sábado, 22 de julio de 2017

HISTORIA

Esta semana la protagonista de los estrenos es sin duda LA HISTORIA. Así, con muchas mayúsculas. Tres películas (más una de la semana pasada), tratan el tema de la historia en grande y en pequeño. Hay dos excelentes, por distintas razones, y otra que podía estar mejor, pero es sin duda interesante. Las tres (+la anterior) valen la pena verlas y sobre todo pensarlas.


(propaganda nazi sobre Dunkerke en mayo del 1947)

Cronológicamente tengo que empezar por Dunkerque, de Christopher Nolan. Antes que nada me llama la atención dos cosas. La primera, porqué los grandes directores norteamericanos en uno u otro momento de su carrera se sienten empujados a hacer una película sobre la guerra, cualquier guerra, pero especialmente la Segunda Guerra Mundial. La segunda es comprobar como los grandes temas nunca se agotan por mucho que se vuelva una y otra vez a ellos. Simplemente cambian de punto de vista con la perspectiva histórica. Pero, si la película es buena, no pasa nada por volver a contar los mismos hechos. Dunkerque es en este sentido muy buena. Es una gran película de guerra que cuenta una derrota, la primera derrota de los aliados, ingleses y franceses, en mayo de 1940. Fue una verdadera carnicería la que se produjo en las playas de Bretaña. El gobierno británico la encajó como pudo y desde muy pronto decidió convertirla en un acto heroico. El film estrenado la semana pasada, Su mejor historia, de Lone Scherfig, cuenta eso precisamente, como Churchill montó desde el departamento de propaganda una película que hablara del heroísmo de los británicos en las playas francesas. El film de Scherfing sirve de contrapunto al de Nolan, sobre todo porque la de Nolan es todo menos heroica. Lo que mas me interesa de Dunkerque es el uso del tiempo y del silencio de los hombres (no el de la película que tiene una banda sonora de Hans Zimmer operística y dialogante, a veces demasiado apabullante e ilustrativa, pero eficaz como lenguaje). El tiempo es el tema fundamental de este film bélico inesperado. Para unos, los soldados varados en la playa sin poder hacer nada mas que esperar, el tiempo es el de una semana interminable; para otros, los pescadores que salieron en sus pequeñas embarcaciones para cruzar el canal y salvar el máximo de soldados posibles, es el de un día; para los dos aviadores que tenían como misión impedir los ataques de los alemanes, es el de una hora. Los tres tiempos se conjugan en el film sin continuidad creando un nuevo tiempo: el de la narración cinematográfica. Si la música nos va explicando la historia, los personajes, soldados, pescadores, aviadores, a penas hablan. No hace falta. Basta con mirarse para expresar todo lo que sienten. Dunkerque es un film que debería verse en las escuelas, las de cine desde luego, sobre todo los guionistas, pero también en las clases de historia.


(la India antes de 1947 y ahora)

Si seguimos con la cronología histórica, el siguiente film es El último virrey de la India. A ver, esta es una película que podía haber sido grande y se queda en mediana hacia abajo. Podía haber sido un gran drama histórico y se queda en pequeño melodrama doméstico. Pero con todo es muy interesante porque cuenta de una forma muy clara y sin medias tintas, los entresijos político/coloniales que tuvieron lugar en 1947, cuando la India consiguió su independencia del Imperio Británico a costa de perder parte de su territorio a favor de la creación de dos países nuevos: Pakistán a su izquierda, Bangla Desh a su derecha. Una partición traumática, que acarreó millones de desplazados y muertos en función de las creencias religiosas. India, bajo el poder de los hinduistas, Pakistàn, bajo el dominio de los musulmanes. La película cuenta como se fraguó esta división, auspiciada por Gran Bretaña para controlar los puertos del Océano Indico frente a la Unión Soviética, sin pensar en las consecuencias para las personas que vivían en esos lugares y que hasta entonces lo habían hecho en una buena convivencia religiosa y humana. Lo de menos en la película es la historia sentimental que le sirve de contrapunto, lo interesante es ver como las independencia se fraguan  siempre en beneficio de alguien que no siempre está en primera línea de luz. La  historia la escriben los vencedores, se afirma en la película antes de empezar. Pero ¿quién son los vencedores cuando lo que se juega es algo que no tiene en cuenta a las personas?


(recuerdos de la Rumania soviética)

El tercer film de la semana es Sieranevada. Es una película rumana de Cristi Puiu, uno de los mejores directores de la nueva ola de cine rumano. A priori no parece una película sobre la Historia. Pero si lo es. Rápidamente resumo su argumento. Cuarenta días después de la muerte de su padre, Lary y su mujer Laura acuden a casa familiar para una reunión en honor al difunto. Tras un largo plano secuencia en la calle y en el coche, Lary y Laura llegan a la casa donde se reúnen amigos y familiares. Durante las dos horas siguientes (prácticamente el tiempo de la narración) nunca saldrán de ese piso claustrofóbico, un laberinto de pequeñas habitaciones, con puertas que se abren y se cierra, largos planos cámara al hombro y una cena anunciada que nunca llega a consumarse por mas hambre que tengan todos. En este microcosmos se conjugan Buñuel y Berlanga, Haneke y Bergman, Almodóvar y Lubitsch. El resultado es una película inclasificable que te envuelve en su mezcla de banalidad y profundidad. ¿Y la Historia que justifique el que hable de ella bajo este epígrafe? La Historia es la que sustenta todas las conversaciones, los sentimientos, los actos de esta familia. La memoria selectiva de los hechos, que cada uno recuerda de una u otra manera. Puiu explicaba que en el origen de la película estaba en la fiesta homenaje a su padre muerto. Y como le molestó que su hermano no solo no recordara lo mismo que él, sino que sus  recuerdos era completamente distintos. Mas que seguir escribiendo yo, prefiero dejar aquí dos declaraciones del director que me parecen pertinentes en nuestro propio contexto:

“Si nos paramos a pensar, la Historia es la ficción más presente en nuestras vidas, la Historia tal como nos la cuentan en el colegio. Lo digo con conocimiento de causa porque aprendí una Historia durante el comunismo. El Muro de Berlín cayó cuando tenía 23 años, y con él desapareció una Historia, y enseguida apareció otra Historia, otra versión de los hechos, cosas que desconocía, a pesar de que me gustaba mucho la Historia. Me asombró descubrirlo.”
“Los comunistas falsificaron la Historia con un programa muy claro. Desde entonces, nadie puede creer en la estabilidad de la Historia, ni en la inmutabilidad de la verdad. Creo que la historia del hombre se mueve constantemente y que es necesario realizar  reajustes en los acontecimientos del pasado. Siempre, siempre, siempre, porque solo son aproximaciones.”
Es esto lo que hacen estas tres películas. Reajustar el relato histórico. Es esto, también, lo que hacen los gobiernos, manipular la historia en su propio beneficio. Menos mal que el cine está ahí para dejar memoria de cómo se veía y cómo se ve un mismo hecho histórico.



GATOS



(la Negrita era una gata muy feliz en su libertad)

Una entrada cortita solo para recomendar una película de gatos. Se llama Kedi, los gatos de Estambul. Es una delicia. Por los gatos que salen: felices, libres, independientes, cariñosos, sociables, individualistas, solidarios... Y por las personas que los cuidan, los alimentan, los llevan al veterinario, los quieren. Una ciudad con gatos es una ciudad más humana. Sin olvidarnos de su aportación en la limpieza de las calles donde espantan a ratas y ratones.  Kedi puede gustar muchísimo a los que quieren a los gatos, pero también puede interesarle a cualquiera que le gusten los animales. Incluídos los que prefieren a los perros. Es un pequeño regalo veraniego.

jueves, 20 de julio de 2017

EL TOUR


(esta bicicleta la dibujé, y publIqué, hace un par de años)
Empiezo con una aclaración: No sé ir en bicicleta; no me gustan las bicicletas como medio de transporte urbano (aunque las soporto con actitud estoica). Pero en cambio me encanta el ciclismo. Bueno, no sé si exactamente el ciclismo o el Tour de Francia. Nunca he seguido otra gran carrera, Vuelta a España o Giro de Italia, Pero el Tour sí, siempre que puedo lo veo y lo sigo. Y lo disfruto. Hace unos días, en el último programa de la temporada de Les 10 noticies, de BTV, el tema que me tocó fue precisamente el Tour. Cuando Xavier Muixi, el director,  me preguntó que por qué me gustaba el Tour, me quedé unos segundos pensando. Y contesté que por tres razones. Por la dilatación del tiempo, por los paisajes, por el trabajo de equipo. 
La dilatación del tiempo es una de las cosas más fascinantes de una carrera ciclista que tiene etapas de cuatro horas en las que parece que no pasa nada, pero en realidad hay todo un proceso en movimiento que se resuelve en cuestión de segundos fundamentales para tener un lugar u otro en la clasificación. El tiempo dura una eternidad que no quieres que se acabe mientras corren lentamente los segundos en una final de etapa. Si puedo, me gusta ver las etapas desde el principio, ver como se van trazando las estrategias, como se van colocando los corredores. Es un microcosmos muy especial.
En cuanto a los paisajes, está claro que el Tour de Francia es el mejor escaparate para conocer los lugares más espectaculares, las montañas más impresionantes (hoy el Izoard ha sido magnífico), los  ríos más grandes, el Ródano, el Loira, el Garona; los castillos más bonitos o las abadías mas hermosas. Pero sobre todo, el Tour sirve para conocer los pueblos. Ya lo he escrito otras veces. Francia me produce una enorme envidia por lo bien que ha sabido conservar sus pueblos sin destrozarlos con casas modernas de pisos, polígonos industriales, o granjas apestosas. No es que no tengan polígonos o granjas, pero están mucho mejor integrados en el paisaje y los pueblos han cuidado que nada altere la armonía arquitectónica de sus calles y plazas. Es una muestra de civilización, de respeto, pero también de confianza en lo que se es y en lo que se representa. Aun recuerdo como en un pueblo de Girona, hace unos años, la gente más rica del pueblo, incluido el alcalde, consideraron que no podía ser que en Barcelona hubiera edificios de pisos con ascensor y allí no. Y sin dudarlo, construyeron un espantoso edificio de no sé cuantos pisos, donde se fueron a vivir para demostrar su estatus social. Eso se llama estupidez.
La tercera respuesta fue la de los equipos. Todos los deportes de equipo son parecidos, seguramente. Pero en el ciclismo no existe el asamblearismo, está claro que hay un líder y todos los demás tienen que trabajar para él. No todos son iguales, pero si son todos indispensables. Un líder sin equipo difícilmente podrá ganar la carrera. Los gregarios saben cuál es su papel, y como deben comportarse. Y lo asumen porque es la manera de llegar a un buen puerto, de ganar todos. Pero eso, si su líder les exige fidelidad y trabajo, ellos le exigen a él ganar y saber por dónde hay que ir. Un líder enloquecido, megalómano y que vive en un mundo desconectado de la realidad, es decir del pelotón, nunca conseguirá nada mas que llevar a los suyos al precipicio.
Podría seguir escribiendo del Tour, incluso de algunas cosas malas,  por ejemplo el tema del doping que por suerte parece completamente erradicado de la carrera o de las caídas o de… pero lo dejo aquí.
Y lo dejo con dos enlaces por si les apetece verlos. Uno es el del último programa de Les 10 noticies de BTV del viernes 14 de julio. El otro es de un documental precioso de Louis Malle que se llama Vive le Tour, filmado el año 1962, cuando Anquetil y Bahamontes mantenían su eterna rivalidad.

Vive le Tour

Les 10 noticies


sábado, 15 de julio de 2017

SIMIOS



(la última imagen de El planeta de los simios)

En el verano de 1968 yo tenía 18 años (un buen año para tener 18 años). Me habían expulsado de la Universidad (me readmitieron el año siguiente) y trabajaba en la Editorial Salvat (¡bendito tiempo en que a los 18 años encontrabas trabajo!). Ya vivía con Ramon y los dos éramos entusiastas del Cine. Todo el cine. Por eso nos gustó mucho El planeta de los simios, la primera, la original, la de 1968 dirigida por Franklyn Schaffner y protagonizada por Charlton Heston. Aun recuerdo el impacto de la última imagen de la película cuando Taylor descubre la estatua de la Libertad sepultada en la arena. Cornelius, Zira, el doctor Zayus, pasaron a formar parte de una mitología aun por construir y consiguieron que a partir de entonces mirara a los monos con otros ojos, con más respeto.
Las dos siguientes entregas, Regreso al planeta de los simios, 1970 y Huida del planeta de los simios, 1971, no estuvieron a la altura de la primera y aunque también me gustaron, me decepcionaron un poco. Ni cinematográficamente, ni como saga, permitían pensar que se iba a consolidar un mito simio. Aun hubo dos pelis más en los setenta, de las que, para ser sincera, no recuerdo nada.
Habría que esperar al 2001 para que Tim Burton hiciera un remake de la primera entrega, pero con su toque personal y con unos monos que daban auténtico miedo. Los simios del primer planeta eran claramente actores disfrazados. Estos también, pero con un componente de terror que creo fue el elemento determinante para que no volviera a arrancar la saga.
Pero ellos estaban ahí, esperando su momento. Y ese momento llegó en el 2011 con una película titulada El origen del planeta de los simios, que contaba la historia de César, descendiente directo de Cornelius y Zira, los monos que habían viajado al pasado en 1973. Ahora sí, ahora se vio claro que la saga había encontrado un protagonista digno del mito: César, el chimpancé inteligente, capaz de liderar una rebelión como si fuera un Espartaco de los simios.
Tres años más tarde, una historia situada en el año 2021 (¡qué peligro datar las películas tan cerca de la realidad!) contaba como los monos de César habían sobrevivido y se habían extendido casi al mismo tiempo que se extendía un virus que exterminaba a los humanos. Quedan tan solo reductos escondidos de humanos que siguen empeñados en luchar contra los monos. Aquí el conflicto es otro. César no quiere la guerra, los humanos que se encuentra en su camino, tampoco. Pero hay otros monos y otros humanos que alimentan el odio y lo único que anhelan es la destrucción de la otra especie. César deberá enfrentarse a Koba, un chimpancé que le disputa el liderazgo y que quiere arrastrarlos a un enfrentamiento que César sabe será terrible para todos. “Simio no mata simio”, afirma Koba. César nunca olvidará esa frase y el recuerdo de la muerte de Koba le perseguirá toda su vida.
La tercera parte de este renacer es la que se estrena ahora, La guerra del planeta de los simios. Esta tiene dos fuentes claras de inspiración, el western y el cine bélico de evasiones de campos de concentración. Tanto en un registro como en otro funciona perfectamente. Pero hay una pequeña variante que se intercala entre los dos géneros. La aparición de un nuevo personaje, la niña muda, uno de los aciertos del film y de la que puede nacer una segunda trilogía. Porque ésta, la de César, ha llegado a su fin.




(César y la niña muda)

Supongo que para los que no les gusta la ciencia ficción todo este texto les parecerá una tontería. Y sin embargo, más allá del espectáculo de los monos montados a caballo y las peleas mortales; más allá de los sentimientos y las emociones, hay en esta saga, ya desde su origen, una clara voluntad de denunciar situaciones de injusticia, de lucha de clases, de revoluciones frustradas pero necesarias. Yo la disfruto con lo que es, ciencia ficción/western/cine bélico/ aventuras/ efectos especiales espectaculares/ actores magníficos bajo la capa de pelo… pero se puede disfrutar también leyéndola en clave contemporánea.

(Copio aquí lo que escribí el 5 de agosto del 2011 sobre la primera parte)
“Siempre me han dado miedo los monos. Se parecen demasiado a los humanos. Cuando miran de frente, no puedo dejar de pensar que me están juzgando y cuando los veo en comunidad, un escalofrío me recorre la espalda. Creo que este sentimiento es muy común y eso explica que exista la saga del Planeta de los Simios que desde hace 45 años nos viene amenazando desde las pantallas. Lo que me llama la atención son las fechas en que han aparecido los monos dominantes en el cine. Las cuatro primeras películas: El planeta…, el regreso… la huida… y la rebelión…, se rodaron entre 1968 y 1973, cinco años en los que el mundo atravesaba una de sus mas importantes crisis de pensamiento: el fin de las ideologías dominantes, la aparición de los movimientos alternativos, la primera y gran crisis energética. Después, los monos se retiraron al limbo de las historias hasta el 2001 en que Tim Burton los rescató en un momento en que la civilización occidental estaba a punto de sufrir una nueva conmoción, la rebelión inesperada de una parte de la sociedad que tenía categoría inferior en el orden establecido. Las Torres Gemelas fueron el inicio de esa rebelión. Diez años después aparece El origen del Planeta de los Simios, una nueva entrega que nos recuerda cómo empezó todo. Y lo hace en medio de una de las mas grandes crisis económica y de sistema que haya habido nunca. Lo que cuenta es muy obvio: los humanos son tan codiciosos y estúpidos que son capaces de autodestruirse, pero el mundo seguirá existiendo gracias al desarrollo de una nueva especie inteligente: los monos. Aprendamos de ellos. Los supervivientes de esta situación enloquecida en la que nos ha sumergido ese ente abstracto y sin rostro que se autodenomina “los mercados”, estamos obligados a luchar. Nosotros, como César, tendremos que aprender a vivir en los grandes bosques de la sociedad y desde las ramas de sus árboles defendernos de los depredadores. César es el primero de una saga que tendrá muchos seguidores. Espero.”

(Y lo que escribí el 2 de agosto del 2014 sobre la segunda  película)
“Un poco tarde pero he visto Amanecer del planeta de los simios. Me he aburrido mucho. La anterior, El origen…, me gustó bastante, pero ésta no. Si la traigo a colación es porque la traición de Koba, el mono malo que se enfrenta a Cesar, el mono bueno, para provocar la guerra con los humanos que César intenta evitar como sea, me ha hecho pensar que la realidad de nuestro tiempo no está demasiado lejos. César sabe que será una guerra cruenta y por eso no la quiere, como no la quiere su amigo el ingeniero Malcom. Pero a Koba le da igual que sus monos mueran a montones. Él quiere la guerra porque así se fortalece frente a la manada y encuentra en el jefe  Dreyfuss el eco de su ambición. El resultado es la devastación mutua”.


Releyendo este párrafo me doy cuenta de la tremenda actualidad que tiene este conflicto. Los paralelismos con el aquí y el ahora se pueden encontrar muy fáclmente.

sábado, 8 de julio de 2017

BRAVA



(este dibujo de Ramon ilustra en cierto modo lo que le pasa a la Janine de Brava)

BRAVA: Que actúa con valor y determinación ante situaciones arriesgadas o difíciles.
Sinónimos:
Valiente, valeroso.
“El término Costa Brava describe el paisaje agreste y escarpado que caracteriza gran parte de la zona costera de Girona. En los medios marineros se llamaba y se llama costa brava a toda costa abrupta y rocosa”.

Estas dos definiciones sitúan la nueva película de Roser Aguilar: Brava. Pero generan a su vez varias preguntas. ¿Es realmente brava una mujer que sufre una agresión sexual en el metro, presencia una violación a una menor y, sin embargo, se lo calla y no solo no lo denuncia, sino que ni siquiera se lo dice a sus seres más queridos y cercanos? Puede que sí, que la valentía se demuestre precisamente en esa aparente cobardía. No lo sé. Pero hace falta mucho valor para comerse ese marrón en silencio. La culpa, el dolor, la vergüenza, el sentimiento de vacío y de inseguridad. Todo eso domina a Janine, la protagonista. Una mujer aparentemente triunfadora que en realidad tiene en sí misma una enorme insatisfacción, incluso antes de ser atacada en el metro por dos adolescentes descerebrados que no saben donde están los límites del respeto y de la convivencia.
“Brava es una película incómoda”, afirma Laia Marull, la Janine del film. Pero la incomodidad es interesante porque provoca reacciones, discusiones, tomas de posición. Yo puedo añadir que es una película áspera, no dura exactamente, mas bien rasposa que molesta, que interpela. Es imposible quedarse indiferente ante la situación que se plantea. Janine se comporta de una manera mucho más habitual de lo que pensamos, al menos es lo que descubrieron directora y actriz cuando se plantearon como enfrentarse a lo que le sucede. No decirlo, callarlo, ocultarlo, es algo que muchas mujeres hacen por distintos motivos. ¿Es Janine brava al hacerlo? En todo caso es brava al ser capaz de dejar su vida, de buscar refugio en esa Costa Brava donde vive su padre. Una Costa Brava tan rocosa como ella, tan inaccesible como su alma. Una Costa Brava que bajo la apariencia idílica del mar y los paseos, la vida del pueblo y las relaciones tranquilas, esconde tormentas de emociones oscuras que afloran en una casi insoportable secuencia en el bosque. Solo después de este momento, la brava Janine será capaz de empezar a emerger, de hablar y de apreciar un espacio que le permita lamerse sus heridas para enfrentarse, esta vez si Brava con mayúsculas, a su responsabilidad.



sábado, 1 de julio de 2017

VOLVER


Hay algo que he podido comprobar a lo largo de los muchos años que llevo trabajando en esto del cine: las películas no cambian, la que cambia soy yo, es decir, el espectador. Hagan la prueba con pelis que les gustaron o al revés, no les gustaron, y vean si sienten lo mismo. Por suerte hay algunas que siempre son buenas, las mires como las mires. Pero otras, no: son mejores o son peores.
Todo esto lo explico porque esta semana se estrenan dos películas que he revisitado por segunda vez. No con mucho tiempo de diferencia, pero el suficiente para darme cuenta de que ver una en un festival, no le hizo bien y que ver la otra en el ordenador, (no pirata, ojo, fue con un link) no le hacía justicia. Así que vuelvo a ellas y las re-descubro con otros ojos, con otra mirada.



(las mujeres colosales de Ramon no tienen nada que ver con el Colossal de Vigalondo, pero es una buena ocasión de poner el cuadro)

La primera es Colossal, de NachoVigalondo. La vi en San Sebastián y entonces no me sugirió nada, hasta el punto que ni siquiera escribí una línea. Lo siento. Porque ahora, que la he vuelto a ver, me ha gustado mucho y sobre todo, me ha parecido muy interesante el juego de espejos entre comedia romántica y película de monstruo japonés (o coreano). Vigalondo sigue trastocando los géneros llevándolos a su terreno, utilizando un lenguaje hibrido que funciona muy bien. El humor, la ternura, la empatía que provoca el personaje de Gloria, se traslada al del monstruo destructor como si fuera una proyección de ella misma. Y eso es lo que es. Bajo la apariencia de un film de género fantástico se esconde una historia más interesante, algo que todos debemos hacer alguna vez en la vida: enfrentarnos a nuestro propio monstruo para avanzar hacia adelante. Una película muy, muy apetecible.


(en esta linda casita de Valldoreix pasó Ramon los mejores veranos de su infancia)

La segunda es La película de nuestra vida, de Enrique Baró. La vi hace meses en un link que me dejó uno de los productores. Entonces me sorprendió el aroma a verano que desprendía y la nostalgia de sus imágenes. Pero cuando la volví a ver en el marco del D’A de Barcelona, en una pantalla grande, disfruté mucho mas de esta mezcla de cine amateur y profesional que trasciende la memoria privada para hacerse colectiva. Tres hombres vuelven a la casita donde vivieron siendo dos de ellos niños, para revivir el recuerdo de unos veranos felices. Filmaciones familiares de distintas épocas, se entrelazan con lo que estos tres hombres, padre y dos hijos, hacen esa tarde en la casita. Bañistas inesperadas, la inútil representación de una escena dramática, juegos en la piscina…  la canción de nuestra vida. El humor más absurdo se conjuga con toda naturalidad con la herencia de Jonas Mekas y el recuerdo escondido de Vida de familia de José Luis Font. El resultado es una película (de nuestra, vuestra, de  cualquier vida) que utiliza diversos lenguajes para explicar una no historia de una tarde verano en la que el tiempo se dilata hasta abarcar casi cincuenta años. Una curiosidad que, al menos a mi, me estimuló a pensar cuál sería la película de (mi) vida.



(nubes del verano de 1993)
El verano, el tiempo, nuestra vida, el cine…. Todo eso forma parte de la que es sin duda la película de la semana Verano del 93. Si el docucomediaficcionamateur de Baró me hizo pensar en la película de mi vida, el precioso film de Carla Simón me hizo recordar que hacía yo en el 93, el año que esta niña de seis años vivió una de las experiencias más dolorosas que se pueden tener: perder a su madre. Carla, como ella misma se ha cansado de explicar, consigue trasladar a las imágenes su propia experiencia de niña huérfana, pero trascendiendo, también ella, lo privado para hacerlo colectivo. Verano del 93 se mueve en el difícil equilibrio del drama y la ingenuidad sin caer en la sensiblería. El hecho de no perder nunca el punto de vista de las niñas, Frida y su hermana/prima Anna,  hace que todo el film destile frescura y espontaneidad. Los adultos están ahí, pero es ella, Frida, la que conduce el relato. Verano del 93 tiene humor, tiene vida. Y tiene cine. Hablar de uno mismo, de  tus propias experiencias, contarlas para los demás, es una tentación que no siempre se resuelve bien. Puedes escribirlo o filmarlo para ti, pero si quieres que esa memoria sea compartida, tienes que utilizar bien el lenguaje, ya sea la escritura, ya sea el cine. Y Carla Simón lo hace muy bien. El ritmo es el necesario, los tiempos los justos, los escenarios perfectos. Las niñas hace su papel sin dejar de ser niñas, el dolor se siente mezclado con la sonrisa. No sé qué hará Carla Simón en su segunda película, pero espero que no pierda esta capacidad de captar la luz del sol en medio de una borrasca de emociones.

Unas líneas al final solo para recomendar Wonder Woman. Es estupenda. Aventuras, misterio, humor, malos, buenos, guerras, dioses, peleas, bailes. No es una película más de superhéroes, es una película de superheroina. Y eso la hace diferente.