martes, 25 de febrero de 2014

NO GANO PARA SUSTOS


Últimamente los domingos me dan muchos sustos. Recuperada ya de la gala de los Goya, el domingo pasado fue el turno de Salvados de Jordi Évole. El tema era el 23 F y el título Operación Palace. He de reconocer que durante un buen rato, como creo que muchos otros espectadores, pensaba que estaba ante un programa en serio como lo son los que hace Évole normalmente. Al ir escuchando lo que se decía y sobre todo a partir de la incorporación de José Luis Garci, el peor actor sin duda de todos los que aparecieron, me di cuenta de que era una tomadura de pelo. Mayúscula.
Me pasó con el programa un poco lo de los Goya.
Primero susto, luego indignación, después risa y al final, tristeza.
Me explico.
Susto. Lo que iban diciendo aquellos personajes tan serios y tan verosímiles, me ponía los pelos de punta. ¿Nos han podido ocultar esta historia durante 33 años? ¿Cómo ha podido pasar? Yo recuerdo muy bien aquella noche, aquel miedo, aquella sensación de volver a atrás. Y aun me estremezco pensando lo que pudo haber sucedido sin la intervención del rey.
Indignación. Si, indignación, porque a medida que avanzaba el programa me fui dando cuenta de lo que estaban haciendo y me sentí profundamente engañada, manipulada. Si este espacio lo hubiera visto en El Intermedio lo habría celebrado con risas desde el primer momento, pero en Salvados no. Ahí se jugaba con mi credibilidad en un programa que hasta ese momento me había parecido eso, creíble. Cosa que a partir de ahora no se si voy a atener tan claro. ¿Por qué voy a pensar que los personajes que entreviste en sus programas están diciendo la verdad, si es capaz de manipularlos como le da la gana? Hay que ir con cuidado con las cosas que se hacen porque tienen consecuencias.
Risa. Pocas, la verdad. No me pareció un programa para reírse. No es que no piense que es sano reírse de todo: la vida, la muerte, la constitución, la monarquía, la patria, lo que haga falta. Pero hay contextos donde esas risas funcionan como liberación y otros donde se convierten en insultos o en estupideces. El programa de Jordi Évole acabó siendo una estupidez.
Tristeza. La tristeza me llegó al día siguiente, cuando fui consciente de la enorme capacidad de manipulación de los medios de comunicación y la escasa capacidad de defendernos que tenemos ante ellos. Está claro que se manipulan fotografías, se tergiversas declaraciones, se inventan acontecimientos, se hacen crónicas periodísticas plagadas de errores que solo detectas si conoces la noticia de primera mano. ¿Qué confianza podemos tener en lo que nos cuenta la tele o lo que leemos en un diario? Ninguna. Y todo lo que contribuya a acrecentar esta desconfianza es peligroso. Muy peligroso.
Se comentó que el programa Operación Palace era como el famoso programa de radio de Orson Welles narrando la guerra de los mundos. Pero no es lo mismo. Aquí se jugaba con una realidad histórica, no una ficción literaria y además una realidad histórica que muchos recuerdan aun en primera persona y que ofrecía visos de verosimilitud en algunas de los temas que planteaba. Welles hacía pura fantasía. Que aterrorizara a la población se debía mas a una ingenuidad colectiva que a su propia intención.
También se ha comparado con el falso documental Dark Side of the Moon del año 2002, dirigido por William Karel para la cadena Arte, en el que se incide en la idea de que nunca se llegó a la Luna y que todo fue un montaje americano. Sin embargo, este documental, que ha hecho mas daño del que parece (he tenido discusiones con personas serias que se lo han creído y se lo siguen creyendo) no es exactamente igual. Es una producción de una cadena de televisión no vinculada a ningún programa específico. Una falsa ficción como tantas se han hecho desde que el cine descubrió su capacidad de manipular las imágenes.
Lo que hace que Operación Palace deje este mal gusto, esta sensación de malestar, es precisamente el estar ubicado en un programa serio; el no ser una falsa ficción (se podía hacer una película con esta premisa y sería absolutamente aceptable); el no conseguir ni la risa, ni la complicidad, ni siquiera la desacralización de la que tanto se habló en el extraño debate posterior. El programa de Évole jugó con fuego y se quemó.



viernes, 21 de febrero de 2014

DOS PELÍCULAS ESTA SEMANA

No es que solo se estrenen estas dos, como siempre hay muchas otras. Pero solo me apetece hablar de estas. 



(el rosa no es un color que Ramon use mucho, pero si de vez en cuando)
LA VIDA EN ROSA (HER)
Edith Piaf cantaba una canción de amor  sublime. La vie en rose. En ella decía: « Il ma dit des mots d'amour. Des mots de tous les jours. Et ca me fait quelque chose. Il est entré dans mon cœur. Une part de bonheur. Dont je connais la cause. C'est lui pour moi. Moi pour lui dans la vie. Il me l'a dit, l'a jure pour la vie. » (una traducción mas o menos literal diría: “Me ha dicho palabras de amor. Palabras de todos los días. Y eso me ha hecho algo. Ha entrado en mi corazón una especie de alegría. De la que se la razón. Es él para mi. Yo para él toda la vida. Me lo ha dicho, lo ha jurado por su vida »)
No se si Spike Jonze pensaba en estos versos cuando se le ocurrió el look para esta preciosa historia de amor en rosa. Pero seguro que aunque fuera inconscientemente ahí debían estar. O en todo caso a mi me gusta pensarlo al ver como se conocen y se relacionan el solitario y triste Theodore y la sensual y atractiva voz de Samantha. Historia de amor de los tiempos presentes donde las relaciones personales pasan invariablemente por las máquinas con las que pasamos mas tiempo que con las personas. Y si es así, ¿por qué no vamos a enamorarnos de una voz que nos contesta, nos consuela, nos quiere, nos ayuda? Ciencia ficción, si, quizás. Pero menos de lo que parece. Amor en rosa, entre un hombre que vive los amores de otros (que hermosas son las cartas de amor que escribe Theodore¡¡¡) y una voz que le reconoce aunque no le vea con esos pantalones increíbles de cintura alta y patas de elefante. Theodore y su vecina Amy, de carne y hueso, están condenados a encontrarse. Pero no será lo mismo. Hay algo en esta película de cinco estrellas que va más allá del amor. Una sensación de pérdida dolorosa cuando las cosas cambian. No quiero extrapolar, pero en definitiva Her cuenta de alguna forma ese desamparo que se produce cuando te cambias de ordenador y no entiendes nada del nuevo programa. Sientes que te han quitado algo que ya controlabas e incluso querías, que entendías y manejabas y de pronto, alguien decide que ya no sirve y tienes que empezar de nuevo a enamorarte. Una cosa, por favor vean esta película en versión original. No es lo mismo sin la extraordinaria voz de Scarlett  Johansson.



(por una vez no pongo una imagen de Ramon. Este es el Miguel Ángel que podemos disfrutar gracias a los Monuments Men) 
MONUMENTOS (Monuments Men)
Desde su proyección en Berlín, “la crítica” o ese ente ficticio e invisible que conforma “el pensamiento crítico”, decidió que la última película de Clooney era mala. ¿Por qué? No lo sé. Pero fue así y así sigue siendo. Cuando la vi me sentí un poco desconcertada ante esta furiosa reacción en contra de Monuments Men. Probablemente no es la mejor película de Clooney; seguramente tampoco es una gran película. Pero la verdad es que cumple su cometido de entretener con una aventura basada en un episodio bélico poco conocido y, sobre todo, permite reflexionar sobre un tema que sigue siendo tan vigente ahora como lo fue en la segunda guerra mundial o en cualquier guerra desde la de Troya. ¿Es el arte (en cualquiera de sus manifestaciones) algo que se deba salvar por encima de las personas? Es decir, ¿vale la pena morir por salvar un Leonardo Da Vinci? O planteado de otra forma. ¿Es el arte un patrimonio de la humanidad que debe protegerse frente a la barbarie de los que lo desprecian y lo destruyen en nombre de religiones o ideologías fundamentalistas aunque sea a costa de pérdida de vidas humanas?
La película de Clooney intenta dar una respuesta a las dos preguntas. A la primera argumentando que los que mueren en el intento de salvar una escultura de Miguel Ángel sentirían que su muerte no ha sido en vano al saber que se ha evitado su desaparición. A la segunda, recuperando tesoros de la historia y restituyéndolos a sus legítimos dueños.

Recuerdo que hace años, en marzo del 2001, el mundo se estremeció ante la destrucción de los Budas de Bamiyan, grandes estatuas de mas de 1500 años que los talibanes afganos mandaron derribar por ofender las enseñanzas del Corán. La barbarie no ha desaparecido del mundo y las dos cuestiones que plantea Monuments Men siguen estando vigentes. Que Clooney lo haga a través de siete personajes un poco pasados de edad y de peso; con aires de comedia bélica de Blake Edwards en algunos momentos o de drama bélico de J. Lee Thompson en otros; sin gran respeto a la veracidad histórica pero si a la Historia, es algo que hasta cierto punto hay que agradecerle. Para contar la verdad ya existe un documental Tras los tesoros robados de Hitler. Los verdaderos Monuments Men.  Clooney nos cuenta una película.

viernes, 14 de febrero de 2014

ABSTRACCION EN EL MAR


(el mar, el cielo, el barco herido...la abstracción de Ramon lo evoca)
Es curioso que en poco tiempo se hayan producido tres películas de aventuras en el mar: En solitario, con François Clouzet metido en una regata que es un reto anímico y físico; La vida de Pi, fantástico relato (en todos los sentidos) sobre la supervivencia gracias a la imaginación y este Cuando todo está perdido, donde Robert Redford se enfrenta al destino en forma de un contenedor a la deriva en la inmensidad del mar con el que choca de forma injusta e inesperada.
Las tres son películas interesantes, pero mientras la francesa podemos decir que es como una ilustración de revista bien hecha y el film de Ang Lee es un retablo mágico de gran belleza, la aventura de Redford es casi un cuadro abstracto, hecho de sensaciones, manchas, evocaciones.
Desde el primer plano del film, extraño, inquietante, sin referentes, como una abstracción geométrica en la que unas líneas cortan la pantalla sin dejarnos ver que es ese enorme volumen que intuimos entre el horizonte y el mar; hasta el plano del final con un círculo de fuego al lado de una luna plateada, todo evoca una abstracción tan profunda como la de la propia historia de este hombre perdido en el océano intentando sobrevivir.
La abstracción llega hasta el punto de que aunque la aventura de Redford pase en el mar, en realidad la película con la que establece un hilo invisible es con Gravity. En definitiva el océano y el espacio son dos lugares donde el hombre se enfrenta a su propia soledad sin mas apoyos que su propia entereza.

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Este año casi no he seguido el Festival de Berlín. Los primeros días estaba en Madrid con el estreno de Stupor Mundi, Una aproximación a la obra de Ramon Herreros, en la Cineteca Matadero. El domingo, los Goya me colapsaron completamente para varios días. Pero de todos modos, aunque no haya entrado en la web del festival para ver ruedas de prensa o entrevistas, si he seguido las informaciones de los periódicos y especialmente el seguimiento mas interesante y variado de Cinema Ad Hoc, donde Martín Cuesta ha hecho un repaso no de lo "que tocaba", sino de lo que le gustaba. Si quieren ver sus crónicas las pueden recuperar en la web cinemaadhoc.info.


lunes, 10 de febrero de 2014

BEATRICE, LOS GOYA Y YO



(la foto del error ¿o del horror?)

Podría ser un cuento de Borges o mejor aún de Adolfo Bioy Casares. Pero sucedió de verdad. Anoche me mataron. Bueno, dicho así suena un poco extremo. Pero fue eso lo que pasó. En la Gala de los Goya, en ese apartado siempre tan poco televisivo y mortuorio, donde la platea no sabe si aplaudir o quedarse callada, en la que desfilan muertos del cine que nadie conoce (¿serán ellos de verdad?), me mataron. Estaba viendo la gala tranquilamente, cuando apareció mi foto y el nombre de Beatrice Sartori. Me quedé helada. ¿Cómo? ¿Me había muerto y no lo sabía? Y Beatrice ¿dónde estaba?
Mi primera reacción fue de indignación, mucha indignación. Me empezaron a llamar amigos para comentarme lo que había pasado (por suerte ninguno llamó para preguntarle  a Ramon si me había muerto)  y poco a poco, la indignación dio paso a una enorme tristeza. Tristeza porque Beatrice no se merecía esto. Yo tampoco, desde luego. Pero lo mas horrible fue darte cuenta de lo poco que importaba a la Academia este video In memoriam si nadie había sido capaz de revisarlo y decir: Ojo, ésta no es.
La verdad es que el resto de la gala me pasó sin darme cuenta, entre llamadas, mensajes y mi propio desconcierto, casi no me enteré de nada mas. Ni ganas, a pesar de que había muchos amigos míos en danza con nominaciones.
Lo siento por David Trueba, al que no felicité como hubiera querido, pero no podía.
Esta mañana, me han llamado de radios y periódicos. Hay que aprovecharlo todo, todo es carne de noticia inmediata. Mi primera reacción como ayer ha sido la de indignarme de nuevo. “No quiero decir nada”. Por suerte, he recapacitado y he pensado que tenía que aprovechar su interés para reivindicar a Beatrice.
Porque de toda esta historia macabra, lo peor es que Beatrice se ha quedado olvidada. Yo estoy aquí para defenderme: estoy viva¡¡¡¡, pero ella no está aquí para defenderse: estoy muerta¡¡¡ O quién sabe, porque si de verdad estuviéramos en un cuento de Bioy Casares, Beatrice desde una nube se estaría carcajeando de todos nosotros. Menuda era ella para no reírse si podía.
A mi me cuesta mas reírme, lo he intentado, pero no me sale, por eso he preferido escribirlo. Lo hago mejor.  Solo espero que la Academia enmiende su error de alguna manera. Conmigo por haberme matado (Judith Colell me ha llamado muy dolida por lo que había pasado) pero sobre todo con Beatrice por haberla maltratado de esta manera.

(Este texto será un poco incomprensible para los que no vieran la gala de los Goya, pero lo siento, tenía que hacerlo)



miércoles, 5 de febrero de 2014

HORIZONTES


(este cuadro de Ramon es un precioso horizonte)
En la Fundació Miró de Barcelona hay una exposición preciosa que se llama Davant l’horitzó (Frente al horizonte). Es una exposición temática que reúne piezas impresionantes. Un paisaje romántico de Arnold Böcklin, unas montañas azules de Ferdinad Doler, una playa feliz de  Pierre Bonnard, un Chagall precioso, y un René Magritte impresionante, son las que mas me han gustado.
Pero lo que mas me ha interesado es el concepto de la exposición, la idea de horizonte como línea que separa dos mundos: el cielo y la tierra, lo físico y lo espiritual, lo humano y lo divino. Una línea real que divide el espacio en dos. Siempre hay un horizonte frente a nosotros. Ahora mismo, mientras escribo, tengo delante en mi ventana un horizonte de montañas que se recorta contra el azul del cielo. Vivimos en esa línea del horizonte sin darnos cuenta. Siempre hay uno mas allá, no se alcanza nunca. Es lo imposible.
En la exposición hay fotografías y un video. No hay películas. Pero el azar que siempre juega un papel importante, ha hecho que se estrene esta semana la mejor película posible para ver junto con esta exposición. Se titula Nebraska, la dirige  Alexander Payne (el director de Los descendientes y Entre copas) y la protagoniza el veterano Bruce Dern. Este film, que también podría llamarse “No hay país para jóvenes”, transcurre en un paisaje de horizontes eternos. Las planicies del medio oeste americano filmadas en un blanco y negro crepuscular, son el espacio vital donde dos hombres solitarios y perdidos, un padre y un hijo, se reencuentran a través de un viaje hacia ese horizonte al que nunca se llega. Es una película triste, poblada de seres viejos, mas cerca que lejos del horizonte final. Una película que, sin embargo, como los cuadros que hay en esta exposición, utiliza la belleza de sus imágenes para dejar en la memoria una sensación de haber visto algo único. Horizontes industriales, horizontes de autopista, horizontes de vida hacia los que el viejo Woody viaja acompañado por su hijo David para encontrar lo que realmente ha estado buscando: cruzar su mirada con una mujer que fue su auténtico amor. Ese momento en el que Woody ve a Peg cuando conduce por la calle principal de Hawtorne, justifica todo el viaje. Y todos los horizontes.

Hacia tiempo que no disfrutaba tanto en una exposición y en una película.

LA VENUS DE LAS PIELES


¿Saben lo que más me ha gustado de esta película subyugante? Los créditos del final. Por favor, no se los pierdan. En esos créditos, Polanski nos regala un conjunto de obras de arte en los que la mujer aparece en todo su esplendor: hermosa, dominadora, seductora, apasionada… Son cuadros de una riqueza y una belleza que complementa, casi diría interpela, lo que acabamos de ver en la pantalla. Utilizando el texto de Sacher-Masoch, manipulado por Davis Ives, Polanski nos muestra una realidad universal y eterna: la feminidad y la masculinidad no son unívocas, y por eso Vanda puede acabar siendo Severin, como Severin puede convertirse en Vanda. Polanski encierra a sus dos personajes en un escenario de teatro con unos decorados absurdos de una versión musical de La Diligencia. No se si estos decorados estaban ya en la obra original, pero, en todo caso, sirven de perfecto contraste para esa representación de una pasión obsesiva de mediados del siglo XIX. Pero, ojo, Polanski nunca hace teatro. Todo el film es una mirada cinematográfica sobre ese hombre y sobre todo esa mujer que se transforma ante nuestros ojos. De Vanda a Wanda, frente a un Severin que acaba siendo Thomas. La obra de teatro en que está basada ya muestra este duelo de personalidades, pero en su adaptación al cine, Polanski nos da un plus añadido al utilizar a su mujer, la estupenda Emmanuelle Seigner, y un alter ego, casi un sosias, Mathieu Amalric, en un juego de registros que atrapan al espectador. Todo funciona en este film, desde ese traveling lluvioso por las calles de París, hasta el museo vivo de cuadros maravillosos que cierra la película.

sábado, 1 de febrero de 2014

LIBROS (DE) AMIGOS

Esta semana abro el blog con dos libros. Libros de amigos. Libros que me gustan.


Cuando el frío llegue al corazón, es la tercera novela de Manuel Gutiérrez Aragón. Su primera novela me sorprendió por el tono casi de ciencia ficción cotidiana y ferroviaria. La vida antes de marzo era un texto fantástico sobre un momento político y social importante al que no se citaba jamás. La segunda, Gloría mía, era muy distinta. Manolo se iba a la selva colombiana y nos contaba una historia de guerrillas y amores en  un paisaje completamente alejado del suyo propio. Con esta tercera, en cambio, me ha parecido estar viendo las imágenes de películas suyas ambientadas en ese lugar privilegiado y mágico que es la montaña cántabra, donde viven los pasiegos. Vacas, hierba, posguerra en el horizonte. Pero sobre todo descubrimiento del amor, de la mujer, de la vida de los padres, siempre tan misteriosa para los hijos, de Platón, de amistad. Un libro que se ve tanto como se lee. La prueba de que Gutiérrez Aragón es un narrador nato en cualquier lenguaje.


La noia d’Aberdeen, de Quim Aranda, es su segunda novela publicada, no escrita, Quim como tantos otros escritores, tiene originales estupendos por descubrir. Esta historia tan cercana, casi tan periodística, ambientada en la Barcelona de los primeros días de septiembre del 2013, es un libro político sin serlo; es una novela policíaca sin serlo; es una novela romántica sin serlo. ¿Cómo se come eso? Leyéndola lo descubrirán. Y descubrirán que muchas de las cosas que se escriben como promoción de los libros no se corresponden exactamente con su contenido. Está escrita en catalán, pero no creo que fuera difícil entenderla para los castellano hablantes con curiosidad. Es muy entretenida y nos pone en conocimiento de un personaje que ha venido para quedarse: el detective Manuel Latorre.

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No he visto aún La Venus de las pieles de Polanski. Ya volveré sobre ella en otro momento.
Si he visto La gran estafa americana. Es curioso lo que me ha pasado con esta película. Toda ella evoca tanto los años 70 que es como un túnel del tiempo. Un túnel que me lleva directamente al año 1973, cuando se estrenó El golpe de George Roy Hill, donde se contaba un gran timo orquestado en los años 30, cuarenta años antes. También David O. Russell  se va cuarenta años atrás para contarnos otro timo perfecto. Entre las dos un fino hilo entrelaza la moda retro de los setenta a la moda retro de los dos mil y pico. Christian Bale se ha mirado mucho a Burt Reynolds y sus peluquines a la hora de componer ese personaje tan hortera como entrañable. Y Jennifer Lawrence bebe directamente en la Valerie Perrin de Lenny y Superman.  No se dejen engañar por la trama, en definitiva la estafa no es mas que un macguffin. Lo interesante, divertido y perdurable de este film es el retrato de unos años  y un cine que sigue teniendo su lugar en la memoria cinematográfica.