sábado, 3 de febrero de 2018

HILOS Y ESPEJOS






(un vestido dibujado por Ramon, inspirado en los de la película)
No pude ver El hilo invisible de Paul Thomas Anderson en el pase de prensa porque lo hicieron en una sala minúscula con un aforo muy pequeño. Poca visión de la distribuidora que dejó fuera a buena parte de la crítica y obligó a los que entraron a verla en unas condiciones lamentables. Fui a ver la película el día del estreno a un cine y me encontré que… ¡la hacían en una sala minúscula con un aforo muy pequeño! ¿Qué tiene el nuevo trabajo de Anderson para que le persiga la maldición de lo pequeño? Desde luego no la película que es realmente grande por su historia de amor obsesivo y de dependencia absoluta, su puesta en escena, elegante, fría, usando el primer plano como un retrato, o su vestuario, excelente y envidiable. Todo esto es El hilo invisible. Al salir del cine, en el autobús que me traía a casa, apunté una serie de temas que me sugería la película. Los explico ahora, un poco, no mucho, no se asusten.
Carnalidad. Es una película que habla de la carne. No me cabe duda. Carne de mujer con sus formas y sus líneas dibujadas en un papel y hechas realidad en un cuerpo. Hay en el personaje de Alma una carnalidad que va más allá de la sensualidad o de la pura y simple sexualidad. Y eso me lleva a hablar de las comparaciones que se han hecho con Audrey Hepburn, en especial, la Hepburn de Una cara con ángel. Audrey nunca habría podido hacer un personaje como el que hace Vicky Krieps. Nunca habría podido darle a su cara de ángel (Vicky la tiene) ese toque de “proletariado” tan bien encajado en la atmosfera opresiva de esa casa. Audrey era demasiado elegante incluso cuando hacía de Eliza vendiendo flores. Tanto a favor de la actriz luxemburguesa con su capacidad de establecer lo que me parece otro punto interesante de la película, la lucha de clases que es uno de los temas subyacentes en el film. Hay un momento tremendo en el que una aristócrata más bien horrible, le dice al personaje de Reynolds el modisto, refiriéndose a Alma: “No sé si en su país alguien le ha enseñado a comportarse, me da miedo que esté robando la plata”. Su país es esa otra clase social de la que Alma se erige en cara de ángel vengador introduciendo en la vida del estirado y maniático Reynolds algo que le molesta muchísimo: el ruido. En esa casa que es como una tortura de escaleras interminables, habitaciones pequeñas, salones vacíos, el silencio es una obligación que Alma rompe sin miedo, sabiendo que con sus tostadas y sus ruidos al comer está delimitando un terreno de combate, igual que con la comida, en la que abunda la mantequilla y las setas, convertidas ambas en armas de su lucha. En definitiva esta historia de amor y de posesión, de control y de poder, de masoquismo y de sadismo, es una historia de dos personajes que se desean, se necesitan, de destruyen, dos seres unidos por el hilo invisible de sus secretos escondidos como el hilo invisible que esconde las palabra secretas en los dobladillos.


(mapa de Britannia en el año 50 DC donde se ve el emplazamiento de los Regni y los Canti)
Britannia, la serie
Esta semana he visto la serie de HBO Britannia. Me gustan mucho las historias de druidas y magos, de bosques y dioses paganos, donde se visualiza el enfrentamiento de religiones y creencias, y se ve el sincretismo de la mezcla de supersticiones y comportamientos. A diferencia de Juego de tronos, Britannia tiene un trasfondo histórico real. Aulo Plaucio efectivamente fue el general que emprendió la primera conquista de Britannia en el año 43 DC, estableciendo alianzas con distintas tribus celtas enfrentadas entre sí y sobre todo con la poderosa organización político/religiosa de los druidas. La serie me ha gustado por sus paisajes y localizaciones, realmente espectaculares. También por algunos de sus personajes. No todos. Pero si quiero hablar de ella en estas páginas es por un momento muy concreto que de alguna manera me impresionó. En medio del enfrentamiento entre tribus y con los romanos, Cait, la hija del hombre ciego llamada a ser la elegida para liberar a los celtas de la opresión romana, es acogida por Kerra , la reina de los Cantii. La niña vive sumida en la tristeza por la muerte de su hermana y la ceguera de su padre, pero sobre todo, está convencida de su inferioridad, de ser alguien despreciable y horrible. Kerra la pone delante de un espejo y Cait se ve reflejada por primera vez en su vida. Asombrada ante su imagen, pregunta “¿esa soy yo?” Fue ese momento el que me impresionó porque de repente me di cuenta de que vernos en el espejo, y reconocernos (o no) es algo tan natural en nuestro mundo que no le damos ninguna importancia. Pero en realidad es algo muy raro, ya que la idea que tenemos de nosotros mismos no es ni mucho menos la idea que tienen los que nos miran. Y en definitiva nosotros nos convertimos en otro cuando nos miramos en el espejo. Perdón por esta digresión, pero me apetecía contarlo.

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