Estrany riu/Extraño río, Jaume Claret Muxart
No sé que tiene el agua para
ligar tan bien con historias de adolescentes. Tampoco sé que tiene le agua para
ser un escenario poético y mágico de historias homosexuales. La verdad es que
no sé que tiene el agua para ser tan fascinante siempre. En el cine y en la
vida. Soy capaz de quedarme horas viendo un rio, o en la orilla de un lago en la
montaña. Ríos, lagos, cascadas, agua dulce. El mar es otra cosa. El agua dulce,
el agua en contacto con la tierra evoca sensualidad, calidez, acompaña en su
misterio de ondinas; el agua en el mar es fría,
peligrosa, atrae como el abismo profundo que esconde las criaturas más
desconocidas. El mar me gusta para nadar; pero prefiero un rio o un lago para
vivir. El río es una imagen de movimiento, de crecimiento, de cambio constante.
Y más si es un río como el Danubio tan cargado de paisajes y de historia. Que
sea el Danubio el extraño rio que escoge Jaume Claret para contar la historia
de Didac, añade un plus con su grandeza y su serenidad. El Danubio es azul como
los ojos de Didac y es oscuro como los ojos del desconocido del rio. Por sus
orillas circulan en bicicleta una familia catalana, padre, madre, tres hijos.
El mayor, Didac, tiene 17 años y empieza a crecer como el rio. Empieza a
explorar como el río. Y encuentra un ondino, un ser del río que le atrae y le
lleva a adentrase en la sensualidad. Lo que vive o imagina o sueña Didac, nunca
entra en conflicto con sus relaciones
con esa familia que viaja en bicicleta de camping en camping. Porque no
se trata de enfrentamiento, se trata de descubrimiento y todos, en uno u otro
momento de nuestra vida, hemos soñado, imaginado o encontrado una ondina o un
ondino que nos coja de la mano. Estrany
riu fue una de las sorpresas de Venecia y de San Sebastián. Una película
suave y aterciopelada como el agua del rio. Vale la pena apuntarse el nombre de
este chico de 27 años: Jaume Claret Muxart.
Un fantasma en la batalla, Agustín Díaz Yanes
Hay temas que se repiten en
muchas películas. Recuerdo la coincidencia de los dos Colones en 1992, o de las
dos amistades peligrosas, ambas películas coincidentes en el tiempo. Pero
también hay temas que se revisan periódicamente con lecturas que cambian en
función del momento social o histórico. Es un fenómeno común y muy enriquecedor
del cine. Porque demuestra que una película no es su argumento, su historia,
sino como la cuenta y la mira un director (o directora). Es lo que ha pasado
con la nueva película de Agustín Díaz Yanes que llevaba ocho años sin dirigir.
Reconozco que fui a verla sin saber nada de su argumento, fui por él, Díaz Yanes
siempre me ha parecido un gran guionista y un buen director. Y me encontré con
Amaia, la infiltrada en ETA que había conocido con la película de Arantxa
Echevarría. Mi primera reacción fue, “esto ya lo he visto”. Muy rápido me di
cuenta de que lo que había visto era la misma historia, pero estaba ante una
película completamente diferente. Eso es lo mejor. Amaia es una joven guardia
civil, Susana Abaitúa en el fantasma,
Carolina Yuste en la infiltrada; Andrés Gertrúdix es su superior, el que la
infiltra, en el fantasma, el mismo papel de Luis Tosar en La infiltrada. Los cuatro viven en la clandestinidad y el miedo,
los cuatro tienen una misión. Hasta aquí lo que es igual, porque la manera como
Díaz Yanes se acerca a esta historia es desde la introspección, la soledad, el
silencio, sin emoción, con una sequedad en los actos que los hace más terribles,
introduciendo los archivos documentales en la narración. El fantasma Amaia se
centra en una operación de amplia resonancia en la lucha contra ETA, la
infiltrada Amaia, era más activa y resolutiva.
Los secundarios que acompañan al fantasma Amaia en esta película son menos
esquemáticos y más peligrosos que los de la infiltrada: la directora de la
Ikastola que hace Iraia Elias, el adusto y desconfiado etarra de Raúl Arévalo,
la dura e implacable líder que asume Ariadna Gil. Que esta película se haya
programado en el Festival de San Sebastián en Sección Oficial sin que se haya
producido ningún incidente, dice mucho del sutil cambio de actitud que se está
produciendo en Euskadi en la relectura de su historia reciente. ETA es una
fuente inagotable de historias a las que hay que volver una y otra vez, con
puntos de vista divergentes para que nunca se olvide lo que fue vivir en España en los años de plomo.
El regalo de esta semana es un estrany/extraño río.
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