sábado, 30 de octubre de 2010

COPIA, COPIAS



(estas dos imágenes de Ramón son dos originales, pero uno ¿es copia del otro?)
La tesis de la película de Abbas Kiarostami, Copìa certificada, es muy sencilla: una copia puede ser mejor que un original. Estoy de acuerdo. Pero con una salvedad, que la copia se convierta a la vez en original. Original porque adquiere entidad propia (caso de la propia película de Kiarostami “copia certificada” de Viaggio in Italia, de Rossellini) o porque como tal copia se convierta en referencia en si misma. En esta historia de pareja que a su vez es una copia de otras parejas, hay un momento de absoluta verdad: cuando el escritor inglés le cuenta a la galerista francesa que el libro nació cuando vio a una mujer y su hijo contemplando la copia del David de Miguel Ángel, que ocupa el centro de la Piazza Della Signoria en Florencia, con el mismo arrobamiento que si fuera la original. Ese momento mágico, en el que ambos se dan cuenta de quiénes son, es el que desencadena toda la representación que los convierte en una pareja en crisis, copia de sus respectivas historias (o no). Pero lo que me importa aquí, no es tanto la brillante idea de inventarse una vida que copia otra, sino la de reivindicar el valor de la copia. O quizás deberíamos hablar de recreación: Las Meninas de Picasso, ¿son copia o recreación de las de Velázquez? En todo caso, la película de Kiarostami, tan hermosa, tan luminosa, tan pasional y a la vez tan sencilla en su puesta en escena, es una copia maravillosa, una recreación perfecta del espíritu rosselliniano en estado puro.
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Y de esta reflexión sobre el arte, la vida y la pareja a otra muy distinta, pero que también es una copia. En cine las copias se suelen llamar remakes. En este caso me refiero al remake de Déjame entrar, una copia que adquiere valor de original al traducir la historia sueca de la niña vampiro y su amigo solitario en una película que, siendo igual, es completamente distinta. ¿Por qué? Por la luz, por los actores, por la intensidad, por la sangre, por la libertad de hacer con el material que tiene entre manos un producto igual pero distinto, por convertir la poesía en prosa sin perder por ello la atmósfera romántica y dolorosa que la define. Difícil, pero no imposible.
Déjame entrar de Tomas Alfredson, 2008, Déjame entrar, Matt Reeves, 2010

martes, 19 de octubre de 2010

FRANÇOIS TRUFFAUT

Acaba de salir un libro sobre Truffaut publicado por Nosferatu. Es una aproximación personal y distinta desde muchos puntos de vista. Yo he escrito un artículo. El que se publica es ligeramente distinto del primero que escribí, por eso lo cuelgo en el otro blog tal como era el original.
El libro es muy interesante y completo.

sábado, 16 de octubre de 2010

PERDIDOS Y APITCHAPONG


(un árbol de Ramón, misterioso y con múltiples transparencias que podría gustarle a Tio Boonmee)
Las casualidades no existen, pero suceden. Una casualidad que ha sucedido: ver el último capítulo de Perdidos el martes por la noche y ver El Tio Boonmee que recuerda sus vidas pasadas, de Apitchapong Weerasethaukul, el viernes por la mañana. Las semejanzas entre ambos productos saltan a la vista de una forma imprevista. ¿En que se pueden parecer el final de una serie americana de la televisión con un film tailandés de vocación exquisita y Palma de Oro en Cannes? Pues en muchas cosas.
En los fantasmas del pasado que custodian a los ¿vivos?, en el momento del tránsito a la muerte: el Tio Boonmee se encuentra con el fantasma de su mujer muerta hace 19 años y de su hijo desparecido y convertido en un ser fantástico que le acompañan en el difícil momento de morir para volver a nacer en una vida futura; los protagonistas de Perdidos se ayudan unos a otros a asumir el trance de su propia muerte.
En el escenario salvaje de la selva tailandesa poblada de hombres/monos en una y de tigres de Bengala, osos polares y humo negro en la otra.
En el recuerdo de vidas pasadas que siguen latiendo en el alma de Tio Boonmee, como siguen latiendo en el alma de Jack y compañía.
En el morir para renacer dentro de una cueva de luz, donde el agua iluminada y brillante es la auténtica fuente de la vida.
No son solo elementos argumentales los que los relacionan. Son temas mucho mas profundos que el propio director tailandés reconoce que le preocupan: los universos paralelos, la muerte como un renacimiento, la cueva y el agua, útero de la nueva vida. Las vidas futuras y las vidas pasadas que todos tenemos dentro de nosotros y que, a veces, afloran sin que sepamos como ni porqué. Vidas que van formando capas, transparencias se dice en pintura, que añaden sentido y experiencia.
Visto así, el precioso film de Apichatpong Weerasethaukul se convierte en una película de aventuras narrada con un ritmo pausado y suave, tropical en su humedad y sensualidad, un film que se puede ver como la versión oriental del capítulo final de Perdidos. Claro que hay muchas otras formas de verlo. Faltaría mas.

jueves, 14 de octubre de 2010

PERDIDOS Y MINA


(éste cuadro abstracto de Ramón del año 1992 parece pintado para promocionar Perdidos: el puñal de John; los símbolos de Jacob, la isla infinita en su tiempo repetido y ese mar azul intuido, lejos, como el único camino de huida)
Hace dos días ví, por fin, la sexta entrega de Perdidos. Hasta ahora no había querido saber nada de ella, ni dejaba que me contaran nada, ni leía nada que hablara de su final. Quería descubrirlo en directo. No ha sido una sorpresa. Que estaban muertos es algo que se intuía desde la primera temporada y lo único que esperabas era a ver como lo explicaban. La resolución es un poco simple. Creo que dado el altísimo nivel de complejidad de la serie, con temas que rozan la física cuántica, los universos paralelos, la mitología egipcia y el platonismo, sin caer nunca en la pedantería de querer explicarlos sino utilizando todo el pastiche para realizar una de las narraciones mas entretenidas, envolventes y retadoras de la inteligencia que se han hecho en mucho tiempo, se podía esperar que al final fueran un poco mas allá. He discutido mucho de cual podría ser ese mas allá. Cuando estás cómodamente sentado en el salón de tu casa, te sientes con derecho a inventar lo que quieras. Es la libertad que te ofrece la impunidad. Libertad y riqueza, porque en las conversaciones sobre como podría haber acabado la serie se barajan muchos conceptos que superan el simple consumo de un producto televisivo. Estamos hablando de una nueva narrativa que, a modo de Julio Verne contemporáneo, usa la ciencia y el conocimiento para crear entretenimiento.
Bueno, ahí va nuestra (no es solo mía) aportación al final de Perdidos y lo siento si todavía queda alguien que no la ha visto. Si es así, por favor, no lea mas.

El precioso plano de Jack con Vincent el perro tendido a su lado, cerrando los ojos después de ver el avión que cruza el cielo, es la última imagen de la isla. No volveremos a verla nunca más. Lo que pasa después se ubica en otro espacio y en otro tiempo: el de la muerte y la reconciliación. Sin tocar nada de todo lo que ha pasado antes, cuando Desmond ha conseguido reunirlos a todos en la iglesia, yo (nosotros) en lugar de dejarlos allí sentados, esperando, habría vuelto a la playa.
Jack abre los ojos, se incorpora y ve… la primera escena de la serie, el avión accidentado, la gente desconcertada deambulando sin rumbo, las maletas desperdigadas, a si mismo intentando ayudar a los demás. Todo igual, pero un poco distinto. Algo debería ser diferente. Que cada uno se imagine que objeto, que persona, que situación sería diferente: por ejemplo, Desmond está entre los pasajeros cuando en la serie no aparece hasta la segunda temporada.
El misterio se abriría de nuevo en una cinta sin fin. Los universos paralelos se multiplicarían y la historia volvería a empezar, pero distinta…

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Casi al mismo tiempo que veía Perdidos se estaba produciendo en la otra punta del mundo, en el Desierto de Atacama, el rescate de los 33 mineros atrapados en la mina. Toda esta operación, al margen de ser un circo mediático, es absolutamente apasionante. Quien viera las imágenes de la cápsula llegando al refugio y subiendo después por el túnel no podía mas que pensar que estaba metido en una película de ciencia-ficción, o en un plano de Perdidos sin ir mas lejos. ¿No han estado perdidos estos mineros bajo tierra para ser rescatados de una forma completamente inverosímil e increíble hace apenas unos años? Al margen de las alegrías personales por las vidas salvadas, lo mejor de este episodio es que, como la llegada del hombre a la Luna, nos ha demostrado que el hombre puede llegar al centro de la Tierra. Hacia arriba o hacia abajo, el infinito se abre en ambas direcciones. Y es apasionante.

domingo, 10 de octubre de 2010

EL RESPLANDOR Y ESPARTACO


(Hace unos años le pidieron a Ramón que hiciera un cuadro inspirado en un libro. Escogió El resplandor, de Stephen King. El resultado fue este cuadro lleno de misterio en el que una puerta nos deja ver la “redrum” donde todo puede suceder.)
Se cumplen 30 años del estreno de El resplandor y se cumplen 50 años del estreno de Espartaco. Dos películas fundamentales de la filmografía de Stanley Kubrick que estos días se han citado mucho por motivos distintos. El resplandor porque ha servido de base al cartel del Festival de Sitges que celebra este aniversario con la proyección del film de Kubrick-King; Espartaco, porque la muerte de Tony Curtis ha hecho que en todas sus necrológicas se cite la famosa escena de los caracoles y las ostras.
Bienvenida sea cualquier cosa que traiga a la memoria y convierta en contemporáneos dos films que están en la historia del cine. Aunque debo decir que el uso que el festival de Sitges hace de la imagen de las niñas gemelas de El resplandor no me parece muy acertado. Una imagen tan inquietante y terrible, con el fondo de la pared cubierta de sangre, no se puede banalizar de forma tan alegre. Y esto me hace preguntarme hasta que punto los “homenajes” no acaban siendo simples plagios de los originales en los que se inspiran desvirtuando su auténtico sentido.
Seguro que alguien ha teorizado sobre este tema, pero yo no voy a ir mas allá. Solo quiero reivindicar desde aquí la novela de Stephen King de la que Kubrick extrajo su magnífica (y no olvidemos, denostada y muy criticada en el momento de su estreno) película. Una novela y un film que hacen de la arquitectura un personaje fundamental, que juegan con el silencio, que te arrastran a la Redrum/Murder, donde el mal se agazapa esperando al inocente Danny.
En cuanto a Espartaco, el tiempo ha demostrado que toda la tinta que hizo correr entorno a las discrepancias entre estrella (Douglas) y director (Kubrick) se han diluido en la nada, mientras que el film se mantiene en toda su fuerza gracias a la puesta en escena de un realizador que es la prueba evidente de que se puede ser un AUTOR sin necesidad de escribir guiones personales: simplemente convirtiendo en propio el material ajeno.
De paso, mi recuerdo para Tony Curtis. Siempre me cayó bien este actor.

martes, 5 de octubre de 2010

OLVIDAR, RECORDAR


(el árbol seco y el perro amarillo, una imagen del recuerdo y el olvido)
“Olvidar y no perdonar es mejor que perdonar y recordar”
De repente, esta mañana me he encontrado con esta frase que me dijo hace unos dias una chica muy joven y muy inteligente. La apunté en un cuaderno porque me impresionó y hoy, sin venir a cuento, me ha saltado a la vista mientras preparaba las cosas para trabajar.
No se si estoy segura de que sea verdad, no se si estoy de acuerdo con su enunciado. Olvidar sin perdonar debe dejar un poso latente en el fondo del alma; pero perdonar y recordar lo deja en la superficie. ¿Qué es mas duro de soportar?
Curioso que haya sido justo ahora cuando la he vuelto a leer, Ahora que tres películas de las que se han estrenado o están a punto de estrenarse, tratan de olvido y de recuerdo, de perdón y de no perdón. Aunque de forma muy distinta.

Bicicleta, cuchara, manzana, de Carles Bosch con Pasqual Maragall de protagonista, se adentra en los terrenos desconocidos e inexplorados del olvido total que produce la enfermedad del alzheimer. Pero la cuestión mas dolorosa no es que el enfermo olvide sin perdonar seguramente a un destino que le ha llevado hasta allí; sino que los que están a su alrededor le perdonen, pero no puedan dejar de recordar como era, como pensaba, quién era…

Abel, el debut del actor Diego Luna trata de otro tipo de olvido. El olvido de uno mismo para asumir el rol del otro. El pequeño Abel convertido en la figura paterna de la casa, produce un auténtico desconcierto en todos sus habitantes que preferirían olvidar aunque no perdonaran a ese padre y marido que los abandonó, con tal de que Abel recordara y les perdonará a todos. Meandros del pensamiento.

Wall Street: el dinero nunca duerme, la revisión stoniana de la actual situación financiera mundial recuperando el personaje de Gekko, trata en el fondo de eso: Olvidar lo que fue Gekko sin perdonarle o perdonarle pero no olvidar lo que fue Gekko. Su hija preferiría olvidarle, borrarle de su memoria, sin perdonarle; Gekko querría que su hija le perdonara, aunque recordara todo el mal que le había hecho. Ninguno de los dos lo conseguirá.

viernes, 1 de octubre de 2010

NUEVO TEXTO EN EL OTRO BLOG

En el blog de textos largos e historicos he recuperado un artículo publicado en el año 1994 que, curiosamente, tiene algunos puntos de contacto con la actitud "nacionalista" de los artículos de El Pais que comentaba en la entrada anterior.