sábado, 16 de octubre de 2021

DE PATRONES Y VOLCANES


(Los buenos patrones de El buen Patrón en el Festival de San Sebastián. 
Foto de Montse Castillo)

El buen patrón

Llevamos una gran racha de estrenos españoles importantes, películas buenas, interesantes, más o menos redondas, pero todas con algo especial. Ya era hora. Después de la larga travesía de la pandemia, el cine vuelve a producir grandes títulos. Y pequeños títulos. Y títulos intermedios. Un equilibrio imprescindible para que una industria exista. Cualquier industria, incluso la de Básculas Blanco, dominio absoluto del buen patrón, Julio Blanco, es decir, Javier Bardem. Hace 25 años Fernando León de Aranoa empezó su carrera con Familia, una película irónica, extraña, inclasificable. Le ha costado mucho tiempo, muchas películas y muchos compromisos, recuperar el tono de aquella opera prima. Este buen patrón enlaza directamente con ella, mucho más que con Los lunes al sol. El buen patrón es un retrato de nuestro tiempo paternalista, populista, corrupto, hipócrita, donde la dignidad y el respeto se consideran cosas del pasado y en el que un golpe en la espalda de complicidad esconde una puñalada de soberbia. Blanco es todo eso y además es entrañable, no puedes dejar de sentir simpatía por él. Aunque te alegres de que encuentre la horma de su zapato en el rostro angelical de una joven arribista y trepa y comprendas a una esposa que no es en absoluto tonta, pero que juega muy bien al “no me acuerdo que quería decirte”. Cuando vi El buen patrón me reí en su tragicomedia más cercana a La Codorniz (los más jóvenes no sabrán que era esta estupenda revista satírica) que a Berlanga y pensé enseguida en Parásistos de Bong Joon-ho con la que tiene mucha relación en el uso del humor negro para denunciar una situación injusta de la que unos, los parásitos de cualquier clase social, se aprovechan sin ningún rubor. Blanco es un parásito sin ninguna duda. Pero un parásito simpático, dispuesto a hacer lo que sea necesario para conseguir sus objetivos, sin perder nunca la sonrisa y el falso compañerismo. Rodada en un polígono industrial de los que podemos encontrar en la periferia de cualquier ciudad pequeña, de una fealdad tan apabullante que acaba por ser hermosa, El buen patrón es una de esas historias donde mucha gente se puede reconocer en sus personajes. Unos como buenos patrones, otros, como personajes secundarios pero necesarios y la mayoría en el papel de los marginados, olvidados de la historia, restos de un pasado de luchas obreras que parecen no tener cabida en este siglo XXI. Solo una nota final, el mejor personaje de la película es Román, el guarda de seguridad de la fábrica. Es el único bueno de verdad, no como su patrón.

 


Un segundo

Una película de Zhang Yimou siempre tiene algo interesante. Incluso aunque sea un film menor de una sencillez aplastante. Como Un segundo, no la última de Yimou que ya tiene dos o tres más a punto de estrenar, pero si la última de su particular revisión de una de las épocas más siniestras de la historia de China, La Revolución Cultural del presidente Mao Tse Tung, auténtico reino del terror y de la incultura, de la involución y la barbarie entre los años 1966 y 1976. Los jóvenes chinos que tenían entre 15 y 20 años en esa época se vieron obligados a convertirse en apestados culturales en campos de trabajo, como el propio Yimou o el escritor Dai Sijie, o en guardias rojos intolerantes y fanáticos como Chen Kaige. La revolución cultural consistía en humillar, castigar, reeducar y atormentar a cualquier representante de la Cultura que se les pusiera por delante a los chicos del Libro Rojo: profesores, médicos, cineastas, escritores, estudiantes… Todos a la hoguera de la reeducación. Yimou, como Kaige, ha vuelto varias veces a ese periodo para ambientar historias de supervivencia. Vivir, Amor bajo el espino blanco, Regreso a casa y este nuevo film, Un segundo, son su personal contribución a la denuncia de un tiempo inmoral. Pero desde que hizo Vivir en el año 1994 (nunca olvidaré el comentario que me hizo Diego Galán al salir de verla: “es emocionante cómo se puede tener la historia de una vida encerrada en una cajita”) hasta este segundo en el que un padre quiere ver a su hija en un nodo de propaganda, han pasado 25 años y ahora el director ya no necesita ser rencoroso. Por eso esta película centrada en la rivalidad/amistad entre un hombre fugitivo que quiere ver a su hija aunque solo sea un segundo y una joven huérfana, descarada y audaz que le dificulta este objetivo, está más cerca de Chaplin que de Cinema Paradiso. Cuando me fije en la película que se proyecta en Un segundo, un producto típico del cine chino de propaganda con sus bailes y sus héroes de la revolución al servicio del líder supremo, me acordé de los ciclos de cine chino que se hicieron en la Filmoteca Nacional de España en 1976 y en 1977. donde se proyectaron películas épicas, grandes musicales del campesinado, exaltaciones de los héroes de la revolución cultural que aun estaba en pleno auge, historias terribles en su ideología y apología del líder supremo. Valdría la pena revisarlas para comprobar cómo funcionaba un régimen autoritario y salvaje en su control de la cultura. Un segundo también me hizo pensar en Godard que mientras el hombre camina por el desierto para ver a su hija un único segundo, enarbolaba el Libro Rojo de Mao Tse Tung como la nueva biblia de la nueva religión en un film que también debería revisarse La chinoise de 1967.

Para los que quieran hacer un repaso de la filmografía china sobre la revolución cultural, estas son las diez películas que creo más interesantes.

El rey de los niños, 1987, Chen Kaige

La cometa azul 1993 Tian Zhuangzhuang

Adiós a mi concubina, 1993 Chen Kaige

Vivir, 1994 Zhang Yimou

Días de sol, 1994 Jiang Wen

Balzac y la joven costurera china, 2002  Dai Sijie

Sueños de Shanghái, 2005 Wang Xiaoshuai

Sun Flower, 2005 Zhang Yang

Amor bajo el espino blanco, 2010 Zhang Yimou

Regreso a casa, 2014 Zhang Yimou



El volcán

Confieso que tengo algún reparo en escribir este texto. Lo tengo por varias razones. La primera es la saturación de informaciones sobre la erupción del volcán de Cumbre Vieja en La Palma que ha entrado en su quinta semana de actividad. La segunda la provoca la terrible tragedia de la gente que no ha perdido la vida físicamente, pero ha perdido la vida emocionalmente y algunos, económicamente. Es espantoso ver lo que les está pasando. Alguna vez a lo largo de estos días me he parado a pensar que me llevaría yo de mi casa si me encontrara en una situación parecida. Es un buen ejercicio para darte cuenta de lo que de verdad es importante y lo que no lo es. Hay cosas en una vida insustituibles: los recuerdos lo primero, lo que no existe en ningún otro lugar del mundo más que en tu casa, lo que conforma tu pasado y condiciona tu futuro. Esto es diferente para cada uno, pueden ser libros, fotos, cuadros, objetos… Espero sinceramente no tener que enfrentarme nunca a esta decisión. Toda esta introducción expiatoria es para decir algo que no puedo dejar de sentir: el volcán es el mejor espectáculo del mundo que he visto en mucho tiempo. Ver las imágenes diarias de la erupción, se ha convertido en una adicción incontrolable. Las busco cada mañana en los periódicos y las veo cada noche en los telediarios. Y me fascinan, me hipnotizan en su belleza aterradora, en su capacidad de crear un paisaje de ciencia ficción , un infierno en la tierra, una muestra del poderío de la naturaleza que creíamos adormecida y callada, sumisa al poder del hombre, pero no, ahí está, dispuesta a demostrarnos que es más potente y fuerte que nosotros. No puedo dejar de mirar las corrientes de lava incandescente bajando de la montaña, los ríos de fuego en sus múltiples meandros, la acumulación de rocas construyendo un nuevo paisaje que antes no existía. Es como asistir a la creación del mundo en directo. Vuelvo al principio, me duelen las pérdidas de todo tipo que está provocando, pero acabo reconociendo que la serie El volcán es mucho más apasionante que cualquier otra cosa.

El regalo de esta semana es una montaña que bien podría ser un volcán



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