sábado, 5 de octubre de 2019

INADAPTADOS



(Phoenix da más miedo sin máscara que con máscara, es más cercano y reconocible)

Joker
“La podredumbre moral que lleva a Joker, un demente diagnosticado, a ser visto como un héroe habita también en la masa embriagada de furia. Los mismos que en una de las primeras secuencias dan una paliza simplemente porque sí al enfermo mental Arthur Fleck, antes de convertirse en el Joker, podrían ser los que lo adoran como mito en los últimos momentos. Es la conjura de la ira, desembocando en la irracionalidad de la masa. Es la complicación moral de una película formidable y retorcida.” Este párrafo de la crítica de Javier Ocaña en El País del 4 de octubre, me parece ejemplar para explicar esta película importante, imprescindible, insoportable. Cada época tiene los héroes que se merece y también los villanos que se merece. El Joker de Jack Nicholson en el Batman de Tim Burton del año 1989, era un histrión sin razones, un malvado porque si, producto de una sociedad amoral y sin escrúpulos abocada al triunfo de la banalidad y la estupidez que dominaron los años en los que mandaba esa gente tan antigua y olvidada que eran los yuppies. El Joker de Heather Lodger en El caballero oscuro de Christopher Nolan en el 2008, era mucho mas sombrío, peligroso, complejo, un anuncio de la crisis galopante que se nos venía encima y que sin duda él representaba. El Joker de Joaquín Phoenix en esta extraordinaria película de Todd Phillips es un producto de este tiempo de ruina moral y de ruina mental en el que la violencia es el caldo de cultivo para crear monstruos entre todos los que, manipulados de una u otra manera, son capaces de ponerse la máscara de un horrible payaso para aterrorizar a los que tienen al lado. Pero el Joker de Phoenix no sería una gran película solo por esta lectura político social. Lo es porque hace del realismo un instrumento del fantástico, todo es verosímil en la transformación en monstruo del hombre que ríe. Todo pasa en su rostro, en su cuerpo, en su mirada, mas que en su disfraz al que no recurre hasta el final, cuando llega el apoteósico encuentro con un Robert de Niro mayúsculo, capaz de sostenerle el tipo a un Phoenix en estado puro. Joker no es una película de superhéroes, no es una película de comic, no es un film para adolescentes. Gotham se parece demasiado a Nueva York o a Barcelona, o a cualquier otra ciudad de ahora mismo llena de ratas animales y humanas, el mundo que retrata y las gentes que pululan por sus calles y metros las encontramos cada día a nuestro alrededor y los manipuladores del pensamiento y las conductas los tenemos metidos en casa. Joker es una película para los tiempos de Trump, de Johnson, de Torra. No se la pierdan, aunque les duela, aunque les incomode, aunque les moleste.



(fotos de Daniel Sánchez Arévalo en el set de entrevistas en el Festival de San Sebastián)

Diecisiete
Para compensar del dolor y la furia de Joker, es muy saludable el contrapunto de esta comedia, o drama, o dramedia, pequeña, sencilla, hermosa e inesperada de Daniel Sánchez Arévalo. Estamos en las antípodas del Joker, aunque su protagonista también es un joven, el Héctor de diecisiete años, marginado de la sociedad, distinto, incapaz de comprender y asumir las injustas y absurdas leyes de una sociedad enferma. Pero la reacción de Héctor y sobre todo la de la película entera es muy diferente. Joker cae en el lado oscuro de un mundo sombrío, Héctor cae en el lado luminoso de un mundo limpio, en un paisaje lleno de belleza, donde la extraña comunidad de la caravana se lanza a la búsqueda de un tesoro: un perro llamado Oveja. Diecisiete reúne un cuarteto protagonista realmente insólito: Héctor, el adolescente que no entiende el mundo y es incapaz de relacionarse con nadie; su hermano mayor Isma, que intenta salvarle, ayudarle, enseñarle a querer y a entender; su abuela una mujer que no habla y solo utiliza una palabra para comunicarse, con la que es capaz de expresar todos los sentimientos posibles, y un perro de tres patas que se llama precisamente Taraparo, la única palabra que pronuncia la abuela. Esta extraña familia se embarca en una vieja caravana en busca del perro Oveja y en esos pocos días que pasan juntos, rozando situaciones absurdas con vacas amistosas, en espacios abiertos y luminosos, la comunidad logra transmitir una sensación de paz, de armonía en la que la sonrisa nunca te abandona a pesar de que lo que está contando (no quiero ni pensar lo que habría hecho Ken Loach con este argumento) es muy duro y complicado. En los seis años que lleva sin hacer una película larga, en los que ha explorado la literatura, el mundo del corto, la publicidad, Sánchez Arévalo ha depurado su estilo lo ha limpiado de barroquismos, lo ha hecho más sencillo y con ello ha ganado en todos los sentidos. Una película feliz para contrarrestar los tiempos de cólera en los que vivimos.



(árboles de Ramon en llamas)
Lo que arde
Esta semana no hay Rincón de las series porque quiero hablar de una película que se estrena la semana que viene, el viernes dia11 que no estaré en Barcelona. Me parece tan importante, al menos para mí, como para no dejarla pasar. Así que, contra mi costumbre, me adelanto al estreno y hablo de Lo que arde, de Oliver Laxe.
A veces te encuentras con películas que son como ocnis, objetos cinematográficos no identificados. Lo que arde es uno de ellos. Aparentemente es un film realista, casi un documental, sobre la vida de un hombre, Amador, un pirómano que al salir de la cárcel vuelve a su pueblo. Aparentemente es un relato sencillo sobre la dificultad de Amador de relacionarse con los demás, su deseo de soledad, su incomodidad en ese monte gallego y en esa aldea perdida del Lugo profundo, moviéndose entre sus tres vacas, su perra Luna y su madre Benedicta, una mujer arraigada en la tierra, que no hace preguntas. Eso es aparentemente, pero ya desde el inicio, con ese magnífico plano de árboles mecidos por el viento en un bosque que no parece real, jugando con el sonido y la luz, Laxe nos sitúa en un mundo fuera del mundo. Amador es casi un extraterrestre llegado de otro planeta; su madre Benedicta es una mujer que encierra toda la sabiduría del pasado y del futuro y el bosque, el bosque es el refugio donde los dos esconden su incapacidad de entender este mundo. Todo es de una gran armonía en este film sencillo y hermoso. Todo encaja, todo progresa como ese impresionante incendio en el que el director y su equipo se mete hasta lo mas profundo para filmar la belleza de la destrucción, las llamas hipnóticas que lo devoran todo en un final que si evoca algún recuerdo es el de las palmeras ardiendo en Apocalipsis Now. Si, Lo que arde es un ocni. Sin duda. Para unos un relato etnográfico de corte documental; para otros una denuncia de la especulación del suelo provocada con los incendios; para mí, una onírica experiencia sensorial a través de la imagen y el sonido que debería verse en pantalla grande, muy grande, para apreciar todos los matices de la belleza que muestra.
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Buscando un titulo para esta entrada acabo de darme cuenta de que las tres películas hablan de seres inadaptados, incapaces de vivir en la sociedad ante la que reaccionan de distintas maneras. Hay algo en común entre Arthur, el Joker, Héctor el adolescente y Amador el pirómano. Ninguno de los tres soporta el mundo en el que les ha tocado vivir.

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