sábado, 11 de agosto de 2018

SERIES


Sigo en modo “cueva”. Es decir, sin salir de casa. Estoy haciendo una especie de vacaciones interiores en las que desconecto casi tanto como si estuviera en la otra punta del mundo. En este autoexilio vacacional leo, escribo y veo series. No películas. Curioso fenómeno. Me he dado cuenta de que las películas, el cine, es para el invierno. Al menos para mí. Ahora, en medio de este extraño verano que convierte Barcelona en un horno, me refugio en casa y veo series españolas.
Si, españolas. Porque estos días he estado poniéndome al día de dos series españolas recientes que no había visto: El día de mañana, en Movistar y Fariña en Netflix. Y me he dado cuenta de que sin quererlo estoy haciendo una revisión cronológica de un fragmento de la reciente historia de España. Empezando con El día de mañana que va del año 1966 al 1977; enlazando con el año 1981 cuando empieza Fariña que se prolonga hasta 1990.
Son dos series muy diferentes en todos los sentidos. Las dos son muy interesantes, ambas son muy buenas. Vamos una por una


(en una playa como ésta me pude cruzar con Justo y Carme en 1966)
El día de mañana,
Basada en una novela de Ignacio Martínez de Pisón que no conozco, es una de las mejores series españolas en mucho tiempo. Por tema, por actores, por ambientación, por la dirección y los espacios. Para los que vivíamos en Barcelona en esos años, es un viaje en el tiempo. Yo recuerdo muy bien esa Barcelona de 1966, el año de la Capuchinada, o la de 1969, el año del estado de excepción. Recuerdo el año 1970 con la fuga de El Lute y los juicios de Burgos y el 73 cuando saltó por los aires Carrero Blanco y el 74 cuando el peso del franquismo moribundo nos aplastaba contra la pared. También recuerdo el año 1975 y su mezcla de miedo y esperanza y el 76 con los neonazis desatados y el 77 con la llegada de aire fresco. Todo eso se ve en esta serie reflejado en el rostro de Justo Gil, es decir de Oriol Pla, un actor capaz de dotar a sus ojos azules del candor, el cinismo, el miedo, la venganza, y el dolor en cada episodio. El día de mañana sirve para revivir nuestra propia memoria, pero lo más importante, sirve para recordar a los que no habían nacido aun que Barcelona era una ciudad compleja y diversa, que acogía distintas capas y que devolvía una vitalidad que ahora parece haber perdido. Hay una declaración de Mariano Barroso sobre la serie que me dejó pensando en lo relativo de la historia. Cuenta Mariano que paseando con el guionista de la serie Alejandro Hernández por la Vía Laietana, pasaron delante de la comisaría central y le pidieron al guardia de la puerta si les dejaba entrar. Esa comisaria daba tanto miedo en los años sesenta, yo lo sé porque estuve ahí tres días en un calabozo, que durante años cruzábamos la acera para no pasar por delante y si podíamos, ni siquiera por la acera de enfrente. Pero en cambio la reacción de Alejandro fue muy distinta. “A Alejandro le impresionó el edificio de Vía Laietana. “Nunca he visto una comisaría tan bonita”. Alejandro, que viene de Cuba y ha conocido muchas comisarías, me hizo pensar: ¡cómo pueden ocurrir cosas tan horribles en un lugar tan bello! Es uno de los enigmas de nuestra historia. Uno de los enigmas de nuestro país y de la serie.” Y de esta ciudad, Barcelona, donde pueden pasar cosas horribles en un lugar muy hermoso. No se la pierdan, de verdad.


(años 80, en esta costa gallega se empezaba a desembarcar la fariña mientras Ramon y
 yo la mirábamos inocentemente)
Fariña
Sabía que era buena. Sabía que era importante, pero no la había visto hasta ahora. Estoy de acuerdo, es buena y es importante. Basada también en un libro que no he leído, Fariña de Nacho Carretero protagonista de una estúpida acusación que obligó a su retirada del mercado donde por suerte ha vuelto, esta serie es una de las mejores que se han realizado en España en muchísimo tiempo. Sobre todo por su historia. No es normal ver en la televisión  la historia reciente de España contada con tanta valentía, con tanta crudeza, con tanta seguridad. La conversión de Galicia en el paraíso del narcotráfico europeo en los años 80 se relata sin dejar cabos sueltos, con todas sus vinculaciones políticas, judiciales y policiales. Es una historia ejemplar. Pero con todo y ser eso importante, la serie no sería tan buena si no contara con unos actores espléndidos y perfectamente ajustados a sus personajes, con unos escenarios privilegiados, un guión bien construido que nunca cae en el sensacionalismo y un ritmo sostenido en todo momento. Dividida en diez capítulos, cada uno centrado en un año entre 1981 y 1990, Fariña es un repaso a la historia reciente de España. Muchas cosas se entienden viéndola. Y muchas más se echan de menos. Me encantaría ver una serie como ésta que contara los años del pujolismo en Catalunya, con sus tramas de corrupción institucional y los laberinticos caminos que se siguieron para sembrar la semilla del procés. Me gustaría que alguien hiciera un trabajo de investigación tan minucioso como el de Nacho Carretero sobre las implicaciones del 3%, en la manipulación de los medios de comunicación y sus ramificaciones en todos los terrenos. Una serie con la misma valentía de este libro y esta producción que desde aquí les invito a no perderse. Es una lección de historia y de cine. (Al margen de su excelente reparto casi todo compuesto por actores gallegos poco conocidos fuera de la comunidad, quiero destacar el trabajo de los directores Carlos Sedes y Jorge Torregrossa, que han sido los responsables de la dirección de los diez capítulos).

La actualidad de las dos series es absoluta. El día de mañana anuncia de alguna manera esta Barcelona que sufre una degradación imparable si no lo remediamos pronto; la detención el miércoles pasado de Manuel Charlín, capo de unos de los clanes de mafiosos protagonistas de Fariña que a sus 85 años sigue controlando el tráfico de droga, demuestra que la serie no es solo reciente pasado. Y eso me da pie a comentar algunas noticias de la semana.

Tirar de las noticias
No veo mucho la televisión normal a pesar de estar en “modo cueva”. Pero estos días nos ha llamado la atención, a Ramon a y mi, como se dan algunas noticias. ¿Por qué nadie tira del hilo que nos ofrecen para investigar algo más, para ver que hay detrás de lo que se cuenta, en lugar de quedarse en la mera superficie de la historia? Esto vale para varios temas:

-El famoso máster de Pablo Casado. Ya sabemos que se lo regalaron, que es un aprovechado, etc. Pero ¿Por qué ningún periodista se plantea ver qué pasa con el negocio de los másters en España? Hacer un máster es carísimo y su utilidad no siempre está clara. Pero todo el mundo los quiere hacer. ¿Qué hay detrás del trapicheo mastergeneralizado en nuestro país? ¿Qué beneficios obtienen las universidades con ellos? ¿Cuáles son los auténticos máster de prestigio y los que solo sirven para ganar dinero? ¿Quién se puede pagar un máster? Hay muchas cosas a investigar junto al fraude y la corrupción y los regalos interesados.

-Los manteros. Ponerse a favor o en contra parece que es lo único que se puede hacer con este problema, inmenso problema, no solo en Barcelona. Están los que los defienden, están los que los acusan, pero no he visto (perdón si lo hay y no lo conozco) ningún artículo que investigue las mafias industriales de productos falsificados que son los auténticos malos de la función, los que no pagan impuestos y roban los productos copiándolos y poniendo a los manteros en la línea de fuego, abandonados a su suerte, siempre violenta. Tanto contra ellos, como desde ellos. ¿Quién les proporciona la mercancía, de dónde la sacan, cuánto les pagan, que les exigen a cambio a los manteros? Si no se ataca la raíz del problema no se arreglará nunca.

-La inmigración. Es imposible no sentirse cerca de los pobres hombres y mujeres que arriesgan sus vidas en el mar. Es imposible no pedir que se les ayude y se les acoja. Pero ¿no sería interesante preguntarse a quien se está enriqueciendo con este trato de esclavos del siglo XXI? Subirse en una patera no es gratis, cuesta mucho dinero. ¿De dónde lo sacan? ¿Por qué no lo invierten en sus países? ¿Por qué se endeudan de por vida para conseguirlo, quién se lo presta, con qué intereses, a cambio de qué? Entiendo perfectamente que quieran huir de países donde impera la miseria o el terror o las dos cosas juntas, pero entonces, ¿por qué no se organiza una inmigración ordenada, legal, controlada desde los consulados y las embajadas, como se hacía en España en los años cincuenta cuando tantos españoles se iban a trabajar a Alemania? ¿Saben cuántos inmigrantes legales se podrían canalizar desde cada país subsahariano hacia todos los países europeos? Muchos y los queremos porque Europa está vieja y necesita la sangre nueva y la energía y la diversidad cultural que nos pueden aportar. Pero no necesita esclavos sin papeles. No creo en la eficacia de un Plan Marshall. A los países africanos se los está ayudando desde hace muchos años y el dinero nunca llega a la gente, se queda en la enorme corrupción política, militar y religiosa que controla el continente, mejor dicho que está matando el continente. Pero canalizar la salida de una forma lógica, con  un destino asegurado, no creo que fuera tan difícil. Claro que así se acabaría con un suculento negocio que deja miles y miles de euros a mucha gente. Allí, aquí, y entre medio.
(Que conste que no quiero dar lecciones de nada, me imagino que solucionar estos problemas es tan complejo como difícil y para mi es muy sencillo decir lo que pienso desde la cueva. Pero hacerse preguntas es humano ¿o no?)


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