueda recomendar alegremente. En todo caso, si sé que es un film importante que merece ser (re)conocido. Luego, cada uno que decida según su estado de ánimo si lo quiere ver o no. Vale la pena planteárselo.

sábado, 11 de abril de 2015

TRES PELICULAS


Aguas tranquilas,  de Naomi Kawase
Aguas tranquilas integra un díptico de la naturaleza con El bosque del luto. No es que la naturaleza en cualquiera de sus formas no forme parte del mundo de Naomi Kawase, una directora muy sensible a los efectos de la luz, del sonido, del color, casi tanto como Murakami lo es en literatura. Pero en estos dos films, la naturaleza, el bosque en una, el mar en otra, se convierten además de protagonistas, en contenedores de las historias. Las aguas tranquilas no son solo las que atraviesa nadando la joven Kioko y en las que aparece el cuerpo de un hombre muerto. Las aguas tranquilas son las que ella y su amigo Kaito deben cruzar para entender la vida y la muerte. La compleja vida de la madre de Kaito, la dulce muerte de la madre de Kioko. El mar que rodea la isla donde viven ese verano que cambiará su vida, es el marco que envuelve su proceso de crecimiento. Todo es sencillo, todo es hermoso, todo es doloroso. Crecer cuesta y el mar está ahí para ayudar a dar el paso de hacerse adulto, como un nuevo nacimiento. Me gustaría mucho que Naomi Kawase se atreviera en algún momento a poner en imágenes un cuento o una narración de Haruki Murakami. Son dos pensamientos muy cercanos, dos universos que ven un poco más allá de lo que la realidad muestra. La naturaleza como puerta hacía otros mundos. Aguas tranquilas es un film precioso e imprescindible.



La dama de oro, de Simon Curtis
No sé si realmente este film es un biopic de un cuadro o de una mujer o de las dos cosas. La historia de cómo  María Altmann consiguió recuperar La dama de oro de Klimt que los nazis había robado de su casa en Viena al principio de la segunda guerra mundial, es apasionante y Helen Mirren se encarga de hacerla más atractiva aun con un sentido del humor y una inteligencia irónica inigualable. En todo lo que sucede en la actualidad, la película está muy bien. En lo que sucede en el pasado, es más convencional y rutinaria, como una buena serie de televisión británica sobre los malos nazis y los buenos judíos vieneses. Pero no importa. Uno se queda con María/Helen, disfrutando con ellas al vencer a los Goliats de la burocracia internacional.



Felices 140, de Gracia Querejeta
Dos o tres cosas acerca de la última película de Gracia Querejeta.
1.      ¿Por qué le gustan tanto los títulos con números?
Tres en raya, Siete mesas de billar francés, 15 años y un día, Felices 140…
2.       ¿Por qué todos sus adolescentes se parecen tanto?
En sus películas siempre hay un personaje adolescente, chico, que es testigo de lo que pasa sin intervenir directamente (en contadas ocasiones es el protagonista) y asume el rol de la inocencia cautiva de la estupidez de los adultos.
3.      ¿Por qué no permite que Maribel Verdú sea feliz de una buena vez?
 Maribel es una actriz estupenda, lo ha demostrado de sobras, pero no hay manera de que la dejen disfrutar y reírse. En este último film, toda la primera parte es cierto que es más convencional y parece que la hemos visto antes, pero Maribel está perfecta en el tono de comedia, muy guapa y relajada mientras se puede reír de la vida y de las cosas. Luego, en la segunda parte, quizás más interesante dramáticamente, pierde la sonrisa y vuelve a sufrir como nadie. Por favor una comedia para Maribel¡¡¡
4.      ¿Por qué le cuesta tanto hacer comedia?
 Estoy segura que si Gracia se dejara ir un poco y dejara aflorar el humor, algunas de sus películas ganarían mucho. La historia de estos Felices 140, es una comedia negra negrísima, del tipo que hacían los viejos estudios Ealing en Londres. Pero Gracia no quiere que lo sea y es una lástima.


sábado, 4 de abril de 2015

RECUERDOS



(un cuadro de Ramón para Margarita)

MARGARITA
La última vez que vi a Margarita Rivière fue en la presentación de su libro de entrevistas en el Colegio de Periodistas. Ya estaba mal, pero tuvo energía y ganas para estar ahí y dar pruebas de su brillante y ocurrente inteligencia. La última vez que hablé con ella fue a finales de año. Me llamó para comentarme una entrada en mi blog que le había gustado. Hablamos de política y de cine. Luego, todo lo que sabía de ella era a través de Jorge de Cominges, su marido, uno de mis más viejos y queridos amigos. Jorge me contaba que estaba peor, que ya no tenía ganas de salir de casa. Pero que seguía trabajando. De hecho, estuvo escribiendo hasta casi el último día. Margarita vivió para ver cumplida una de sus ilusiones: la publicación de la novela Clave K que llevaba quince años intentando salir a la luz. Tuvo que caer en desgracia el clan Pujol para que alguien se atreviera a publicarla. Antes, el miedo atenazaba a los editores. No estuvo en la presentación del libro, pero si concedió entrevistas en su casa  la mañana del miércoles 25 de marzo. Cuatro días después, el domingo 29, moría acompañada de Jorge y sus hijos. Murió en paz, serena, tranquila. Pidió que la ceremonia de adiós, a las que ella nunca iba, fuera sencilla, corta y con música de los Beatles. Así la despedimos. Al acabar el acto, comenté con algunos amigos comunes una sensación que tuve, iba a escribir agradable sensación, pero no sé si es correcto decirlo. Era la sensación de despedirme de alguien que había muerto bien (sí, lo afirmo, eso es posible, como es posible y casi siempre es el caso, que se muera mal). La serenidad de Margarita en ese momento, se sentía en el ambiente. A Margarita y a Jorge les gustaba mucho la obra de Ramón, de hecho tienen muchos cuadros suyos. Para ella son estas ramas tan delicadas. Seguro que le gustarían.




(Manoel de Oliveira era como este hermoso tronco de Ramón, aparentemente seco pero lleno de vida)

DON MANUEL
Esta si ha sido una muerte anunciada. Y sin embargo, nos ha cogido a todos por sorpresa porque casi habíamos llegado a creer que Don Manuel era inmortal. Don Manuel (de Oliveira) forma parte de mi paisaje cinematográfico desde los tiempos en que aun ni siquiera trabajaba en la Filmoteca y lo descubrí en la calla Mercaders  de Barcelona, con Ramón, el año 1973. Desde entonces, la mirada de este director que  entonces tenía 65 años y acababa de reemprender su carrera en el cine, me produjo una extraña fascinación. Digo extraña, porque Oliveira no era fácil, no te dejaba entrar en su cine como un amigo. Te exigía que participaras, que pusieras de tu parte mucho del disfrute de sus películas. Ya entonces cuando acababa de hacer O pasado e o presente, era un cineasta de la diferencia. Más tarde tuve la suerte de conocerle personalmente gracias a Gerardo Herrero que coprodujo con Paulo Branco la película, No, o la vanagloria del  poder. El film se presentó en Cannes en 1990 y allí le entrevisté para Cinema3 pero sobre todo, tuve ocasión de acompañarle en las conversaciones nocturnas en el Hotel Carlton donde, como escribí en el libro de los festivales, “el viejo león portugués nos tumbaba a todos con un aguante alcohólico digno del récord Guinness.”
La segunda vez que le vi fue en el Festival de San Sebastián. Creo que era el año 2001, Oliveira tenía 93 años y presentaba a competición la película Vuelvo a casa. Tras el último pase de la noche, Oliveira quiso dar un paseo antes de volver al hotel María Cristina. Chema Prado, que fue su amigo durante muchísimos años, decidió acompañarle y yo me sumé al paseo pensando que el viejo director querría ir a dar una pequeña vuelta. Pero no, en plena noche donostiarra, Oliveira nos llevó a recorrer todo el Paseo Nuevo, (quién conozca San Sebastián sabrá que no es un paseo corto) y llegó al hotel más fresco que cualquiera de nosotros.
Cuento estas dos anécdotas no solo para recordarlo, sino para que se entienda porque todos creíamos que era un ser inmortal. Y en realidad inmortal es porque su obra, enorme y prolífica, irregular y grandiosa, está ahí para recordarnos que fue un hombre extraordinario.
(en el Blog de Textos he puesto el artículo que escribí sobre El valle de Abraham en 1993 para Seven Chances. Es mi particular homenaje)