miércoles, 5 de febrero de 2014

HORIZONTES


(este cuadro de Ramon es un precioso horizonte)
En la Fundació Miró de Barcelona hay una exposición preciosa que se llama Davant l’horitzó (Frente al horizonte). Es una exposición temática que reúne piezas impresionantes. Un paisaje romántico de Arnold Böcklin, unas montañas azules de Ferdinad Doler, una playa feliz de  Pierre Bonnard, un Chagall precioso, y un René Magritte impresionante, son las que mas me han gustado.
Pero lo que mas me ha interesado es el concepto de la exposición, la idea de horizonte como línea que separa dos mundos: el cielo y la tierra, lo físico y lo espiritual, lo humano y lo divino. Una línea real que divide el espacio en dos. Siempre hay un horizonte frente a nosotros. Ahora mismo, mientras escribo, tengo delante en mi ventana un horizonte de montañas que se recorta contra el azul del cielo. Vivimos en esa línea del horizonte sin darnos cuenta. Siempre hay uno mas allá, no se alcanza nunca. Es lo imposible.
En la exposición hay fotografías y un video. No hay películas. Pero el azar que siempre juega un papel importante, ha hecho que se estrene esta semana la mejor película posible para ver junto con esta exposición. Se titula Nebraska, la dirige  Alexander Payne (el director de Los descendientes y Entre copas) y la protagoniza el veterano Bruce Dern. Este film, que también podría llamarse “No hay país para jóvenes”, transcurre en un paisaje de horizontes eternos. Las planicies del medio oeste americano filmadas en un blanco y negro crepuscular, son el espacio vital donde dos hombres solitarios y perdidos, un padre y un hijo, se reencuentran a través de un viaje hacia ese horizonte al que nunca se llega. Es una película triste, poblada de seres viejos, mas cerca que lejos del horizonte final. Una película que, sin embargo, como los cuadros que hay en esta exposición, utiliza la belleza de sus imágenes para dejar en la memoria una sensación de haber visto algo único. Horizontes industriales, horizontes de autopista, horizontes de vida hacia los que el viejo Woody viaja acompañado por su hijo David para encontrar lo que realmente ha estado buscando: cruzar su mirada con una mujer que fue su auténtico amor. Ese momento en el que Woody ve a Peg cuando conduce por la calle principal de Hawtorne, justifica todo el viaje. Y todos los horizontes.

Hacia tiempo que no disfrutaba tanto en una exposición y en una película.

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