Lo que quisimos ser, Alejandro Agresti
¿Alguna vez han pensado que
les gustaría haber sido? Otra persona, otra vida, otra realidad. No porque la
que tengas no te guste o no estés contento con ella. Simplemente por jugar. Eso
es lo que hacen Irene y Yuri, o Buzz o … Todo empieza en un cine donde un
hombre y una mujer, los únicos asistentes, están viendo Luna nueva de Howard Hawks. Al salir del cine, empiezan a hablar y
deciden tomar algo juntos para seguir charlando. Y es en este primer encuentro
donde nace la idea: ¿Y si somos otros? ¿Y si nos inventamos otra vida? Lo
propone ella, él le sigue el juego. A partir de ese momento, se encontrarán
cada jueves para hablar de sus vidas imaginadas. La realidad de cada uno queda
al margen. El espectador la conoce, ellos no. Ellos juegan a ser el primer
astronauta argentino y una escritora de éxito. Poco a poco se van enamorando,
pero el pacto entre ellos no les permite dar el paso: sus vidas reales no
existen. La historia empieza en 1998 y se alarga durante tres años en los que
el mundo, y Argentina, dieron un vuelco. La Historia se cuela en la historia y
solo la percibimos en el cambio de local para tomar la copa o el té de cada
jueves. Podría ser una obra de teatro; podría ser una microserie de plataforma.
Pero es cine, los primeros planos, las miradas, el espacio, todo nos lleva al
territorio cine. Un cine hablado, muy hablado, si, pero en el que todo lo demás
es importante. Lo que quisimos ser es una invitación al juego. ¿Qué me habría
gustado ser?
Juliette en primavera, Blandine Lenoir
Juliette no sabe si quiere ser
otra o simplemente quiere saber quién es. Juliette es una joven francesa de 30
años, dibujante de cuentos para niños. Juliette vive una crisis y una
depresión. Necesita resetear su vida. Y para hacerlo, vuelve al lugar de su
infancia, a la casa de sus padres. No, de su padre, porque su madre, una
excéntrica pintora, hace tiempo que vive su vida. Juliette tiene una hermana,
Marylou, es una fuerza de la naturaleza (en todos los sentidos), y una abuela a
la que adora y que empieza a dar síntomas de no estar del todo en el mundo.
Pero sobre todo, Juliette tiene un peso en el alma que no la deja vivir. Y en
ese viaje catártico descubrirá que lo produce y sanará. Ella y todos los demás.
Todo esto está contado con una ligereza contagiosa, una alegría de vivir, como
los dibujos de línea clara de Camile Jourdy en el libro que adapta la
película: Juliette: los fantasmas
regresan en primavera. Los franceses saben hacer este cine sencillo, sin
pretensiones, pero muy libre y sobre todo cargado de felicidad a pesar de estar
contando cosas muy gordas. Nos sentimos cerca de Juliette y su angustia, pero
el personaje que roba el corazón y la película, es sin duda Marylou, una
espléndida Sophie Guillemin que luce sus carnes y sus pechos con total alegría,
en una lección de belleza alternativa exuberante. Humor, fantasmas, familia
nada convencional, una casa que hay que vaciar, un vecino con un corazón de oro
y un pato. Es todo lo que necesita Juliette, y cualquiera, para reencontrarse
antes de pensar en ser otra.
The Last Showgirl, Gia Coppola
Aquí si que Pamela Andreson es
lo que quiso ser: una actriz reconocida más allá de su físico y sus personajes
emblemáticos. No reniega de ellos, son su historia, pero asume que ahora es
otra. Una showgirl de 57 años, consciente de vivir su última oportunidad de
brillar en un escenario bailando y
luciendo un cuerpo todavía espectacular. Shelly no es la última corista, pero
si hace su última representación. Curiosamente, este final de ciclo para su
personaje puede significar el principio de una nueva vida para la actriz. Pero
volvamos al pequeño teatro donde se va a representar este drama de plumas y
lentejuelas. Cuando el espectáculo en que es la estrella se cancela, Shelly se
enfrenta a un dilema personal. ¿Cómo recomponer su vida? ¿Cómo recuperar los
lazos con su hija? ¿Cómo no romper la intensa relación que tiene con sus
compañeras y amigas, es especial esa Jamie Lee Curtis desconocida y entrañable?
Pamela llena este personaje de matices y grises al mismo tiempo que brilla en
sus trajes y plumas. Y todo esto lo recoge Gia Coppola, una joven directora que
seguro que nunca ha querido ser otra cosa que lo que es: la heredera de un clan
de cine que se inaugura con su ilustre abuelo, Francis, continúa con su
personal tía, Sophia, y se consolida con ella. Sin olvidarnos la aportación a
los genes creativos de su abuela Eleanor y su tío Roman. Gia no es la última,
en todo caso es la siguiente de una de las sagas más interesantes de la
Historia del Cine.
El regalo de esta semana es un
retrato, las modelos juegan a ser otras cuando posan en silencio para un cuadro.
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