viernes, 3 de octubre de 2025

EXTRAÑEZAS

 



Estrany riu/Extraño río, Jaume Claret Muxart

No sé que tiene el agua para ligar tan bien con historias de adolescentes. Tampoco sé que tiene le agua para ser un escenario poético y mágico de historias homosexuales. La verdad es que no sé que tiene el agua para ser tan fascinante siempre. En el cine y en la vida. Soy capaz de quedarme horas viendo un rio, o en la orilla de un lago en la montaña. Ríos, lagos, cascadas, agua dulce. El mar es otra cosa. El agua dulce, el agua en contacto con la tierra evoca sensualidad, calidez, acompaña en su misterio de ondinas; el agua en el mar es fría,  peligrosa, atrae como el abismo profundo que esconde las criaturas más desconocidas. El mar me gusta para nadar; pero prefiero un rio o un lago para vivir. El río es una imagen de movimiento, de crecimiento, de cambio constante. Y más si es un río como el Danubio tan cargado de paisajes y de historia. Que sea el Danubio el extraño rio que escoge Jaume Claret para contar la historia de Didac, añade un plus con su grandeza y su serenidad. El Danubio es azul como los ojos de Didac y es oscuro como los ojos del desconocido del rio. Por sus orillas circulan en bicicleta una familia catalana, padre, madre, tres hijos. El mayor, Didac, tiene 17 años y empieza a crecer como el rio. Empieza a explorar como el río. Y encuentra un ondino, un ser del río que le atrae y le lleva a adentrase en la sensualidad. Lo que vive o imagina o sueña Didac, nunca entra en conflicto con sus relaciones  con esa familia que viaja en bicicleta de camping en camping. Porque no se trata de enfrentamiento, se trata de descubrimiento y todos, en uno u otro momento de nuestra vida, hemos soñado, imaginado o encontrado una ondina o un ondino que nos coja de la mano. Estrany riu fue una de las sorpresas de Venecia y de San Sebastián. Una película suave y aterciopelada como el agua del rio. Vale la pena apuntarse el nombre de este chico de 27 años: Jaume Claret Muxart.

 


Un fantasma en la batalla, Agustín Díaz Yanes

Hay temas que se repiten en muchas películas. Recuerdo la coincidencia de los dos Colones en 1992, o de las dos amistades peligrosas, ambas películas coincidentes en el tiempo. Pero también hay temas que se revisan periódicamente con lecturas que cambian en función del momento social o histórico. Es un fenómeno común y muy enriquecedor del cine. Porque demuestra que una película no es su argumento, su historia, sino como la cuenta y la mira un director (o directora). Es lo que ha pasado con la nueva película de Agustín Díaz Yanes que llevaba ocho años sin dirigir. Reconozco que fui a verla sin saber nada de su argumento, fui por él, Díaz Yanes siempre me ha parecido un gran guionista y un buen director. Y me encontré con Amaia, la infiltrada en ETA que había conocido con la película de Arantxa Echevarría. Mi primera reacción fue, “esto ya lo he visto”. Muy rápido me di cuenta de que lo que había visto era la misma historia, pero estaba ante una película completamente diferente. Eso es lo mejor. Amaia es una joven guardia civil, Susana Abaitúa en el  fantasma, Carolina Yuste en la infiltrada; Andrés Gertrúdix es su superior, el que la infiltra, en el fantasma, el mismo papel de Luis Tosar en La infiltrada. Los cuatro viven en la clandestinidad y el miedo, los cuatro tienen una misión. Hasta aquí lo que es igual, porque la manera como Díaz Yanes se acerca a esta historia es desde la introspección, la soledad, el silencio, sin emoción, con una sequedad en los actos que los hace más terribles, introduciendo los archivos documentales en la narración. El fantasma Amaia se centra en una operación de amplia resonancia en la lucha contra ETA, la infiltrada Amaia, era más activa y  resolutiva. Los secundarios que acompañan al fantasma Amaia en esta película son menos esquemáticos y más peligrosos que los de la infiltrada: la directora de la Ikastola que hace Iraia Elias, el adusto y desconfiado etarra de Raúl Arévalo, la dura e implacable líder que asume Ariadna Gil. Que esta película se haya programado en el Festival de San Sebastián en Sección Oficial sin que se haya producido ningún incidente, dice mucho del sutil cambio de actitud que se está produciendo en Euskadi en la relectura de su historia reciente. ETA es una fuente inagotable de historias a las que hay que volver una y otra vez, con puntos de vista divergentes para que nunca se olvide lo que fue vivir en  España en los años de plomo.

El regalo de esta semana es un estrany/extraño río.





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