sábado, 27 de enero de 2018

AMOR


De las varias definiciones de la palabra Amor que se pueden leer en el Diccionario de la Real Academia, hay tres que sirven perfectamente a las tres películas que hoy ocupan este blog:
La primera, Sin amor, del director ruso Andrei Zviaguintse, responde a la definición  que dice: “Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”.
La segunda, Call me by your name, de Luca Guadagnino, se ajusta más a la segunda definición: “Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear”.
La tercera es Coco, de Lee Unkrich de la que aun no había hablado. En este caso, la definición más útil es: “Objeto de cariño especial para alguien”.
Aclarado esto, vamos por partes.



 (un árbol de invierno de Ramón)
Sin amor
Que el director ruso Andrei Zviaguintse es alguien muy especial nos lo había demostrado ya con Leviatàn, Elena y El regreso. La familia en descomposición es el tema de fondo de su cine. En este caso, un matrimonio de clase media ruso, que no se soporta, vive sin amor, y las consecuencias de ese desamor las padece su hijo de doce años. El film podría hacer un mini ciclo de separaciones con Secretos de un matrimonio de Bergman, (título que el director reivindica como primera influencia), y Nader i Simin, una separación de Asghar Farhadi. Las tres hablan de la falta de amor en una pareja. Pero en el caso de Sin amor, hay mucho más que eso. Enmarcada en los paisajes nevados de un bosque moscovita, quieto, callado, blanco, donde el silencio del niño se oye más que los gritos de los padres, el film no renuncia a ser una áspera critica de la sociedad contemporánea, la rusa y por extensión  la de cualquier otro lugar, donde la gente es incapaz de amar, de hacer eso que dice la definición, buscar y encontrar la unión con otro ser. Los padres, viven en un aislamiento sentimental, aunque se engañen creyendo que con sus nuevas parejas van a ser capaces de salir de su cápsula emocional. Y el niño, el niño sabe que no existe para ellos. Pero aun hay más cosas en este film de una belleza glacial y fascinante: el contexto propio de esa Rusia putinesca que poco a poco va calando en su sociedad. La película empieza en el otoño del 2012, cuando se anuncia el fin del mundo del calendario maya: para la pareja protagonista será el fin de su mundo, desde luego. La película acaba a finales del 2013 con la revuelta en Ucrania que acabó en rebelión frente a la tiranía dominante del mundo ex soviético o mejor dicho neo soviético. Lo que sucede en los tres días en que unos padres indiferentes pretenden buscar a su hijo, tendrá una prolongación un año después cuando ambos se hayan acomodado a la nueva realidad tan fría como lo era la anterior a la desaparición del niño. Sin amor te deja con el corazón encogido y con el sentimiento helado ante tanta deshumanización.



(un paisaje de verano de Ramon)

Call me by your name
En la película de Luca Guadagnino  hay mucho amor. Amor a la vida, amor adolescente, amor a la belleza… Pero no se espanten. No es en absoluto empalagosa, ni mucho menos cursi. Guadagnino está demostrando que es un digno descendiente de dos padres cruzados: Visconti y Bertolucci. Del primero, ha heredado el gusto por la elegancia, la belleza de los paisajes, la delicada relación de los personajes; del segundo ha aprendido a hacer una disección de la burguesía intelectual sin caer nunca en tópicos y en lugares comunes. Si a estos dos antecedentes sumamos a James Ivory, autor del guión sobre la novela de André Aciman, tendremos un cóctel perfecto para una película que discurre como el verano. Ese plácido verano de 1983 en que se vive un profundo amor adolescente de los que dejan huella en la vida, en el que vemos crecer el deseo entre un adolescente con dudas y un joven americano sin dudas. Call me by your name podría haber sido una aventura de amor veraniego mas si no fuera por tres momentos: uno sentimental, la declaración de amor en la plaza ante el monumento a los caídos; otro erótico, el juego con el melocotón no se olvida fácilmente; y un tercero emocionante, la conversación entre padre e hijo que da sentido a todo lo que hemos visto y escuchado. Añadan a eso un plano final que interpela y abre nuevos interrogantes y se darán cuenta de que es una  película preciosa, útil y casi diría necesaria.


(estas fotos que me mandó mi sobrina Nuri de México, podrían ser una ilustración de Coco)
Coco
He tardado mucho en ver esta película de animación, no sé bien porque. Pero al final la he visto. Me ha gustado mucho. Más de lo que pensaba. Al margen de recordarme mi infancia en México y la tradición del día de los Muertos con sus calacas de azúcar, la historia de Miguel y su viaje al otro lado en busca de su padre es una preciosa aventura sobre el amor en su tercera definición. La idea de que los muertos viven mientras alguien los recuerda, es muy bonita y muy reconfortante. Es una muestra de un cariño que perdura. Siempre lo he pensado, mientras el recuerdo de un ser querido está en tu corazón, esa persona sigue viva de alguna manera. No hace falta ir al cementerio, no hace falta rezar a nada ni a nadie, basta con cerrar los ojos, recordar el rostro, la mirada, un gesto, una música, una palabra y la persona evocada vuelve a ocupar su lugar en el paisaje interior de cada uno. Solo por eso esta deliciosa y entretenida película ya vale la pena de ser vista, comentada y recomendada.









sábado, 20 de enero de 2018

PAPELES


Los archivos del Pentágono
Esta mañana me he dedicado a destruir papeles viejos que no sé porqué guardaba desde hace mucho tiempo. Hacerlo me ha provocado una doble sensación. Por un lado una especie de liberación, de dejar atrás el pasado, quitarme un peso de encima. Pero por otro, una cierta nostalgia, la impresión de que se perdía la memoria. Ha sido raro, pero muy interesante.
Sirva esta extraña introducción para hablar de una película de papeles. Muchas clases de papeles, Los archivos del Pentágono de Steven Spielberg. La mejor película de Spielberg y una de las mejores que he visto en los últimos tiempos.
En esta historia hay un papel fundamental, el del periódico recién impreso, apenas salido de las máquinas, aun con el olor a tinta fresco impregnándolo todo. Es algo mágico. No sé si ahora las imprentas digitales huelen a plomo y a tinta como las de los años setenta. Pero esta te lo transmite. Y ese olor no es banal. Porque detrás de la linotipia y de la rotativa hay un periodismo de investigación serio y riguroso que tiene las ideas muy claras: los medios de comunicación están para servir a los gobernados NUNCA a los gobernantes. Esa es una de las bases de la democracia y de la libertad. Una idea que desgraciadamente se olvida demasiadas veces poniendo los medios de comunicación (y no piensen que quiero eludir citar directamente a TV3 o a TVE) al servicio de un partido, un gobierno, casi siempre traicionando a los ciudadanos. Este respeto a la libertad no tiene nada que ver con defender una determinada forma de pensar. Si no hubiera diversidad en la información, no serviría de nada. Hay periódicos de derechas y conservadores, de izquierdas y liberales; hay medios de comunicación que investigan y exponen de manera deshonesta, sin calcular las consecuencias, solo pensando en ganar lectores con el amarillismo; hay otros que nunca investigan y hay algunos que investigan y valoran que hacer con la información que consiguen.
Spielberg habla de esta duda entre saber y contar, entre intereses económicos y libertad de expresión, entre arriesgarse o acobardarse. Entre el servicio a los gobernados o la sumisión a los gobernantes. Y lo hace a partir de un hecho histórico real: los papeles del Pentágono que demostraban las mentiras y manipulaciones de distintas administraciones en torno a la guerra del Vietnam. Papeles que desveló primero el New York Times pero que en realidad fueron estudiados, analizados y denunciados en su totalidad por el Washington Post poniendo en jaque a Richard Nixon un año antes de descubrirse el escándalo de las escuchas del Watergate. Pero lo mejor de la película no es que nos ponga frente a un escándalo político de enormes consecuencias. Lo mejor es como lo hace. La cámara fluye, escribe sin que la veas como un buen periodista que no necesita artificios literarios para contar lo que quiere. Los actores (incluso siendo tan conocidos como Meryl Streep y Tom Hanks), desaparecen tras los personajes. Todo encaja en esta filigrana de puesta en escena en la que no hay una sola nota discordante. Los ambientes se respiran, la música acompaña, la historia se narra. Kay Graham, la propietaria del diario, va creciendo ante nuestros ojos, gracias una Meryl Streep que pasa de ser ignorada por el poder y el dinero, a tomar las riendas de la situación ante el asombro de los hombres que la rodean y siempre la han menospreciado. Ben Bradlee, el editor que interpreta Tom Hanks, evoluciona de una simple rivalidad y competencia con otro diario a una postura donde la conciencia se erige en única norma a seguir. Y todos, absolutamente todos los demás actores funcionan como una orquesta bien conjuntada. Cine político, cine militante, cine necesario. Simplemente CINE.

La peste
Curiosidades y casualidades me llevan de pronto (y digo de pronto, porque no fue al momento, sino días después, pensando la película de Spielberg) a darme cuenta de las tres interesantes coincidencias entre La peste, la serie de Alberto Rodríguez que se puede ver en Movistar y Los archivos del Pentágono. ¿Qué puede haber en común entre estos dos excelentes productos, cada uno en su género? Pues mucho más de lo que parece. Por ejemplo, los papeles. También en La peste son los papeles impresos los que desatan la investigación y es un editor/impresor el que se entrega a desentrañar el misterio de los asesinatos misteriosos en medio de la epidemia de peste que asola Sevilla en el siglo XVI. Pero la coincidencia más notable es la del personaje de Teresa Pinelo con la Kate Graham del Washington Post. Como Kate, Teresa ha heredado un negocio después del suicidio de su marido; como Kate, Teresa no tiene derecho a hablar por si misma y debe hacerlo por persona, masculina, interpuesta; como Kate, Teresa acaba tomando las riendas de la situación. La relación de Teresa y Mateo (excelentes Patricia López Arnaiz y Pablo Molinero) tiene un componente de amor que no tienen nunca Kate y Ben, pero su amistad y respeto es uno de los elementos que hacen que la trama avance. Si la película de Spielberg es CINE en estado puro, no tengo ningún reparo en decir que La peste de Alberto Rodríguez es TELEVISIÒN en estado puro. Esta sería la tercera coincidencia.


sábado, 13 de enero de 2018

DOS MUJERES; DOS HOMBRES


(la secuencia mas extraña de la película)

Primera mujer: Frances McDormand en Tres anuncios en las afueras
Frances McDormand es una fuerza de la naturaleza. Pocas actrices, pocas mujeres en realidad, podrían despertar ese doble sentimiento de rechazo y de solidaridad, de desagrado y de empatía, como el que despierta Frances McDormand en el personaje de Mildred. El director Martin McDonagh explica que la actriz solía decirle durante el rodaje que su personaje era como John Wayne. Y es cierto, Frances McDorman en Tres anuncios en las afueras es como John Wayne. Tiene toda la razón la actriz al decirlo. Primero porque Tres anuncios… tiene la estructura de un western, de los de John Ford, no de los del Sergio Leone; segundo porque Mildred es un personaje con un objetivo, como el John Wayne de Centaruros del desierto: vengarse de los que ella considera que no hacen nada para encontrar a los asesinos de su hija. Mildred, como Ethan, despierta simpatía y antipatía a partes iguales. Con ninguno de los dos te irías a cenar (como descubre Peter Dinklage en una de las secuencias más extrañas de la película). Es fácil comprender sus razones para actuar como lo hace, pero no es fácil justificarlas. Tres anuncios… tiene una ambigüedad moral que hace que no dejes de pensar en ella. Y tiene humor, (los Coen aunque no estén directamente, lo están indirectamente) y tiene un personaje que en muy pocas secuencias establece el equilibrio de todo: el del sheriff Willoughby que con sus tres cartas es el perfecto contrapunto a los tres anuncios. Atención a Martin McDonagh, el director. Será uno de los importantes, bueno, no será, es uno de los importantes.

 (retrato de Armand Roulin)

Primer hombre: Armand Roulin en Loving Vincent
Armand Roulin. El nombre no les dirá nada seguramente. Si decimos, en cambio, Vincent Van Gogh, no habrá dudas. Todo el mundo sabe quién es Vincent Van Gogh. Por eso es muy interesante y curioso, además de un prodigio de realización, que Loving Vincent se base en el personaje de Armand para descubrir porque murió Vincent. A estas alturas seguramente todo el mundo puede saber que Loving Vincent es “la primera película pintada al oleo fotograma por fotograma”. Esa es su grandeza visual y es esa grandeza la que le da su belleza al poner en movimiento los cuadros y los personajes de Van Gogh. Reconociendo esto, la película podía haber sido un simple alarde técnico. Y sin embargo, la directora polaca Dorota Kobiela no se ha limitado a “usar” la técnica para hacer una historia convencional. Tomando los cuadros de Van Gogh como escenarios, ha construido una investigación en torno a su muerte. Y es ahí donde entra Armand Roulin, hijo del cartero retratado por Van Gogh con su chaqueta amarilla. Cuando su padre le pide que entregue una carta, la ultima de Vincent a su hermano Theo. Armand emprende una investigación para intentar entender porque se mató Van Gogh y se pregunta si realmente fue un suicidio o no. Busca y pregunta e indaga entre los que le conocieron los últimos días de su vida. Esta historia seria una película normal estupenda. Contada en vangoghs animados, es además, un regalo.


(este cuadro de Ramon seguro que le gustaría a Ana Asensio)

Segunda mujer: Ana Asensio en The Most Beautiful Island
The Most Beautifu Island es una rareza. Una película incómoda, inclasificable, inesperada. En realidad se puede decir que en The Most Beautiful Island hay dos películas en una. Las dos producen desazón, rabia, descorazonamiento, solidaridad, inquietud suspense. Pero por distintas razones. La historia es la de una mujer, Luciana, (aprovecho para decir que Luciana es Ana Asensio, guionista, directora, productora y actriz del film). En la primera parte, compartimos con Luciana las enormes dificultades de sobrevivir en la isla más bonita del mundo, Manhattan, cuando todo está teñido de un color ceniza muy alejado del blanco y negro brillante de Allen o los colores del technicolor. Luciana hace lo que puede en ese inhóspito espacio. Si la película fuera solo eso, ya sería interesante por el tono documental, realista, por la preciosa secuencia del principio y por hacerte detestar a esos niños horribles que Luciana cuida para ganarse un par de dólares. Pero la historia y la película dan un giro inesperado que te coge con el pie cambiado. Luciana acepta un trabajo que debería hacerla sospechar, y de hecho sospecha, por lo bien pagado que está. Al aceptarlo, entra en un submundo que convierte este film realista en un film inquietante. La larga espera en el sótano, crea una tensión insostenible. Corre el peligro de que, al resolverse se pierda esa intensidad. Pero no. La joven directora madrileña, sabe muy bien lo que está haciendo y lo resuelve en una secuencia que justifica todo el suspense sin decepcionar. Al menos a mi. Y creo que a mucha gente porque la película no para de recibir premios en todas partes. Estoy segura que cuando acabe este 2018, la recordaremos entre las mejores operas primas españolas. Seguro.


(cartel publicitario de Churchill durante la guerra)

Segundo hombre: Winston Churchill
Al salir de ver El instante más oscuro, de Joe Wright, nos preguntábamos por que había últimamente tantas películas sobre Churchill. Puede parecer que no son tantas, pero dos directamente inspiradas en momentos cruciales (oscuros sin duda) de su vida y otras dos sobre la batalla de Dunkerke, son muchas. Había varias especulaciones. Pero la más evidente, y todos estábamos de acuerdo, es que esta abundancia de películas churchilianas tenía que ver con el Brexit. En lo que no coincidíamos del todo era en la lectura brextiana del personaje. Churchill era un hombre orgulloso del imperio británico, de la monarquía, pero sobre todo, orgulloso del pueblo británico (no solo el inglés). Esto hacía de él un personaje nacionalista sin duda, un defensor de la identidad nacional y de sus valores. Esta mirada sobre su figura es la que defendían los que decían que Churchill era un reaccionario, un patriota. Pero para mí hay otra lectura, que el film deja muy clara. Los auténticos reaccionarios, los verdaderos aislacionistas, eran Neville Chamberlain y el Conde de Halifax, que querían negociar con Hitler para mantenerse al margen de la guerra en el continente y preservar así sus privilegios. Frente a ellos, Churchill sabía que tenían que implicarse, que no podían abandonar Europa a su suerte porque los arrastraría en su caída frente al dominio nazi. Para salvar Gran Bretaña, había que salvar Europa. Todo lo contrario de los partidarios del Brexit que piensan en salvarse ellos mismos dejando Europa abandonada. En este sentido, son muy útiles y necesarias las películas como El instante más oscuro, que cuenta ese delicado momento en que Churchill tuvo que tomar la decisión: enfrentarse a Hitler o aceptar sus condiciones. Por suerte para el mundo, se enfrentó.

LIMONES EN EL BLOG DE RAMON
Ramon ha hecho una entrada preciosa sobre los limones y el tiempo. Vale la pena verla
este es el

 https://ramonherreros.blogspot.com/2018/01/limones.html

sábado, 6 de enero de 2018

VEROSIMIL


Una de las reglas fundamentales en cualquier narración: guión, cuento, novela, incluso sueño, es que sea verosímil. Ser verosímil no tiene nada que ver con ser realista, con ser de verdad. La verdad muchas veces no tienen nada de verosímil (ahí está la política para demostrar que tiene relatos poco verosímiles, pero si muy verdaderos). Ser verosímil es conseguir que todo lo que pase tenga un sentido dentro de la narración. Y esto tan sencillo, en realidad es muy difícil de conseguir. Valga este párrafo como introducción a dos películas que se estrenan esta semana. Las dos son verosímiles y las dos me gustan mucho.


(las Torres Gemelas en la maqueta de Nueva York del Museo de Arte de Queens) 

La primera es El museo de las maravillas, de Todd Haynes. Haynes es un director muy especial. Le gusta visitar los géneros para transformarlos en algo personal. Lo hizo con el melodrama en la excelente adaptación de Mildred Pierce o en Lejos del cielo y sobre todo en Carol. Pero también lo ha hecho en el musical, I’m Not There, o en el terror, con su debut hace más de veinticinco años, Poison. Haynes se atreve ahora a darle la vuelta al fantástico, mejor dicho al cuento fantástico. Porque eso es lo que es El museo de las maravillas, un maravilloso cuento sobre la maravilla de vivir. Y sobre el cine, y sobre la herencia, y sobre el futuro. La película adapta una novela de Brian Selznick que no conozco pero me encantaría leer. Está ambientada en dos tiempos, 1927, 1977. Tiene como protagonistas a una niña sorda en 1927, y a un niño sordo en 1977. Las dos juegan con el cine mudo, pero el segmento del 27 lo  hace en blanco y negro y con estética que bebe en Chaplin más que en Griffith; mientras que el segmento de 1977 lo hace con estética que bebe en el mejor Spielberg. La música es fundamental en un film donde las palabras no se oyen casi nunca. Una música que por un lado nos evoca el 2001 de Kubrick (si, lo hace aunque sea de forma muy sutil) y por otra nos lanza al espacio con la voz de David Bowie cantando Space Oddity. Las dos historias confluyen en Nueva York, en un espacio de odisea de la imaginación que es el Museo de las Maravillas. Pero el mejor momento para mi es la estupenda secuencia en el Museo de Arte de Queens, donde se exhibe el Panorama, una reproducción a escala de la ciudad de Nueva York. Allí como Gulliveres sordos, Ben y su abuela, descubren escondidos bajo los edificios, los fragmentos de su historia común. Allí confluyen en un momento mágico las dos historias: la del niño sordo que busca a su padre; la de la niña sorda que busca a su madre. Esta es una película para ir con niños que aun tienen despierta la imaginación y no necesitan ritmos frenéticos. No es una película para adultos obsesionados con la realidad.


La segunda es Molly’s Game, de Aaron Sorkin. El 13 de mayo del 2012 escribí en el blog una pequeña entrada sobre el libro de Alicia Luna Nunca mientas a un idiota. Decía esto: “Acabo de leer el libro de Alicia Luna  Nunca mientas a un idiota. Póker para guionistas y demás escribientes. Es una lectura absolutamente recomendable. 
Imprescindible para todos los que quieran escribir guiones, novelas, o cualquier tipo de historias. Imprescindible para todos aquellos que jueguen o les gustaría jugar al póker en serio. Para los que no son ni una cosa ni otra, lo pueden leer casi como una novela muy divertida escrita en primera persona. Y desde luego, todos deberíamos hacer caso al título: nunca mientas a un idiota, seguro que acaba haciéndote daño de una manera o de otra.” Me he acordado de este divertido (y muy útil) libro viendo Molly’s Game, el debut en la dirección de uno de los mejores guionistas del cine contemporáneo, Aaron Sorkin. El libro de Alicia tiene mucho que ver con la película de Sorkin. La historia de Molly Bloom, ex esquiadora convertida en reina del póker gracias a sus famosas partidas, parece sacada directamente de las páginas de Alicia. Juego, azar, estrategia, inteligencia, observación, lejanía. Y sobre todo respeto. Eso es lo que hace de Molly la perfecta anfitriona de las mejores partidas de póker, hasta que miente a un idiota y paga las consecuencias. El guión de Sorkin, como era de suponer, es magnífico. Estructurado en tres tiempos, la infancia y adolescencia de Molly, la plenitud de la princesa del póker, la detención y el juicio, se va desarrollando ante nuestros ojos como una partida en la que alternan los tiempos de una pareja de reyes (Molly y su exigente padre), una pareja de ases (Molly y su excelente abogado) y un ful de figuras especiales encarnadas en jugadores y crupieres  profesionales y un desfile de actores de primer orden que asumen los roles de los famosos de todo tipo que pasaron por la mesa de juego de Molly. Sorkin pasa con nota el debut en la dirección, aunque se le nota más inseguro que en la escritura. Y de esa inseguridad sale triunfadora Jessica Chastain que se mete en la piel de Molly y la llena de dignidad y desafío.