sábado, 14 de agosto de 2010

OZON Y EL MAR


Ozon es un director ecléctico. Se mueve en varios terrenos: comedia (Sitcom), melodrama (Le temps qui reste), musical (8 mujeres), adaptaciones teatrales (Gotas de agua sobre piedras calientes), cine de época (Ángel), cine fantástico (Ricky)… Y sin embargo todo su cine es reconocible. Tiene un estilo inconfundible y desde las primeras imágenes sabes que estás delante de un film de François Ozon. Pero hay otra cosa que suele aparecer en sus películas, algo de lo que parece que quiera escapar pero a lo que vuelve una y otra vez. El mar. La primera película que ví de él fue Regarde la mer (1997), en San Sebastián. Era un cortometraje desasosegante en el que una mujer que vive feliz con su hija en la playa ve alterada su vida por la presencia de una chica extraña. El mar volvía a ser protagonista importante en Sous les sables, del 2001. En este film, Charlotte Rampling perdía a su marido Bruno Cremer en el mar. El se iba a nadar y nunca volvía: ni vivo ni muerto, dejando a la mujer sumida en el desconcierto. En Swimming Pool (2003) no era precisamente el mar el protagonista sino una preciosa piscina en la que dos mujeres, una escritora en crisis y la hija de su editor, viven una historia que nunca se sabe si es verdad o mentira. Ozon dejó de lado el mar durante dos películas extrañas: Ángel, un film entre Visconti y Rivette y Ricky, un fallido experimento fantástico con niño alado. Pero ha vuelto al mar con Mi refugio, su penúltimo film (el último, Potiche se presenta en Venecia este año). Un refugio, el que sea. Eso es lo que busca Mousse, su protagonista, un refugio para vivir su embarazo. ¿Y que es un embarazo sino vivir en un refugio en el agua durante nueve meses?

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