viernes, 27 de junio de 2025

DERIVAS

 

A la deriva es el título de la mejor película que se estrena esta semana. No solo porque el film de Jia Zhangke es realmente interesante en todos los sentidos. Si es el mejor título es porque de alguna manera representa mejor que ninguna otra frase como me siento: A la deriva. Y hablo en primera persona del singular porque no pretendo hacer extensivo mi deriva al resto del mundo. Pero tanto la situación política internacional, cada día más derivada hacia un camino de autodestrucción colectiva, como la situación política interna, cada vez mas derivada a una espiral de miseria moral teñida de auto indulgencia, hacen que me sienta a la deriva.. Pero basta ya de tonterías. Vamos a Jia Zhangke

 


A la deriva, Jia Zhangke

La fecha d este film extraordinario es 2024, pero en realidad debería ser 2001-2022, porque esos son los años que recorre el film, no solo en la ficción que nos cuenta, una triste historia de amor, si no en los tiempos de una China que en este siglo XXI ha pasado de ser un país escondido a ser el puto amo del mundo sin levantar la voz. Cuenta el director que estaba escribiendo una historia de amor clandestina entre una trabajadora y su jefe, cuando estalló la pandemia. Horror, todo se tuvo que parar. Pero a un creador como Zhangke no se le detiene fácilmente. En pleno confinamiento, decidió darle una vuelta a su historia. Se mantenía el espacio, la ciudad de Datong, el amor clandestino entre dos seres desvalidos, la trabajadora Quiao Quiao y su jefe Guao Bin, pero se convertía en una historia en el tiempo. Empezaba en el 2001, cuando Quiao Quiao se enamora de Guao Bin, sin conseguir que su amor llegue a consolidarse antes de que él decida marcharse a buscar nuevos caminos en otro lugar. Continúa en los años 2006-2008 cuando Quiao Quiao decide ir en su busca a la zona de la construcción de la inmensa y monstruosa Presa de las Tres Gargantas. Cuando encuentra a Guao Bin, comprueba que nunca podrá estar con él. La historia da un salto y la deriva de Quiao Quiao y Guao Bin, vuelve a cruzarse en plena pandemia. Los dos son mayores, pero aun son capaces de reconocer el amor que se han tenido. El argumento es muy simple. Lo que no es simple es la película. Porque para contar esa triste historia de amor, Zhangke utiliza la imaginación y el material rodado y descartado de sus películas anteriores. Y con ellas, a modo de puzle, construye un nuevo juguete. Cuenta con la ventaja de tener a su lado a la actriz Zhao Tao, su mujer  y protagonista de todas sus películas desde el año 2000. Lo que quiere decir que podía verla crecer en pantalla, desde que era una joven moderna y divertida hasta ahora mismo, una mujer guapa y segura. Veintidós años de la vida de Zhao Tao discurren en las imágenes de A la deriva. Veintidós años en los que el mundo, y China, han cambiado de forma radical. Veintidós años a la deriva en la que estamos todos sumergidos.

 


Borau y el cine. Germán Roda

Borau, José Luis Borau, nunca estuvo a la deriva. Si acaso, se dejó arrastrar por diversos ríos, pero siempre controlando el timón de sus barquitos, de sus películas como productor o como director. El documental de Germán Roda tiene el valor de devolvernos su nombre, su presencia permanente en su cine y en la gran influencia que tuvo sobre varias generaciones de cineastas españoles. Esto es lo mejor de Borau y el cine. Lo peor es que el documental no le hace justicia a su capacidad transgresora. Basado en entrevistas a personas que le conocieron, le estudiaron o trabajaron con él, el documental no deja de ser una colección de “interesantes” bustos parlantes sobre una figura que tenía muchas capas. ¿Cómo haría yo un documental sobre Borau? Pues no lo sé. Tendría que planteármelo. Pero lo que si intentaría sería reflejar su capacidad de arriesgarse con films de género: Brandy, un espagueti western, Crimen de doble filo, un noir amoral que coló a la censura, Hay que matar a B, un film de espionaje sin espías, más francés que americano. Su inteligencia al hacer una película profundamente española Furtivos, con el retrato de una madre posesiva y destructiva (¿España?), un film que le colocó entre los mejores del cine español y que solo él era capaz de interpretar. De las fuerzas que le dio Furtivos, Boraa sacó energías para dos películas fuera del tiempo y muy dentro de su tiempo. La Sabina y Rio abajo. Tras este esfuerzo personal y económico vuelve a un cine casero, entrañable, pero con una bomba de relojería escondida en una tienda de indios: Tata mia. Celia, la serie, es un regalo que se hace a si mismo antes de encarar los dos films más difíciles de su carrera como director: Niño nadie y Leo, ambos con Iciar Bollain como médium de sus delirios. De este breve repaso ya se desprende que Borau no era una personal convencional (en ningún sentido), y que bajo su apariencia bondadosa de oso cariñoso, se movían ideas y pasiones muy tumultuosas que, por desgracia, el documental no enseña. Quizás porque es imposible enseñarlas. En todo caso, gracias a Germán Roda y a todos los que participan en el documental por recuperar la memoria de un hombre muy especial.

(En Flixole hay un buen número de sus películas, por si les apetece verlas).


Mi prima María Schneider, Vanessa Schneider, Ed Circe, 2024

María si vivió a la deriva. María, María Schneider, la casi adolescente que se vio envuelta en una película cargada de dolor y de violencia cuando no estaba preparada para asumirlo. La mujer que arrastraba una falta de cariño desde pequeña y que a pesar de eso, fue una adolescente atrevida, libre, juguetona. A los 19 años aceptó un trabajo aparentemente magnífico: ser la protagonista de El último tango en París, de Bernardo Bertolucci, con Marlon Brando. Un regalo envenenado del que no salió ilesa. Esto lo sabíamos desde hace años. Lo que el libro escrito por su prima Vanessa, diecisiete años más joven que ella, nos cuenta, no es su vida y su calvario, es otra cosa mucho más interesante: un relato vital, acronológico, de momentos en común y de vidas paralelas entre la actriz y su deriva al mundo de las drogas y como consiguió superar los escollos de su río, y la niña, hija del 68 (Vanessa nació en 1969 en una familia de progres y hippies) que tuvo que salir adelante en un contexto familiar muy peculiar. Narrado en textos cortos en tiempo presente, este libro es la pequeña historia de dos mujeres, María y Vanessa, enmarcada en la gran historia de la mitad del siglo XX. Dos vidas bonitas, diría María. Dos vidas que nos dan algunas pistas sobre el camino que nos ha dejado a la deriva.

El regalo de esta semana es un cuadro “a la deriva”



 

sábado, 21 de junio de 2025

SER OTRO

 


Lo que quisimos ser, Alejandro Agresti

¿Alguna vez han pensado que les gustaría haber sido? Otra persona, otra vida, otra realidad. No porque la que tengas no te guste o no estés contento con ella. Simplemente por jugar. Eso es lo que hacen Irene y Yuri, o Buzz o … Todo empieza en un cine donde un hombre y una mujer, los únicos asistentes, están viendo Luna nueva de Howard Hawks. Al salir del cine, empiezan a hablar y deciden tomar algo juntos para seguir charlando. Y es en este primer encuentro donde nace la idea: ¿Y si somos otros? ¿Y si nos inventamos otra vida? Lo propone ella, él le sigue el juego. A partir de ese momento, se encontrarán cada jueves para hablar de sus vidas imaginadas. La realidad de cada uno queda al margen. El espectador la conoce, ellos no. Ellos juegan a ser el primer astronauta argentino y una escritora de éxito. Poco a poco se van enamorando, pero el pacto entre ellos no les permite dar el paso: sus vidas reales no existen. La historia empieza en 1998 y se alarga durante tres años en los que el mundo, y Argentina, dieron un vuelco. La Historia se cuela en la historia y solo la percibimos en el cambio de local para tomar la copa o el té de cada jueves. Podría ser una obra de teatro; podría ser una microserie de plataforma. Pero es cine, los primeros planos, las miradas, el espacio, todo nos lleva al territorio cine. Un cine hablado, muy hablado, si, pero en el que todo lo demás es importante. Lo que quisimos ser es una invitación al juego. ¿Qué me habría gustado ser?

 


Juliette en primavera, Blandine Lenoir

Juliette no sabe si quiere ser otra o simplemente quiere saber quién es. Juliette es una joven francesa de 30 años, dibujante de cuentos para niños. Juliette vive una crisis y una depresión. Necesita resetear su vida. Y para hacerlo, vuelve al lugar de su infancia, a la casa de sus padres. No, de su padre, porque su madre, una excéntrica pintora, hace tiempo que vive su vida. Juliette tiene una hermana, Marylou, es una fuerza de la naturaleza (en todos los sentidos), y una abuela a la que adora y que empieza a dar síntomas de no estar del todo en el mundo. Pero sobre todo, Juliette tiene un peso en el alma que no la deja vivir. Y en ese viaje catártico descubrirá que lo produce y sanará. Ella y todos los demás. Todo esto está contado con una ligereza contagiosa, una alegría de vivir,  como  los dibujos de línea clara de Camile Jourdy en el libro que adapta la película: Juliette: los fantasmas regresan en primavera. Los franceses saben hacer este cine sencillo, sin pretensiones, pero muy libre y sobre todo cargado de felicidad a pesar de estar contando cosas muy gordas. Nos sentimos cerca de Juliette y su angustia, pero el personaje que roba el corazón y la película, es sin duda Marylou, una espléndida Sophie Guillemin que luce sus carnes y sus pechos con total alegría, en una lección de belleza alternativa exuberante. Humor, fantasmas, familia nada convencional, una casa que hay que vaciar, un vecino con un corazón de oro y un pato. Es todo lo que necesita Juliette, y cualquiera, para reencontrarse antes de pensar en ser otra.

 


The Last Showgirl, Gia Coppola

Aquí si que Pamela Andreson es lo que quiso ser: una actriz reconocida más allá de su físico y sus personajes emblemáticos. No reniega de ellos, son su historia, pero asume que ahora es otra. Una showgirl de 57 años, consciente de vivir su última oportunidad de brillar en  un escenario bailando y luciendo un cuerpo todavía espectacular. Shelly no es la última corista, pero si hace su última representación. Curiosamente, este final de ciclo para su personaje puede significar el principio de una nueva vida para la actriz. Pero volvamos al pequeño teatro donde se va a representar este drama de plumas y lentejuelas. Cuando el espectáculo en que es la estrella se cancela, Shelly se enfrenta a un dilema personal. ¿Cómo recomponer su vida? ¿Cómo recuperar los lazos con su hija? ¿Cómo no romper la intensa relación que tiene con sus compañeras y amigas, es especial esa Jamie Lee Curtis desconocida y entrañable? Pamela llena este personaje de matices y grises al mismo tiempo que brilla en sus trajes y plumas. Y todo esto lo recoge Gia Coppola, una joven directora que seguro que nunca ha querido ser otra cosa que lo que es: la heredera de un clan de cine que se inaugura con su ilustre abuelo, Francis, continúa con su personal tía, Sophia, y se consolida con ella. Sin olvidarnos la aportación a los genes creativos de su abuela Eleanor y su tío Roman. Gia no es la última, en todo caso es la siguiente de una de las sagas más interesantes de la Historia del Cine.  

El regalo de esta semana es un retrato, las modelos juegan a ser otras cuando posan en silencio para un cuadro.



 

 

 

sábado, 14 de junio de 2025

MAS ALLÁ DE LA CIUDAD


“La ciudad es un lugar donde  no tienes miedo a encontrarte con alguien que no quieres ver. Puedes desaparecer.”, dice un personaje de una serie que estoy viendo estos días. Es verdad, la ciudad es anonimato, es privacidad, todo depende de lo que busques en ella. En ese espacio que llamamos rural, campo, lo de fuera, este anonimato es mucho más difícil de conseguir. De eso hablan tres estrenos de esta semana. Tres películas de muy distintas procedencias: una argentina, una rumana, una francesa, con historias y tonos muy distintos. Pero las tres poniendo el acento en esa falta de privacidad que, a veces, va acompañada de falta de respeto.

 


Miss Carbón, Agustina Macri, Argentina

Parece un escenario de Dickens: la cuenca minera carbonífera de Río Turbio, en la Patagonia argentina. Los personajes podrían ser de Dickens: una joven trans (Dickens no la habría hecho trans, pero, bueno), con un sueño: ser minera. A partir de este deseo, el film se aleja de cualquier aroma dickensiano, ¿quién en su sano juicio quiere meterse en una mina de carbón? Carla Antonella Rodríguez quiere hacerlo. Y no parará hasta conseguirlo en una historia basada en un personaje real, muy real, y ambientada hace dos días,  entre el 2009 y el 2012. Carla, que nació Carlos, se enfrenta a su padre, a su familia, a su pueblo. Y se enfrenta doblemente: primero porque se siente mujer, segundo porque quiere romper la absurda leyenda que prohíbe la entrada a las mujeres en la mina porque “causan derrumbes”. Carlos/Carla, consigue ser contratada en la mina y demuestra que puede ser la mejor en su trabajo; Carla/Carlos, se transforma definitivamente en mujer al mismo tiempo que se transforma definitivamente en minera. Con la ayuda de un grupo de mujeres marginadas, las prostitutas, las mujeres trans que son las únicas que le dan refugio cuando su padre le prohíbe entrar en su casa. Pero no solo con ellas. Contra todo pronóstico (más sabiendo que es una historia real), los mineros, sus compañeros de galería, de oscuridad, de miedo y peligro, la aceptan tal y como es, como uno de los suyos. Y cuando la empresa quiere sacarla de la mina,  es decir cuando Carlos ya es Carla, se ponen a su lado para que sea readmitida. Cosa que no hacen las mujeres que trabajan en las oficinas para las que Carla es una especie de monstruo contaminante. Con el reconocimiento de los derechos de las personas trans en una ley del 2012, Argentina dio un paso para la normalización social de este colectivo. Y con la lucha de Carla, la minería dejó atrás una de las costumbres más obsoletas del país. Por suerte no olvidó otra de las costumbres más arraigadas, la de elegir a Miss Carbón, premio que obtiene Carla en una celebración del cumplimiento de sus sueños. Cuento de hadas minero, basado en hechos reales, esta es una historia de final feliz. Las mujeres pueden ser mineras y el colectivo trans tiene sus derechos reconocidos. Al menos de momento, ya veremos qué pasa si Milei sigue su campaña de regresión moral y social.

 


La receta perfecta/Vingt Dieux/Holy cow, Louise Courvoisier, Francia

De los tres títulos  que tiene este film francés, el que más me gusta es el inglés. Holy cow/Vaca feliz. No porque las vacas que salen sean particularmente felices como no lo son sus personajes, al menos no al principio. Me gusta porque de alguna manera refleja una mirada a la vida rural desprovista de idealizaciones: las vacas son felices, pero  no es nada fácil vivir en el campo con ellas. El debut de esta chica francesa es una especie de homenaje a toda la gente que vive o sobrevive en los trabajos de agricultura y ganadería. Gente que no quiere irse a la ciudad, que sabe lo duro que puede ser sacar adelante una granja, pero no renuncia a hacerlo. Todo empieza con una muerte: el padre de Totone, fabricante artesano de quesos, muerte repentinamente. A sus 18 años, el inconsciente Totone, debe hacerse cargo de su hermana Claire. Y debe sacar adelante el negocio del queso. Para ello, se propone hacer el mejor queso Comté de la región. Porque estamos en el Jura, en el Franco-Condado, frontera con Suiza, denominación de origen del queso Comté que compramos en las tiendas. Quizás en otras manos, esta historia habría sido un drama social de tintes negros. Pero Louise Courvoisier, que conoce muy bien ese territorio, no quiere ser pesimista. Sin idealizar el bucólico paisaje, sin caer en tópicos urbanitas, sin apelar a la nostalgia o la añoranza, el film es una invitación a intentar vivir y trabajan en el campo. Y si de paso se consigue encontrar una chica estupenda, fabricar un queso digno de Obelix en una marmita casi tan mágica como la de Panoramix, y transitar un duelo que conduce a la vida adulta, mucho mejor. Una buena receta, una gran degustación.

 


Tres kilómetros al fin del mundo, Emanuel Pârbu, Rumania

Tres kilómetros no es una gran distancia, pero tres kilómetros pueden significar vivir o no vivir (no morir, eso es otra cosa). Tres kilómetros de agua separan una pequeña isla en el delta del Danubio de la ciudad más cercana. Pero en realidad, esos tres kilómetros son una franja infranqueable entre la intolerancia y la aceptación del diferente. Adi es un joven que pasa el verano con sus padres en la isla. Su padre es pescador en crisis permanente, su madres es de una religiosidad enfermiza. La isla está dominada por una especie de mafioso que controla el pueblo, como si aun estuvieran en la edad media. O en la época de Ceaucescu, al que este personaje y el policía local echan de menos. En este caldo de cultivo se produce una agresión: Adi recibe una paliza terrible. Lo que sucede a partir de ahí, es una combinación malsana de miedo, fanatismo, intolerancia y violencia. Adi descubrirá quiénes son sus padres  de una manera brutal al mismo tiempo que descubre algo que ni él mismo sabía: su homosexualidad. Con el rigor y la solidez del cine rumano contemporáneo, Pârbu cuenta esta historia luminosa en sus paisajes, oscura en sus odios y rencores, con un ritmo pausado, sin estridencias. Deja que sea la mirada de Adi la que nos  conduzca desde el estupor ante lo que sucede, hasta el desprecio que acaba generando en él. El paraíso socialista se erigió sobre un paraíso arcaico y atrasado. La Rumania profunda, tan lejos de Bucarest, aun arrastra los males que esa doble herencia ha dejado en las heridas del país. 

El regalo de esta semana es una ventana hacia el exterior por la que pueden mirar todos estos personajes.



 

sábado, 7 de junio de 2025

DÍPTICO MÍSTICO

Sirat. Trance en el desierto, Oliver Laxe

“En árabe, Sirat significa "el camino" o "la ruta," algo que sugiere una dirección, un destino o una vía espiritual. Puede designar igualmente la conducta o el comportamiento. En el Islam, la palabra sirat se utiliza para designar el Puente Sirat, un puente sobre el infierno que los creyentes deben cruzar para entrar al Paraíso”. 

“Yo lo veo de otra manera: la vida es solo ese momento en el que el pez está fuera del agua, antes de volver a casa. La muerte es la vuelta a casa, la puerta a trascendernos y emanciparnos.” (Oliver Laxe) 

“Yo también he experimentado la muerte mucho tiempo, ¿Cuándo? Antes de nacer. La muerte es el dejar de ser. Después de mi, será como antes de mí. Nos equivocamos cuando pensamos que la muerte sigue a la vida, cuando en realidad la precedió y la sigue.” (Séneca)

 


Tres citas para empezar a entender Sirat. Para disfrutarla como experiencia artística de belleza desértica, no hace falta saber nada. Simplemente dejarse llevar por las imágenes de la espléndida fotografía de Mauro Herce, por el calor, por la música totémica de la Rave compuesta por Kangding Ray, sumergirse en el trance que es ese viaje hacia el fondo de la vida. Pero si se quiere ir un poco más allá para intentar comprender el sentido profundo de esta historia escrita por Oliver Laxe en colaboración con Santiago Fillol (como Mimosas), las tres citas nos ayudan a abrir un camino, un sirat, en el film, o mejor dicho con el film. Porque en realidad la compañía del desierto que se adentra en potentes camiones por rutas desconocidas, huyendo de un mundo en guerra, va en busca de este puente para pasar al otro lado. Y si se encuentra con la muerte, es porque la muerte, como dice Séneca, precede a la vida y la sigue después. La vida es el viaje que hace Luis acompañado de su hijo pequeño Esteban, cuando se lanza detrás de la caravana de los peregrinos de la rave: Stefi, Josh, Tonin, Bigui y Jade, seres incompletos que conforman un nuevo organismo compuesto de sus partes, al que se añaden Luis y Esteban de una forma natural, orgánica, en su búsqueda del elemento femenino, su hija, su hermana, perdida entre los espejismos rituales del desierto. Oliver Laxe es un director físico y metafísico: físico porque sus películas son experiencias de exigencia y de resistencia, ya sea en las montañas del Atlas marroquí o en el luminoso desierto que separa y une Marruecos y Mauritania. Pero es sobre todo metafísico porque trasciende ese mundo lleno de dificultades y de escollos, de dolor y de pérdida, para realizar un viaje casi alquímico. Sus personajes son y no son realidades. Un hombre adulto y un niño buscando una mujer joven se hunden en las arenas del desierto al ritmo totémico de una música envolvente, mágica, ritual, de la mano de una compañía de titiriteros como los que Bergman retrataba en El séptimo sello, que cogen de la mano a esos dos seres y los acompañan en su viaje para dejar de ser lo que eran, para ser otra cosa. El Puente de Sirat solo lo pueden pasar los justos, los que confían, los que no ven con los ojos sino con el alma. Y al otro lado, un tren que circula hacia ningún sitio… Siento si me ha salido un poco confuso este texto, no querría añadir oscuridad a un film luminoso y transformador. En realidad, lo único importante es ver la película, vivirla, dejarse llevar por ella, bailarla y salir un poco transformados.

Sirat es en cierto modo la segunda parte de un Díptico Sufi que Oliver Laxe ha creado en el desierto marroquí. Mimosas era un film de montañas, de rocas, de hombres; Sirat es un film de arenas, de desfiladeros, de mujeres. Lo de mujeres puede sonar extraño, pero no tanto. Porque es una mujer la que provoca ese viaje con su desaparición. Luis, Esteban y la extraña compañía, van en su busca y por ella emprenden ese viaje al otro lado. De Mimosas escribí en el blog en la entrada del 7 de enero del 2017.


Mimosas, Oliver Laxe

“Desierto místico. Así podemos definir el desierto de las misteriosas Mimosas de Oliver Laxe. Mimosas es, desde su titulo, un enigma, un cuento, un viaje. Western oriental que atraviesa un paisaje de lagos de un azul profundo en las altas montañas nevadas del Atlas marroquí, esta preciosa historia de inspiración sufí, es un viaje interior y exterior voluntariamente no datado en el tiempo ni en el espacio. Una caravana dirigida por un viejo jeque intenta llegar a una ciudad santa a través de las montañas. Cuando el jeque muere, la caravana se desintegra. Solo dos hombres, Ahmed y Said, se comprometen a llevar el cuerpo del jeque hasta su destino. Junto a esta historia hay dos más. La que sucede en un universo paralelo donde Shakib, un alma limpia, inocente y pura es escogido para cruzar al otro mundo y ayudar a Ahmed y Said en su misión; y la del propio rodaje que tuvo que vencer múltiples dificultades de frio, nieve y accidentes, llevando a lomos de mulas el material cinematográfico para rodar en 35 mm., mientras Oliver Laxe y Santiago Fillol reescribían día a día el guión en función de los obstáculos a los que se enfrentaban. “Quería perderme en el camino, quería colocarme en una posición en la que no sabía por dónde ir, como los personajes de la historia. Quería hablar de otro nivel de percepción, otro nivel de entender el mundo. La película habla de alguien que en cierto modo se deja ir a su aire, que se entrega a su intuición Los obstáculos hacen que el film se haga a si mismo, los obstáculos determinan las elecciones que haces.” Al salir compren un ramo de mimosas amarillas para seguir “oliendo” el aroma de esta película.”

(Mimosas está en Filmin, verla después de ver Sirat es una excelente ocasión de acercarse al Díptico Místico de Oliver Laxe.) 

El regalo de esta semana es un cuadro que he usado otras veces, creo que es  el mejor para acompañar el film de Oliver Laxe.



 

 

 

 

 

sábado, 31 de mayo de 2025

NO LUGARES

  

La idea del No Lugar se aplica en antropología y en urbanismo a esos espacios que no forman parte de la historia, que están fuera, al margen

En realidad los No Lugares, tal como los define el creador de la idea, Marc Augé, no son exactamente los que yo intento reflejar en este entrada del Blog. Porque para Augé, los No Lugares son espacios donde el anonimato del individuo se funde con el anonimato de la colectividad: aeropuertos, centros comerciales, parkings, carreteras y autopistas. Nada de eso existe en las dos películas que me parecen las más interesantes de esta semana, ni en el libro que acabo de leer. Pero, ¿no son en realidad No Lugares, los espacios dibujados en ellos? Bueno, que cada uno decida.

 


La trama fenicia, Wes Anderson

Wes Anderson es un nombre recurrente en este blog. Creo que he hablado de casi todas sus películas, no de todas, porque hay algunas que no me gustan. Pero es cierto que en la mayoría he encontrado cosas interesantes. De la última, Asteroid City, escribí: “La rareza de Anderson es contagiosa en su alegría y en su ingenuidad. También en su inconfundible capacidad de crear imágenes kitsch, apasteladas, artificiales, en las que se enmarcan sus historias, siempre corales, sin centro, sin aparente motor. A veces le salen pequeñas maravillas como Fantástico Sr Fox o Moonrise Kingdom, otras resulta menos acertado, El Gran Hotel Budapest o La crónica francesa, pero siempre está lleno de imaginación. Su nuevo artefacto, Asteroid City, es para mí, una de las mejores.” Este párrafo me sirve para explicar porque su nuevo trabajo, La trama fenicia, es algo diferente a sus anteriores películas. Es menos rara que las otras, cuenta una historia con principio y final; las inconfundibles imágenes de Anderson han perdido los colores pasteles, para entrar en los colores ocres, verdes y grises; deja de ser coral y tiene un único y auténtico protagonista, el inmortal magnate Zsa-zsa Korda, bien acompañado de su hija monja y de un extraño secretario. Esto es lo diferente, lo parecido es el tono entre el humor, la crítica, el artificio, y la falta de realidad (no de verosimilitud). Lo parecido es el tipo de cine que lleva haciendo Anderson desde sus primeros trabajos, acercándose a personajes y colectivos que están fuera del tiempo. Fuera de lugar. Habitantes de No-Lugares. Rodada completamente en los estudios Babelsberg, el film nos cuenta “una oscura historia de espionaje con una relación padre-hija en su núcleo”. Una película de aventuras, venganza y familia que en cierto modo la emparenta con Life Aquatic, realizada 20 años antes. Si en aquella historia el azul y el agua eran dominantes, en esta nueva, el amarillo y el verde son los (no) espacios donde Zsa-zsa Korda vive y muere continuamente. En realidad la historia no interesa demasiado pero sirve de MacGuffin: una trama de poder y dinero, corrupción y traiciones, intentos de asesinato, crisis de fe y personajes que no son lo que aparentan. Todo servido de la mano de un Benicio del Toro encantado de morir y resucitar continuamente, de la revelación del rostro de Mia Threapleton, hija de Kate Winslet, y de un pelirrojo encantador Michael Cera. Al fondo de la escena, el desfile de cameos imprescindibles: Tom Hanks, Scarlett Johansson, Benedict Cumberbatch, Brian Cranston, Mathieu Amalric… Acabo este texto como acababa el de Asteroid City: “A Wes Anderson lo adoras o lo detestas. Yo, casi siempre, lo adoro”.

 


Si yo pudiera hibernar, Zoljargal Purevdash

Este film mongol dirigido por una mujer de nombre imposible, sucede en un No Lugar por excelencia: los suburbios de chabolas de una gran ciudad, en este caso Ulan Bator. Yo creo que toda Mongolia es un No Lugar, deshabitado, vacío, y paradójicamente, contaminado. Uno de los países más grandes del mundo, con una densidad de 2 habitantes por km2, que se transforma en 296 habitantes por km2 en la capital Ulan Bator, una de las más invivibles del mundo. Es en este espacio suburbial donde vive una familia en una yurta plantada en el patio de una pequeña casa. En esta yurta helada, el frio pude llegar a los 30 grados bajo cero durante días y días, sobrevive una madre viuda y alcohólica con sus cuatro hijos. El mayor Ulzii, un chico de 14 años, es un prodigio para la física. Él y sus dos hermanos pequeños, acuden a la escuela en la ciudad mientras su madre intenta encontrar trabajo. Pero los habitantes de los no lugares son a veces no habitantes y la mujer, cansada y superada por las circunstancias, decide alejarse de esa yurta y esa ciudad y volver al campo. Es entonces cuando Ulzii debe tomar una decisión. El argumento no es tremendamente original, lo que es original es el espacio donde sucede, y las soluciones que sugiere. Eso es lo que hace de este film mongol, suave en su dureza, solidario en su individualismo, una propuesta que escapa de los lugares más comunes para habitar un No Lugar cinematográfico.

 


La muy catastrófica visita al zoo, Joël Dicker

Los zoológicos son también en cierto sentido No Lugares. No lugares para los animales que viven en ellos fuera de sus hábitats; no lugares para los visitantes que al verlos se colocan en un espacio fuera de su entorno cotidiano. Que conste que soy una  defensora de los zoológicos. En una entrada de este blog del 19 de octubre del 2019, contaba una visita al Zoo de Madrid donde lo dejaba muy claro: “Aprovechando que estaba en Madrid, hice una cosa que hacía mucho tiempo quería hacer: ir al Zoológico. Me sorprendió como sorprendió a todos los que estaban conmigo que quisiera ir al Zoológico. Parece que nadie va al Zoo en estos tiempos. Nadie adulto, quiero decir, porque niños había montones y era extraordinario verlos descubrir que el ¡Rey León está vivo! No entiendo la manía que les ha entrado a los progres en contra de los Zoos. Si entiendo que se quiera acabar con Zoos insalubres para los animales, con espacios pequeños y descuidados, pero si el Zoo está bien y los animales tienen espacio y pueden vivir en buenas condiciones, es una fuente de placer, de alegría  y sobre todo, para los niños, de contacto con la naturaleza que está tan lejos de su vida cotidiana.” Por eso el nuevo libro de Joël Dicker (también soy fan de este escritor suizo) me llamó inmediatamente la atención. Lo que no podía imaginarme es que me iba a encontrar con un libro divertido, lleno de hallazgos de lenguaje, con una trama encadenada que parece un collar de catástrofes protagonizada por un grupo de niños de siete años y narrada en primera persona por Joséphine, una niña que intenta explicarles a sus padres “la muy catastrófica visita al zoo”. No me resisto a copiar el razonamiento de Joséphine antes de empezar a contarles a sus padres lo sucedido, mientras se come pequeños trocitos de bizcocho de zanahoria. No es un spoiler, está en las primeras páginas: “Mis padres querían explicaciones, pero para explicárselo todo había que explicar que la catastrófica visita al zoo pasó por culpa de la catastrófica función del cole que pasó por culpa de la catastrófica obra de teatro que pasó por culpa de la catastrófica visita de Papá Noel que pasó por culpa del catastrófico Santa Plas que pasó por culpa de la catastrófica clase de seguridad vial que pasó por culpa de la catastrófica clase de gimnasia que pasó por culpa de la catastrófica presentación en el salón de actos que, a su vez, pasó por culpa de una catástrofe inicial.” Si quieren saber los porqués de todas estas catástrofes les invito a vivirlas de la mano y el lenguaje de Joséphine que acaba asumiendo que hará “un propósito de merienda”.

El regalo de esta semana es un león/oso en un no lugar.



sábado, 24 de mayo de 2025

DE TORTUGAS Y OLIVOS




Andaluces de Jaén
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?

No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor. 

Unidos el agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.
.........



Los tortuga, Belén Funes

El precioso poema Aceituneros de Miguel Hernández apareció en el  libro Vientos del pueblo de 1937. En 1968, Paco Ibáñez lo convirtió en un himno de la resistencia antifranquista. Sus palabras tienen una gran belleza y encierran una realidad terrible cantada de manera poética. La nueva película de Belén Funes me ha hecho recordar el poema y la canción. Porque sus protagonistas, esas dos mujeres, son las nuevas andaluzas de Jaén, aceituneras y tortugas altivas que plantan cara no al terrateniente, sino a la transformación del campo que está convirtiendo el  mundo rural en una plataforma de placas solares y molinos de viento al servicio de las ciudades deshumanizadas, donde las aceituneras se ven obligadas a dejar su casa por la presión de los nuevos dominadoras, los fondos buitres que expulsan a la gente para explotar esos espacios en su beneficio. De todo esto habla Los tortuga. ¿Por qué este título? El film lo explica: tortuga se llamaba a los inmigrantes que dejaban, su pueblo, sus tierras, sus olivos, sus campos andaluces, para buscarse la vida en Barcelona o Madrid. Eran tortugas no por su lentitud, sino porque se llevaban la casa acuestas. Como los padres de Belén, la directora, como el padre  de Anabel, su alter ego en el film, que a los 18 años hereda los olivos paternos en Jaén, aunque ella vive con su madre en Barcelona. La primera larga secuencia, rodada en el campo durante la recogida de la oliva, tiene un aire documental y poético, de una gran serenidad. En cierto modo, esa secuencia no nos prepara para lo que la película va a contar. Porque la historia de verdad es la que viven Anabel y su madre en Barcelona. La madre, exilada chilena (otra tortuga que cruzó el mar, seguramente obligada), es taxista, es decir vive en su caparazón. Anabel, mas aceitunera que tortuga, recoge y mira a su alrededor, ella quiere ser cineasta. Las dos viven el duelo de la muerte reciente del padre. Las dos a su manera se refugian en sus caparazones para hacer frente a una nueva realidad que se complica aún más con el aviso de que deben abandonar su piso. ¿Dónde van a ir las nuevas tortugas aceituneras? ¿Será ese revulsivo el que rompa sus caparazones y las reúna para cerrar el duelo y empezar una nueva vida? Eso es lo que nos cuenta este film que nace de la realidad y se expande como un árbol de olivo en múltiples ramas.

 


(Castelao y Virxinia el día de su boda)

Antes de nós, Ángeles Huerta

Castelao no es andaluz de Jaén,  pero en cierto modo si fue una tortuga, un exilado en 1939, cuando tuvo que salir de España con un ligero caparazón físico,  y un gran caparazón ideológico. Castelao está considerado el padre del nacionalismo gallego y es una referencia obligada en la historia de Galicia, y de España, de la primera mitad del siglo XX. Pero el film de Ángeles Huerta no nos habla del Castelao tortuga, nos cuenta el Castelao antes de ser Castelao. Dos momentos de su vida alternan en una narración no exactamente lineal. En 1918, un joven Daniel Castelao, su mujer Virxinia y su hijo, se trasladan a Rianxo, su pueblo natal, para ayudar a combatir la terrible epidemia de gripe del 18. Daniel recupera por un tiempo su carrera de medicina y lucha como puede con la epidemia, al mismo tiempo que descubre el poderoso e hipnótico poder de la piedra tallada en los cruceiros de los caminos o en los hórreos que guardan el trigo. El segundo momento es en 1929, Daniel y Virxinia han perdido a su hijo y viven su duelo en Bretaña, donde encuentran refugio a su dolor en paisajes muy símiles, pero que no son los suyos. El título juega con la doble significación de nós: nos de nosotros, Daniel y Virxinia que eran él y ella y pasaron a ser nosotros; y el Nós del Grupo Nós que reunía en torno a la Revista Nós a poetas y escritores que consiguieron dar a la lengua y la cultura gallega un alto nivel intelectual. Castelao formaba parte de ese grupo, pero lo que nos cuenta la película es lo que era antes de ser. Con una clara influencia de Manoel Oliveira en la estructura, pero sobre todo en la fotografía y la interpretación, el film de Ángeles Huerta, con guión de Pepe Coira, se escapa de las nuevas corrientes del cine gallego y entronca con una tradición más portuguesa que española. 

El regalo de la semana es una tortuga roja que avanza lenta pero segura



 

sábado, 17 de mayo de 2025

RAREZAS

 

“La "rareza" se refiere a la cualidad de ser poco común, inusual, o extravagante. Puede referirse a una cosa, una persona, o una característica. En términos generales, indica algo que se sale de lo normal o esperado.” (definición de la IA)

Esta semana hay tres rarezas para comentar. Son muy distintas entre sí, pero las tres son rarezas interesantes, incluso muy interesantes. Una ficción, un documental y una serie. Raras pero apetecibles.

 

(una de las fotos más raras de Evgen Bavčar, bueno, todas son raras y hermosas)

Rareza 1 Centaures de la nit/Cantauros de la noche, Marc Recha

La última película de Marc Recha. Centaures de la nit, es una rareza absoluta. Todo el cine de Marc es especial, peculiar, personal, pero rarezas, en realidad solo tiene dos: la primera, El cielo sube, y esta última, Centaures de la nit. Curiosamente hay un extraño vínculo entre las dos: blanco y negro, formato cuadrado, cine de pensamiento (y de imagen). Al volver del pase donde la vi, me surgieron una serie de reflexiones que apunté sin ningún orden concreto, tal como me venían a la cabeza. Son estas.

1 La espléndida fotografía en blanco y negro y pantalla cuadrada de Peter Zeitlinger, que retrata el Monasterio de Poblet y sus alrededores con una belleza stendhaliana. Si el título nos remite a John Ford, la fotografía de Zeitlinger nos evoca los cielos, paisajes y rostros de Gabriel Figueroa.

2 El hecho de que todos los hombres que salen, TODOS, sean ciegos, los que van de excursión en el autobús, los monjes, los campesinos. Ninguno ve nada. Y el que menos ve es Alex, el protagonista. Esta ceguera no les impide actuar. Los ciegos “ven” otras cosas. Especialmente el ciego fotógrafo, capaz de retratar lo que no se ve (él no lo ve) como si fuera el protagonista de la Macchina Ammazzacttivi de Rossellini. (Después he sabido que este personaje evoca la figura de un auténtico fotógrafo ciego Evgen Bavčar.)

3 En cambio, todas las mujeres ven con sus ojos, aunque tampoco ellas son capaces de “ver” de verdad. La autoritaria Señora Conxita, solo ve lo que ella quiere ver y eso es más bien poco y tan limitado que le impide apreciar la belleza del entorno o la ironía de las situaciones. Su empeño en que canten la canción como está escrita, sin aceptar variaciones, es la prueba de su rigidez, y la hace merecedora de la paliza que le propinan sus pupilos; la cariñosa y dulce Joana, la conductora del autobús, ve a los hombres ciegos y le gustaría ver lo que ellos ven, pero tampoco puede porque su sencillez la aleja de lo que está más oculto; las tres almas que acompañan a Alex el protagonista, solo le ven a él y él solo las ve a ellas porque existen en su interior, existen en su oscuridad. Y queda una mujer, el amor, la posibilidad de una vida plena, pero ella tampoco ve lo que necesita Alex. En definitiva es una película de ciegos y de ciegas.

4 La inquietante secuencia de los pechos de una mujer donde Alex y su amigo hunden su rostro, con los pezones metidos en sus ojos ciegos. En esos pechos, los ciegos ven el universo, las estrellas, el agua, el mundo. La mujer es el Todo, parece querer decir Marc Recha. Es una secuencia buñueliana cien por cien que le habría encantado hacerla al director aragonés.

5 La materialidad o la fisicidad de la película. Sorprende que una historia que pasa en el Monasterio de Poblet, en su iglesia y en sus campos, sea tan poco espiritual, esté tan privada de poesía, no de magia. Centaures de la nit es el film más físico que he visto en mucho tiempo. Quizás sea porque los ciegos necesitan tocar para conocer, para sentir. Es un film de piedras que se tocan. De gente que se toca, de objetos que se tocan.

6 Me gusta mucho que sea una película de aventuras, que haya una búsqueda del tesoro escondido, (las reliquias eslovenas), que juegue con el cuento de hadas (las tres almas son como Flora, Fauna y Fantasía para Alex) que incluso se atreva a un par de números musicales. Marc se deja ir, no se descontrola, pero si se libera de cualquier atadura formal.

7 Es una película hecha sin subvenciones, sin el ICAA, sin el ICEC, sin TVE, sin TV3, es realmente un film independiente de verdad. Y eso solo ya es una auténtica rareza.

Tres cosas para acabar: La primera, en cierto modo, como apuntaba al principio de este texto,  esta película cierra un círculo que se abrió hace 35 años con El cielo sube. Centaures de la nit vuelve a la pureza del cine, al poder de la palabra, a la evocación más que la mostración. La segunda, para mí la película se acaba en el plano del agua y las estrellas. Marc la prolonga todavía un poco más. Creo que no hace falta. Pero ¡quién soy yo para decirle a un director donde acabar su película! La tercera, me encanta un titulo tan fordiano.

 


Rareza 2 Almudena, Azucena Rodríguez

Alguien puede pensar que tiene de raro un documental sobre la escritora Almudena Grandes, una de las más leídas, premiadas y conocidas de nuestro panorama literario. Si fuera un documental “normal”, no tendría nada de rareza, pero Almudena no es un documental al uso. Es un retrato sentimental hecho por una amiga y un compañero de vida, que la ponen a ella en primera persona (hay tanto material gravado de Almudena que se puede hacer una serie¡¡¡). Lo bonito de este documental es que, aunque la narradora es ella, – en una entrevista inédita que le hizo Azucena hace años, pero sobre todo en sus intervenciones públicas y algunas privadas–, lo que deja ver es una Almudena desconocida, la que reivindica a Julio Verne y Los hijos del Capitán Grant, como lectura inspiradora; la que reconoce que le gusta Stephen King y Juego de tronos; la que recorre ese Madrid de calles y fiestas; la que vive el futbol a tope; la que es capaz de escribir con un bebe a su lado, parar, darle de comer y seguir como si nada; la que tenía unos cuadernos maravillosos en los que esbozaba sus personajes, sus historias, cuadernos que deberían ser estudiados en todos los cursos de escritura. Una mujer alegre, divertida, con matices, comprometida, si, pero no dogmática. Para mucha gente Almudena ha sido una compañera con sus libros, para muchos otros, no es más que el nombre de una estación de tren, o de una biblioteca. Antes de ver el documental pensaba que a Almudena no le gustaría ser el nombre de una estación de tren, pero después de verlo, creo que estaría muy contenta. ¿Qué es la literatura, las novelas, sino viajes, cruces de trenes en la vida, personas que van y vienen cada una con su historia a cuestas? Una estación es una novela con muchos personajes. Y eso es lo que ella hacía. Almudena, el documental, ha tenido en mí un efecto colateral. Hace muchos libros que la había dejado de leer, pero al salir del cine, lo que más me apetecía era correr a una librería y comprarme todos sus libros.

 


Rareza 3. El eternauta, Bruno Stagnaro Netflix

Todos los que tenemos algún amigo argentino hemos oído hablar de El Eternauta. Yo también, aunque la verdad es que no me había preocupado nunca de buscar que era exactamente ese comic que entusiasmaba en el cono sur. ¿Qué tiene esa aventura de ciencia ficción de Héctor Germán Oesterheld, un hombre con una historia personal terrible, publicado en 1956-57, para lograr unir a los argentinos de distintos colores? ¿Qué tenía El Eternauta que la hacía tan singular? Creo que lo principal es que cualquiera puede ser Juan Salvo. Y también, la cotidianidad, la cercanía de las calles y los espacios de una ciudad, Buenos Aires, reconocibles, su sencillez alarmantemente premonitoria. Creo que no fuimos los únicos que empezamos a ver la serie de Netflix, sin saber exactamente de qué iba, un día después de El Gran Apagón. ¡Menudo susto ver que la semanal partida de truco de Juan y sus amigos se ve interrumpida por… un apagón! Si, lo mismo que el lunes 28 de abril. Ah¡¡ No, por favor, no ya lo hemos vivido, no quiero ver qué más pasa. Pero sí ves, y te sumas a ese grupo de supervivientes a una nevada mortífera que mata todo lo que toca, una extraña nieve que cae en pleno verano y que obliga a estos robinsones urbanos a convertirse en éter (de aire) nautas (de navegar) con las mas inverosímiles de las cosas que se pueden encontrar en una casa y que nos recuerda que tenemos que tener el a mano el famoso kit de supervivencia. Cuando Juan sale a la calle para saber que ha pasado con su hija y su mujer, se lanza a una aventura en el espacio urbanita llena de obstáculos, enemigos, algún amigo, hasta que se tropieza con las cucarachas gigantes… y no cuento mas, porque la gracia de El Eternauta es ir descubriendo con Juan, Tano, Lucas y sus mujeres, Ana, Elena, lo que van encontrando y su manera de sobrevivir a lo que les ha caído encima. La historieta de Oesterheld, con dibujos de Francisco Solano López, se publicó semanalmente entre los años 1957-1959. En ese momento, el autor no podía imaginar que unos años más tarde, viviría su propia odisea de eternauta ante la invasión de maldad destructiva que cayó sobre Argentina y Chile entre los años 1973-1983. La serie que se estrena ahora, con un Ricardo Darín estupendo tras su máscara de supervivencia, también permite una lectura política: ¿o no son los Milei, Trumps, Putin y demás ralea unas auténtica cucarachas invasoras? Al margen de esta digresión, la serie de Stagnaro es muy entretenida, con toques de humor, una cierta distancia con el drama y muy bien ambientada. Vale la pena verla, y por una vez, no verla toda seguida. Darin lo recomienda y estoy de acuerdo con él. La historia de El Eternauta se disfruta más viendo un capítulo cada día.

 


Una recomendación FLOW

En la lectura de las Cartas Morales a Lucilio de Séneca que vengo haciendo desde hace tiempo, he encontrado una frase en la Carta 121 que es perfecta para mi última recomendación: “Los animales no podrían conservar la vida sin quererla: esta voluntad por sí sola, no les serviría de nada, pero sin ella, ninguna cosa les serviría.” Eso es lo que hace el maravilloso gatito negro de Flow     y todos sus compañeros, eternautas, o acuanatutas, en la preciosa película que se puede ver desde el viernes 16 en Filmin. (En la entrada del 25 de enero de este año, hablé mucho de la película)                                     

El regalo de esta semana recuerda al Poblet de los ciegos de Marc.