sábado, 24 de julio de 2010

SIGUEN LAS BUENAS NOTICIAS


(el dibujo del cartel de Elisa K, lo ha hecho Ramón.)
Acaba de saberse las cuatro películas españolas que estarán en la competición del Festival de Donostia-San Sebastián. Escribo españolas porque evidentemente lo son, pero lo que llama la atención es que los cuatro títulos son en realidad catalanes de producción y de inspiración. No es una novedad. Hace tiempo ya que el cine que se hace en Catalunya está ocupando los festivales internacionales. Alguna explicación debe haber. Y se me ocurre una: las productoras, los directores, los profesionales en general que hacen las películas que encuentran un eco fuera, no responden a un simple criterio industrial. Surgen de un planteamiento diferente: el de la necesidad de hacer un film por alguna razón, no solo por que se ha de hacer. Detrás de cada película hay una idea motriz, un deseo que la impulsa. Por eso son tan diferentes entre si y se acercan al cine desde ángulos tan distintos.
Un buen ejemplo es el de los cuatro films seleccionados en Donosti.

ELISA K, de Judith Colell y Jordi Cadena, nace de un doble deseo: el de trabajar juntos y el de adaptar un relato inadaptable de Lolita Bosch. Los directores se plantearon el film como un conjunto de dos fragmentos de tiempo. Cadena asumió el pasado en blanco y negro hecho de planos largos. Colell se enfrentó al presente en un color ambarino, con una cámara pegada al rostro y el cuerpo de su protagonista, Aina Clotet. El resultado, un film sorprendente e inclasificable, de una gran fuerza y belleza.
PA NEGRE, de Agustí Villaronga, nace de la necesidad de hacer un film sobre la posguerra que realmente fuera importante. Este lo es. Por el planteamiento (la escena del principio es magnífica), por el tratamiento de la imagen, por los actores, por la misma historia, tan poco convencional. Y sobre todo, porque puede acabar de una vez por todas con el tópico del “cine de la guerra civil”. Pa Negre es una película grande.
AITA, de José María de Orbe, producida por Lluis Miñarro, nace de una apuesta radical por parte del director de La línea recta. La necesidad de enfrentarse sin miedo a una casa familiar para buscar entre sus paredes la huella del pasado, dejando que se al luz y el sonido el que guíe la cámara en una puesta en escena rigurosa en su belleza formal y ética.
EL GRAN VÁZQUEZ, de Oscar Aibar nace de las ganas de hacer un homenaje a un héroe de la infancia. Es la única con un planteamiento industrial. Tornasol es el motor de la idea, pero una buena parte de la financiación viene de Galicia y de Catalunya. Si el dinero se reparte entre varios, la autoría es catalana al 100%, no solo porque el director es catalán, sino lo que es mas importante, porque el personaje que centra la historia es el mítico dibujante de las Hermanas Gilda que vivió y trabajó en Barcelona donde se editaban los tebeos que albergaban a sus maravillosos personajes.

Españolas, catalanas, que mas da. Lo importante es que, como en el fútbol, es la suma de todos la que hace grandes al equipo, o al cine en este caso.

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