jueves, 19 de marzo de 2015

MUSEOS



(un cuadro de Ramon que me gustaría ver en un museo)
Hace miles de años, casi cuarenta, en el lejanísimo 1977, Frederick Wiseman estuvo en Barcelona en la sede de la Filmoteca Nacional de España. Era ya un documentalista importante, completamente desconocido en España. Tenía 47 años y una fuerza extraordinaria. Presentaba su primer documental Titicut Follies (1967) al que, por cierto está a punto de volver para realizar una especie de experimento mezclando el documental con la danza. En ese momento había rodado diez documentales, todos ellos  “sobre instituciones que existen no solo en la sociedad americana, sino en todas las sociedades, como son prisiones, escuelas, hospitales o monasterios”. Casi cuatro décadas después, Wiseman, que tiene 85 años, ha incrementado su filmografía hasta alcanzar la cifra de 47 realizaciones y ha ampliado su interés hacia todo tipo de instituciones, incluidas las de la cultura. Su último trabajo, National Gallery, se estrena esta semana y tenemos que alegrarnos de ello. Su trabajo merece no pasar desapercibido.
En la conversación en la Filmoteca Wiseman dijo, entre otras cosas: “Creo importante elegir un lugar en el que lo que se esté haciendo sea interesante y lo suficientemente complicado  para poder dar una visión de ello.” Es evidente que la National Gallery de Londres es uno de estos lugares. Wiseman rodó en el museo durante 12 semanas a principios de 2012. Reunió más de cien horas de material que después fue montando hasta conseguir un ritmo interno en la narración, una estructura que reflejara todo lo que sucede en el museo en sus múltiples áreas, tanto las públicas como las privadas. El resultado son 180 minutos de viaje apasionante por las entrañas del arte y la cultura siguiendo las obras de arte expuestas en este magnífico museo.
Cuando llegué a casa después de ver la película en un pase de prensa, escribí una serie de notas sobre el documental, notas producidas por su visionado, pero también por una larga conversación con Inma Merino al salir del cine donde encontramos terrenos de concordancia y algunos de discordancia. Estas son esas notas.

-Ser consciente de  donde estaba el cuadro cuando se pintó. Es una de las ideas más interesantes y sorprendentes del film, porque los cuadros no estaban pensados para ser vistos en un museo, sino para un uso concreto: fomentar la fe si estaban en una iglesia, provocando el miedo o el misticismo; alabar la figura de un rey si estaban en la corte, como prueba de su autoridad; demostrar el poder económico de una burguesía pujante si estaban en centros de decisión política; preservar el retrato de uno mismo y sus seres cercanos como prueba de inmortalidad , si se colgaban en una casa… Escribir un libro imaginando las historias de los lugares donde estaban los cuadros es una idea que me tienta.

-Los argumentos nunca deben ser lo prioritario en una pintura (ni en el cine ni en la literatura, ni en ningún tipo de arte). Lo que cuentan los cuadros no es lo importante. Lo importante es cómo lo cuentan. Los guías del museo caen a menudo en este error.

-Restaurar no es renovar. El documental se detiene largo tiempo en el taller de restauración del museo y allí se aprende esta lección. No se trata de intentar hacer parecer el cuadro o la escultura como era en su tiempo. Se trata de reparar lo dañado sin perturbar el importante paso del tiempo que aporta una pátina adicional fundamental. Esto se podría aplicar a la recuperación de monumentos históricos. Nunca hay que reconstruir, hay que conservar. Los restauradores de la National Galery lo tienen muy presente y trabajan con un enorme respeto con la obra.

-Lo más  importante cuando se está frente a una obra en un museo, es como la miramos. La obra es una y siempre es la misma. Pero el observador nunca es igual a si mismo y nunca es igual a otro espectador. Wiseman pone en evidencia este hecho al  mirarlos cuadros en distintos momentos y con ello fomenta la idea, tan especial y gratificante, de volver a los museos en distintas etapas de la vida. Idea que se puede aplicar al cine, sin duda, ya que las películas cambian según cambiamos nosotros.

-El contexto del cuadro o la obra no es solo donde estaba expuesta, sino su procedencia. En este punto Inma y yo discrepábamos ligeramente. Para mí, no es relevante como se obtuvo un cuadro, generalmente donaciones de colecciones particulares conseguidas muchas veces gracias al robo. Para Inma si lo era y le parecía un tema a discutir. Justo el día que vimos la película, se estaban produciendo los atentados contra la cultura y la civilización en un museo de Irak donde un grupo de salvajes yihadistas destruían un patrimonio milenario en nombre de una religión sin sentido. Si los ingleses se hubieran llevado esos tesoros a Inglaterra o Napoleón los hubiera mandado a Francia, no estarían ahora siendo destruidos por fanáticos. Es un tema resbaladizo, pero en el que yo no tengo dudas. Prefiero que la cultura se preserve en un sitio para el disfrute de las generaciones pasadas, presentes y futuras, que dejarla en su lugar de origen a riesgo de ser destruida por la ignorancia, el abandono o la barbarie.

-Los cuadros, las obras, tienen que dialogar entre ellas y con el espectador. El trabajo de montar una exposición o una sala en un museo, es importantísimo. Según cómo y con qué cuadros colocas una obra, esta se revaloriza o se apaga. Es un trabajo de montaje, como en el cine. Un plano tiene que potenciar y ser potenciado o el montaje no funciona. Por eso este trabajo es tan apasionante. Muchas sensaciones dependen de ello.

Hay muchas más temas en este interesante viaje al corazón del museo de Londres: cómo funciona la administración; el departamento de enseñanza del museo; la interacción con el mundo exterior… Solo hay una cosa que he echado de menos en  este recorrido: la trascendencia. No hay en todo el documental un momento en que se detenga a pensar en la belleza de las obras, no hay una sola mirada sobre esa belleza que va más allá de las cuestiones materiales que las envuelven.  Wiseman observa, no interactúa, no toma partido. Acabamos el documental y no sabemos qué cuadro le ha conmovido, con cual se ha emocionado, que pintura o escultura le ha provocado un rechazo. Es su opción, sin duda. Muy respetable y muy difícil de mantener. Pero a mí me habría gustado encontrarme con algún momento en que lo sublime se impusiera a lo necesario.


2
National Gallery se estrena la misma semana en que en Barcelona se ha producido un incidente en un museo. El director del MACBA Bartomeu Marí, decidió suspender una exposición titulada La Bestia i el Sobirà, alegando que no se le había informado de la inclusión de una escultura que él consideraba inadecuada y contraria a la línea editorial del museo. El asunto ha destapado la caja de los truenos: censura, manipulación, injerencias políticas. Todo junto muy bochornoso.
Creo que en esta historia ha habido un cúmulo de errores. El primero, incluir en la exposición una pieza que por lo que hemos podido ver, sería buena para ser quemada como una falla, pero que poco o nada (al menos en fotografía) tiene de interés artístico; segundo, una vez incluida, prohibir la exposición. Probablemente nadie se habría enterado que existía esta escultura que habría quedado como una más en el conjunto de obras (no sé si interesantes o no) de la exposición. Prohibirla es darle una dimensión mediática que no se merece. 
Se ha apelado a la libertad de expresión para defender la inclusión de la pieza en la exposición, pero se olvida que un director de museo (o de cine, o el dueño de una zapatería) también tiene el derecho de expresión de defender la línea ideológica que le parezca la correcta en su institución. Muchas de las exposiciones que ha hecho el MACBA en sus veinte años de historia a mí en particular, me han parecido que no merecían el dinero público que se les destinaba ni ocupar un espacio de todos. Pero eran las que quería su director en cada momento y mi libertad pasaba por no ir a verlas y punto. Se olvida muchas veces que a veces defender las libertades de unos suelen conllevar la falta de libertades para  otros.
En este caso, más que de libertad, insisto, hablaría de cúmulos de errores  y para acabar me hago eco de unas palabras de Juan Bufill en La Vanguardia del jueves 19 de marzo: “Si no fuese porque este suceso es penoso, implica a buenos profesionales y afecta al dinero público y al prestigio de un museo que podría llegar a ser muy importante a escala internacional, lo cierto es que todo el asunto es irrisorio y esperpéntico. Internet se va a llenar de críticas contra la dirección del Macba y la falta de libertad de expresión. Y aparecerá la palabra censura. Sin embargo, la libertad implica responsabilidad. Y Marí considera que “el Macba no ha de vehicular ciertos mensajes.”
...............

Escribí estas líneas el jueves 19. El sábado 21 hubo un nuevo capítulo del culebrón. La exposición se inaugura con la falla dentro. Y yo me pregunto ¿todo este lío que objetivo tenía? Me doy dos respuestas. Una: publicitar una exposición que de otra manera habría pasado sin pena ni gloria como la mayoría de las que se hacen en el MACBA. Tras el tsunami fallero, todo el mundo querrá ver la famosa escultura. De hecho, ayer sábado, hubo un 48% mas de visitantes de lo habitual en el Museo. Dos: alguien quiere deshacerse de Bartomeu Mari y le han tendido una trampa estupenda en la que ha caído con todo su peso. Sea una u otra, o ninguna. El resultado es una imagen mas que deplorable del museo y de la ciudad.

3
Otra historia de museos, pero más trágica. La barbarie yihadista sigue matando de forma indiscriminada. Esta vez en el Museo del Bardo de Túnez donde se guarda memoria del pasado romano y cartaginés de la ciudad. Un grupo de turistas paseaban por sus salas completamente ajeno a una realidad agobiante. Podía pasar en cualquier sitio. Pero ha pasado en un museo y eso lo hace más triste aún. 

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