sábado, 28 de mayo de 2016

TRES EXPOSICIONES Y UN PROGRAMA (DE CINE)


Esta semana coinciden en Barcelona tres exposiciones de fotos que están relacionadas con el cine. Son muy diferentes, como son diferentes sus autores. Demuestran que la fotografía no es solo memoria, es también mirada. La mirada personal del que hace la foto y decide como encuadrar, como iluminar, como mostrar ese momento congelado para siempre que es una foto. A diferencia del cine, la fotografía refleja un único instante. La falta de movimiento la dota de un sentido trágico aunque no lo quiera: nada volverá a ser así. Incluso aunque hagas una foto detrás de otra, como el agua en los ríos las imágenes nunca serán iguales. El cine, al mostrar el movimiento, deja constancia de una realidad (la que sea), pero no de un instante.
También, a diferencia de la pintura, la fotografía deja poco espacio a la imaginación. Un retrato pintado nunca será igual a un retrato fotografiado. En la pintura, los elementos físicos que intervienen (oleos, tela) condicionan tanto como el tiempo que se necesita para hacer la obra. Un cuadro es el trabajo de alguien que mira y recrea en un espacio y un tiempo distinto. Una fotografía es el trabajo de alguien que captura un momento en un único espacio y en único tiempo. Uf¡¡ me he puesto teórica sin saber nada de esto. En fin todo viene a cuento de tres exposiciones que me han gustado mucho.



Cineastes al seu lloc, Retrats d’Oscar Fernádez Orengo. Filmoteca de la Generalitat.
Hace años ya que Oscar se dedica a fotografiar a directores de cine, actores, técnicos, incluso algún crítico. No se trata de simples fotos robadas al azar. Son retratos muy elaborados, cuidados, pensados para que cuenten algo más que lo que se ve. En esta exposición, Oscar ha reunido 62 retratos de cineastas en blanco y negro y formato panorámico. Personajes de cine, directores españoles y latinoamericanos, retratados en un espacio especialmente escogido por ellos. Un espacio que dice tanto o más que el propio retratado de la personalidad de cada uno de ellos. Es una muestra para ver con calma, para recordar lo que estos directores han hecho, y también para constatar el paso del tiempo. A mí me pasó. Ver de repente a Julio Medem, o Jota Bayona, retratados por Orengo me hizo darme cuenta de que se han hecho mayores, que ya no son los chicos que empezaban y que yo guardo en mi memoria. Ha sido interesante reconocerlos ahora en estos espacios únicos.



Carlos Saura. Fotógrafo. España años 50. Círculo del Arte.
Que Saura es un gran fotógrafo, ya lo sabía. Que sus fotos siempre están llenas de matices, también. Que es un coleccionista de imágenes y de instantes, es algo que ha demostrado en sus anteriores exposiciones. Pero esta me ha impresionado mucho. Quizás porque retrata (captura) una España que hemos olvidado, un mundo que ha desaparecido. Pero que está ahí, debajo de la capa de modernidad y progreso que vivimos ahora sesenta años después de que el joven Saura se paseara por España retratando a sus gentes en su miseria y en su dignidad. Son fotos de memoria histórica,  embellecidas por la mirada del que aun no era un cineasta, pero ya era capaz de reconocer un encuadre, un tema, un rostro. Todas son bonitas, todas merecen un rato para encontrar el detalle. Pero hay una que me ha impresionado más que otras. Es una foto despojada: una pared, un patio, y un niño pequeño encerrado en una jaula tan pequeña como él. ¿Qué habrá hecho este niño para que le encierren ahí? La imaginación se dispara.



Faces, Isabel Coixet. Galería Rocío SantaCruz.
Las caras son mi paisaje, dice Isabel Coixet en el texto de presentación de la exposición. Y son caras lo que nos muestra en esta selección de rostros de actores y actrices que han participado en sus películas. Pero Isabel no es una fotógrafa convencional. Y lo demuestra en la forma en que nos ofrece estos rostros en pequeño formato, manipulados y alterados por ella como si fueran dibujos, y presentados dentro de un marco negro que rodea los cuadrados, los óvalos, las circunferencias que encierran sus fotos. Es curioso porque siendo como es la muestra de una mujer que usa la última tecnología digital para sus imágenes, el resultado recuerda el de un gabinete de siluetas recortadas del siglo XVIII. Ese es uno de sus atractivos.



Un programa de cine en la televisión. La cartellera
Los programas de cine en la televisión hace muchísimo tiempo que existen. Ha habido algunos añorados, Fila 7 todavía se recuerda como un referente. De los que subsisten en nuestras pantallas de televisión el más veterano es el Cinema 3 de TV3 que desde 1984 dirige y presenta Jaume Figueras. !!32 años¡¡ se dice pronto. Días de cine en TVE también tiene una larga trayectoria, está en antena desde 1994 y la larga etapa en que estuvo dirigido por Antonio Gasset es sin duda una de las más estimulantes para el cine en la tele. El tercer programa que hace tiempo se emite en las televisiones es La cartellera, de BTV. Y es este el que hoy quiero felicitar porque con el programa del 27 de mayo llegaron al número !!500¡¡. No es fácil para una televisión local mantener un programa que dura una hora hablando cada semana de la actualidad cinematográfica más allá de los simples estrenos.  Sin presentador que lo identifique, con reportajes largos y muy elaborados, con criterios más críticos que informativos, La cartellera retoma en cierto modo el testigo de Fila 7. Asi que desde aquí felicidades a Marta Armengou y Raúl Ruiz que prácticamente solos mantienen vivo el programa.





sábado, 21 de mayo de 2016

DE MONTAÑAS Y REINAS


Más allá de las montañas
Más allá de las montañas están los valles, más allá de las montañas está el mar, más allá de las montañas a lo mejor encontramos el futuro. Jia Zhang Ke, uno de los directores chinos más sólidos de la historia de ese enorme y diverso país, plantea el relato de esta película en tres tiempos: el pasado (antes de las montañas), el presente, (justo en la cima de la montaña) y el futuro (al otro lado del mar y lejos de las montañas). La montaña nunca se ve, no hace falta. La montaña en realidad es la mujer, o la propia China, o sin necesidad de ponerse tan simbolistas, la montaña es la vida que está hecha de recuerdos que construyen nuestro presente y se proyectan en nuestro futuro. La película es circular, empieza y acaba con una canción de los Pet Shop Boys, Go West, una canción bailada con una coreografía kitsch, absurda y completamente inesperada. Toda la primera parte, la que pasa antes de las montañas, se sitúa en el año 1999, año crucial, cambio de siglo, cambio de era, cambio de mundo. Cuenta una historia, en formato cuadrado y estética feísta, que podría ser la de cualquier película de adolescentes en cualquier lugar del mundo: una chica y dos chicos, tres amigos, los dos enamorados de ella, ella enamorada de los dos. Intentan convivir, pero es imposible, ella tendrá que escoger. La segunda parte se abre con el título de la película: estamos ya en las montañas, en el presente, 2014. La vida ha llevado a los tres amigos por caminos distintos, y aquí Jia Zhang Ke empieza a sorprendernos. Primero porque nos engaña con el punto de vista; segundo porque abre su pantalla a un formato más ancho y cuida mas la fotografía; tercero porque muestra los cambios sucedidos en el país de Confucio y Mao, la destrucción de la tradición, el auge del dinero fácil y la miseria y decadencia de una sociedad escindida. Si la primera parte era una comedia rosada y gris, esta segunda parte es un melodrama mas negro que otra cosa. Cuando pensamos que ya hemos entendido la película y que ya sabemos lo que nos cuenta, Zhang Ke nos vuelve a descolocar llevándonos más allá de las montañas, a Australia, a un futuro reconocible y cercano, 2025. El mar separa China de ese este que no es el oeste de la canción y en un scope luminoso y azul nos cuenta una historia de amor imposible, directamente conectada con los dos momentos anteriores. Y es entonces cuando vuelve la canción de los Pet Shop Boys, Go West y entendemos el sentido de ese ir al oeste

Ir al oeste- La vida es tranquila allí.
Ir al oeste- Al aire libre.
Ir al oeste- Donde los cielos son azules.
Ir al oeste- Esto es lo que vamos a hacer.

China se ha convertido en su oeste, pero la China de Jia Zhang Ke no es demasiado tranquila si no tienes dinero y formas parte de las elites del poder; no tiene mucho aire libre, si no una naturaleza destruida;  los cielos no son azules, sino grises por la contaminación; y es prácticamente seguro que ir al Oeste es algo que estos personajes no podrán hacer. Esa es la grandeza de este film: hablar de ayer, de hoy y de mañana.

2

Reinas
Dos películas muy distintas, unidas por la realeza y por una actriz. Las dos me parecen recomendables: Noche real y Reina Cristina. Lo de la realeza viene porque la primera es una especie de Vacaciones en Londres que cuenta la aventura nocturna, feliz, ingenua y tierna de la noche del 8 de mayo de 1945, cuando toda Inglaterra celebraba el final de la guerra mundial y las dos princesas, Isabel, futura reina, entonces con 19 años, y Margaret de 14, se perdieron en la ciudad de Londres mezcladas con la multitud. No es una película memorable, pero es una historia de aquellas que uno agradece ver: tranquila, sin lecciones morales, muy bien ambientada, con toques de crítica y de rebeldía, los justos, y con una actriz estupenda, Sarah Gadon. Es ella la que nos entronca con la otra reina, la Reina Cristina de Suecia, una mujer adelantada a su tiempo, capaz de acabar con la Guerra de los 30 años, de cortar de raíz las guerras de religión y sobre todo de entender que la cultura y la sexualidad eran dos armas de futuro y de independencia. Sarah Gadon no es Cristina, sino su amante, la condesa Ebba, una preciosa mujer que consigue enamorar a la reina y de paso comerse los planos en los que aparece. Dos películas reales que vale la pena no perderse.

3
La bruja, Corazón gigante, Esa sensación, El hombre que conocía el infinito, cuatro películas que no he podido ver (si ni siquiera gente como yo que vivimos de esto llegamos  a ver todo lo que se estrena, ¿cómo pretenden que las vea el público?). Las cuatro me apetecen, de las cuatro tengo muy buenas vibraciones. Cuando las vea, las recuperaré en este blog.


sábado, 14 de mayo de 2016

500 ENTRADAS¡¡¡


Espías en el cielo
Un ojo en el cielo que lo ve todo. Un ojo que vigila cualquier espacio por pequeño que sea. Eso es lo que cuenta este interesantísimo thriller bélico y político. La guerra en el siglo XXI no tiene nada que ver con las guerras anteriores. Es una guerra global que se organiza desde espacios cerrados y muy alejados entre si, conectados por la tecnología. Una guerra del futuro para combatir la barbarie del pasado, una barbarie que hace que sus gentes vivan en el miedo y el atraso más absoluto, que obliga a sus soldados a sacrificarse en nombre de una religión mal entendida. Hay en esta película dos momentos que para mí son los más terribles: en esa ciudad de Nairobi, en una barriada dominada por las corrientes islamistas más extremas, un padre intenta enseñar a su hija de nueve años a leer y a jugar, pero debe esconder los libros cuando llega cualquier extraño y debe regañar a su hija por jugar cuando hay visitas. Otro pequeño apunte: en el mercado, un soldado recrimina duramente a una mujer porque enseña las muñecas. Son dos momentos que pasan casi desapercibidos en medio de la tensión dramática de esa operación global en la que una coronel británica dirige desde una base inglesa un ataque a una casa en Nairobi donde se encuentran cinco terroristas, con la ayuda de un dron americano manipulado desde Las Vegas, el control de datos desde una base en Hawai, y con el apoyo directo de los militares africanos que operan en el territorio gracias a pequeños artilugios que lo ven todo. La pregunta que plantea el film y que se plantean políticos y militares con respuestas distintas en función de los intereses de unos y otros es ¿se puede sacrificar una vida humana para salvar la de ochenta? ¿Es más importante salvar una niña que acabar con cinco de los terroristas más buscados del mundo que están a punto de cometer dos atentados suicidas?  La película no da respuestas claras, ofrece los argumentos de todos y deja que sea el espectador el que decida si vale la pena o no. Estamos ante un film que nos obliga a pensar y a tomar posiciones.


  
High Rise/Rascacielos
¿Qué habría hecho David Cronenberg con esta novela de Ballard? Si recordamos Crash, podemos imaginarlo. Y si lo imaginamos, mejor que no lo haya hecho. La película sería insoportable. Ben Wheatley no es Cronenberg, pero no puede evitar ilustrar a Ballard y Ballard es implacable. Uno de los aciertos de la película es estar situada tanto por vestuario como por lenguaje, en los años setenta (la novela es de 1975). El otro acierto es el de no perder nunca de vista el personaje guía que nos conduce en ese rascacielos de podredumbre y de ruina del que es prácticamente imposible salir. Un rascacielos que se convierte en símbolo de la sociedad de clases, arriba los poderosos, abajo los explotados, sin que unos sean mejores que otros; un rascacielos donde la tribu se impone a la colectividad. Cuando el individuo desaparece, la sociedad tiende a convertirse en caos. Rascacielos de Ballard lo cuenta muy bien en ese espacio que podría ser el de El ángel exterminador.

Historia de Nuestro Cine
El programa de la 2 de TVE que desde hace justo un año ofrece cada semana la posibilidad de recuperar cinco películas españolas del siglo XX agrupadas de forma temática, está siendo sin duda una enorme fuente de sorpresas. Cada semana presenta películas de distintas décadas, cine de los años cuarenta y cincuenta, hecho en pleno franquismo, junto al cine de la transición y de la democracia. Un cine del que nos hemos olvidado y al que una serie de tópicos encierra en un gueto histórico/ideológico que el programa se encarga de demostrar semana a semana que debe ser revisado con ojos no condicionados por las ideas políticas. Esta semana en concreto, Historia de Nuestro Cine la dedica a las películas españolas que han estado en el Festival de Cannes y no tengo ningún reparo en recomendar que no se pierdan la primera: Doña Francisquita, de Ladislao Vajda, 1952. Una película moderna en su estructura, divertida en su argumento, arriesgada en su estética y colores y con una secuencia absolutamente insólita en el cine español de entonces (y de ahora).


sábado, 7 de mayo de 2016

OLIVOS



El día que Icíar Bollaín empezó el rodaje de El Olivo, le mandé  la imagen que ilustra este post. Es una mujer dormida bajo la sombra de un olivo milenario, un cuadro que transmite  un “estado de  ausencia en la mujer y el árbol, un deseo  de felicidad”, en palabras de la amiga que tiene este cuadro en su casa. A Icíar le gustó mucho el cuadro y me comentó que pensaría en él cuando se agobiara en el rodaje. Creo que, por suerte para ella, no tuvo mucha necesidad de recurrir a serenarse con la pintura porque El olivo fue un rodaje muy feliz, lo que no quiere decir tranquilo ni fácil.
Ahora se ha estrenado por fin la película escrita por Paul Laverty y dirigida por ella. He de reconocer que la empecé a ver condicionada por el cuadro y lo que en mi evoca. Y quizás por eso en un primer visionado me sentí un poco defraudada. Es un error que cometemos mucho (críticos y espectadores), proyectar en la película lo que nos gustaría ver. Fue después de una segunda vez cuando me di cuenta que Icíar y Paul habían hecho su película, (no la mía) y que era así como debía mirarla. Al cambiar de punto de vista pude apreciar lo mucho que hay de Icíar en una película que es totalmente de Paul.
Me explico: Paul Laverty es el guionista habitual de Ken Loach. Paul tiene, como el director inglés con el que se entiende a la perfección, una mirada crítica sobre la sociedad, una mirada siempre condicionada por la realidad a la que no duda en denunciar en todas sus injusticias. La idea de contar la historia de un olivo milenario, arrancado de su lugar de origen y utilizado como ornamento de una multinacional que explota el medio ambiente, es Paul 100%. Pero Icíar no es Loach. Icíar tiene su punto de vista mucho menos doctrinal (sin dejar de reivindicar el mensaje). A Icíar le gustan las personas. Y en ellas se fija. Y en ellas se apoya. Por eso en esta aventura, una olivo movie, tiene tanta importancia el personaje de Alma, la nieta empeñada en devolver la vida y el habla a su abuelo; pero también es importante Alcachofa, ese tío que hace lo que sea por ayudar a su sobrina y Rafa, ese amigo que la adora y lo deja todo para acompañarla en su búsqueda. Cuando los tres están juntos en la pantalla, el nivel sube y sube. Yo me quedo con esos momentos en que Alma está todo menos dormida como la mujer del cuadro, y que, sin embargo, son los que me permiten evocar el sueño que retrata: el sueño de alcanzar un imposible.


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Mayo de 1940
El tema de los refugiados no es nuevo. En la reciente historia de Europa ha habido muchos refugiados huyendo de la guerra y el hambre y moviéndose en masa por las carreteras arrastrando lo poco que tienen. Mayo de 1940 nos recuerda uno de estos éxodos olvidados y podríamos decir que absurdos e innecesarios: el de casi ocho millones de franceses que se lanzaron a las carreteras huyendo de la invasión alemana. No sirvió de nada esta huida ya que al poco tiempo Francia capituló frente a Alemania y los refugiados volvieron a sus tierras. El film de Christian Carion cuenta esta historia desde el punto de vista de la gente, los que entienden porque han de irse y los que no. La gran virtud del film es que no haya ni buenos ni malos, solo gente desorientada que busca una manera de sobrevivir en un mundo caótico y sin reglas.
La película me ha hecho pensar en los miles de refugiados que están ahora mismo en campos de acogida (iba a escribir concentración, pero no es lo mismo) y que deambulan como almas errantes de un país a otro. Tengo que confesar que esta crisis de los refugiados me provoca una cierta contradicción. Por un lado, si pienso en los seres humanos arrastrados a este éxodo dejándolo todo atrás, y veo como se los trata en las puertas de esa Europa que creen es el paraíso, me sublevo y me indigno. Pero si consigo hacer abstracción de las vidas humanas y lo veo con una cierta perspectiva, me pregunto a quién beneficia este cruel tráfico de seres vivos. Porque no entiendo que ha motivado que de repente (hace tiempo ya de la crisis, pero apareció de pronto un día sin mas) se haya producido este movimiento. La guerra en Siria hace cinco años que dura y solo hace unos meses han empezado a salir los sirios. ¿Por qué no antes? Y ¿por qué hay tantos refugiados que vienen de Pakistán, de Afganistán, países donde las guerras son endémicas desde hace casi quince años? No tengo una respuesta clara. Pero en mis manías conspirativas no puedo dejar de pensar que hay fuerzas económicas y políticas a las que les interesa crear un conflicto en Europa que dinamite desde dentro los fundamentos de la propia Unión Europea. Obligando a los países a enfrentarse al dilema de acoger a esa masa ingente de seres perdidos, les fuerzan a entrar en contradicción y eso favorece el crecimiento de corrientes xenófobas, racistas y sobre todo antieuropeistas que les van muy bien a todos aquellos (de derechas y de izquierdas) que están poniendo en duda la misma idea de Europa. 
Me parece tan amoral y tan indigno que se use a los refugiados como arma arrojadiza de acusaciones en uno u otro sentido y que se les utilice como instrumentos de desprestigio sin tener en cuenta que estamos hablando de personas, de seres humanos, de gente desplazada y asustada a los que hay que acoger y cuidar, pero sobre todo a los que hay que ayudar para que puedan volver a su tierra, a su pueblo, a su lugar.

Recuerdo los relatos de mis padres, ambos refugiados, perdedores de la guerra civil española, caminando en las carreteras rumbo a esa Francia que los encerró en campos de concentración pocos meses antes de que los propios franceses iniciaran el éxodo que retrata el film de Carion, Lo tengo demasiado presente como para no comprender el dolor de los hombres, mujeres y niños que vemos en todos los telediarios. Pero tengo también muy presente lo que mis padres contaban: no queríamos irnos y solo pensábamos en volver.