miércoles, 12 de marzo de 2014

LAS MAESTRAS SE MERECEN ALGO MEJOR



(clase de 4º de primaria en el Colegio Madrid. Estoy por ahí, escondida)
Yo nací en México, hija de exiliados republicanos. Fui al Colegio Madrid, un colegio fundado por los socialistas (los comunistas fundaron el colegio Luís Vives) con el fin de dar trabajo a los muchos maestros republicanos que llegaron a México en 1939 y dar una educación a los hijos de estos refugiados que eran pequeños o nacieron en México. El colegio tenía, además otra función muy clara: educarnos en el nido de la patria lejana y arrebatada por los fascistas, idealizada en la memoria de la derrota. La España republicana era el paraíso perdido.
Todas mis maestras desde los 3 a los 12 años habían sido maestras de la República con la excepción de dos, más jóvenes, que habían sido alumnas en la República. Algunas las recuerdo con mucho cariño, a otras con terror. Supongo que como todos los niños que evocan su infancia. El colegio era mixto, pero las clases no. De 3 a 6 años estábamos juntos niños y niñas; entre los 6 y los 12, nos separaban y volvían a juntarnos en clases mixtas los últimos cinco años que quedaban antes de entrar a la universidad. Llevábamos uniforme porque se consideraba que todos debíamos ser iguales.

Todo esto viene a cuento del estreno del documental Las maestras de la República de Pilar Pérez Solano que ganó el Goya al Mejor Documental. Y viene a cuento para poder decir con total tranquilidad que me parece uno de los peores trabajos que he visto en mucho tiempo. Malo, francamente malo. No entiendo (a no ser por ese extraño concepto de culpa redentora que arrastra la izquierda de este país) como ha podido ganar el Goya un documental que es un trabajo puramente televisivo, alargado para poder estrenarse en cines con las imágenes absurdas de una limpísima y modernísima actriz paseándose tontamente en una escuela imaginaria, mientras una voz en off va leyendo un texto que nada tiene que ver con ella. Un documental que no respeta el formato de las imágenes de archivo haciendo que todos los personajes aparezcan achatados como en un espejo deformante (ya solo por eso deberían eliminarlo de la contienda por el Goya); que usa la música de una manera tan primaria y previsible (¡horror, el piano! y las canciones oídas mil veces); que no tiene el mas mínimo asomo de mirada crítica sobre el trabajo de estas mujeres (¿y los hombres?); que repite ideas y tópicos sin aportar ni un solo concepto nuevo, distinto o inesperado.
Siento ser tan dura, pero es que me duele ver como una vez mas se pierde una oportunidad de tratar un tema importante y que daría para hacer realmente un gran trabajo. Si un documental no quiere arriesgar en su forma, y opta por un planteamiento clásico de entrevista-ilustración, por lo menos tiene que arriesgar en su contenido explicando algo que realmente valga la pena. Si no, se queda en nada. Y la nada es lo peor que hay.

Aclaración
Normalmente en este blog no hago críticas negativas. Prefiero escoger historias que me gustan a tener que hablar mal de algo. Pero en este caso, he hecho una excepción porque estoy cansada de ese  falso progresismo de izquierdas que considera que todo lo que se hizo en la época republicana era absolutamente perfecto, sin aplicar el más mínimo rigor histórico y crítico a cualquier situación que se plantee. Pero aún estoy más cansada de que, en nombre de ese progresismo trasnochado, se apoyen productos malos, simple y sencillamente malos, olvidando en cambio films (o libros, o artículos o lo que sea) mucho más interesantes desde cualquier punto de vista, pero menos “comprometidos” con determinadas causas.


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