miércoles, 27 de noviembre de 2013

ENTREPARADAS



Siempre me hace ilusión ver que mis ex alumnos de la clase de Crítica de la ESCAC hacen cosas. Muchos de ellos me mandan sus criticas, guiones, o trabajos acabados y, la verdad, es que es un gusto comprobar como avanzan y se van consolidando. El último en "triunfar" ha sido Toño Chouza. Toño fue alumno mio en el curso 2008-2009, mi primer año dando clases en la ESCAC. Cuando acabó, se marchó a su Galicia natal y le debo a él haber conocido a Fernanda del Nido y Jorge Coira,  dos personas estupendas que me alegro haber encontrado.
Toño ha hecho muchas cosas estos años, pero si lo traigo a este blog es porque su documental Entreparadas, se ha estrenado en el Festival CINEUROPA de Santiago de Compostela y ha ganado el premio a la Mejor Película en el FECIDISCOVI  de Madrid.
Toño me dejó ver este documental hace ya un tiempo. Entonces le contesté con estas palabras:
"He visto Entreparadas. Es muy emocionante.Hay una cosa que me ha gustado mucho. Desde que lei una novela de Theodor Sturgeon que se llama Mas que humano  cuando tenía 15 o 16 años, he pensado que las personas que llamamos subnormales o para ser políticamente correcta  disminuidos físicos o psíquicos, son en realidad seres avanzados con una percepción del mundo distinta por completo de la normal.
Por eso me ha encantado el momento que dicen la palabra AURELIO, que suena exactamente a la música que en Encuentros en la tercera fase sirve para comunicarse con los extraterrestres.
Ellos son una especie de extraterrestres."

No es la primera vez que hablo en este blog del libro de Theodor Sturgeon, Más que humano, pero en esta ocasión tiene mucho sentido ya que el festival que ha ganado Entreparadas está dedicado precisamente a la discapacidad, y los 16 protagonistas de esta aventura urbana son personas que tienen algún tipo de problema físico o psíquico. 
Espero que el documental se pueda ver en  muchos sitios porque está muy bien. Felicidades Toño.

sábado, 23 de noviembre de 2013

PADRES



(si hablamos de padres, es lógico que ponga una foto de mi padre, de cuando mi padre ya era mayor, pero aun conservaba toda su presencia)
Esta entrada va de padres. Los padres se han puesto de moda en nuestras pantallas. Padres, no madres. Las madres aparecen en estas películas como simples figuras en el paisaje. El conflicto es de, o con, el padre, en masculino.
Hay cuatro películas que giran en torno a estas relaciones. Dos se han estrenado esta semana, las otras dos se estrenan el día 29. Voy a hablar de las cuatro relacionándolas entre si.
Las dos de esta semana son La por, de Jordi Cadena y Una familia de Tokio, de Yoji Yamada.  Las dos de la semana que viene son De tal padre, tal hijo, de Kore-eda y ¡Menudo fenómeno¡  de Ken Scott. Cuatro films completamente distintos, por procedencia, por calidad, por estilo y por forma de abordar el tema.
La por lo hace desde una puesta en escena minimalista, casi sin palabras, utilizando el sonido como elemento narrativo para crear una atmósfera de película de terror.
Una familia de Tokio, retoma la historia de Cuentos de Tokio de Yasujiro Ozu para contar el difícil encaje de padres e hijos desde una perspectiva contemporánea que no es tan distinta de la de hace sesenta años.
De tal padre, tal hijo, es un hermoso y sencillo melodrama lleno de ternura, de sensibilidad y armonía que plantea un durísimo dilema ¿a quién puedes querer mas, a un hijo de tu sangre o a un hijo con el que has vivido desde que nació?
¡Menudo fenómeno¡ es una solemne estupidez que vuelve sobre el tema de la paternidad cuando un hombre, mas bien tonto pero bien dotado, descubre que es padre biológico de 533 hijos.
En las cuatro películas, tres de ellas absolutamente recomendables, se plantea el problema de la paternidad, de la herencia, de los genes como elementos determinantes de la relación. Tanto para producir auténtico pánico por el miedo insufrible a parecerse a un maltratador cruel y autoritario; como por constatar que es mas fácil que una persona ajena, en el caso de la familia de Tokio Noriko, la nuera, demuestre ser mucho mejor hija que las hijas naturales; o ver como el inteligente padre que nos muestra Kore-eda  se enfrenta a un dilema moral profundo y dificilísimo de resolver cuando se entera que su hijo no es su hijo porque en el hospital hubo un error y lo cambiaron por otro bebe.

Estas tres películas merecen ser vistas y pensadas (la cuarta no vale la pena) desde esta perspectiva: la del monstruo (La por no es una película sobre los malos tratos o la violencia de género, es una película sobre el monstruo del mal); la del amor y el respeto (de Noriko hacia el padre de Una familia de Tokio) y la de la conciencia que acaba por encontrar una solución a un problema casi metafísico (¿quién es de verdad mi hijo? en De tal padre tal hijo)

sábado, 16 de noviembre de 2013

LOS CHICOS DEL PUERTO



(casitas en el puerto, un cuadro donde podrían habitar Miguel, Lola y Guillermo)
El cine español sigue dando sorpresas, pequeñas, medianas, grandes. Esta semana, la sorpresa se titula Los chicos del puerto, tercer largometraje de Alberto Morais.  Los que recuerden su anterior película, Las olas, seguramente pensarán mas que en una sorpresa en la confirmación de un director con un universo propio que se construye en torno al silencio y el paisaje. Si Las olas era una road movie de la memoria, Los chicos del puerto se puede definir como una walk movie de la dignidad protagonizada por tres niños que se pierden en una aventura suburbana en una Valencia de ciencia ficción. Kiarostami respira en los personajes empeñados en la búsqueda de algo inaprensible; Bresson asoma en las miradas entre Lola y Miguel; Truffaut se esconde detrás de la pantalla de un cine abandonado. Tres referencias obligadas y que, sin embargo, no son suficientes para describir este film sobre la infancia que forma un díptico imprescindible con Las olas: ancianos, niños. Morais no hace neorrealismo, y mucho menos realismo social. En su cine no hay melodrama, no hay tragedia, no hay casi conflicto. Los adultos que aparecen, pocos y marginales, se comportan como lo que son a ojos de los niños: seres lejanos que no los ven. Lo importante es el itinerario, el recorrido por esa Valencia de extrarradio, fantasmagórica y vacía que Beth Rourich ha retratado de una manera futurista, como si fuera un planeta extraño en el que las líneas curvas de las calles y las líneas rectas de las casas se conjugan para dibujar el paisaje perfecto en el que Miguel, Lola y Guillermo viven su aventura de un día y una noche en busca de un cementerio y  una tumba donde hacer una ofrenda al recuerdo.

Aprovecho para recuperar la critica de Las olas que publiqué en Fotogramas en enero del 2012
La memoria funciona como las olas. Esa es, en el fondo, la idea fundamental de esta película inclasificable. ¿Road movie? Quizás, ya que es un viaje por carretera. ¿Otra de la guerra? Definitivamente no. Aunque la guerra, mejor dicho el dolor de la derrota, presida todo el trayecto vital de su único protagonista, Miguel. Son precisamente los recuerdos del exilio los que asaltan a Miguel a oleadas en este viaje de reconciliación consigo mismo. El film se construye casi sin palabras, apenas las justas, con una banda sonora que surge de los sonidos de la carretera y el campo. Todo está pensado para ayudar a que Miguel, excelente Carlos Álvarez Nóvoa, encuentre el recuerdo perdido de una mujer que murió en un campo de refugiados en Argelès-sur-Mer en 1939.
Miguel rehace el camino que le llevó al exilio hace sesenta años, en 1939, y lo hace de la mano de tres coches y dos personas. Su propio viejo coche, averiado como él; el de Blanca, (Laia Marull), la joven que reconoce en ese anciano algo de si misma, de su propio exilio interior, algo que la impulsa a compartir con el una parte de su camino; y el de Fernando, el amigo que no quiere volver al pasado, pero tampoco quiere dejarle solo. Miguel es guía y es guiado por ellos en una película que discurre narrativamente al ritmo suave de las olas.

jueves, 7 de noviembre de 2013

DANIEL


(este era uno de los cuadros de Ramon que mas le gustaban a Daniel)

El 2 de noviembre me llegó un mail:
“Daniel se ha ido esta pasada noche.
Se ha marchado tranquilo, feliz y acompañado.
Ha sido un gran maestro hasta el último suspiro”
Daniel era Daniel Hernández, uno de los dos puntales de Alea Films.
Daniel se ha ido y no me lo puedo creer. Le vi a principios de verano y estaba bien, pero la vida (y la muerte) tienen sus propias reglas.

Le conocí hace años, cuando él y Pablo Usón me enseñaron Ordinary Boys, una ficción documental inclasificable y apasionante. Nos hicimos amigos. A Daniel le gustaba mucho la pintura de Ramón. Vino al estudio varias veces y siempre disfrutaba con la belleza y la serenidad de sus cuadros. Daniel y Pablo estuvieron entre los primeros en leer La piedra negra. Les encantó. Conectaba con una manera de pensar y de vivir que tenía puesta su mirada un poco mas allá del horizonte  mas cercano. Daniel era un maestro en eso. Sabía ver lo que no se veía. Y sabía vivir de acuerdo con sus ideas de respeto y armonía. Me gusta pensar que este espíritu le acompañó en estos últimos meses y le ayudó a dar el salto mas grande de todos: el segundo nacimiento que es la muerte de esta vida para pasar a otra distinta, desconocida. Le voy a echar de menos, no tanto como los que le tenían al lado día tras día. Pero si mucho. 

NOVIEMBRE

He estado muchos días sin escribir en el blog. Primero por el brazo roto (ya me han quitado el yeso, pero aun me duele y no puedo usar bien la mano). Después por la SEMINCI, donde estuve de jurado y además presentamos el documental de Ramon.
Reemprendo estos textos y lo voy  hacer rompiendo una lanza por un cine español que merece ser mirado con atención. No es el “otro cine español”, tampoco es el cine español de siempre. Es ese cine que muchas veces (yo misma lo he dicho y lo he pensado) creemos que está condenado a desaparecer, un cine en medio de las grandes producciones y los productos experimentales o de autor. Un cine que, como la clase media, cada día que pasa está mas acuciado por los problemas para sobrevivir. Son películas de autor en un sentido amplio de la palabra autor, no en un sentido restrictivo y único. Y aquí me viene a la cabeza el comentario de un crítico de cine que al salir del pase de una película me dijo muy convencido: “no es suficientemente lenta para ser de autor”. Genial definición
No, efectivamente las películas que quiero recordar en esta entrada no son suficientemente lentas, mas bien, no son nada lentas. Son películas que cuentan historias, con personajes y actores estupendos, con toques personales de sus creadores que las distinguen y las separan de las demás y con una vocación absoluta de llegar al máximo de público posible. No solo a los elegidos, los entendidos, los eruditos. No. A todo el mundo.
De ellas dos se han estrenado hace días, Todas las mujeres, de Mariano Barroso y Vivir es fácil con los ojos cerrados, de David Trueba. Otros dos se estrenan este viernes, Alpha de Joan Cutrina y Stockholm de Rodrigo Sorogoyen, las próxima semana se estrena ¿Quién mató a Bambi? De Santi Amodeo Cinco películas de autor sin ninguna duda, que abarcar distintos géneros. La comedia inteligente servida en los duelos interpretativos de Eduard Fernández  con seis actrices excelentes en Todas las mujeres; la comedia absurda y surrealista de Amodeo y su Bambi asesinado; la dulce y suave  comedia de las fresas de John Lennon en una España menos gris de lo que nos han hecho pensar (aprovecho aquí para volver a reivindicar que no se debe confundir nunca los gobiernos con la gente que vive bajo esos gobiernos: la España franquista de los años 60 era siniestra, pero la gente encontraba maneras de vivir con los ojos abiertos o cerrados una libertad privada que pasaba entre otras cosas por cantar canciones de los Beatles o irse a Almería a poner un bar). Sin olvidarnos de una puesta al día del cine negro que tanto esplendor dio al cine hecho en Barcelona en los años 50 y 60 y del que Alpha es un digno sucesor o esa mirada sobre el amor, el sexo, la soledad, la necesidad de otro y al mismo tiempo el rechazo a la idea de compartir la vida con alguien que es el experimento de Stockholm, pas a deux de dos actores que se crecen uno frente al otro, Javier Pereira y Aura Garrido, en un Madrid nocturno y de azoteas.
Son películas que vale la pena ver. Y, por suerte, no son las únicas.