domingo, 27 de enero de 2013

ENTREVISTAS Y PATRIOTAS



Me encantan las entrevistas. Me gusta muchísimo hacerlas, y me gusta muchísimo escucharlas o verlas. Pero detesto esa moda de hacer entrevistas en televisión con una cámara enloquecida que no para de moverse, de hacer encuadres imposibles, de mostrar el cogote del entrevistado. O la manía de ilustrar a toda costa la entrevista con imágenes que a veces vienen a cuento y otras no. También me parece horrible el uso que se hace de músicas enlatadas que casi nunca tienen sentido.
Hace un tiempo, propuse a diversas televisiones un programa de entrevistas a directores de cine en los que no se utilizarían secuencias de películas. Solo la entrevista, dejarlos hablar, expresarse con el cuerpo, la mirada, los silencios. No lo aceptaron, naturalmente. Augusto Martínez Torres ha conseguido hacerlo y lo enseña en cines, no en la tele. Lo ha hecho con una entrevista a Juan Marsé realizada durante ocho horas  durante dos jornadas. Una entrevista en plano fijo que es puro cine por el encuadre, el suspense (el tiempo que va marcando el reloj de pulsera del escritor) y el uso del sonido y los silencios.
No voy a hablar aquí de lo que cuenta Marsé, suficientemente conocido ya. El documental se puede ver en Barcelona en los cines Méliès y espero que se pueda ver en otras ciudades dentro de poco.
Solo voy a destacar una cosa. Casi al principio de la entrevista Marsé hace referencia a una película que le gusta mucho, Encadenados (Notorius) de Alfred Hitchccock. Cita en concreto un diálogo del principio del film que dice:

I.B. ¿Por qué debería hacerlo?

C.G. Patriotismo

I.B. Esa palabra me hace daño. No gracias, no me interesa el patriotismo, ni los patriotas. Llevan la bandera en una mano y te roban con la otra.

No recordaba ese diálogo escrito por Ben Hecht y la verdad es que me impresionó que en una película americana de 1946 se hiciera un  diagnóstico tan certero de lo que está pasando ahora mismo a nuestro alrededor. Da igual que las banderas tengan tres o cinco barras, estrellas o águilas, casi todos la enarbolan en una mano y con la otra se llenan los bolsillos.
Si quieren ver la escena, en este video, mas o menos sobre el minuto 3,25, se puede encontrar.

martes, 22 de enero de 2013

CUARTETO



(este árbol de Ramon no desmerecería en el jardín de la Casa Beechman)
Se estrena este viernes El cuarteto, la película dirigida por Dustin Hoffman que clausuró el festival de San Sebastián. No tengo reparos en decir que es uno de los films mas bonitos que se han hecho en mucho tiempo. La historia sucede en  una  Residencia de Músicos en medio del campo inglés. Son viejas glorias que están montando una gala para recaudar fondos y poder salvar la Casa Beechman. El plato fuerte de la noche es el Cuarteto de Rigoleto interpretado por cuatro magníficos intérpretes.
Esta preciosa película me ha provocado tres reflexiones.
1.
Viéndola no he podido dejar de recordar un film del lejano año 1984. Il Baccio de Tosca de Daniel Schmidt que descubrí en el Festival de Locarno. Este film semi documental se rodó en la Casa Verdi de Milán, una residencia fundada por Verdi para alojar viejos cantantes, músicos y compositores en la que vivían entonces 65 personas con edades entre los 80 y los 96 años. Schmidt los filmaba con cariño, con respeto construyendo para ellos una trama de melodrama en la que aún podían lucir sus espléndidas voces rotas. Estoy segura que Hoffman conocía este documental porque en su película se respira el mismo aroma. Sería bonito hacer un programa doble con las dos películas y comprobar como el mismo tema da para dos películas distintas y sin embargo tan parecidas.
2.
Los árboles acaban por convertirse en el quinto protagonista. El jardín y los bosques que rodean la preciosa casa residencia son impresionantes. Tan viejos, tan dignos, tan espectaculares e imponentes como los músicos que desgranan arias y coros y llenan de vida y de energía toda la película.
3.
De alguna manera El cuarteto se puede definir como el anti Amor de Haneke. En el fondo está hablando de lo mismo. Viejos músicos que intentan vivir y envejecer con dignidad. También morir sin perder el respeto a si mismos y a los demás. Viejos músicos que están enamorados, que sienten la pasión  y saben que ese amor exige sacrificios. Pero la diferencia entre ambos films es notable. Uno indaga en los aspectos mas sombríos, descarnados, casi insoportables; el otro, en cambio, ofrece un retrato lleno de luminosidad a pesar del dolor, la enfermedad y la pérdida. Uno provoca la tristeza, el otro te llena de esperanza. Yo, lo siento, pero prefiero la luz de Hoffman a la sombra de Haneke. Quizás por eso mismo, la película de Haneke acumula premios y la de Hoffman despierta cierta condescendencia perdonavidas entre la crítica que no duda de tildarla de “cursi”. Allá ellos.
Una cuarta consideración
Estamos ante una película que tiene a gente mayor (me resisto a llamarlos viejos) como protagonistas con cuatro actores en estado de gracia. Y esto me da pie para recordar dos personas mayores que han muerto recientemente. Nagisa Oshima y Fernando Guillén.
Los dos tenían ochenta años. Uno, enfermo, llevaba tiempo sin dirigir cine; el otro, enfermo también, estuvo actuando prácticamente hasta el último minuto. Ambos son buenos ejemplos de esa dignidad que rezuman las viejas glorias de El cuarteto.  
A los dos los recuerdo muy bien. A Oshima le descubrí en la Semana de Cine de Autor de Benalmádena a principios de los setenta, pero su nombre es importante para mi porque la segunda critica que publiqué en mi vida fue precisamente de la película Feliz Navidad Mr. Lawrence.
En cuanto a Fernando Guillén, tuve el placer de compartir con él un viaje al Festival de Moscú donde se presentaba Don Juan en los Infiernos. Fernando era guapo, simpático, inteligente y un gran actor.  Los dos, Oshima y Guillén, tendrían un lugar de honor en  la Casa Beechman, junto a Cissy, Wilf, Reg y Jean.

viernes, 18 de enero de 2013

AMERICAS



(creo que esta chica de Ramon podría ser una buena Broomhilda)

Soy una entusiasta del film de Tarantino Django desencadenado; soy menos entusiasta del film de Spieleberg Lincoln. Las dos son grandes películas, las dos tratan del tema de la esclavitud y el racismo en la América de mediados del siglo XIX. Pero una lo hace desde el humor inteligente, la parodia brillante y la actualización de un género; y la otra lo hace desde la Historia, con mayúscula, con lo que eso significa de pomposidad y de respeto hacia las figuras retratadas.
 La principal diferencia entre las dos viene en parte de este respeto que pesa como una losa en el film de Spielberg. El director no se permite un resquicio ni para el humor, ni para la duda y con eso convierte a su Lincoln en un personaje lejano, seco, sombrío. Es cierto que la tesis política del film es aplicable a entonces, ahora y seguramente a siempre: el fin justifica los medios. Y si para conseguir la aprobación de la ley contra la esclavitud y lo que significaba de progreso hay que comprar votos, chantajear a congresistas, retardar el final de la guerra civil, se hace y punto. Eso es la política y quién no lo acepte, es que es un ingenuo. Spielberg lo cuenta muy bien aunque desde nuestra perspectiva nos perdamos en los meandros de ese río turbulento de componendas entre los dos partidos en la que, curiosamente, los demócratas no quedan demasiado bien. Son estrategias y personajes que mas o menos aparecían en El ala oeste de la casa blanca. Entonces, ¿por qué este film nos resulta tan ajeno, cuando la serie nos apasionaba? Creo que es por el tono, no solo del color, un sepia y marrón agotadoramente aburridos, también el tono de la actuación monocorde aunque impecable o la elección de los espacios claustrofóbicos, con una clara falta de aire y de luz. No lo se, pero es un hecho que siendo como es una lección de historia contemporánea, el film no acaba de conectar con el público no americano.

En cambio en Tarantino la historia es otra. Aquí estamos ante dos maneras de entender la libertad. La del magnífico King Shultz y su elegante manera de hablar que descoloca a los habitantes de ese lugar salvaje que es el profundo sur americano, donde el lenguaje no es precisamente una riqueza; la del estupendo Django que aprende rápido como usar las armas, las que matan con balas y las que matan con palabras. En este equilibrio fantástico entre el alemán culto e irónico que no soporta la estupidez humana, estupendo Christoph Waltz, y el negro lleno de dignidad que interpreta Jamie Foxx, está el secreto de la película. Cuando entra en juego el tercer vértice de la historia, el racista propietario de Candyland, Calvin Candie con el rostro de Leonardo DiCaprio, el equilibrio desaparece y el film se resiente para perderse casi del todo en el momento que Shultz hace un mutis  por el foro. Divertida, rápida, con algunos momentos hilarantes (todo el mundo cita y con razón, la secuencia de la fundación del Ku Klux Klan) y otros enternecedores (el relato que Shultz le hace a Django sobre la leyenda de Brunilda, su amada Broomhilda) ésta es una de esas películas que se quedan mucho rato en la memoria. Cosa que no me pasaba con Tarantino desde hace mucho, mucho tiempo.

lunes, 14 de enero de 2013

ANNA LIZARAN


(tulipanes para Anna)
Ha muerto Anna Lizaran. No la conocía personalmente, aunque la había visto varias veces en teatro y en cine. Recuerdo sobre todo una película en concreto que me resulta muy cercana. Anna Lizaran era Margarita en Tacones lejanos, de Pedro Almodovar. Margarita era la biógrafa de Marisa Paredes, una “catalana nacida en México” que estaba escribiendo la vida de Becky del Páramo.  Tacones lejanos es una película del año 1991. Dos años antes, escribí con Pedro el que fue el primer libro sobre él y su trabajo. En aquella época le gustaba llamarme “la biógrafa” y siempre pensé que, el personaje de Margarita estaña inspirado en mi. El que fuera Anna Lizaran la que le diera vida, fue par mi un honor enorme. Lizaran aun no era la Gran Dama del Teatro en que se convirtió mas tarde, pero ya era una grandísima actriz. Nunca tuve ocasión de comentarle que pensaba que ella era un poco yo, pasadas las dos por el tamiz creativo de Almodovar,  Ahora ya no se lo podré decir nunca. Y me sabe mal.

jueves, 10 de enero de 2013

DE AMOR Y VIEJOS


Cuando me pongo a escribir de varias películas aparentemente muy distintas me suele suceder que acabo encontrando un hilo rojo que las une entre si de una manera clara.
Es lo que me ha sucedido con tres estrenos de esta semana: El muerto y ser feliz, Amor, y Tabú. Tres films indispensables, (por cierto, como siga esta tónica, 2013 va a ser insuperable). Los tres títulos tienen el común denominador de la vejez. La vejez y el amor, o la necesidad del amor o la ausencia de amor, o la pasión del amor.
De las tres películas he hablado en este blog, así que recupero los textos que escribí en San Sebastián y Berlín. Mi opinión no ha cambiado mucho.

Para ilustrar cada segmento, en lugar de un cuadro entero de Ramon, me ha parecido mejor buscar en su pintura los colores y las texturas que me sugiere cada película.



(naranja y gris para El muerto y ser feliz)
El muerto y ser feliz, de Javier Rebollo
En cuanto al uso de la voz en off en El muerto y ser feliz, el experimento audiovisual que Rebollo ha montado en Argentina con la complicidad de José Sacristán, solo puedo decir que es absolutamente inesperado. Estamos ante una voz que es un personaje sin rostro. Alguien que mira, describe, anticipa, que mezcla tiempos, que altera situaciones, que adelanta diálogos y nos coloca en el asiento de atrás de ese enorme coche que conduce Santos hacia la muerte anunciada. La voz es lo primero que “vemos”, antes de conocer a Santos, la tenemos ahí, sentada a nuestro lado describiéndonos esa plaza donde un hombre viejo se dispone a emprender un último viaje. El muerto y ser feliz no es una película fácil, pero si es divertida. El público se siente descolocado ante esa voz y esa manera de contar. Es lógico. Sin embargo, desde aquí y en la medida que puedo, me gustaría  impulsar a ver esta película tan distinta (!!!que bien ver cosas distintas¡¡¡), que habla de la vejez y la muerte desde una perspectiva completamente libre y que tiene en Santos/Sacristán un atractivo único. Escucharle cantar con esa voz inconfundible es una de la razones que justifican recomendar este film.



(azules para Amor)
Amor, de Michael Haneke.
Sintiéndolo mucho, voy a discrepar en el coro de alabanzas que despierta en todas partes esta película. No porque crea que no es una gran película. No porque crea que no merece la Palma de Oro que ganó en Cannes. No. Haneke sabe muy bien lo que hace. Y eso es lo que no me gusta, a mí, personalmente.
Amor es la historia de un matrimonio viejo, muy viejo, los dos son músicos y, naturalmente, se llaman George y Anne, como todos los personajes del cine de Haneke.  Su vejez es plácida  y tranquila, hasta que Anne sufre un ataque y empieza una rápida decadencia. George se dedica a cuidarla y a estar con ella hasta su muerte en una prueba de amor total. Contada asi, la historia es triste, pero tiene un punto de ternura y de  romanticismo que la hace absolutamente apetecible. El amor dura toda la vida, cambia, evoluciona y la mejor prueba de tu amor por otra persona es estar a su lado y ayudarla en los momentos más difíciles. Y el más difícil de todos, es el de la muerte.
 Haneke se enfrenta a esta historia como lo ha hecho siempre, desde la frialdad, la distancia, la sequedad de sentimientos. Su mirada sobre el drama de Anne y George no solo es como un cubito de hielo, es que es de una morbosidad  innecesaria. Haneke “mira” a Anne en su decadencia y deterioro y nos lo enseña sin ninguna piedad. “Mira “  a George y su desapego y nos lo muestra sin ninguna simpatía.
Lo siento mucho, quizás ya soy muy mayor, pero cada vez estoy mas convencida que este no es el camino. Me gusta mucho que el cine emocione y conmueva, me gusta mucho que el cine haga pensar y te permita recordar tus propias experiencias en situaciones parecidas. Pero no me gusta nada que la gente salga del cine diciendo “tengo un nudo en el estómago”, “he sufrido mucho”, “que dolor”…



(verde para Tabú)
Tabú de Miguel Gomes
Tabú es una película en blanco y negro divida en dos partes. Paraíso perdido y Paraíso. La primera pasa en Lisboa ahora mismo, la segunda pasa en el África colonial Portuguesa. La primera es una historia de solidaridad y locura,  la historia de una mujer vieja que al morir deja como legado un misterio; la segunda es una historia de amor prohibido. Amor entre Aurora y Gian Luca, contada sin diálogos con una voz en off que la va narrando. Cine antiguo que acaba siendo lo mas moderno. O al revés, cine moderno que bebe de lo antiguo. En todo caso una preciosa película no apta para los speedicos.


viernes, 4 de enero de 2013

EMPATIAS




(el desierto es muy importante en las dos películas)
Se estrenan hoy dos películas de esas que, cuando llegue diciembre, habrá que pensar en ellas para las listas de lo Mejor del Año. Son dos auténticos pesos pesados, dos films con músculo y alma. Dos títulos que justifican que el Cine, con mayúsculas, siga teniendo un espacio y siga siendo un instrumento para conocer la historia y para desarrollar la cultura. Estoy hablando de La noche mas oscura de Kathryn Bigelow y The Master, de Paul Thomas Anderson. Aclarado esto, es decir aclarado que creo que son dos poderosos productos, debo decir que hay una que me gusta mas que la otra.
Me gusta mas la fría y calculadora película de Bigelow que la poética y terrible historia de Anderson.  Es curioso que las dos compartan un elemento narrativo importantísimo: ambas tienen protagonistas con los que es imposible sentir empatía ninguna. Pero mientras la Maya de Bigelow es el hilo con el que se cose una historia apasionante y obsesiva; el Freddie de Anderson es el reflejo de una inseguridad paranoica. Los dos, Maya con su dulce rostro que oculta una dureza extrema y Freddie con su dureza extrema que oculta una debilidad absoluta, son incapaces de provocar, al menos en mi, una sensación de “estar con ellos”. En el caso de Maya, la analista de la CIA que sabe que tiene la pista para llegar al malo de todos los malos y no para hasta conseguirlo, no sentir empatía con ella no es un problema. En definitiva Maya no nos está pidiendo que la queramos, si no que la creamos. En el caso de Freddie, en cambio, no sentir empatía por él significa que sus sufrimientos no nos conmueven, ni siquiera nos mueven. Y eso si es grave.
Viendo la película de Paul Anderson no pude menos que evocar dos films de Terrence Malick con los que comparte muchas cosas. La delgada línea roja y El árbol de la vida. Tanto en una como en otra, Malick se adentra en problemas que flotan por encima de Freddie: el trauma de lo absurdo de la guerra y la difícil adaptación a un mundo que no se entiende. Incluso visualmente, The Master recuerda a El árbol de la vida, pero le falta ese punto que hace del cine de Mallick algo especial. (y no quiero entrar en el tema de la Cienciología o La causa que es lo que menos me interesa del film de Anderson)

Respecto a La noche mas oscura si me gustaría hacer una digresión. No se si siguen la serie de televisión Homeland. La protagonista es una analista de la CIA, Carrie Mathieson, obsesionada con un peligroso terrorista. No se que fue antes, si el huevo o la gallina. Pero si Maya está inspirada en un personaje real, no me extrañaría nada que ese mismo personaje haya inspirado el de Carrie. Son como dos gotas de agua. Con una diferencia: Carrie es una histérica bipolar, Maya, en cambio, es fría y calculadora.